23/08/2022

NOESTANGO es mucho más

Foto: Ale Carmona

NOESTANGO surge de una residencia escénica en el Centro Cultural General San Martín realizada por Ollantay Rojas, Milagros Rolandelli y Lisandro Eberle. El trabajo, recién estrenado, con una bailarina y dos bailarines más en escena, además de Rolandelli y Eberle, vibra durante una hora y cuarto de show con la participación en vivo del Quinteto Revolucionario. En el Galpón de Guevara ocurre esta fusión prodigiosa: mezcla de danza, música y performance que da resultados inesperados. NOESTANGO es uno de ellos. Por Andrés Marique (@manriqueandu), para ANRed.


La trayectoria de las personas que conforman el equipo de trabajo constatan que el título de la obra no va a ser cumplido. El Quinteto lleva una vida dedicada al tango de Piazzolla, y los tres bailarines, las dos bailarinas y el director cuentan con una carrera abocada al género. Esto quiere decir que inexorablemente habrá tango. Aunque no sea el de la gomina ni el de los tacos ni el del mero homenaje o el revoleo de la mujer como un trapo de piso, tal como reza el decálogo impreso en el programa de mano: después de todo, se dice que el tango existe, y que además está Piazzolla.

Los instrumentos van a dar el primer cabezazo. Los músicos abren el trabajo desde el centro de la escena, mientras los bailarines esperan al borde. Los primeros pasos en el escenario van a ser dados por los músicos y bailarines que abrazan el piano vertical para llevarlo hacia un rincón del escenario. No va a ser el varón ni la mujer quienes convoquen. El llamado es dado la música que actúa en la escena sobre los cuerpos de bailarines, bailarinas y músicos, devenidos todos en actores y performers.

Foto: Ale Carmona

Un trabajo fuerte con la abstracción circula a lo ancho y profundo del escenario. Al cuerpo no lo invita otro cuerpo; es la excitación del ritmo y la melodía la que mueve lazos y moviliza a las personas; sean artistas u oyentes-espectadores. La música es el fuego y la danza es el viento que sacude las llamas. NOHAYUNASINOTRA podría haberse llamado; es decir, no hay música sin danza, pero NOESTANGO, además de un mejor nombre, cifra la esperanza de que mientras la especie humana se sobreviva a sí misma, se multiplicarán toda clase de encuentros sobre un pasado común. Aquí la prueba: negar lo que es, le confiere importancia en lugar de restársela.

Con Astor Piazzolla el tango es la carta de presentación argentina en todo el mundo, se vuelve más nacional que el propio Cabildo o el colectivo, y desde Piazzolla cuesta creer que el bandoneón no haya sido un invento del Río de la Plata. Su música captura algo de la tristeza y de la melancólica esperanza de un país compuesto de inmigrantes que hoy siguen llegando en busca de un lugar mejor para vivir, mientras otros lo abandonan detrás de lo mismo. El bandoneón roza el desgarro, el contrabajo sostiene el quejido del violín, y las notas del piano con la guitarra hacen que Buenos Aires llueva, se amplíe y se contraiga dentro del teatro. El fuelle de Lautaro Greco transmite un ritmo y un fi(ru)lete que se tatúan sobre el cuerpo de baile. Un sonido que es Buenos Aires y, a la vez, patrimonio de la humanidad. El aire que el fuelle empuja entre las delgadas láminas de chapa provoca el estremecimiento que nos toca el corazón y el estómago, como si no existiera distancia entre ambos órganos, o acaso como si nos hubiéramos comido el corazón propio. Porque NOESTANGO también habla del amor y del hambre. Y es ahí cuando suelta amarras de la forma bailada y se convierte en teatro. Ahí donde se arriesga el hedonismo en la posibilidad de algo más que produce el hecho estético.

Foto: Ale Carmona

La música cobra vida. El sonido es una presencia que despierta a la historia, y también al cuerpo que baila y protesta y transpira; es una presencia mucho más que sonora. Los cinco músicos en escena forman un sexto cuerpo que hace actuar a los instrumentos. El sexto cuerpo que es la música pone a bailar a la escena, y nos atraviesa sin pedirnos permiso.

Toda enunciación negativa trae la afirmación que la respalda. El tango viene con el llanto que en su revés tiene la risa. Y NOESTANGO extiende los límites del género a través de la danza contemporánea junto con los niveles mucho más bajos con los que ésta trabaja. Así, la muñeca de la caja de música que gira de la mano de todo el elenco en un momento potente de la coreografía, será después la que rompa el vidrio de la caja para revelarse, eligiendo y descartando a cada uno y una de sus festejantes.

La escena nunca queda vacía. El cuerpo baila de/generado sin conductor ni conducido; el cinco desarma la idea de parejas, la díada, y termina de confirmar la ruptura necesaria con la institucionalización conservadora del tango. El ajuste que le hacen a esta danza-música de a poco va transformando el género en algo que aún no sabemos cómo llamar ni qué categoría asignarle. La escena está magistralmente alumbrada por luces galponeras que de pronto descienden, cercando su perímetro de proyección, para envolver mejor la intimidad. La iluminación humilde de Agnese Lozupone es una cita directa a la milonga de barrio, al tinglado de la Unidad Básica, a la Biblioteca Municipal o a la luz misma de calle de arrabal que entrega lo mejor de sí para bañar escenas comunes que se repiten mil rincones de nuestro país.

NOESTANGO vuelve extraordinario lo común en la precisión de los bailarines, en la destreza de las bailarinas: en los giros y amarres, en las corridas y trotes y equilibrios compensados. La performance toca bordes simbólicos que nos llevan a asociar los movimientos coreográficos con situaciones de poder y desdén, de florecimiento y abandono. La experiencia pone de relieve una obviedad: que la música y la danza, en la búsqueda de la transformación, son lenguajes que abren nuevos caminos. No es un homenaje, es cierto, pero Piazzolla habría disfrutado del espectáculo.

NOESTANGO va los martes a las 20.00 en el El Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA). Y las entradas las pueden sacar por Alternativa.


FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Trailer: Martín Gómez

Bailarines: Lisandro Eberle, Nicolás Minoliti, David Alejandro Palo, Milagros Rolandelli, Marcela

Vespasiano

Músicos: Esteban Falabella, Lautaro Greco, Manuel Quiroga, Sergio Rivas, Cristian Zárate

Vestuario: Estefanía Boccanfuso

Escenografía: Micaela Sleigh

Iluminación: Agnese Lozupone

Redes Sociales: 2gether

Edición de video: Karin Idelson

Fotografía: Gabriela Ferreyra

Gestión: Eliana Staiff

Asistente de producción: Lucia Ohyama

Prensa: Daniel Franco

Distribución: Eliana Staiff

Coreografía: Lisandro Eberle, Ollantay Rojas, Milagros Rolandelli

Dirección: Ollantay Rojas



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