26/06/2022

Es pobre, y también juega

Una opinión sobre el acceso a los videojuegos y como los privilegiados solemos no extrapolarnos de un debate que afecta al pobre como sujeto. Durante una discusión, a mi gusto inverosímil, sobre la importancia o necesidad de puntajes numéricos en las reseñas surgió el ángulo no revisado de la inclusividad. Uno podría opinar –y con razón suficiente- que es extraño que no haya aparecido antes, cuando el debate se suscitó originalmente. Por Leo Di Grezia (Pressover News).


Esto sucede porque, con frecuencia, encaramos estos devaneos dialécticos con un único sujeto de análisis en mente, que somos nosotros.

No sería nada raro escuchar en alguna charla una frase algo así:

“No, aún no me compre el Elden Ring, así es la pobreza” (risas enlatadas)

Sacando de la cuestión que sistema de videojuegos  tiene la persona en cuestión, es bastante sencillo dilucidar que en el diccionario del interlocutor, el concepto de “pobreza” es muy distinto del que maneja el grueso de la sociedad. Huelga decirlo, si posees un sistema moderno de videojuegos  y la chance de adquirir títulos, es probable que seas más rico de lo que sabes o estás dispuesto a admitir.

Este proceder es bastante nacional. El argentino promedio quiere ser millonario, sin embargo, tiene vergüenza de clase, y una vez que llega a un estilo de vida más agraciado, es común que esconda su nueva situación o le baje el precio. Es así que no se consideran “ricos” aún después de adquirir una consola que en nuestro país cuesta un promedio de seis sueldos mínimos, vitales y móviles. Y que conste en actas algo no muy digerible: en Argentina podes subsistir con un salario de apenas 30 mil pesos y no ser considerado “pobre”. Lo sos. Hoy, tener un Smartphone no te excluye de “tener dolor de estómago para la cena”.

Y ahí entra el devaneo sociológico que choca con el económico. La pobreza no es una “sensación”. Sensación es el hambre que sienten los realmente pobres. O el frío cuando no hay un techo y paredes disponibles. Esas se calan en los huesos.

Sin embargo, una persona puede “sentirse” pobre aunque la billetera y su vida diaria demuestren lo contrario. Esto, por lógica, sucede ante la comparación con los pares.

Clases Sociales

La sensación de pobreza sucede en la clase media cuando se observa lo amplia que puede ser. Los márgenes cada vez más lejanos. Es de clase media quien tiene un hogar y varias comidas calientes por día. También lo es el que compra la PS5 con el Ahora 12. Este despropósito es ocasionado por el desbarajuste conceptual de no dividir a la sociedad en solo dos clases sociales, trabajadores y dueños de medios de producción. Un desocupado es un trabajador al cual el sistema capitalista le falló. Un trabajador “en paro”.  Pobre, quizá (existen muchos desocupados por decisión personal), pero su calificación es otra.

Dada la división entre pobres, clase media y ricos, el ancho medio siempre es el que presenta más desconexiones y luce más dispar en sus intestinos. La sensatez no explota cuando hay un fundamento político para esta clase de divisiones. En la diferenciación por billetera, lo que se busca es una escala hacia arriba. El pobre quiere ser clase media. El de clase media quiere ser rico. El rico quiere ser más rico. Con ese recorte, no hay clases en pugna. No hay choques y no se amenaza el status quo. Lo que aparece es la admiración en vez de la consulta.

“¿Cómo puedo ser como ellos?” en sustitución de ¿Por qué tienen tanto más que yo?”.

Decía al final del prólogo, que tenemos un único sujeto de análisis en mente y que a menudo, somos nosotros mismos. A raíz de esa dinámica, resulta imposible (o casi) configurar una realidad donde ALGO existe o se inventó para un tercero. O mejor dicho, donde algo QUE existe o QUE se inventó, le funciona o sirve a un tercero.

Ya que está el ejemplo de los puntajes, lo prosigo:

El puntaje numérico al final de una reseña escrita termina siendo inclusivo por varias razones: personas que no saben leer pero tienen un firme conocimiento de los números y como se escalan pueden comprender con bastante pericia que es lo que el criticó opina sobre un objeto de reseña. No pretendan analizar porque alguien que no sabe leer buscaría en una web una reseña o compraría una revista. Mi hija de 5 años no sabe leer y cuando ver las calificaciones en Google Play entiende a la perfección que cinco estrellas significa que es un videojuego “Bueno”.

A la vez, personas que SI saben leer pero solamente manejan su idioma nativo, pueden también tener un buen alcance de lo que el periodista determina.

Por supuesto, el crítico que dedica buena parte de su tiempo a analizar un videojuego, película, disco, libro o lo que sea, tiene deseos de ser leído. Sin embargo, olvidar que es meramente un servicio el fin de esa reseña, crítica, artículo u opinión, culmina en un descrédito y en un ejercicio de ego.

El yo como centro

Porque aparte, la cuestión de “debato por mi” (o para los cientos como yo), elimina la posibilidad  de comprensión de posibilidades. Frase rara y ya me están puteando cientos de opinólogos licenciados. Que significa “Posibilidad de comprensión de posibilidades”. Básicamente que a la hora de discutir cualquier tema, nos detenemos en cómo nos afecta, molesta (o beneficia) solamente a nosotros y los de nuestras posibilidades.

Entonces, cuando por ejemplo, nos molesta el puntaje numérico porque implica que la gente no lee, dejamos de lado a todo un enorme sector de la sociedad que tal vez está imposibilitado de hacerlo por razones totalmente ajenas a “las ganas”. Ni sumo al tiempo.

Sucede que el pobre también juega. Tal vez no a la PS5, XBOX Series o Switch. Podemos pensar que no tiene acceso a prácticamente nada mas que a un celular o netbook del Ministerio de Educación. Computadora que gracias a la evolución tecnológica ofrecen un amplio catálogo de videojuegos disponibles. Varios de los títulos más populares de la historia son de dispositivos móvilesAngry Birds y Candy Crush ya funcionaban bien hace una década o más. Hoy hay cientos como Crash RoyaleFree FirePUBGFortnite. Y aparte son gratuitos.

Solo los más olvidados por el sistema no tienen acceso a videojuegos pero esos tienen problemas mucho más urgentes que apremia resolver. Como por ejemplo, poder insertarse en la sociedad mediante un teléfono móvil.

En el eje del debate surge, inevitablemente, el clasismo naturalizado de suponer que uno es el centro del universo, y la clase de uno, la prioritaria, central y “normal”. No es con intención. Al contrario. Brota por lo instituido. Somos liberales de crianza y ponernos en el centro del problema como el “individuo” afectado o beneficiado es simplemente algo automático.

¿Por qué no actúan como yo?

Es por eso que respirar, pensar y analizar diferentes posturas suele ser más inteligente a la larga que disparar nuestra opinión de manera maquinal e irreflexiva.



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