22/05/2022

Tres historiadoras nos explican el patriarcado: Gerda Lerner, Silvia Federici y Michelle Perrot

En la segunda década del siglo XXI muchas personas convendrán haber escuchado alguna vez el término patriarcado, pero las tesis acerca de la existencia de las relaciones sujetas a una jerarquía de poder en base a la condición sexual no son nuevas. Simone de Beauvoir y El segundo sexo, August Bebel en La mujer y socialismo, Friedrich Engels con El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, nos habían anticipado que no se trataba de una simple operación de subordinación. No podemos olvidar las contribuciones de antropólogas y filósofas como Margaret Mead o Judith Butler, sólo por nombrar algunas han escrito miles de páginas desterrando el mito de la inferioridad genética o ancestral de las mujeres. Por Valeria Canoni*


Hoy nos convoca la lectura, o más bien el racconto de tres historiadoras que han sido pioneras en sus respectivos países al inaugurar o reforzar los Estudios o Historia de las Mujeres, hablamos de Gerda Lerner en Estados Unidos,

Hoy nos convoca la lectura, o más bien el racconto de tres historiadoras que han sido pioneras en sus respectivos países al inaugurar o reforzar los Estudios o Historia de las Mujeres, hablamos de Gerda Lerner en Estados Unidos, Michelle Perrot en Francia y Silvia Federici en Italia. Lerner se reconoce deudora de Mary Beard; Perrot de la tradición que inauguró Simone de Beauvoir y el Mayo Francés en La Sorbona, en tanto que Federici es una historiadora de cuño marxista, heredera, si se le puede decir así, del estilo directo de Antonio Gramsci y una fructífera generación de intelectuales italianos.

Ninguna de ellas llegó por casualidad a enfocarse a la Historia de las Mujeres, la historiadora austríaca huyó de su país y se radicó en Estados Unidos:Mi educación formal había terminado veinte años antes, cuando me presenté a la Matura, el examen final requerido para la matrícula universitaria, justo antes de que los nazis accedieran al poder en Austria. Aprobé el examen con matrícula de honor, pero en vez de entrar en la universidad me convertí en refugiada y conseguí después llegar a América[1].

Tardíamente, según lo que se estipula como supuesto académico, ingresó a la enseñanza universitaria, a los 46 años, por lo que planificó sus investigaciones a veinte años (tiempo en el que tenía previsto cumplir su labor). Unas líneas de Montserrat Cabré i Pairet nos sirven para ilustrar su posicionamiento político y académico:

Lerner entendió la historia de las mujeres como una postura política, como un acto de conciencia. Hizo confluir su interés por la historia y su compromiso con el feminismo en un objetivo: academizar la historia de las mujeres, normalizando su enseñanza y su cultivo. (Óp. Cit.)

Su obra más reconocida:

En octubre de 1990 se publicó La creación del patriarcado, la única de sus obras traducida al castellano y que aborda abiertamente uno de los temas más polémicos de la historiografía, defendiendo el carácter primordial de la subordinación de las mujeres. (Ídem)

La creación de una comunidad historiográfica de mujeres, el objetivo cumplido:          

Sus aportaciones fueron escuchadas y reconocidas, pero no dejaron de cuestionarse, especialmente a partir de la década de 1990, por parte de sectores muy diferentes de la historiografía de las mujeres, desde posturas historicistas o postmodernas. Quizá fue éste el mayor de sus éxitos: la creación de una comunidad historiográfica para la historia de las mujeres. (Ibídem)

Una definición de Gerda Lerner:

 La conciencia feminista de grupo emerge del reconocer una comunidad, un conjunto de ideas con las que las mujeres nos definimos de manera autónoma en un mundo de dominio masculino que busca sustituir nuestra propia visión y nuestros valores por los del patriarcado. (Óp. Cit.)

en Francia y Silvia Federici en Italia. Lerner se reconoce deudora de Mary Beard; Perrot de la tradición que inauguró Simone de Beauvoir y el Mayo Francés en La Sorbona, en tanto que Federici es una historiadora de cuño marxista, heredera, si se le puede decir así, del estilo directo de Antonio Gramsci y una fructífera generación de intelectuales italianos.

Ninguna de ellas llegó por casualidad a enfocarse a la Historia de las Mujeres, la historiadora austríaca huyó de su país y se radicó en Estados Unidos:Mi educación formal había terminado veinte años antes, cuando me presenté a la Matura, el examen final requerido para la matrícula universitaria, justo antes de que los nazis accedieran al poder en Austria. Aprobé el examen con matrícula de honor, pero en vez de entrar en la universidad me convertí en refugiada y conseguí después llegar a América[1].

Tardíamente, según lo que se estipula como supuesto académico, ingresó a la enseñanza universitaria, a los 46 años, por lo que planificó sus investigaciones a veinte años (tiempo en el que tenía previsto cumplir su labor). Unas líneas de Montserrat Cabré i Pairet nos sirven para ilustrar su posicionamiento político y académico:

Lerner entendió la historia de las mujeres como una postura política, como un acto de conciencia. Hizo confluir su interés por la historia y su compromiso con el feminismo en un objetivo: academizar la historia de las mujeres, normalizando su enseñanza y su cultivo. (Óp. Cit.)

Su obra más reconocida:

En octubre de 1990 se publicó La creación del patriarcado, la única de sus obras traducida al castellano y que aborda abiertamente uno de los temas más polémicos de la historiografía, defendiendo el carácter primordial de la subordinación de las mujeres. (Ídem)

La creación de una comunidad historiográfica de mujeres, el objetivo cumplido:          

Sus aportaciones fueron escuchadas y reconocidas, pero no dejaron de cuestionarse, especialmente a partir de la década de 1990, por parte de sectores muy diferentes de la historiografía de las mujeres, desde posturas historicistas o postmodernas. Quizá fue éste el mayor de sus éxitos: la creación de una comunidad historiográfica para la historia de las mujeres. (Ibídem)

Una definición de Gerda Lerner:

 La conciencia feminista de grupo emerge del reconocer una comunidad, un conjunto de ideas con las que las mujeres nos definimos de manera autónoma en un mundo de dominio masculino que busca sustituir nuestra propia visión y nuestros valores por los del patriarcado. (Óp. Cit.)

Michelle Perrot es doctora en Historia por la Sorbona, ha trabajado sobre temas vinculados al movimiento obrero y el sistema penitenciario. Sus fecundas investigaciones acerca de la historia de las mujeres y del género, desarrolladas a partir de la década de 1970, ocupan un lugar destacado en la historiografía francesa. Ha dirigido junto a Georges Duby La historia de las mujeres en occidente (1991-1992) y uno de los tomos de la Historia de la vida privada. Entre otros libros quiero destacar tres de ellos que toman en particular la Historia de las mujeres: Las mujeres o los silencios de la historia, Mujeres públicas y Mi historia de las mujeres.

El último que menciono es el que llegó a mis manos en castellano, y realmente me impactó mucho pues se trata de una recopilación de programas radiales en los que Perrot realizaba divulgación histórica y que creo que es la clave, o una de ellas, para sacar a la academia de la cúpula de cristal que implica el ámbito universitario.

Se trata de veinticinco emisiones de la serie Histoire des femmes difundidas por France Culture del 28 de febrero al 1 de abril de 2005 en las que Perrot impartía clases radiales de forma amena y asequible a las personas no iniciadas en el ámbito de la historiografía.

Dice Michelle: en mi adolescencia lo que quería era acceder al mundo de los hombres, del saber, del trabajo y de la profesión. Por el lado de mi familia no encontré ningún obstáculo, ya que mis padres eran decididamente igualitaristas, feministas sin teoría, y me alentaron al estudio e incluso a la ambición. La Sorbona en la posguerra tenía profesores varones, pero las alumnas éramos cada vez más numerosas[2].

Continúa en el primer capítulo: Llegué a la historia de las mujeres en los años setenta, con el envión del Mayo francés y sobre todo del movimiento de las mujeres, con los que me topé de frente en la Sorbona donde era profesora adjunta y luego en Paris VII- Jussieu, una universidad nueva y abierta a las innovaciones de todo tipo. A lo largo de veinte años las cosas habían cambiado y yo también. Comprometida con el movimiento de mujeres, quería conocer su historia (y hacerla, puesto que prácticamente no existía)[3].

El recorrido: En 1973, con Pauline Schmitt y Fabbienne Bock hicimos un primer curso que llamamos, ¿Las mujeres tienen una historia? No estábamos seguras de que las mujeres tuvieran una historia, sobre todo porque el estructuralismo de Lévi- Strauss había insistido mucho en el papel que ellas tenían en la reproducción y los lazos familiares. No sabíamos cómo enseñar esa historia. Recurrimos a las sociólogas y a nuestros colegas historiadores y les preguntamos cómo habían resuelto en sus estudios históricos la cuestión de las mujeres[4]. El curso fue todo un éxito y el movimiento ya no se detendría.

Itinerarios: Hubo iniciativas idénticas en Aix-en-Provence, en Toulouse, en la Universidad de Paris VIII, en Lyon. En el exterior el movimiento era previo y mucho más intenso: en los Estados Unidos, en Gran Bretaña, el papel de los Women Studies era precursor y nosotras lo seguíamos con interés. Esta corriente también se desarrolló en Países Bajos, Alemania, Italia, España, Portugal. Fue un movimiento mundial que hoy está particularmente vivo en Quebec, América Latina (sobre todo en Brasil), India, Japón[5].

El desarrollo de la historia de las mujeres es la traducción, el efecto de una toma de conciencia aún más abarcadora: la de la dimensión sexuada de la sociedad y de la historia.

Los cambios en el objeto de estudio de la investigación historiográfica: La historia de las mujeres cambió en sus objetos de estudio, comenzó por una historia de los cuerpos y de los roles privados, para llegar a una historia de las mujeres en el espacio público de la ciudad, del trabajo, de la guerra, de la creación. Empezó como una historia de las mujeres víctimas para llegar a una historia de las mujeres activas, en múltiples interacciones que originan los cambios. Comenzó por una historia de las mujeres para convertirse más precisamente en una historia del género, que insiste sobre las relaciones entre los sexos e integra la masculinidad. Expandió sus perspectivas espaciales, religiosas y culturales[6].

La invisibilidad.

En principio a las mujeres se las ve menos en el espacio público, el único que durante mucho tiempo mereció interés y relato. Ellas trabajan en la familia, confinadas en casa (o en lo que hace las veces de casa). Son invisibles. Para muchas sociedades la invisibilidad y el silencio de las mujeres forman parte del orden natural de las cosas[7].

En su relato, Perrot nos cuenta qué significó para ella impulsar los estudios de las mujeres en consonancia con otros grupos de historiadoras que estaban creando una comunidad historiográfica, de allí su punto de encuentro con Gerda Lerner y con la tercera historiadora que mencionaremos que es la célebre Silvia Federici.

Creo que Federici no necesita presentación, o, por lo menos para mí, que llegó como una tromba a mi vida, como una especie de visión si nos apropiamos de los relatos de los santos.

Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria[8], es uno de esos libros que, si los lees, no podés soltarlos. Exquisitamente escrito, puntillosamente colmado de datos, pero con una cadencia, un ritmo, algo que ahora entiendo que proviene del italiano y, pese a la traducción, no pierde su belleza. Silvia Federici nos lleva al mundo medieval y al quiebre de las comunidades de mujeres por el asalto histórico, el genocidio que implicó la caza de brujas y la Sagrada Inquisición, donde, como dice Liliana Felipe (cantante argentino-mexicana), millones de vidas fueron robadas, despojadas, incluidos sus bienes. Eso significaron estos hechos históricos para las mujeres durante estos siglos de silencio y expropiación, primero perder el control sobre los partos, donde la sabiduría de las mujeres era central en los nacimientos y en los abortos. Conocimiento de la herboristería, de los ciclos menstruales, sabiduría ancestral, conocimiento que provenía de muchos siglos antes, de la transmisión oral, de la experiencia. Luego, la imputa de la sospecha, el llamado a la denuncia, cualquiera que sospechara de su vecina podía denunciarla por brujería, brujería muchas veces servía para encubrir disputas por propiedades, la pobreza, las matronas que asistían a los partos. O la práctica de abortos, que fue muy común hasta que la iglesia católica comenzó a penalizarlos.

De hecho, hay un dato que me sorprende, pero lo dejo asentado porque es de nuestra historia reciente, los niños y niñas nacidos muertos o con defunción fetal no podían ser enterrados en los cementerios católicos porque no estaban bautizados, creando, sobre todo para las personas de su comunidad, un estigma, un limbo, un no lugar. Esto quedó verificado como práctica asidua hasta comienzos del siglo XX y se pueden recordar casos famosos que han sido reflejados en el cine actual debido a las investigaciones de familiares de estos niños ocultos debido a que fueron producto de embarazos adolescentes o, simplemente, nacimientos extramaritales. Tanto los nacidos vivos como los nacidos muertos, fueron apartados de sus familias de origen.

Volviendo a Federici, además de la hegemonía médica del ginecólogo, y la pérdida del poder de la comunidad de mujeres y la expoliación de los terrenos, propiedades por sospecha de brujería, uno de los efectos de esta rotura de la vida comunitaria que imperaba antes de la irrupción del capitalismo es la competencia, el individualismo, el ánimo de lucro y la destrucción de los lazos al interior de las comunidades. Esos edictos que aparecieron en la inquisición y la caza de brujas fueron la pieza clave para deshacer siglos de prácticas de las comunidades de mujeres.

También la religión católica de la mano del capitalismo truncó las prácticas del goce. En el último período de la edad media, que siempre se la nombra como una época oscura, pero que no lo fue totalmente, había grupos que practicaban la sexualidad no monogámica, algunos incluso también promovían la propiedad comunitaria de la tierra, podemos nombrar entre ellos los movimientos milenaristas y heréticos. El movimiento de los pastores, campesinos y trabajadores urbanos que arrasaron el norte de Francia hacia el año 1251, incendiando y saqueando las casas de los ricos, exigiendo una mejora en su condición y el movimiento de los flagelantes que comenzó en Umbría (Italia) y se extendió por varios países en 1260, fecha en que el mundo iba a terminar según la profecía  del abad Joaquín de Fiore[9].

Federici hace una distinción entre grupos milenaristas y sectas heréticas por su organización e importancia en la lucha contra el feudalismo y las prácticas religiosas de la inquisición:

Sin embargo, no fue el movimiento milenarista sino la herejía popular la que mejor expresó la búsqueda de una alternativa concreta a las relaciones feudales por parte del proletariado medieval y su resistencia a la creciente economía monetaria. Las principales sectas herejes tenían un programa social que reinterpretaba la tradición religiosa, y al mismo tiempo estaban bien organizadas desde el punto de vista de su sostenimiento, la difusión de sus ideas e incluso de su autodefensa. No fue casual que persistieran en su lucha antifeudal a pesar de la persecución extrema que sufrieron[10].

Como para muestra, sobra un botón, creo que en estas líneas he podido recuperar algunas de las tesis de las tres autoras que comenté. Espero que sigan indagando porque las historiadoras que se especializan en Estudios de mujeres, Historia de las mujeres o Estudios de género tienen mucho aún para contarnos de una Historia que hasta hace muy poco tiempo, en sentido histórico, era oculto, silenciado y hasta mal enseñado en las grandes casas de estudio que llamamos universidades o institutos de educación superior.

[1] Gerda Lerner (1920-2013): La conciencia de hacer historia (Gerda Lerner (1920-2013): The consciousness of making history), Montserrat Cabré i Pairet Universidad de Cantabria. montserrat.cabre@unican.es Aceptado el 23 de septiembre de 2013. BIBLID [1134-6396(2013) 20:2; 419-427]

[2] PERROT, Michelle, Mi historia de las mujeres, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, pp. 13-14

[3] Perrot, Michelle, Op. Cit., pp.14-15

[4] Perrot, Michelle, Idem, p.15

[5] Perrot, Michelle, Ibídem, p.16.

[6] Perrot, Op. Cit., p. 17

[7] Perrot, Op. Cit., p. 18.

[8] Federici Silvia, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originariaEdiciones Tinta Limón, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2015.

[9] Federici Silvia, Op. Cit., pp.57-58

[10] Federici Silvia, Op. Cit., pp.58-59

(*) Profesora de filosofía, tallerista, referente de Educación Sexual Integral.  valeriacanoni@gmail.comIlustración de portada: Hanna Barczyk/Purple Rain/The Guardian



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