07/05/2022

El Líbano en su encrucijada: el drama de la población refugiada

Mujeres en el asentamiento Dar Salam, donde acuden todos los días para hacer manualidades con plástico reciclado. Foto Brais Lorenzo

El pasado 29 de abril el gobierno libanés anunció que no tiene recursos para seguir acogiendo un millón y medio de personas refugiadas de procedencia Siria que se encuentran actualmente en el país. También acusó a las agencias de la ONU de no apoyar a las autoridades en esta labor que a su veces considero que responde al interés de otros países, principalmente europeos, que se niegan a acoger refugiados. El desenlace de las elecciones del próximo 15 de mayo, lejos de solucionar el problema, puede profundizar aún mas la crisis. Por Ramiro Giganti (ANRed).


“El Líbano ya no puede ejercer el rol de policía para controlar este asunto por los intereses de otros países, porque no recibimos ningún tipo de ayuda a este respecto. El país está solo en esto y aguantamos toda la carga», denunció el ministro de Trabajo, Mustafa Bayram, luego de una reunión de gabinete a la Agencia Nacional de Noticias (ANN). El ministro aseguró que ya no tienen combustible para que sus guardacostas patrullen las aguas y pidió a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) que asuma sus responsabilidades en el asunto.

Desde el estallido de la crisis, a finales de 2019, la libra libanesa ha perdido más del 90 % de su valor y se registra una fuerte escasez de electricidad, entre otros productos y servicios, mientras casi el 80 % de los libaneses viven ya por debajo de la línea de la pobreza.  La crisis de un país acosado también por su deuda, también genera graves problemas de abastecimiento.

A todo ello hay que añadir que las elecciones parlamentarias convocadas para el próximo 15 de mayo podrían paralizar todavía más la política nacional en un país que suele tardar meses en elegir a su primer ministro por las fricciones derivadas de su complejo sistema de Gobierno.

Excusas edulcoradas

Mientras el mundo se conmovía con la foto de Aylan Kurdi tras su muerte en septiembre de 2015, Europa siguió rechazando miles de pedidos de asilo de refugiados. Muchos de ellos varados en el Líbano. Ese año se estima que llegaron 911000 personas a las costas europeas escapando principalmente de Siria, Afganistán o Iraq. Al mismo tiempo que  Europa se sentía colapsada por la llegada de casi un millón de personas refugiadas, el Líbano alojaba al doble. Actualmente son un millón y medio, aproximadamente las personas refugiadas en ese pequeño país.

Un menor refugiado sirio aguarda la distribución de combustible por una ONG malaya en un asentamiento informal de Arsal  a 124 kilómetros al noreste de Beirut. Foto Natalia Sancha – El País (Febrero de 2021). 

Lo acordado con organismos internacionales es que el paso por Líbano es transitorio para luego conseguir refugio en países con mas desarrollo y condiciones, pero esa etapa muchas veces no se concreta, y la inacción de los países centrales (en muchos casos generadores de la crisis pro sus invasiones) es fuertemente sentida, tanto por las poblaciones migrantes abandonadas como por los países que las albergan sin los recursos pertinentes.

Otro episodio muy recordado fue una respuesta negativa de Angela Merkel a una niña palestina. Calificada pro muchos como «honestidad brutal» o cinismo por otros, la respuesta muestra el accionar insuficiente para abordar la problemática.

Considerado muchas veces como «país pequeño de corazón grande» el Líbano lleva una rica historia de generosidad a la hora de recibir personas refugiadas, no siempre con las condiciones deseadas. Por un lado fue receptor de un importante aforo de población armenia que escapaba del genocidio ejercido por Turquía. Años después, entre 1946 y 1970, se estima que mas de 400.000 palestinos llegaron al  Líbano desalojados por Israel o escapando de la hostil situación. La falta de recursos para poder alojar a semejante cantidad de personas en un pequeño país genero conflictos internos, ya que, ante la falta de un techo, se empezaron a ocupar viviendas en el sur del país, los conflictos derivaron en una guerra civil cuyas heridas hoy siguen sangrando. Mientras el mundo contempla a distancia e Israel continúa con sus políticas beligerantes, habiendo invadido el país en diversas ocasiones, la última en el año 2006 donde murieron 1 191 y 1 300 libaneses​ y 165 israelíes.

A principios de este siglo, luego de la invasión a Iraq y el posterior desarrollo del Estado Islámico (DAESH), llevó nuevos refugiados al país, procedentes tanto de Iraq como Siria.

El actual colapso acompañado de la dura crisis que atraviesa este país puede ser caldo de cultivo de la peor de las consecuencias. Lamentablemente las salidas chauvinistas y discriminatorias se encuentran a la vuelta de la esquina, por no decir directamente inmersas en el debate político. “Vemos las colas de libaneses ante los bancos y los cajeros automáticos mientras otros reciben ayudas directas en dólares, y después comparten nuestra agua, electricidad y recursos, y el país no recibe nada a cambio», agregó el ministro de Trabajo advirtiendo terribles consecuencias sociales y el agotamiento de la histórica «generosidad».

La dura temática de la población migrante fue recreada por diversas personalidades de la cultura libanesa, como la cineasta Nadine Labaki, que lo refleja en su película Cafarnaúm, del año 2018. La película fue premiada en todo el mundo, incluso nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa en 2019. La película cuenta la historia de Zain, un niño de 12 años de los barrios marginales de Beirut, El actor,  Zain Al Rafeea, es un niño refugiado sirio a quien Nadine Labaki descubrió al verlo deambular por las calles de Beirut. Luego de su actuación fue reasignado y acogido por Noruega. La vida de Zain cambió a partir de la película, pero existen millones de niños y niñas que siguen esperando una respuesta en absoluto desamparo.

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