04/05/2022

Las Carmelitas descalzas rompen el silencio

Ayer organizaciones feministas realizaron un abrazo simbólico al Convento San Bernardo en apoyo a las monjas que denunciaron al arzobispo de Salta. Foto: Télam

Las monjas de la congregación conocida como las “Carmelitas Descalzas», denunciaron por violencia de género, violencia física, psicológica y económica a la máxima autoridad de la iglesia católica de Salta, el arzobispo Mario Antonio Cargnello, al obispo emérito Martin de Elizalde y el sacerdote Lucio Ajalla. La misma fue presentada ante el Juzgado de Violencia Familiar y de Género N°3. «Celebramos que estas religiosas, hayan merituado las consecuencias políticas de ser mujeres, como para atreverse a romper el paradigma del silencio y la obediencia, dentro de una estructura machista y patriarcal como la iglesia católica. Con hábitos o sin ellos, continúan siendo mujeres en búsqueda de la ciudadanía religiosa, política, económica, en un espacio, donde gran parte de la sociedad, desde una perspectiva ideológica medieval, naturaliza tanto la sumisión de las mujeres, como las medidas de disciplinamiento, cuando la sumisión se quiebra» expresaron desde la Multisectorial de mujeres de Salta. Por ANRed


Religiosas que integran la congregación las “Carmelitas Descalzas», denunciaron por violencia de género, violencia física, psicológica y económica a la máxima autoridad de la iglesia católica de Salta, el arzobispo Mario Antonio Cargnello, al obispo emérito Martin de Elizalde y el sacerdote Lucio Ajalla. La misma fue presentada ante el Juzgado de Violencia Familiar y de Género N°3.

Desde la Multisectorial de Mujeres de Salta acompañaron la denuncia de las religiosas y convocaron a un abrazo simbólico ayer en las puertas del histórico Convento de San Bernardo. La convocatoria se realizó bajo la consigna “#HermanaSiTeCreo” y la actividad se concretó en el marco de la ley 26485, de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones. interpersonales.

«Celebramos que estas religiosas, hayan merituado las consecuencias políticas de ser mujeres, como para atreverse a romper el paradigma del silencio y la obediencia, dentro de una estructura machista y patriarcal como la iglesia católica. Con hábitos o sin ellos, continúan siendo mujeres en búsqueda de la ciudadanía religiosa, política, económica, en un espacio, donde gran parte de la sociedad, desde una perspectiva ideológica medieval, naturaliza tanto la sumisión de las mujeres, como las medidas de disciplinamiento, cuando la sumisión se quiebra» explicaron las feministas.

Agregaron «es cierto que estas religiosas, jamás fueron aliadas del movimiento feminista, lo que no configura impedimento alguno, para encontrar patrones culturales similares en nuestras genealogías: la segregación monástica por género, dentro de los claustros, las violencias de género, fuera de ellos. A unas y otras, los hombres de la iglesia, nos dispensaron históricamente, el trato de identidades subalternizadas, que adquieren la máxima potencia destructiva, cuando se trata de personas lesbianas, travestis, trans, intersex, no binarias+».

Asimismo las feministas recuerdan que en la institución religiosa las mujeres y feminidades jamás administraron el poder dentro de una iglesia. «La inexistencia de la distribución democrática de la palabra, continúa simbolizando el carácter colonizador de esta institución vetusta» expresaron.

En cuanto al acceso y distribución de los recursos económicos dentro de la institución católica, durante  los gobiernos de facto de los genocidas de Videla y Bignone, se estableció una remuneración mensual a cargo del Estado, para obispos, arzobispos, sacerdotes y seminaristas. Además de exenciones impositivas y subsidios a establecimientos escolares religiosos. Las mujeres de la iglesia, las monjas, fueron excluidas de este beneficio.

«La iglesia, representa el mejor modelo de la división sexual del trabajo mientras cobran suculentos salarios, los hombres producen y se apropian de conocimientos, en virtud de la autoridad social de la que son investidos arbitrariamente, gozan del privilegio de la palabra en los espacios públicos y privados, del poder de ralentizar las causas contra curas pedófilos y hasta atreverse a solicitar- como lo hizo el denunciado arzobispo Mario Cargnello- que esta causa se ventile en el fuero canónico y no en el fuero de la justicia formal, cuestión que fue rechazada por una jueza y una fiscala. Las mujeres, permanecen invisibilizadas y, según las prescripciones eclesiales, sujetas a las tareas de cuidado, dentro de la economía no remunerada» agregaron desde la Multisectorial de mujeres de Salta.

«Desnaturalizar la violencia es parte de reconocernos como personas sujetas de derechos. Denunciar a los agresores es parte del ejercicio de nuestros derechos, más allá de sus jerarquías, títulos o posición clerical, los mismos deben ser alcanzados por la ley, todxs somos iguales ante la ley sin prerrogativas ni privilegios» finalizaron.



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