12/03/2022

El canto de las abuelas

Soraya Maicoño es vocera de la Lof Quemquemtreu, una recuperación territorial en la Cuesta del Ternero, ubicada a unos 30 kilómetros de El Bolsón, en Río Negro. Es, además, quien entona canciones mapuches que siguen abriéndole camino a lo que no se debe olvidar. Por Camila Vautier / En estos días.


Cuando Soraya Maicoño escuchó por primera vez a las abuelas mapuches cantar, sintió el espíritu de los pueblos originarios, sus ancestros, despertar dentro de su cuerpo. Tenía 20 años y había ido a cubrir un evento a Cushamen como cronista para el Canal 7 de Chubut. Aún no se reconocía como mapuche, pero desde que ese sonido salió de lo más profundo de las gargantas de las ancianas, nada volvió a ser igual. Comenzó la búsqueda de su identidad originaria y el camino por la recuperación de los territorios.

Soraya nació en Tecka, una localidad situada 100 kilómetros al sur de la ciudad de Esquel, al oeste de la provincia de Chubut. En esas tierras se encuentran los restos del Cacique Inacayal, los primeros del país en ser restituidos por el Museo de La Plata donde Francisco P. Moreno mantenía en cautiverio a mapuches y tehuelches durante el genocidio de la Campaña del Desierto. Recuerda que en ese tiempo las calles de su barrio empezaron a tener nombres de caciques.

De niña, su madre la señalaba como la “única mapuche de la familia” porque, a diferencia de sus hermanos y hermanas que nacieron en una clínica, ella había nacido en el campo.

-En ese momento no me gustaba, me sentía excluida-, reconoce. Una trenza larga y negra le recorre la espalda hasta casi llegar a la cintura. Pone un palo en el fuego porque aunque es febrero, las mañanas en Mallín Ahogado, el paraje de El Bolsón en donde vive, son frescas.

Cuenta que a su mamá, de chica, la obligaban en la escuela a arrodillarse sobre granos de maíz si la escuchaban hablar mapudungun, la lengua mapuche. Con el tiempo, Soraya encontró la manera de rebelarse frente a ese olvido que el Estado intentó instalar: el canto.

-Después de la dictadura hubo un proceso de reparación histórica, de memoria, verdad y justicia. Eso con el genocidio mapuche no pasó. El canto es una manera de recuperar nuestra lengua-, reivindica la cantora de ull kantun y de tahiel (cantos populares y ceremoniales mapuches), con su pañuelo azul atado en forma de vincha, unos aros largos y un mate en la mano.

En búsqueda de la historia de su pueblo, Soraya emprendió un viaje por comunidades de los pueblos originarios de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Montada en una Chevrolet del 73’ con un carro detrás que acondicionó para vivir, fue encontrándose con abuelas y lonkos (personas que dirigen espiritualmente a una comunidad) de lo más profundo de la Patagonia. Ellos y ellas le transmitieron su kimün, conocimiento, aprendió narraciones antiguas que recopiló en cantos y a su vez fue transmitiendo en espectáculos en cada localidad que visitaba.

En ese viaje conoció a la abuela que le enseñó el canto del Elal, el creador de los tehuelches según la cosmovisión de este pueblo. Sintió que iba por buen camino, algo se encauzaba. Como aquellas abuelas, Soraya es actualmente pillan kushe y acompaña al lonko en las ceremonias.

-Retornar a los territorios es parte de un proceso de reconstrucción que estamos viviendo en este tiempo como pueblo. Sabemos que implica un conflicto judicial, mediático y político con el Estado-, explica Soraya. Ella lo sabe porque participó de diversas recuperaciones, entre ellas, la de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen, parte de las grandes extensiones de territorio que la familia Benetton tiene en la Patagonia. Allí, una violenta represión por parte de la Gendarmería Nacional en 2017 derivó en la desaparición y muerte de Santiago Maldonado.

Actualmente también es vocera de la Lof Quemquemtreu, una recuperación territorial en la Cuesta del Ternero, ubicada a unos 30 kilómetros de El Bolsón, donde el empresario Rolando Rocco se adjudica la titularidad de esas tierras.

Ambas recuperaciones tienen algo en común: buscan que el pueblo mapuche pueda retornar a los territorios de los que históricamente fueron despojados para quedar en manos de grandes terratenientes.

En la mesada de madera de su casa, Soraya tiene una bandera que reza “Lof Quemquemtreu resiste”. A su lado cuelga otra que dice “La meseta no es zona de sacrificio”. Con un tatuaje en forma de círculo pequeño sobre la frente morena, se para erguida y sostiene la mirada. Ahora ella también canta.



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