01/12/2021

Se cumplen 20 años de la imposición del “corralito”

Fernando De la Rúa, junto al Canciller Rodríguez Giavarini (centro), el ministro de Economía Domingo Cavallo y el jefe de gabinete Chrystian Colombo.

El 1 de diciembre del año 2001, el entonces presidente Fernando De la Rúa firmó el decreto 1570/2001 que establecía prohibiciones para transacciones financieras, incluida la extracción de los propios depósitos por parte del público. De esta manera, un gobierno defensor del libre mercado, con Domingo Felipe Cavallo como ministro de Economía y que venía gobernando bajo el control y recomendaciones del FMI, restringía a la población el uso de su propio dinero. La medida desató la ira en diversos sectores, incluida la clase media y media alta. Por Ramiro Giganti (ANRed).


El decreto constaba de 11 artículos, y además de la firma del entonces presidente de la Nación, tuvo la de prácticamente toda su primera línea de funcionarios del poder ejecutivo: Chrystian G. Colombo, Adalberto Rodríguez Giavarini,  Domingo F. Cavallo, José G. Dumón,  Daniel A. Sartor,  Jorge E. De La Rúa,  Ramón B. Mestre,  José H. Jaunarena. Andrés G. Delich, Carlos M. Bastos,  Hernán S. Lombardi, y Héctor J. Lombardo.

El contexto

Desde hace varios años, el país atravesaba una fuerte recesión económica. El modelo de convertibilidad, que había terminado con la inflación, venía anunciando una crisis que lentamente empezaba a vislumbrarse durante la segunda mitad de la década. Atrás había quedado la reelección en 1995, con un desempleo del 14% como elemento crítico, pero indiferente hacia gran parte de la población que aún no se veía afectada. No obstante, la conflictividad social se venía desarrollando, de modo aislado en distintos puntos aislados del país, pero con fuerte incidencia social en los territorios.

El movimiento piquetero tiene al año 1996 como punto de partida en Cutral Co, luego en Mosconi, ambos polos petroleros que luego de la privatización de YPF pasaron de ser centros de prosperidad a centros de desempleo. El movimiento desocupados se iría expandiendo con distintas expresiones, llegando al conurbano.

Ya en 1999 el “menemismo” estaba desgastado, pero todavía,  con el beneplácito de los medios hegemónicos, la convertibilidad no estaba en el foco de las críticas, desviadas hacia “casos de corrupción” o “despilfarro peronista”. En octubre de 1999, La Alianza se impuso por sobre el Partido Justicialista. Dicha coalición reunía a la UCR, que internamente estaba hegemonizada pro el sector de centroderecha, y el Frepaso, de centroizquierda, representado por la figura de Chacho Álvarez y el reciente antecedente electora de Graciela Fernández Meijide en 1997, pero que sería derrotada en su candidatura a la gobernación bonaerense por Carlos Ruckauf. Ex vicepresidente y referente de la derecha peronista, que desató la polémica al designar al ex carapintada y partidario de la “mano dura” Aldo Rico como ministro de Seguridad: cargo en el que solo duró 4 meses.

“Conmigo un peso un dólar” era uno de los slogan de campaña de Fernando De La Rúa, junto al célebre “dice que soy aburrido”. Millones de votantes de perfil progresista votar a la oposición que tenía chances ganar, apoyándose por la presencia del Frepaso. El votante de centroderecha tenía a figuras del ala conservadora de la UCR que podrían representarle: López Murphy, Rodríguez Giavarini, y otros., además de la promesa de mantener el modelo económico y la idea de “terminar con la corrupción” jamás implementada.

La renuncia de “Chacho Álvarez tras la crisis por coimas en el senado derrumbó la idea de “honestista” y dejó a la Alianza viuda de su sector progresista, mientras la recesión económica continuaba y el malestar crecía.

Crisis en ascenso

Tras el fracaso del blindaje, y luego del Mega-canje, ambas medidas acompañadas de fuertes ajustes, como “metas” propuestas por el FMI, el malestar social crecía, al mismo tiempo que crecía la incertidumbre financiera. Tras los fracasos económicos cambiaron los ministros: José Luis Machinea fue reemplazado primero por Ricardo López Murphy, quien solo duró unos días en el cargo y luego por Domingo Felipe Cavallo, quien mantenía un capital político, habiendo logrado el tercer puesto en las elecciones presidenciales de 1999 y el segundo como candidato a la gobernación porteña un año después. La llegada de Cavallo al gabinete exhibió aún más las contradicciones del gobierno, pero a su vez suponía una nueva coalición, con “nuevos” padres del fracaso. En realidad, no era más que el creador del modelo que estaba en crisis. La última ficha.

Un conflicto que tuvo mucha presencia en los medios y mostró el impacto simbólico de la crisis del modelo fue la quiebra de la (privatizada) Aerolíneas Argentinas. Con la crisis de Aerolíneas se caía el mito de la “eficiencia privada”. Con esa crisis presente, se implementó la ley de “déficit cero”, que recortaba el salario a trabajadores del sector público y jubilaciones.

De esta manera: trabajadores ocupados y desocupados sufrían el presente, pro baja de salario, miedo a perder el empleo o habiéndolo perdido sin perspectivas de reinserción laboral.

Pero todavía faltaba golpear a un sector, que también abarcaba a parte de los anteriormente mencionados: quienes tenían ahorros.

Un capitalismo confiscador

El 1 de diciembre de 2001 fue firmado el decreto que, entre otras medidas,  le impedía a toda la población retirar un monto mayor a 250 pesos por semana de un banco. Un gobierno mantenía medidas “neoliberales” bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional, con el principal referente de la ortodoxia económica en el gobierno, impedía a la población disponer de su propio dinero.

Todo lo que se decía del comunismo para demonizarlo era implementado por ese gobierno y la injerencia de organismos internacionales.

Incluso se hablo de «comunismo» en los medios. Pese a la banalidad en la que fue utilizado el contexto, resulta una buena foto de coyuntura. Mientras en la actualidad quienes reivindican a Domingo Cavallo son quienes mas atacan al comunismo con niveles increíbles de delirio, fue el propio Cavallo quien confiscó ahorros y fue asociado al comunismo por quienes utilizan el concepto solo de manera negativa. Desde Jorge Lanata (en aquel entonces presentado como progresista) hasta Susana Giménez caracterizaron la medida como «comunista». Extraña caracterización de comunismo que expropia a la clase trabajadora para sostener entidades financieras.

No fue comunismo. Fue la consecuencia de la radicalización mas extrema de las medidas de «libre mercado» en un contexto de crisis pronunciada. Los principales capitalistas ya habían retirado lo suyo, el resto pagó las consecuencias. 

Los días siguientes la economía se siguió desplomando de manera cada vez mas acelerada. La cadena de pagos estaba rota. A los piquetes, paros y manifestaciones, se le sumaron los cacerolazos, que se hicieron oír en barrios de clase media porteños, pero también en el conurbano y en otras ciudades del país. Incluso en barrios mas prósperos como Recoleta, Palermo o Belgrano. «Yo lo voté a Cavallo pero no para que me haga esto», decía un vecino de Recoleta, rubio, con la piel bronceada y una remera, «chomba» de marca apretada al cuerpo, durante un cacerolazo al ser entrevistado en un canal de noticias. Días después, se escucharía en las calles una  consigna que hoy parece insólita: «piquete y cacerola la lucha es una sola».

El ambiente estaba cada vez mas enrarecido, cuasi apocalíptico. El clima cada vez mas caluroso. El repudio cada vez mas generalizado. Se venía algo sin precedentes en los años previos. Algo que impactaría en el mundo entero.

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