28/11/2021

Cronología breve del movimiento feminista en China

Ilustración de Quan Zhou.

‘De las novias sangrientas al MeToo’. A raíz de la denuncia de acoso sexual que la tenista china Peng Shuai contra el alto dirigente Zhang Gaoli, rescatamos este reportaje publicado en el número 8 de #PikaraEnPapel en el que se analizaba el crecimiento de la lucha feminista en el país y otras denuncias de acoso. Escribe: Li Tingting/ Traducen: Tessa Qiu y Madeline Robinson


Kim denunció en 2011 por abusos a su marido, Li Yang. Fundador de la franquicia para apren­der inglés de forma alternativa Crazy English, Li Yang es un hombre de buena reputación China, por lo que el caso se hizo mediático. Entonces varias mili­tantes contra la violencia de gé­nero iniciamos cuatro campañas en defensa de Kim.

Soy integrante del grupo Ac­tivismo Feminista [nuquan xing­dong pai 女权行动派] de China. En 2012, salí a la calle por pri­mera vez, con mis compañeras Xiao Meili y Wei Tingting, como activista defensora de políticas feministas. Decidimos salir el día 14 de febrero, el día romántico de San Valentín en el mundo occi­dental, para atraer la atención de los medios y para enviar un men­saje: que nos oponemos a la vio­lencia en la pareja. Nuestra acción quiso ser, además, una manifesta­ción de solidaridad con Kim.

Ese día nos vestimos de no­vias sangrientas y caminamos por la calle Qianmen de Beijing, situada detrás de los muros de la plaza Tiananmén. Los guardias de seguridad nos seguían y vigi­laban la acción, esperando que no diéramos problemas. Veinte mi­nutos después de arrancar, la po­licía paró el acto. Aun así, el mero hecho de haber podido sujetar las pancartas y manifestarnos por la calle nos hizo bastante ilusión.

Nuestra acción se difundió en medios de comunicación po­pulares y tradicionales como The Global Times y Rénmín Rìbào [人民日报]. Ese era uno de nuestros objetivos clave: la visibilidad y la difusión. Conseguir que, al menos, sonaran algunas voces feministas en los medios de comunicación populares e intentar que nuestra causa contra la violencia contra las mujeres llegara al discurso público.

Poco a poco nuestro activismo feminista empezó a orientarse hacia la defensa de políticas determinadas. Hicimos distintas acciones durante dos o tres años hasta 2015, cuando la policía me detuvo junto con Zheng Churan, Wu Rongrong, Wang Man y Wei Tingting. Nos re­tuvieron durante 37 días, el tiempo máximo que se puede arrestar a una persona en Chi­na antes de su detención oficial. Habíamos planeado una acción contra el acoso sexual. Nos acu­saron de “buscar pelea y provo­car disturbios”. Después de 30 días cambiaron la acusación a la de “congregar una multitud para perturbar el orden público”. Utilizaron entonces la acción de las novias sangrientas de 2012 como prueba. La noticia de nuestra detención se difundió rápidamente y recibimos apo­yo de activistas, medios de co­municación, oenegés y netizens [contracción de internet que significa ciudadanas de internet o internautas] chinas, y también de gobiernos y fundaciones fi­lántropas extranjeras. Gracias a ese apoyo, nos liberaron.

Recuerdo el día que fui pues­ta en libertad, y la imagen de mi compañera Zheng Churan en la sala 1107, vestida de un chaleco negro, mientras salía de la cár­cel. Le había dicho que tenían que aguantar los 37 días, que luego nos liberarían. Se lo había dicho a pesar de que en ese mo­mento yo no tenía confianza en que fuera a ocurrir. Pero así fue. La Fiscalía dictó que no había pruebas suficientes para seguir deteniendo a “las cinco feminis­tas”, como nos llamaron.

El 1 de enero de 2018 el mo­vimiento MeToo había llegado a su cénit en China. Yo estaba es­tudiando entonces en Inglaterra. Ese día, una alumna de la Uni­versidad de Beihang, en Beijing, junto con otras compañeras, pu­blicaron un ensayo en Weibo —red social muy popular en Chi­na— acusando al profesor Chen Xiaowu, ganador del Premio Changjiang —el galardón acadé­mico más prestigioso que se pue­de ganar en educación superior en el país— de haberlas acosado sexualmente.

Luo Xixi, una de las activistas, vivía entonces en Estados Unidos y estaba influida por la ola mun­dial del movimiento MeToo. De todas maneras, el impacto real que tuvo este movimiento en el sistema político chino fue un lo­gro de las mujeres del país.

En China no hay ley de acoso sexual, no existe siquiera una legislación que lo defina. Por eso es imposible llegar a ningún tipo de medidas condenatorias.

Han pasado más de dos años desde entonces, pero el trauma y el dolor sufrido por las afectadas se nota todavía. El movimiento se infiltró en los círculos acadé­micos, en la escena rockera, en las oenegés e incluso en las comuni­dades budistas. Comparadas con la condena del productor esta­dounidense Harvey Weinstein, las penas a los agresores chinos son mucho más leves. En China no hay ley de acoso sexual, no existe siquiera una legislación que lo defina. Por eso es imposible llegar a ningún tipo de medidas condenatorias.

Internet, campo de batalla

Xianzi fue otra protagonista del movimiento MeToo en China. Denunció por acoso sexual al pre­sentador de televisión Zhu Jun y se convirtió en una de las prime­ras personas en ser imagen pública del movimiento. La conocí en una conferencia de Shiori Ito, periodis­ta japonesa símbolo del MeToo en su país.

La tarde de la presentación ya estaba prohibida la defensa de polí­ticas feministas y el activismo offli­ne, hasta el punto de que planificar una acción podría significar volver a ser detenida. Las feministas sa­bíamos que, si queríamos organizar eventos, teníamos que hacerlo en secreto u online. Aun así, se permi­tió a Ito presentar su nuevo libro con la condición de que hablára­mos solo de la situación en Japón.

Las corporacio­nes grandes de China renombraron el 8 de marzo como día de la diosa y el 7 de marzo, día de la chica.

Con la desaparición de reunio­nes y eventos en persona y el cierre de lugares públicos, resulta cada vez más difícil crear espacios para interacciones sinceras. El campo de batalla está ahora en internet. Cien millones de personas leyeron el post de ‘Celebra el 8 de marzo, boicot al 7’, lanzado en 2016 por la feminis­ta y periodista Li Sipan y la oenegé de igualdad de género Guangzhou New Media Women’s Network. La campaña denunciaba la mer­cantilización del 8M que se ha dado en China en los últimos años, sobre todo en la red social Weibo, donde muchas llamadas feministas cooptan el día para promocionar productos. Además, como estrategia de marketing, las corporacio­nes grandes renombraron el 8 de marzo como día de la diosa y el 7 de marzo, día de la chica. El post buscaba reivindicar el 8M como día de las mujeres y boicotear el día 7 por cosificar y estigmatizar a la mujer como diosa o niña. La gran acogida que tuvo demuestra que, cuando se presenta la oportunidad, el feminismo es un tema popular que tiene mucha influencia.

El auge del feminismo en inter­net ha llevado, sin embargo, a otras situaciones más complicadas. La historia de Papi Jiang es un ejem­plo. Ella es un icono feminista en China. Una abanderada del mo­vimiento en internet que cuenta con un número considerable de seguidoras y que, aun así, sufrió hace poco el hostigamiento de otras feministas que la atacaron a través de las redes. El linchamien­to comenzó cuando Jiang decidió seguir con la tradición y ponerle a su bebé el nombre por la línea paterna. La acusaron de ser una fiel seguidora del orden patriarcal, una mujer conservadora que apo­ya valores feudales y tradicionales. La tacharon de ser esclava de su matrimonio acuñando el término “burra casada” —una “burra” es una expresión coloquial habitual en chino—, que trata de describir a una mujer que obedece a su mari­do y que no tiene un pensamiento independiente.

Algo similar ocurrió con Kim, con la que inicié esta narración. Ella ha dicho hace poco que ha perdonado a su marido, pero eso no quiere decir que perdone la violencia. Como voluntaria que la acompañó en su denuncia, se lo dije con claridad en un men­saje: “Siempre te voy a apoyar. Respeto tu decisión”. En inter­net, la sociedad china ha mostra­do su rechazo a esta decisión y, en general, no entiende el per­dón de Kim.

Hace unos meses, Xianzi dio un discurso sobre este tema jun­to con otras dos compañeras. Se llamaba ‘El feminismo online de hoy’ y en él explicaron que en el movimiento MeToo no había sido necesario tener líderes, sino que cada participante había teni­do ese rol de liderazgo.

El hecho es que, hoy en día, el grupo de Activismo Feminista [nuquan xingdong pai 女权行动派] ha perdido mucha influencia y ha terminado por ser sustituido por las netizens feministas menciona­das que, desde mi punto de vista, no son verdaderas feministas. Su discurso quiere restringir la liber­tad de elección, que viola un prin­cipio feminista fundamental: res­petar las decisiones de las mujeres. La realidad del movimiento femi­nista en China es que dirigirlo hoy resulta imposible, porque rebosa de voces y opiniones opuestas.

Hace ocho años el Estado vigi­laba nuestras acciones y la policía nos invitaba a tomar un té con frecuencia [“tomar el té” es una frase eufemística que utilizan las activistas en China cuando se re­fieren a una citación o detención por parte de los departamentos del Estado; es decir, es una tácti­ca de intimidación empleada por las autoridades para disuadir a las activistas de hacer ciertas cosas y es una forma de interrogatorio no oficial].

Antes, aunque estas prácticas eran habituales, teníamos espa­cio para luchar por nuestro dere­cho de reunión, hacer acciones u organizar eventos. Este espacio poco a poco ha ido desaparecien­do. Hoy en día, muchas activistas feministas todavía se enfrentan a ser desahuciadas y corren el riesgo de acabar sin techo por organizar eventos online. Después de nuestra detención en 2015, la de las llama­das “las cinco feministas”, parece que la policía todavía disfruta al reprimir al activismo feminista en nombre del mantener la estabili­dad social. Un policía de Beijing llegó a regañarme entonces: “¿Te has dado cuenta de que hemos gastado más de un millón RMB [renminbi, denominación oficial de la moneda china] por vuestro caso?”. Me hizo gracia esta pre­gunta, porque no sé cómo la poli­cía me puede culpar por malgastar dinero y recursos públicos.

Gracias al movimiento MeToo hemos conocido a gente nueva y ha crecido así la red de apoyo offline. Las hermanas nos vemos, compartimos historias, apren­demos de las experiencias de las demás y nos animamos unas a otras. Por ejemplo, tras el castigo de su agresor, Luo Xixi, que an­tes era reticente y reservada, se convirtió en una persona abierta y expresiva. Las víctimas ya no tienen que esconderse y aislarse, se convierten en parte de una red recíproca y compasiva. Esta red sigue creciendo y desarrollando su capacidad de apoyar a la co­munidad. Incluso con nuestros recursos escasos, creamos un es­pacio seguro. Así sigue existiendo todavía la posibilidad de actuar, porque hay un ansia de justicia en nuestros corazones.



0 comentarios

1000/1000
Los comentarios publicados y las posibles consecuencias derivadas son de exclusiva responsabilidad de sus autores. Está prohibido la publicación de comentarios discriminatorios, difamatorios, calumniosos, injuriosos o amenazantes. Está prohibida la publicación de datos personales o de contacto propios o de terceros, con o sin autorización. Está prohibida la utilización de los comentarios con fines de promoción comercial o la realización de cualquier acto lucrativo a través de los mismos. Sin perjuicio de lo indicado ANRed se reserva el derecho a publicar o remover los comentarios más allá de lo establecido por estas condiciones sin que se pueda considerar un aval de lo publicado o un acto de censura. Enviar un comentario implica la aceptación de estas condiciones.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Ir arriba