18/11/2021

A quien defienda la memoria

Berisso cuenta el modo en que una familia atraviesa el duelo de la muerte de un familiar querido a la vez que contradictorio. Inspirado por el amor a su abuelo, Alberto Claudio Blasetti, grandísimo ensayista y poeta argentino, Julia DiCiocco compuso esta obra como un póstumo homenaje a quien escribiera en su maravilloso ensayo «Indeterminación y lenguaje»: «en la condición humana late la paradoja. Y esa condición humana se expresa a través de actos, omisiones, expresiones y silencios. Todo triunfo tiene una nostalgia de la derrota. Todo saber, un recuerdo del no-saber que lo ha precedido como inocencia; toda perfección, un sentido de aniquilamiento». Por Andrés Manrique, para ANRed.


La acción de «Berisso», localidad de origen del abuelo, irá a la saga de la urna apoyada sobre una mesa en el proscenio. La escenografía, compuesta de muebles extemporáneos, representa el típico living de una casa de clase media. La chomba del hijo abrochada hasta el cuello, la campera azul francia marca Sergio Tacchini del padre, y el modo en que está vestido el dueño del departamento que llega para cobrar el alquiler, confirman que la acción se lleva a cabo en un pasado no muy remoto, quizá a fines de los 80′.

El hijo, interpretado por Julián Cnochaert, da el puntapié inicial a la obra con un virtuoso solo en el que nos cuenta algunas de sus aventuras escolares. Lo que dice interesa sobre todo por el modo en que lo interpreta. La proyección de su voz, la claridad y la precisión para acompañar el texto con una multiplicidad de pequeños gestos y cambios en la velocidad, nos empujan al mejor momento del trabajo.

La hermana, que representa a una niña de catorce años, de un lirismo romántico exacerbado, despierta risas entre los espectadores y genera un buen contraste con la voz del hermano, que es clara, contundente y brutal. El nivel de pragmatismo y control exacerbados son un tanto extraños para los supuestos once años del hermano menor, pero ya no importan porque la construcción del personaje es de tal precisión que nos puede mentir en la cara sin que dejemos de asentir, más allá de nuestra voluntad. La entrada de los padres, en cambio, produce un efecto muy menor. El padre, yerno del reciente fallecido, está más afectado por la muerte que la propia hija. La idealización del suegro, a partir de una idea de heroísmo aclamada como virtud por el varón, será desmentida por la hija del difunto, algo saturada desde la primera escena.

La alfombra del living marcará el fuera-dentro del espectáculo. Los personajes esperarán quietos en ese afuera mientras no les toque actuar. El dispositivo funciona con precisión y buena dinámica.

Algunos momentos prometen el roce de temas que, mediados por giros de tinte humorístico más propios del sainete, se desinflan. Y es difícil no preguntarse la clave de todo trabajo de ficción: ¿alrededor de qué centro se organiza el drama y/o qué fuerzas se oponen para que la aventura traccione y modifique a los personajes? ¿Qué es lo que se va a revelar? ¿Es la voluntad del muerto la que pone en crisis a la familia u otra vez es el deseo de poder del hijo el que va a impulsar el conflicto? ¿Cuándo se va a ir todo a la mierda para dejarlos en otro lado?

Pasan cosas que se esquivan antes de llegar al hueso. Pongamos que el hijo quiere el poder y que el padre es un cero a la izquierda. ¿Dónde está la fuerza de un padre que parece entrar y salir en puntas de pie, con miedo? El hijo tiene una potencia que hace que cada intervención tenga un inicio claro, un desarrollo contundente, y un desenlace sorpresivo. La hija escribe poemas de un lirismo jocoso cuando empieza y cuando termina. La madre está sumida en una especie de histeria que no llega a interpretarse como depresión ni como pena, y menos como tristeza; el padre es un alienado cuyo mejor momento se da dentro de un juego de tutti-fruti con el hijo y con la persona que viene a cobrarles: ¿por qué es tanta la presencia de esta exterioridad (el cobrador) que poco le agrega a la familia? ¿Va a explotar porque le bicicletean el pago? ¿Será que tiene o tuvo una historia con la madre? No, o nada de esto queda claro.

¿Quién cambia, quién pudo transformarse? La madre que decide soltar el timón a último momento no llega a convencer. De nuevo será el hijo el que vendrá a modificar el presente. Lo curioso y acaso más interesante es que en manos del hijo la transformación, sospechamos, no va a ser para mejor, sino que el pequeño con poder, no dudará en desplegar a fondo la más absoluta tiranía.

La obra se puede ver en «El Extranjero» (Valentín Gómez 3378, CABA), los viernes a las 22.30.


FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Autoría: Julia Di Ciocco

Actúan: Martina BajourJuan Marcelo BuonoJulián CnochaertJulia Di CioccoVíctor Díaz Pereira.

Vestuario: Magdalena Márquez

Iluminación: Horacio Novelle

Ilustraciones: Catalina Sikorski

Diseño sonoro: Cecilia Castro

Fotografía: Alejandra Ruiz

Diseño gráfico: Catalina Sikorski

Asistencia: Belén Biniez

Dirección: Julia Di CioccoJulia Morgado



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