08/10/2021

El Juego del Calamar o la crueldad de la libre competencia

Una serie coreana fue la más vista en la plataforma Netflix las últimas dos semanas. Para algunos la serie se presenta similar a otras ficciones, pero con elementos terrenales que la destacan por sobre otras, y que avivan la relación con la vida cotidiana y la conexión entre el mundo “distópico” y el de la realidad contemporánea. Personas endeudadas, marginadas, desposeídas, deciden libremente someterse a un juego mortal para competir por un motín millonario. Las peores miserias humanas son necesarias para sobrevivir en este mundo. ¿De qué mundo hablamos? ¿Del creado en el juego de esta ficción o la crueldad del mundo real que habitamos?. Por Ramiro Giganti (ANRed).


“Trabajadores libres en el doble sentido de que ni están incluidos directamente entre los medios de producción como sí lo están los esclavos, siervos de la gleba, etcétera, ni tampoco les pertenecen a ellos los medios de producción a la inversa de lo que ocurre con el campesino que trabaja su propia tierra, etcétera, hallándose, por el contrario, libres y desembarazados de esos medios de producción.” Karl Marx, EL Capital, Capitulo 24. 

 Detrás de los elementos recreativos y convocantes de la serie de Hwang Dong-hyuk, se esconde una tremenda caracterización crítica del mundo real. Según su creador la narrativa del programa refleja la «sociedad competitiva» en la que vivimos hoy. Los personajes, antihéroes, todos ellos, son personas con realidades adversas que son las que les llevan a ser parte de una sangrienta competencia. Los protagonistas de la serie son perdedores en el mundo actual: un trabajador que quedó desocupado tras participar en una huelga y osciló entre trabajos precarios, el desempleo y el juego; una mujer norcoreana que llegó junto a su hermanito y se encuentra desposeída y discriminada por «comunista», un aspirante a “yuppie” que fracasó y afronta una denuncia por fraude, un obrero pakistaní que hace 6 meses no le pagan el salario en la fábrica donde trabajaba abusándose de su condición de migrante, y un anciano con una enfermedad terminal, entre otros. Son “población sobrante”, pero a su vez quienes sostienen las posibilidades de sus opresores. Su necesidad sostiene el juego.

Tras el primer juego y las muertes que se producen, la angustia y el miedo se apropian de quienes sobrevivieron. Allí aparece nuevamente la idea de “libertad”, son doblemente libres: por un lado están libres o privados de posesiones, no son quienes dirigen el juego, por otra parte son libres de abandonar el juego luego de una competencia, pero ¿Qué tan libres son realmente? La trama muestra un espacio distópico en la isla donde se desarrollan las crueles competencias, pero el mundo fuera de esa isla no se presenta como algo mejor.

Al transcurrir los episodios se manifiestan distintas expresiones humanas, tanto compasivas como miserables. Aparece la idea de empezar a unirse entre distintos personajes, pero dicho pensamiento colectivo, de unidad, es destruido por quienes controlan el juego a generar conflictos internos o enfrentar a quienes habían construido una relación de afinidad y apoyo mutuo, cualquier parecido con la idea de “pobres contra pobres” ¿es coincidencia?

El país de quienes crearon la serie y donde transcurre atravesó hace algunas décadas una fuerte crisis de deuda, lo que hace también la relación entre la realidad y la trama inevitable.

Alerta Spoiler: en un momento, cerca del final, los pocos sobrevivientes son premiados con un banquete, con un plato de carne roja, en una mesa elegante y copas de vino, pero la manera en la pasan ese momento: no disfrutan del banquete.

Tras haber optado por abandonar el juego y volver a enfrentarse a sus problemas cotidianos, quienes sobrevivieron al juego no logran reinsertarse en el mundo y resolver sus problemas, lo que hace que vuelvan a juego, y con él, al riesgo de muerte. Las metáforas y relaciones con la vida real pueden ser muchas: presos que reinciden, mujeres maltratadas que terminan retornando a sus hogares con el marido golpeador, o simplemente la aceptación de trabajos precarios o tareas inhumanas ante la imposibilidad de alternativas.

No faltarán las lluvias de críticas, o el señalamiento de errores a la serie, como suele pasar con cualquier contenido cultural que se vuelve masivo. Habrá quienes les guste la serie y quienes no, lo que es evidente es la masividad de una serie con una trama determinada. El éxito de la serie es tal que incluso traccionó a otras series de temática similar en Netflix, como la japonesa Alice in Borderland a meterse, también, entre las 10 mas vistas de la plataforma en estos días, algo que no había logrado en su estreno hace unos meses.

El final es angustiante y deja abierta la posibilidad de nuevas temporadas. La decisión tomada por uno de sus protagonistas personaje puede ser angustiante, pero también puede interpretarse como una consigna o mandato que plantea que con la injusticia no se convive en paz, a la injusticia se la combate.



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