07/09/2021

Brasil: Bolsonaro mide fuerzas contra la democracia

Imagen: Bolsonaro da un discurso en Av. Paulista en São Paulo. Fuente: Jornal do Brasil

En actos masivos convocados por el gobierno como demostración de fuerza en las calles de Brasilia y São Paulo, un envalentonado Bolsonaro atacó al Poder Judicial. Inserto en el marco del crecimiento de las derechas radicales a nivel global, ante una posible derrota electoral en 2022 el mandatario prepara el terreno para denunciar fraude y perpetuarse en el poder en un Brasil muy polarizado. Por Matías Cervilla.


Como cada año, el 7 de septiembre se celebra la independencia del Brasil. Se conmemora que ese día de 1822 en São Paulo el príncipe regente Don Pedro I, hijo del Rey de Portugal João VI, rompió relaciones con la metrópoli y separó al reino de Brasil del de Portugal. Semanas después este proceso daría nacimiento al Imperio del Brasil, la monarquía independiente más duradera en toda América.

Esto que parece un anecdótico dato de color, cobra un cariz significativo cuando casi 199 años después, desde el Poder Ejecutivo a cargo de Jair Bolsonaro (sin partido) se llama a una marcha contra el Poder Judicial. Como corresponde a la generalidad de las manifestaciones antidemocráticas, la movilización fue convocada en nombre de la libertad. El titular del Ejecutivo llamó a rebelarse contra la justicia, desconociendo la división de poderes que es propia de la democracia republicana a la que tanto se refieren las derechas globales.

¿QUE PASÓ HOY?

En masivos actos en su apoyo, Bolsonaro volvió a embestir contra el Poder Judicial. Sucede que ante una eventual derrota en las próximas elecciones a celebrarse dentro de trece meses, el primer mandatario llamó a cambiar el sistema electrónico de votación adoptado en 1996 (con el que él mismo ganó en segunda vuelta en 2018) advirtiendo que se prestaba a hacer trampas y podía haber fraude. Luego de estas declaraciones el presidente del Tribunal Superior Electoral, Luís Roberto Barroso, abrió una investigación contra Bolsonaro y le solicitó pruebas de fraudes electorales, que el mandatario afirmó tener pero no presentó. Asimismo, el juez del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, incluyó al presidente entre los investigados por la difusión en redes sociales de fake news contra las instituciones democráticas.

En respuesta, el primer mandatario convocó a una masiva manifestación en contra del Poder Judicial en busca de ejercer presión con una particular interpretación del día de la independencia: “Llegó la hora de decir el día 7 que nos volvimos independientes (…) para decir que no aceptamos que alguien en Brasilia quiera imponer su voluntad”.

Bolsonaro llegó al acto en Brasilia en un Rolls Royce conducido por el ex piloto de Formula 1 Nelson Piquet. Horas después, ante una multitud en la Avenida Paulista de la ciudad de São Paulo llamó amenazante a la desobediencia respecto al Poder Judicial, al afirmar que «este presidente ya no va a cumplir más ninguna decisión que tome el señor Alexandre de Moraes. La paciencia de nuestro pueblo ya se agotó. Él, para nosotros, ¡ya no existe! ¡Libertad a los presos políticos! ¡Fin de la censura! ¡Fin de la persecución de esos conservadores, los que piensan en Brasil!».

También atacó al ex presidente Lula Da Silva, a la Federación de Industrias del Estado de São Paulo (FIESP) y al Supremo Tribunal Federal, sobre el que advirtió amenazante que “a los que quieran hacerme inelegible en Brasilia: sólo Dios puede sacarme de allí. Solo saldré preso, muerto o con la victoria. Y le digo a los canallas que nunca estaré preso”.

Es en este contexto que esta masiva convocatoria contra la justicia puede leerse como el ensayo general que le permita medir fuerzas a la hora de perpetrar un golpe. De hecho el gobernador de Maranhão, Flávio Dino (PSB), afirmó al respecto que Bolsonaro “ya está intentando un golpe”. Asimismo, intelectuales de todo el mundo en denunciaron una intentona golpista del mandatario brasilero.

El antecedente regional de la limítrofe Bolivia, donde no hubo quiebre entre neoliberales y militares, es inmediato. No obstante, a diferencia de Añez en su momento, Bolsonaro no cuenta con pleno apoyo de la actual gestión de los Estados Unidos. El hecho de haber apoyado abiertamente a Trump en su campaña contra Biden y las políticas contra el Amazonas son algunos de los escollos entre ambas administraciones.

También en el marco del Día de la Independencia hubo manifestaciones contra el Presidente en más de 160 ciudades de Brasil y del mundo bajo el lema “Fora Bolsonaro”. A esto se sumó el clásico «Grito de los Excluidos», evento que tuvo origen en Brasil en 1995. Los principales reclamos se dieron en torno a la defensa de la democracia, la lucha contra el hambre, el reclamo por más vacunas y el pedido de impeachment contra Bolsonaro.

Por su parte Lula Da Silva con motivo del día de la independencia declaró que “vamos a reconstruir nuestro país”.

CLAVES PARA ESTE PRESENTE

Tras décadas de globalización en un mundo signado por la interdependencia, la conexión con el resto del planeta se da en todos los ámbitos y la esfera política no es la excepción. Si bien ha sido la izquierda la fuerza que históricamente buscó una proyección internacionalista, en los últimos años las derechas radicales se han globalizado.

El hilo ¿rojo?, o del color que sea, une en las altas esferas a Bolsonaro con Trump o su ex asesor y promotor de global de las derechas Steve Bannon. También toca las bases de las “alt-rights” que van desde los libertarios de a pie, terraplanistas o antivacunas, por citar algunos ejemplos de los más destacados, hasta individuos como el pintoresco “Q-Shaman” (su nombre es Jake Angeli), aquel cultor del Q-Anon con un gorro de piel y cuernos de búfalo que en enero protagonizó las imágenes de la toma del Capitolio de los Estados Unidos y que cuenta con una versión brasilera que circuló pintado de verdeamarelo apoyando a Bolsonaro por las calles de São Paulo.

Imágen: Manifestante en apoyo a Bolsonaro camina por Avenida Paulista en São Paulo. Fuente: Esqueda Diario.

El hilo se cierra en torno a una vasta red de empresas, think tanks, ONG y otras entidades que financian a estos movimientos a escala global cuyas armas habituales son los trolls y los bots que difunden fake news en las redes sociales. Estos nexos globales de las derechas radicales tienen sus representaciones concretas en el arresto y toma de declaración durante las manifestaciones en Brasil de nada menos que Jason Miller, quien fuera vocero de Donald Trump. La policía brasilera lo interrogó en el marco de la investigación sobre la organización y financiación de actos antidemocráticos en ese país. Por su parte, el propio Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, impulsa desde hace años un foro de partidos de extrema derecha a nivel mundial junto al mencionado ex asesor Bannon.

El discurso de estas derechas radicales suele repetirse como un mantra, sin importar el contexto, sea en los Estados Unidos, en Brasil o en la Argentina. La idea básica es que hay un establishment que está contra el pueblo y maneja la realidad para perjudicar a la mayoría. Hasta ahí podría hasta ser un discurso de izquierdas. Lo curioso es el carácter indefinido de ese establishment, que puede ser Soros, Hollywood, Wall Street, los Illuminati, los reptilianos, “la izquierda internacional”, el sionismo, o “el Estado profundo”. Lo que es aún más curioso es que en ese relato de la derecha radical el (también indefinido) pueblo esté representado por líderes como Trump, Bolsonaro y otros personajes que en los hechos suelen estar estrechamente vinculados a los sectores más rancios y conservadores de las élites y que representan valores como el nativismo y la xenofobia, siempre en nombre de la libertad.

El capítulo brasilero de estas derechas radicales tuvo varias escenas, pasando por el impeachment contra Dilma Rousseff, los movimientos evangélicos, los ruralistas y los militares (representados a nivel parlamentario por la bancada de la triple B, Biblia, Buey y Bala) hasta la victoria de Jair Bolsonaro, un candidato capitán de reserva del ejército que gozaba de un modesto desempeño legislativo, una baja exposición televisiva y la ausencia de una estructura partidaria sólida. Su retórica antisistema y anticorrupción, su enorme presencia en campañas de redes sociales y su acercamiento a think tanks liberales le dieron el soporte necesario para hacerse con la victoria en las elecciones de 2018.

Al igual que sucedió con Donald Trump, su victoria no fue tomada como una posibilidad por la clase política. Su carácter autoritario combinado con medidas económicas neoliberales (y no es una contradicción), el desempleo y su desmanejo en la crisis humanitaria del COVID que se tomó más de 580.000 vidas hicieron que su popularidad toque el punto mínimo.

También, al igual que el ex mandatario estadounidense, una vez que su popularidad comenzó a declinar de cara a las próximas elecciones, Bolsonaro tomó la estrategia de Steve Bannon de socavar la legitimidad de las mismas y acusar a la oposición de fraude, para así sembrar la idea de una victoria ilegítima por parte de la oposición. La historia del gobierno de Donald Trump ya está cerrada, pero la de Bolsonaro permanece en desarrollo y dadas las características del líder ultraderechista la idea de golpe no parece un escenario a descartar.



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  1. De Vargas a Bolsonaro, la política presidencial de Brasil entre el suicidio y el "me sacarán muerto" - elobservadorpolitico.com · 2021-09-14 15:39:34
    […] presidente Jair Bolsonaro envidaría en comparación a la que concurrió a su convocatoria para celebrar el 199 aniversario de la declaración de su Independencia el 7 de este mes- esperó, pacientemente, […]

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