04/09/2021

“Es muy importante que a partir de una ficción se abra un debate social”

Claudia Piñeiro. Foto: Federico Paul

Entrevista a Claudia Piñeiro, escritora y guionista de ‘El Reino’, quien afirma que la serie «también habla de la corrupción judicial, de los políticos, de los servicios de inteligencia y habla de los poderes que están por encima de las naciones que manejan muchas cosas y que ni sabemos ni quienes son. Pero el foco se pone sobre la religión y no se hace inocentemente. La gente no protesta porque los servicios de inteligencia o los poderes supranacionales sean atacados, pero sí si se meten con su religión. Las iglesias cuentan con un ejército de personas que si les dicen que soy la víbora que lleva la manzana podrida van a salir a atacarme gratuitamente». Por Lola Matamala / CTXT.


El Reino se estrenó en Netflix a mediados de agosto y gracias al éxito obtenido, el pasado viernes la plataforma confirmó la segunda parte de esta serie argentina, dirigida por Marcelo Piñeyro y con un guion coescrito por el realizador y la escritora Claudia Piñeiro.

Piñeiro (Gran Buenos Aires, 1960) es novelista, dramaturga y acaba de ganar el Premio Dashiell Hammet de novela negra por Catedrales (2020. Alfaguara) Dentro de unos meses y, con esta misma editorial, publicará Cuánto vale una heladera, un libro de teatro que recopila tres comedias y tres dramas con gran contenido político.

Esta escritora argentina, que dejó de ser administrativa cuando quedó finalista en el certamen de literatura erótica La sonrisa vertical, de la Editorial Tusquet, con el El secreto de las rubias, adora escribir novelas, pero en este momento está encantada como guionista de series. “Creo que hoy es el lugar desde donde la gente quiere que le cuentes las historias”, explica.

Piñeiro se ha ofrecido gentilmente a ser entrevistada desde España por Zoom. Desde la pantalla, se la ve sentada en una habitación repleta de libros y vestida como manda el invierno argentino. La conversación dura lo suficiente para hablar de los tristes avatares con la comunidad evangélica argentina por su participación en El Reino o para sonreír cuando recuerda que “durante la pandemia se produjo algo muy amoroso entre las personas y las series –o los libros– porque en su aislamiento les llevaron esperanza”.

El Reino ha levantado muchísima expectación. La gente está fascinada, pero parte de la Iglesia evangelista está muy enfadada: le han llegado a llamar fascista y han publicado un comunicado amenazante contra usted. 

Este comunicado lo posteó el Consejo Directivo Nacional de ACIERA (Alianza Cristiana de Iglesias Argentinas de la República de Argentina) en su página web y lo borró cuando la Unión de Escritores, Penguin-Random, los Argentores y personas famosas y anónimas criticaron su contenido. Este apoyo que estoy recibiendo me tranquiliza porque, cuando recibí la carta sentí mucho miedo, y me planteé escribir el Reino II. Fue muy intimidante: lloré y temblé durante varias horas. Espero que este grupo de iglesias no represente a la mayoría de los evangelistas, aunque sí que tengo la certeza que representa al mayor poder económico y político. Esta organización tiene muchos vínculos con distintos partidos políticos que aceptan su dinero para hacer negocios: un juego de toma y daca.

Pero es una carta que solo la ataca a usted, a una de los guionistas.

El ataque es solo hacia mí aunque Marcelo Piñeyro es el otro coguionista. En la carta hablan excelentemente bien de los autores y para ellos Netflix es un pobrecito al que convencí como la serpiente que da la manzana envenenada para llevarles al paraíso. Ellos se meten en mi cabeza y dicen que yo escribí esta serie porque soy mujer feminista y me quedé resentida por el debate de la Ley del aborto en Argentina. Es ridículo porque conseguimos que fuera ley. El contenido de esta carta merece ser analizado desde un punto de vista político y social porque muestra cómo ponen el foco sobre la mujer. En este caso me tocó a mí, pero hay casos en donde consiguen desactivar a las mujeres y que, por ejemplo, se vayan de las redes sociales. O allá en España que tienen al partido Vox que quiere que se elimine el delito de feminicidio. A todas esas conquistas que están tan cuestionadas, hay que ponerles un ojo.

Está describiendo una sensación muy íntima y tal vez pueda dar pábulo a futuras acciones.

No me importa decirlo. De hecho, creo que es conveniente por dos motivos. El primero porque las mujeres debemos demostrar que no somos heroínas y que no siempre tenemos que ser valientes. El segundo motivo es porque no se puede callar a lo que se denomina censura indirecta y que consiste en presionar, direccionar, disciplinar y generar miedo para que, en este caso, no escriba la segunda parte o si la escriba tenga el suficiente temor para no escribir cosas que pensaba escribir.

¿Marcelo y usted esperaban esta reacción?

Nosotros pensamos que seguramente que hubiera gente que se ofendiera, que se sintiera tocada y que las iglesias evangelistas estuvieran molestas, pero no imaginamos que se pidiera una censura indirecta o que me acataran a mí como feminista o abortera. No nos imaginábamos este nivel.

Supongo que la emisión de esta serie también está dejando alguna huella positiva.

Sí, porque, aunque vayan a seguir habiendo personas que se sientan incómodas, se ha abierto también un debate positivo en Argentina. En el autobús la gente está hablando de El Reino; enciendes el televisor y, aunque haya fútbol, hacen una referencia a El Reino. Es muy importante que se dé este hecho a partir de una ficción y que este producto artístico abra una ventana para un debate social que estaba pendiente y que los políticos no habían abierto.

Porque la serie no solo habla del poder de la religión.

Exacto. También habla de la corrupción judicial, de los políticos, de los servicios de inteligencia y habla de los poderes que están por encima de las naciones que manejan muchas cosas y que ni sabemos ni quienes son. Pero el foco se pone sobre la religión y no se hace inocentemente. La gente no protesta porque los servicios de inteligencia o los poderes supranacionales sean atacados, pero sí si se meten con su religión. Las iglesias cuentan con un ejército de personas que si les dicen que soy la víbora que lleva la manzana podrida van a salir a atacarme gratuitamente.

En el 2016 los evangelistas estadounidenses impulsaron el triunfo de Trump, pero, cuando en el 2017 comienzan a escribir en el guion, Jair Bolsonaro no había llegado a la presidencia de Brasil ni se había producido el golpe de Estado contra Evo Morales. ¿Ustedes querían poner sobre aviso de lo que podía pasar en América Latina? 

Lo que pasó en Bolivia, en El Salvador o lo que está pasando en Paraguay o en Costa Rica hace que muchos espectadores de la región identifiquen perfectamente lo que ocurre en la serie, porque, aunque es ficción, tiene un grado de similitud de lo que se está viviendo en otros países.

Y la ficción se adelantó a los acontecimientos.

Para escribir el guion Marcelo Piñeyro y yo pensamos en la ucronía qué pasaría si. Y durante su escritura pasó constantemente. Una fue cuando visité Portugal para hablar con un politólogo argentino experto en Brasil. La víspera de las elecciones en ese país me invitó a cenar junto con unos brasileños que estaban en Lisboa. En esa cena, se comentó que, aunque todo el mundo se reía de Bolsonaro y de lo ridículo que resultaba que pudiera estar en política, podía conseguir el poder en Brasil. Al día siguiente, ganó las elecciones brasileñas a la presidencia. Otro de los momentos fue cuando Bolsonaro recibió la puñalada y nosotros, que ya habíamos escrito la primera escena que trataba de un magnicidio, dijimos: “¡Por favor, que este hombre vaya despacio porque nos está pisando los talones y nos va a arruinar toda la serie!” Nos pasábamos notas de prensa sobre lo que sucedía en Brasil y nos decíamos que había que pararlo porque El Reino ya lo estaba contando Bolsonaro (risas).

Además de utilizar esa ucronía, ¿de dónde puede venir esa capacidad de predicción?

Antonio Tabucci en Autobiografías ajenas dice que los escritores tienen antenas muy avispadas y no es que anticipen, sino que detectan cosas más rápidamente que otras personas. Pero a diferencia de otros artistas, los escritores tienen la suerte de plasmarlo en palabras e inventar una ficción. Si yo fuera una estudiosa desde la sociología o desde la politología, tendría que esperar los procesos y aportar fuentes, pero si invento una ficción, no los necesito.

En el caso de Marcelo se añade que él es genial para las predicciones porque maneja unas redes geopolíticas muy interesantes. Tiene un poder que va más allá.

¿Por qué cree que gran número de votantes de presidentes como Jair Bolsonaro son fieles de la religión evangelista? 

La fe es algo que yo no puedo explicar porque no sé por qué la gente tiene fe. Lo que sí sé es que haciendo determinadas cosas vas a ser feliz. Es lógico que abraces una religión que es más amable que la católica. Para escribir este guion, estudiamos esta religión y llegamos a una conclusión: nosotros nos hemos criado en familias católicas, pero, aunque yo soy atea y Marcelo es agnóstico, si tenemos que elegir una religión, nos hacemos evangelistas porque es una religión en la que todo está bien. Cantan y bailan en sus celebraciones. Si pecas, no pasa nada; si estás en la cárcel o tienes problemas con las drogas, te ayudan. No hay problema, todo está bien y eso jamás lo he visto en la iglesia católica que siempre te ahoga con la culpa.

¿Ese estudio le ha ayudado a entender por qué los evangélicos tienen tantos seguidores en América Latina?

Cuando la teología de la liberación se va retirando de Latinoamérica y los Estados se ausentan, porque no ayudan al que no tiene qué comer, es muy fácil que, si una iglesia ofrece cierta felicidad, la gente la abrace. Lo que sí cuestionamos en la serie es la manipulación política y el muchísimo dinero que recaudan.

Igual que las redes sociales, sobre todo Whatsapp, han sido claves para el mundo de la política, plataformas como Netflix son grandes lanzaderas para que las series consigan un éxito rotundo. ¿En este caso, aceptan que esta plataforma emita El Reino para visibilizar lo que ustedes denuncian en ella o para que simplemente tenga más éxito en el ámbito puramente artístico?

Fue Netflix el que nos hizo una propuesta, pero fue para hacer la segunda parte de Las viudas de los jueves, una novela mía que Marcelo adaptó para el cine. De hecho, nos conocemos de esa época. A ninguno de los dos nos convencía hacer esta segunda parte, pero teníamos ganas de trabajar juntos porque nos apetecía contar historias. A mí ya me apetecía contar que en una familia evangélica se arma un gran lío porque su cotidianidad trasciende a la nación cuando a uno de ellos le proponen ser candidato a la presidencia. Pero no pensamos en cómo sumar un espectador más o un espectador menos porque una nunca sabe los seguidores que va a tener tu trabajo, aunque es cierto que somos creadores que hemos tenido la suerte de tener a gente que nos ha acompañado. Cuando escribí La viuda de los jueves la compraron quinientas mil personas y a Marcelo le pasó lo mismo con Tango feroz, una de sus primeras películas. Solo queríamos contar esta historia y Netflix lo sabía desde el principio.

En Europa la presencia de la iglesia evangelista no es tan importante como en América. Le llama la atención cómo puede responder al público de aquí.

Aunque tengo amigos en Europa no puedo saber cómo va a ser la reacción, pero El Reino tiene muchas posibilidades para convencer. Primero porque es una narración entretenida y que te “deja los pelos de punta”. En segundo lugar, porque tiene ritmo y tiene gran calidad de filmación, de dirección, de música y de actores muy fuera de lo común para una producción argentina. Lo que estoy recibiendo de España es que le están dando una fuerza importante porque es una serie sobre el poder, igual que la vemos aquí. Y aunque allí los evangélicos no están tan presentes, sí que hay partidos de la extrema derecha que creíamos que no iban a volver a existir, pero que se están consolidando. Vuelven a aparecer cuestiones que creíamos que estaban saldadas porque nos parecían que estaban mal, pero aparece alguien alegremente y vuelve a abrir el debate.

¿Cuáles son esas cuestiones? 

Cuestiones en las que las sociedades nos hemos puesto de acuerdo para decir y pensar que está mal. Aquí, por ejemplo, aparece alguien que vuelve a poner en tela de juicio el trabajo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo porque vuelve a cuestionar a los desaparecidos. El problema es que sale otro montón de gente y dice lo mismo: eso es lo aterrador y se está normalizando. Igual está pasando en España. He escuchado en su parlamento a mujeres y a hombres de la ultraderecha con unos discursos que no podría escribirlos para ningún personaje de ficción porque no sería verosímil. Discursos que pensábamos que no iban a aparecer más y que ahí están.

¿Cuánto tiempo han tardado en escribir el guion?

Poco, porque somos unos máquinas de contar historias (risas). Lo escribimos en cinco meses y solos, no contamos con equipo de apoyo.

La pandemia hizo que el rodaje se tuviera que interrumpir. ¿Cómo influyó en el guion?

Cuando comenzó la pandemia tuvimos la suerte de haber grabado un tercio de la serie, en donde se incluía las escenas del magnicidio. Por la covid-19, tuvimos que reescribir el guion para algunas escenas porque no se iban a poder grabar. En esa reescritura la serie ganó porque ya sabíamos más sobre ella gracias a que tuvimos la suerte de contar con un brillante elenco en la lectura de los personajes.

Ya tienen voz o ya saben cómo es su mirada… ¿Cómo fue ese casting? Lo pregunto porque Marcelo Piñeyro ya había trabajado varias veces con Mercedes Morán, entre otras en la adaptación de algunas novelas suyas como Betibú.

La serie es de Netflix y contrata a K&S, que es la hizo el trabajo de casting, aunque bajo los deseos de Marcelo porque para eso es el showrunner. Pero aunque no sabíamos quiénes iban a ser los actores, había escenas que cuando las escribíamos, pensábamos: “¿Te imaginas cuándo Mercedes Morán haga esto?” (risas). La selección ha sido fabulosa porque contamos con profesionales tan extraordinarios como la propia Mercedes Morán, Diego Peretti, Chino Darín y secundarios excelentes como el uruguayo Alfonso Tort o el paraguayo Nico García Hume.

Tengo entendido que también ha participado en la dirección de la serie y en alguna que otra toma de decisiones. 

De dirección no sé nada. Lo que sí es cierto es que Marcelo otorga un lugar a los guionistas que no suele ser el habitual. Esta serie la hemos inventado los dos y él la presentó en Netflix, ha sido el showrunner y el director. Los guionistas en América Latina estamos muy relegados. A veces, pasa –no sé en España, pero en Argentina es muy habitual– que el guionista desaparece y, a pesar de que fue el que ha inventado la historia, queda en la parte más baja de los créditos. En El Reino, Marcelo me pidió opinión sobre los actores o sobre qué me había parecido la dirección de determinadas escenas. Su honestidad ha sido clave.

Si no hubiera habido segunda parte de El Reino.

Para los que no la han visto es una serie que tiene un final cerrado, aunque algunos personajes podían tener futuro. Muchos piden el spin off de la fiscal y el asistente.

Fuente: CTXT



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