13/08/2021

«Okupas» de la vida real

La serie del momento sigue denunciando la precaria situación habitacional en la Ciudad: se produce un desalojo por día. El Estado carece de estadísticas que describan la profundidad de la problemática y permitan elaborar políticas públicas. Organismos anuncian una «crisis de desalojos» por venir. Por Matías Ferrari, para El Grito del Sur.


“En mi carácter de oficial de justicia me constituyo a efectos de intimar a los ocupantes para que procedan a desalojar el inmueble por su propia voluntad. Caso contrario, se procederá al uso de la fuerza pública”. La escena inaugural de Okupas, en su reestreno veinte años después, no perdió vigencia. Sigue describiendo una situación que sufren de forma cotidiana los sectores populares -y también la clase media- en la Ciudad de Buenos Aires, y que la mayoría de las veces se da a plena luz del día. Solo entre enero y junio de este año, se produjeron al menos 170 desalojos en territorio porteñoun promedio de uno por día.

Ese número, estimativo, es el que manejan en el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño, pero describe apenas una porción del fenómeno: la cartera que conduce María Migliore sólo interviene a pedido de la Justicia en desalojos numerosos, que implican algún tipo de movilización de la ayuda social cuando varias familias quedan en la calle. Sobre el resto (todo el universo de pequeños desahucios dentro del marco legal, y todos aquellos que se producen por fuera de la ley) la información es escasa o nula: las estadísticas oficiales invisibilizan a quienes padecen de forma más urgente el problema habitacional en territorio porteño.

Desde el Consejo Asesor del Plan Nacional de Suelo Urbano, que depende del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat de Nación, vienen haciendo un gran esfuerzo para esquivar las trabas burocráticas a la hora de generar estadísticas confiables sobre desalojos, una tarea que consideran “extremadamente compleja”. Hasta ahora, sólo la Cámara Civil y Comercial de la Nación se tomó el trabajo de aportar al Ejecutivo alguna información que pueda dar cuenta de la profundidad de la problemática: entre enero y abril de este año, se iniciaron 357 causas de desalojo, un promedio de más de cuatro por día. Pero la Cámara no lleva registro, al menos hasta ahora, de cuántos se llegaron a concretar.

No obstante, al menos sirven para dar cuenta de un fenómeno reciente. Según esos mismos datos de la Cámara Civil, hubo un marcado descenso de los causas de desalojo iniciadas, que coincide temporalmente con la pandemia, la cuarentena y los meses en que tuvo vigencia el DNU presidencial que los prohibió. La serie anual marca que en 2020 hubo un total de 1467 causas abiertas, un promedio de cuatro por día, similar al de este año. Es un número alto, pero bastante menor que en 2019, año en que se acumularon 3297 causas, casi nueve por día, y aún menos que en 2018, en que se contaron 3330.

El problema está en que, pese a que bajaron los expedientes desde la pandemia, las causas estructurales que derivan en los desalojos están lejos de ser resueltas, por lo que se espera que se produzca un nuevo aluvión de demandas en estos meses y los que vienen. De hecho, hay cada vez más familias consultando por mediaciones y apoyo legal para afrontarlos, según contaron extraoficialmente ante la consulta de El Grito del Sur.

De acuerdo con una encuesta que realizaron el CELS y la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) para un informe sobre la problemática publicado en septiembre del año pasado, el 65% de los inquilinos del AMBA consultados había perdido ingresos, y el 80% había contraído deudas para costear “gastos cotidianos”. “Estamos en emergencia frente a un escenario inminente de multiplicación de desalojos”, concluye el informe, que además señala la “falta de precisión y de comprensión de la dimensión y urgencia del problema” que arrastra el Estado.

Los datos que aporta la Cámara Civil, de todos modos, son parciales: apenas refieren a causas iniciadas por falta de pago, vencimiento de contrato de alquiler, ruptura de comodatos y otras yerbas del estilo. Sobre las expulsiones que dicta el Fuero Penal (que interviene en usurpaciones de hecho) no hay información: a ese sector de la Justicia no parece interesarle demasiado contar con estadísticas de tipo social. Lo mismo sucede con los desalojos que se dan en el marco de causas por sucesiones o quiebras. Nadie lleva la cuenta.

“Está claro que hay una serie de inconsistencias en la información disponible que sólo permite una estimación de la dimensión del problema, que no para de crecer. Y que es realmente necesaria para que el Estado desarrolle una política de acceso al techo desde una perspectiva de derechos humanos, como la que se intenta llevar a cabo”, explicó a este medio Sebastián Tedeschi, abogado, docente y coordinador del Programa de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Defensoría General de la Nación.

Hotel Santa Cruz. Crédito: Fotografías Emergentes

Esa carencia de números no sólo invisibiliza al sector de la población que padece más que ningún otro el problema habitacional, sino que dificulta la elaboración de políticas públicas. “La Ciudad de Buenos Aires tiene desde hace quince años un único programa, que es el subsidio para personas en situación de calle, que reemplazó al viejo programa de derivación a hoteles. Es una mala política, porque no resuelve nada y las familias van de un hotel a otro como en un círculo vicioso, sin resolver su problema habitacional. Con los años, además, se endurecieron los requisitos y perdió su valor real”, explica Jorge Abasto, referente de la Coordinadora de Inquilinos de Buenos Aires (CIBA).

A agosto de este año, la Ciudad paga 8.000 pesos a personas solas y hasta 13.000 si se trata de una familia numerosa para poder alquilar una pieza de hotel, cuyo valor llega a duplicar esos montos. Según el propio Ministerio de Hábitat porteño, lo cobran alrededor de diez mil beneficiarios y beneficiarias.

UN PROBLEMA HISTÓRICO

La Coordinadora de Inquilinos de Buenos Aires (CIBA) existe desde los primeros años de la vuelta de la democracia. Fue fundada con el nombre “Centro de inquilinos de Buenos Aires” y ya en los 90 tomó las siglas que mantiene hasta hoy. En esa época se sumó Jorge Abasto, que ya perdió la cuenta, dice, de cuántos desalojos le tocó asistir desde su organización.

“Podemos ubicar tres grandes oleadas de desalojos en la Ciudad en la historia reciente. La primera es a fines de los años 90 y hasta el 2001, que curiosamente coincide con la serie que todos están viendo ahora. En esos años hubo centenares de desalojos sobre barrios que eran populares y pasaron a ser turísticos y de clase media alta, como Palermo y San Telmo, que estaban llenos de conventillos donde hoy hay cervecerías. También sucedió en el Abasto, con la llegada del Shopping. Podríamos decir que esa primera ola vino de la mano de la crisis de la convertibilidad, donde el mercado inmobiliario, totalmente desregulado, era una oportunidad de negocios en medio de la crisis social. Después hubo una segunda, por efecto de una burbuja inmobiliaria que generó el crecimiento económico del país en los años 2005, 2006, que fue terrible, llegó a haber casi un desalojo grande, de cientos de familias, por semana. Y una tercera, ya más reciente, con Mauricio Macri como Jefe de Gobierno, y de la mano de la especulación y la construcción VIP, entre 2009 y 2012, también muy intensa”, describe Abasto.

“Pero hoy la cosa está más tranquila. Podemos decir que en la Ciudad quedó una resaca de familias que pudieron resistir esas oleadas y el proceso de gentrificación, de expulsión de los sectores populares. Pero son los menos”, agrega.

La Dirección de Estadísticas y Censos porteña confirma la descripción de Abasto, de acuerdo a los sucesivos informes sobre “Distribución porcentual de la población, los hogares y las viviendas por tipo de vivienda”. Mientras que al 2020, último dato disponible, solo el 0,8 por ciento de la población vive en inquilinatos y conventillos y el 1,4 en una pieza de hotel o pensión, en 2006, una década y media atrás, esos mismos índices daban un 3 y un 2,2 por ciento respectivamente. Una diferencia notoria.

¿A dónde fueron a parar esas familias después del desalojo? “Es un círculo vicioso, un reciclaje de situaciones”, explica Abasto. “Un porcentaje cobra un subsidio habitacional. Muchas veces, de acuerdo a la negociación política, cobran todos los meses juntos, en efectivo, en la mano. Con eso, no siempre, se puede volver a otro hotel y volver a alquilar una habitación, pero no es lo más común. La mayoría, en todos estos años, se da la estrategia de alquilar en las villas, que tienen menos requisitos y donde operan otro tipo de negociaciones. Luego hay un resto que se va a la provincia, al tercer cordón del conurbano, y finalmente otro pequeño grupo, muchas veces, queda en situación de calle”.

Hotel Santa Cruz. Crédito: Fotografías Emergentes.

TRES CASOS EMBLEMÁTICOS

-Hotel Santa Cruz: En Santa Cruz 140, Parque Patricios, unas 100 familias (foto) conviven hace por lo menos dos años con la amenaza de un desalojo inminente. El «Hotel», si se lo puede llamar así, es en verdad una fábrica abandonada que a fines de los 90 fue utilizada por las familias para tener un techo donde vivir. Un empresario ligado al negocio de los inquilinatos, Leonardo Ratuschny, lo compró con la gente adentro y pelea el desalojo, sin éxito por ahora: las familias se organizaron y se mantienen firmes. «Empresarios como ese hay unos cuantos y en general son unos chantas ligados al negocio con la complicidad del Gobierno porteño. Hay otros nombres, además de Ratuschny, como Hugo Kleisner, que aparecen como denunciantes en buena parte de los juicios por desalojo que se abren en la Ciudad. Detrás de los desalojos siempre hay un negocio mayor: una oportunidad inmobiliaria o una venta», describe Abasto.

-Hotel Zavalía: Se ubica en el corazón de Constitución, en Garay al 400, y viven allí más de 300 personas repartidas en 94 habitaciones, en condiciones deplorables. El hotel está clausurado por riesgo de derrumbe. Pero sigue siendo un hogar para cientos de trabajadores y trabajadoras informales. Fue uno de los primeros hoteles en que se confirmaron casos de Covid durante la primera ola. Pese a los intentos de la Asesoría Tutelar para que el Gobierno porteño implementara un protocolo sanitario en Hoteles Familiares -tal como lo hizo para las villas y asentamientos-, no hubo caso. Un informe de 2018 de la propia Asesoría Tutelar sobre las condiciones de 87 de estos hoteles, incluido el Zavalía, concluye que el 98 por ciento tiene baño y cocina compartidos por varios grupos familiares, y un 93 por ciento no tienen calefacción.

-De la Villa 15 a la ONU: Un caso extraño si los hay. Un grupo de seis familias que habían sido desalojadas del «Elefante Blanco», donde hoy funciona el Ministerio de Desarrollo porteño, se organizaron para alquilar un inmueble en la zona. Tiempo después, el dueño apareció para pedirles desalojo, pero ellas no tenían dónde ir. Agotadas todas las instancias de la Justicia local y con la soga al cuello, consiguieron llevar el caso hasta el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, que les falló a favor. Más tarde, la Justicia local hizo caso al Comité y las familias se quedan donde están.

Fuente: https://elgritodelsur.com.ar/2021/08/okupas-de-la-vida-real-hubo-un-desalojo-por-dia-ciudad.html



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