09/08/2021

Terminaron los Juegos, que empiece una política de Estado

 

Foto: Telam

Con Tokio 2020 finalizado y Paris 2024 en el horizonte, la Argentina necesita un programa a largo y mediano plazo que promueva al deporte y a deportistas en todo el país. Infraestructura, becas y la reposición del Enard como prioridad. El desfinanciamiento de Macri y una gestión, la de Alberto Fernández, que no revirtió casi nada de lo quitado. Por Revista Cítrica.


Se terminaron los Juegos Olímpicos y ahora empieza el camino que en Argentina a casi nadie le importa y que ningún canal televisa: el de la preparación de atletas que lidian contra la falta de una política deportiva y el desinterés de buena parte de la sociedad, que se cautiva y conmueve con deportistas y disciplinas 15 días cada cuatro años.

Es un problema que incluye al Gobierno de Mauricio Macri, que degradó la Secretaria de Deportes en Agencia Nacional, desfinanció ese bálsamo que significó el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) y ajustó brutalmente el presupuesto deportivo, sobre todo en sus últimos dos años.

Pero el problema también incluye al Gobierno de Alberto Fernández, que no volvió a financiar al Enard como había previsto la ley de 2009 que lo fundó (el 1% de la facturación telefónica iba directo a la tesorería de ese organismo autónomo) y que además mostró incapacidad de gestión hasta para costear el viaje de la delegación de atletas al Sudamericano de Guayaquil, algo que finalmente se resolvió por…¡una campaña del influencer Santiago Maratea!

¿La Argentina tiene 50% de pobres y en Cítrica editorializamos por la falta de una política deportiva? ¿En qué canal están? Ese razonamiento, que a veces surge de manera instantánea y genuina, también es uno de los tantos a desmontar.

No se puede disociar un tema del otro —pobreza o deporte—, sino complementarlos: el deporte es una herramienta eficaz para sacar a los pibes y las pibas de la pobreza, además de un poderoso regenerador de cohesión social.

Solo que para que eso suceda, como para casi todo, tiene que haber un respaldo detrás.
Muchas veces, sobre todo en deportes individuales, ese respaldo tiene y debe ser del Estado: infraestructura, programas deportivos, becas y la organización de competencias.

El deporte es una herramienta eficaz para sacar a los pibes y las pibas de la pobreza, además de un poderoso regenerador de cohesión social.

En otras oportunidades, el respaldo viene de los clubes, de donde surgió cada medalla obtenida en estos Juegos de Tokio. Lo que en otros países generan las universidades en el ámbito deportivo, en Argentina lo hacen los clubes y asociaciones civiles.

La participación en Tokio lo puso de relieve una vez más: desde el San Isidro Club, Talas de Córdoba o Regatas de Bella Vista (de donde surgieron varios Los Pumas), Banco Nación, Banco Provincia o Lomas (Las Leonas) hasta el Club Obras de San Juan, donde Bruno Lima empezó a jugar vóley a los 6 años.

El bronce de la selección de vóley, surgido de clubes de toda la Argentina

Esos clubes –y tantos otros más pequeños que funcionan como primer escalón de las carreras deportivas– también sufrieron la embestida de Macri, que los asfixió con tarifazos y los acorraló al límite del cierre.

Por eso, ahora que escuchamos y leemos tanto discurso vacío de campaña, tanto slogan sin sentido, vale la pena desterrar uno que cada tanto asoma: ese de que no hay que mezclar deporte con política, como si una y otra área no estuvieran relacionadas.

Ojalá algún día tengamos un país que utilice al deporte: que diseñe una política de Estado en ese sentido, que invierta, que genere pequeños cambios culturales para que el fútbol no acapare todo, que lo publicite y que luego lo exacerbe.

Como hacen Estados Unidos y China. Como hacen Cuba y Gran Bretaña. Si alguna vez sucede, los Juegos Olímpicos tendrán mucho más sentido.



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