05/08/2021

¿Se juega como se vive? Las expresiones necesarias en los Juegos Olímpicos

La máxima competencia del deporte mundial avanza en Tokio y seguimos analizando de qué manera las y los deportistas aprovechan el escenario para expresar y proponer nuevas miradas en torno al deporte, en tensión con las estructuras que exige el Comité Olímpico Internacional (COI) a través de su Carta Olímpica. Por Mica Gamuza, para Red Eco Alternativo.


(Mica Gamuza para Red Eco) – Los Juegos Olímpicos son, desde sus inicios, escenarios donde se manifiestan las expresiones políticas y sociales de cada época y es fundamental analizarlos dentro de sus contextos. A lo largo de la historia pueden verse representados en las competencias los distintos paradigmas en torno a los valores socialmente aceptados, a lo que figura como esperable de las personas que dedican su vida al deporte, lo que se entiende por salud, por trabajo e incluso cuáles son los límites entre ser mujer o varón.

La máxima competencia mundial se rige por la Carta Olímpica, que en el primero de sus principios fundamentales manifiesta: “El Olimpismo es una filosofía de vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu. Al asociar el deporte con la cultura y la educación, el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto por los principios éticos fundamentales universales” (1). Pero existen al menos 2 problemas en este manifiesto. Por un lado, quiénes son las personas que se encargan de gestionar y regular que se cumplan los principios y cómo se establecen los límites y sanciones. En segundo lugar, cómo se adaptan a las transformaciones inherentes de los “principios éticos fundamentales universales” a través de la historia.

Hasta ahora Tokio 2020 nos muestra que hay mucho para desarmar en el deporte y tiene como protagonistas a deportistas que, ayudades por la masividad del evento y las amplias repercusiones de sus carreras deportivas en redes sociales, exponen las tensiones entre las estructuras construidas por el deporte y nuevas perspectivas con miradas más justas, en un mundo que intenta cuestionar el sistema patriarcal y las distintas formas de opresión con las que opera.

Al igual que la semana pasada (2), analizaremos algunos de los eventos más relevantes de los primeros 12 días de los Juegos, para comprender de qué manera el deporte puede constituirse en una herramienta de transformación social o de sostenimiento de las desigualdades para millones de personas que lo practican y otro tanto que lo consume en medios y redes.

Comenzaremos por Simone Biles, una de las máximas referentes del deporte actual que se esperaba protagonista de Tokio y lo fue, pero no precisamente en el medallero como en Río 2016. La mejor gimnasta de la historia para muches manifestó, pocos días después de comenzada la competencia y tras un desempeño no tan brillante, que su cuerpo no se encontraba conectado con su mente, y que trataba de lidiar con demonios en su cabeza, lo que le impedía disfrutar de su actividad, por lo que decidió bajarse de las pruebas finales por equipos y la competencia individual “all around” para priorizar su salud mental por sobre las medallas.

La gimnasta estadounidense de 24 años, con una declaración, puso en jaque una idea establecida en el mundo del deporte que pregona que para saber ganar, hay que saber sufrir y estar dispueste a soportar todo tipo de obstáculos para alcanzar la gloria, aunque eso implique dejar de lado la salud. El propio Novak Djokovic, el Nº1 del mundo en el ranking ATP de tenis, manifestó, en defensa de conservar viejos parámetros, que “la presión es un privilegio. Si aspiras a estar en la cima de tu deporte, lo mejor es aprender a manejar la presión y afrontarla” (3).

El devenir de la competencia ayudó, en parte, a desentramar (o al menos exponer) este dilema entre la ética del sufrimiento y el paradigma del disfrute. El tenista serbio, que aspiraba a lograr el Golden Slam (consiguiendo los 4 títulos de Grand Slam y la medalla de oro olímpica, mérito sólo conseguido por Steffi Graf en 1988), perdió en semifinales contra Alexander Zverev y luego el partido por la medalla de bronce contra Pablo Carreño, donde protagonizó 2 fuertes enojos que dejaron la imagen del tenista revoleando la raqueta a la zona de tribunas o rompiéndola contra el suelo tras la frustración de la derrota.

Por su parte, la gimnasta Biles, que recibió un fuerte apoyo de su equipo y de miles de personas en el mundo, decidió presentarse en el último día de competencia en la prueba de viga de equilibrio y se subió al podio para recibir la medalla de bronce (su segunda medalla en estos juegos, sumada a la plata en la disciplina de artística general por equipos femenino). Luego manifestó: “Estoy orgullosa de mi por salir a competir después de lo que pasé”.

La imagen de Novak rompiendo la raqueta luego del mansplaining del manejo de la presión y de Simone sonriente recibiendo la medalla rápidamente se volvió viral en forma de meme, y entre chiste y chiste triunfó el paradigma de la salud integral en el deporte.

Por su parte, la nadadora argentina de 21 años, Delfina Pignatiello, también manifestó la necesidad de trabajar y priorizar la salud mental para poder seguir construyendo su prometedora carrera deportiva. Delfina llegó a Tokio luego de haber disputado los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018, en Buenos Aires, donde obtuvo 2 medallas de plata (en 200 y 400 metros libres) y los Juegos Panamericanos 2019, que le dieron el pasaje a Japón, donde obtuvo las medallas doradas en 400, 800 y 1500 metros libres.

Sus enormes logros deportivos, sumados a su soltura y sencillez para comunicarse, que la hicieron popular en redes como Twitch y Youtube, pusieron sus dos pruebas en el torneo en boca de muchos.

Compitió en 800 y 1500 metros y en ambas pruebas finalizó en el 8vo lugar, sin chances de clasificar a las etapas finales. En sus declaraciones expresó que “participar de un Juego Olímpico es una experiencia única más allá de los resultados”. A pesar del enorme mérito, conseguido por muy pocas en nuestro país, de codearse con las mejores nadadoras del mundo en la competencia más importante de la historia, Delfina recibió el odio de miles detrás de las pantallas, que utilizan el enorme poder de las redes sociales para desparramar broncas injustificadas.

A partir de esto la nadadora eliminó todos los videos de su canal de Youtube que cuenta con más de 73.000 suscriptores, además de varias fotos y videos de una de sus cuentas de Instagram. También dejó un mensaje en su canal de Discord: «Perdón, de corazón. Me encantaría seguir haciendo streams y seguir con el canal de Youtube, pero estoy en una situación que me sobrepasa. Me siento muy lastimada y necesito priorizar mi salud mental y bienestar. No sé qué pasará de acá en adelante, pero sepan que los voy a extrañar. Y muchas gracias por el aguante. Me lo llevo en el corazón».⁣

De más está decir que es muy injusta la situación que atraviesa, pero su ejemplo sirve para exponer de qué manera el deporte trasciende los espacios de competencia y cómo el eco que hace en la sociedad deja al descubierto valores solapados en la idea de deportividad, como el exitismo que, en este caso, sacan lo peor de las personas y perjudican a quienes nos representan.

Otro de los grandes movimientos en el mundo de la estructura del olimpismo es la participación de Laurel Hubbard, la neozelandesa de 43 años que compitió en la categoría de más de 87 kilos en levantamiento de pesas del cuadro femenino y se consagró como una de las primeras atletas trans en participar de la edición de Tokio, aunque sin haber podido clasificar a la final luego de tres intentos fallidos con 120 y 125 kilos. Al finalizar su participación la atleta dijo: «Le doy las gracias al Comité Olímpico Internacional por su compromiso para hacer que el deporte sea inclusivo y accesible».

Además de Lauren se suman a la lista Quinn, una futbolista canadiense que se identificó como persona trans y no binaria; Chelsea Wolfe, ciclista trans estadounidense que se desarrolla en BMX y viaja como suplente de su equipo; y Alana Smith también representante de Estados Unidos que es no binarie y compitió en la categoría femenina de skate expresando en su uniforme que el pronombre que utiliza es “they”, que en inglés se emplea tanto para “ellos” como para “ellas”.

Si bien queda mucho por analizar y desarmar respecto a cuáles son los parámetros que determinan quiénes corresponden a la categoría femenina y quiénes a la masculina, sin dudas, ver a Laurel, Quinn, Chelsea y Alana en la pantalla de tantas casas en todo el mundo, es una conquista y un primer paso fundamental que comienza a reivindicar una historia de exclusión del deporte olímpico.

Otra deportista para mencionar, en el intento de destacar a quienes aprovechan el evento deportivo para desarmar al deporte y proponer miradas nuevas, es Raven Saunders, lanzadora de bala estadounidense y activista por los derechos de la comunidad LGTBQ+ que obtuvo la medalla de plata y durante la premiación cruzó los brazos sobre su cabeza formando una X en reclamo por las múltiples formas de opresión. A partir de esta manifestación y sus posteriores declaraciones, el COI evalúa una posible sanción.

La justificación para considerar ese gesto como un hecho sancionable también responde a uno de los principios fundamentales de la Carta Olímpica que manifiesta: “Como el deporte es una actividad que forma parte de la sociedad, las organizaciones deportivas en el seno del Movimiento Olímpico deben aplicar el principio de neutralidad política (…)”, y al artículo 50 que declara: «No se permitirá ningún tipo de manifestación ni propaganda política, religiosa o racial en ningún emplazamiento, instalación u otro lugar que se considere parte de los emplazamientos olímpicos» (1).En esta oportunidad, en el nombre de la neutralidad política el COI analiza sancionar manifestaciones en apoyo a la comunidad LGTBQ+. Hubo un evento parecido en la historia del olimpismo donde los deportistas utilizaron el momento de la glorificación máxima para expresar sus opiniones. Fue en México 1968 cuando los atletas Tommie Smith y John Carlos utilizaron un guante negro y alzaron el puño para reclamar por los derechos civiles de la población racializada en Estados Unidos, y el entonces presidente del COI Avery Brundage, que se había manifestado en favor de que los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 sirvieran de propaganda política del régimen Nazi, castigó a los deportistas con la quita de las medallas.

Con este antecedente podemos preguntarnos: ¿No es una respuesta profundamente política sancionar un reclamo legítimo, que no actúa en perjuicio de nadie? ¿Dónde se ubica el límite de lo políticamente correcto o lo políticamente sancionable?

Mientras tanto, el tenista alemán de 23 años y Nº7 del ranking mundial Alexander Zverev, que se consagró campeón olímpico luego de eliminar en semifinales a Djokovic, fue protagonista en las redes tras la reaparición de una denuncia pública por violencia de género por parte de su ex novia Olya Sharypova que manifestó que en el año 2019, tras decidir terminar su relación, fue brutalmente atacada: «Fue una pelea aterradora; me empujó a la cama, tomó una almohada y se sentó encima de mí. No podía respirar. Todavía no sé cómo escapé» (4). Y este no fue el último hecho de violencia que protagonizó el tenista con su ex pareja que hasta manifestó que intentó suicidarse con insulina.

Como en la primera vez, el ahora campeón olímpico negó lo sucedido pero se expresó en relación al triunfo: “Es la mejor semana de mi vida”. En el tenis no existe un protocolo en casos de violencia de género y los deportistas disfrutan de sus privilegios sin tener que sobrepasar más que algunas preguntas curiosas de la prensa.

Ese mismo podio olímpico que disfruta sin complicaciones un deportista presuntamente golpeador, se pone en duda para mujeres que con un gesto reclaman por la igualdad. Eso sin mencionar aquellas que quedaron fuera de la competencia por no poder responder a los parámetros establecidos dentro del campo médico del COI a pesar de sus propios marcos normativos que establecen: “El disfrute de los derechos y libertades establecidos en esta Carta Olímpica debe garantizarse sin ningún tipo de discriminación, ya sea por raza, color, sexo, orientación sexual, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, riqueza, nacimiento u otra condición” (1).

El último caso que mencionaremos para remarcar el carácter político que necesariamente tiene un evento de esta magnitud, aunque el COI intente separar lo indivisible, es el de Kristina Timanovskaya. Una atleta de 24 años de Bielorusia que había criticado a la federación de atletismo de su país por obligarla a participar de la prueba de relevos de 4×400 metros, a pesar de que ella debía competir en las carreras de 100 y 200 metros.

Luego de estas declaraciones de la deportista, el pasado domingo el Comité Olímpico de Bielorrusia se presentó en la villa olímpica, encabezado por Viktor Lukashenko (hijo del presidente que lleva 24 años de gestión y está acusado de perseguir y reprimir a opositores políticos, además de haber cometido fraude electoral). con el objetivo de decirle a la deportista que debe finalizar su participación y retornar a Bielorrusia.

Kristina logró evadir a los representantes de su comité olímpico y pidió asilo en la embajada de Polonia en Japón para evitar ser enviada de manera forzada a su país. Lo consiguió con ayuda del Organismo de las Naciones Unidas para Refugiados (Ancur, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y expresó: «No tengo miedo de que me despidan o me echen de la selección nacional. Estoy preocupada por mi seguridad. Y creo que en este momento no es seguro para mí en Bielorrusia. No hice nada, pero me privaron ya del derecho a participar en la carrera de 200 metros y querían enviarme a casa» (5).

A pesar de lo que expresa la Carta Olímpica, sería impensado que formando parte de un mundo tan diverso, un evento que concentra a miles de personas de todo el planeta no exprese manifestaciones políticas y quienes controlan la competencia deben tomar postura. La forma en que deciden hacerlo habla de una mirada determinada sobre el deporte y sus protagonistas que intenta negar el carácter político de la representación olímpica. Pero son justamente les deportistas quienes se encargan de exponer las injusticias y contribuir a proponer nuevas miradas a pesar de las propuestas conservadoras, porque al fin y al cabo, expresarse en favor, en contra o no expresarse es una postura política y el COI no puede esconderlo.

Sobre la participación argentina en la última semana hay algunas actuaciones para destacar:

* Debutó Dayana Sánchez, la primera mujer en representarnos en la disciplina de Boxeo, que cuenta con la rama femenina desde Londres 2012. Destacando que el Boxeo es el deporte en el que más medallas obtuvimos en la historia. De las 76 conseguidas (contando Tokio 2020) 24 fueron en boxeo a pesar de que el último aporte fue en Atlanta 1996.

Cecilia Biagioli compitió nuevamente en aguas abiertas, consolidándose en la 12º posición en la prueba de 10 km, en lo que fue su mejor ubicación histórica y se convierte en la primera argentina en competir en 5 Juegos Olímpicos.

* Debutó Magdalena Simmermacher, nuestra primera representante histórica en Golf. Terminó con 5 puntos en su primera vuelta y continúa en competencia.

* Las velistas Victoria Travascio y Sol Branz culminaron su participación ganando la Medal Race 49er FX y quedaron a sólo 4 puntos del podio, lo que es premiado con un Diploma Olímpico.

Las Leonas consiguieron, después de 8 años, una nueva clasificación a una final olímpica, asegurando una medalla para la delegación argentina, tras ganar la semifinal contra India por un resultado de 2 a 1 (ambos de la máxima goleadora del equipo: Noel Barrionuevo).

Culminaron su participación en Tokio: Fernanda Ruso (Tiro), Paula Pareto (Judo), Virginia Bardach y Julia Sebastián (Natación), Melisa Gil (Tiro al Plato), Abigail Magistrati (Gimnasia), Nadia Podoroska (Tenis), Belén Pérez Maurice (Esgrima), Romina Biagioli (Triatlón), Sofía Gómez Villafañe, Ana Gallay y Fernanda Ruso (Beach Voley), Delfina Pignatello (800 mts libres de Natación), Las Panteras (Voley), Lucía Falasca, Celia Tejerina y Cecilia Carranza (Vela), Victoria Travascio y María Sol Branz (Yachting), Eve Silvestro y Milka Kraljev (Remo), Cecilia Biagioli (Nadadora de aguas abiertas), Belén Casetta (Atleta), Dayana Sánchez (Boxeo).

Fuentes:

(1) https://stillmed.olympic.org/media/Document%20Library/OlympicOrg/General/ES-Olympic-Charter.pdf

(2) http://www.redeco.com.ar/nacional/masdelpais/33503-m%C3%A1s-all%C3%A1-de-los-podios-y-medallas

(3) https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/novak-djokovic-furioso-en-tokio-2020-revoleo-la-raqueta-perdio-el-partido-por-el-bronce-y-se-retiro-nid31072021/

(4) https://www.pagina12.com.ar/358738-alexander-zverev-el-campeon-olimpico-que-oculto-la-violencia

(5) https://www.pagina12.com.ar/358951-una-atleta-bielorrusa-pidio-refugio-en-la-embajada-de-polonia

Fuente: http://www.redeco.com.ar/nacional/masdelpais/33560-%C2%BFse-juega-como-se-vive-las-expresiones-necesarias-en-los-juegos-ol%C3%ADmpicos



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