25/06/2021

¿Qué pasa con nuestro yo triste en internet? Del meme a la patologización de la angustia

¿Alguna vez sintieron que internet era el lugar adecuado para contar sus penurias? ¿Terminaron una jornada laboral compartiendo memes de colapso? ¿Ventilaron sus inseguridades a desconocides de la web? ¿Subieron historias para descargar su enojo cuando no podían más del estrés? ¿Qué pasa con nuestras emociones negativas en internet? Por Dalia Cybel (El Grito del Sur).


Sí, aunque parezca contradictorio con la idea del exitismo de las redes, para muches la web es un espacio donde liberar ese costado triste, frustrado y un poco patético que todes tenemos. Anécdotas de citas desastrosas, amistades perdidas y hasta crisis emocionales se viralizan rápidamente en las redes donde, entre la tristeza y el morbo, todo se hace meme. Pero ¿puede transformarse esto en un fenómeno contraproducente? 

De eso habló la revista Vice en su artículo «Likes y lágrimas: qué ocurre cuando estar mal se convierte en tu identidad en redes sociales«, donde advierte que, si bien colectivizar nuestros estados de ánimo negativos genera alivio, conseguir reconocimiento a partir de ellos -y la enfermiza dopamina del algoritmo- puede entramparnos en un loop donde terminamos perpetuando nuestro sufrimiento para ser validades. Ojo, no es que esto no suceda fuera de las redes, o antes de ellas, pero la repercusión que tenemos en Instagram o Twitter suele ser mucho mayor a la que nuestras interacciones cara a cara. Además, al no haber un único destinatario el mensaje se despersonaliza y puede ser leído y contestado de cualquier manera, incluso algunas muy crueles. «Las redes sociales nos ofrecen audiencias tan grandes que en ocasiones es imposible saber a quién le estamos contando nuestros problemas. Lanzamos mensajes íntimos al aire esperando una respuesta que nos calme, igual que cuando llorábamos de bebés», explica otra nota del mismo medio.

Existen miles de cuentas de «influencers sad» con les cuales nos identificamos y nos hacen sentir mejor cuando creemos que todo el pasto del vecine está más verde. Sin embargo, me cuestiono dónde está el fino límite entre reírnos de lo que nos pasa y banalizar patologías mentales o ridiculizar situaciones dolorosas. ¿Se me ocurre que podríamos hacer una encuesta de Instagram, no? Spoiler alert: no tengo respuesta, yo también vivo entre la risa y el llanto.

Además de un aumento de la ansiedad, el vuelco digital que supuso la cuarentena alteró la manera en la que nos posicionamos en las redes, tanto ante les otres como ante nosotres mismes, lo que nos obliga a estar super atentes a cómo gestionamos la información para no quedar demasiado expuestes y ahorrarnos más angustia. Entre el FOMO y el multitasking, ¿cómo hacemos para lidiar con la necesidad de socializar, la obligación de trabajar en casa, las medidas de cuidado y la ansiedad de estar «perdiendo nuestra juventud» por no estar en un bar un viernes a las dos de la mañana (aunque sea con dos grados bajo cero y afrontando el viento porteño)?



0 comentarios

1000/1000
Los comentarios publicados y las posibles consecuencias derivadas son de exclusiva responsabilidad de sus autores. Está prohibido la publicación de comentarios discriminatorios, difamatorios, calumniosos, injuriosos o amenazantes. Está prohibida la publicación de datos personales o de contacto propios o de terceros, con o sin autorización. Está prohibida la utilización de los comentarios con fines de promoción comercial o la realización de cualquier acto lucrativo a través de los mismos. Sin perjuicio de lo indicado ANRed se reserva el derecho a publicar o remover los comentarios más allá de lo establecido por estas condiciones sin que se pueda considerar un aval de lo publicado o un acto de censura. Enviar un comentario implica la aceptación de estas condiciones.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Ir arriba