15/06/2021

¿Qué pasa con la masculinidad en la comunidad gay?

La mayoría de las veces que se habla de violencias en las relaciones y buenos tratos se habla en clave heterosexual y normalmente no se incluye la perspectiva de hombres que se relacionan con otros hombres. Hace muy (muy) poco, vamos, el otro día, estaba dando una formación sobre diversidad afectiva, sexual y de género al personal de un Ayuntamiento. En cierto momento hablamos de cómo los hombres bisexuales y gais podían expresar rechazo o violentar a otros por su expresión de género femenina (lo que se llama “plumofobia”). Esta forma de discriminación, de forma general, les sorprendió mucho, porque “no se podían creer que discriminaran habiendo vivido la discriminación”. De hecho, resulta súper sencillo para los hombres que se relacionan con otros hombres pasar por alto discriminaciones que realizan por el simple hecho de haberlas recibido. Por José Yepes, para El Salto Diario.


De unos años para aquí, el trabajo con los hombres desde una perspectiva feminista está creciendo. Ya era hora, ya que pensar sobre los hombres es pensar sobre las personas que estamos en posición compleja de poder (por ejemplo, somos muy mayoritariamente quienes agredemos, tanto a mujeres, como a hombres, como a personas que no encajan en estas categorías).

De forma comprensible, este trabajo se enfoca principalmente al fin de la violencia contra las mujeres. Sin embargo, sigue haciendo un vacío muy llamativo en las reflexiones: ¿Dónde están aquellas sobre los hombres que nos relacionamos con otros hombres? Aunque dentro de este colectivo haya una diversidad enorme, tienen en común que son hombres y que sienten deseo hacia otros hombres y, por lo tanto, la masculinidad juega un papel importante. Junio es el mes del Orgullo, y creo que pensar sobre qué lastres tiene el colectivo y qué tareas pendientes nos queda por hacer es fundamental.

Violencias invisibles 

La mayoría de las veces que se habla de violencias en las relaciones y buenos tratos se habla en clave heterosexual y normalmente no se incluye la perspectiva de hombres que se relacionan con otros hombres. La violencia intragénero sigue siendo un fenómeno muy invisible, aún en conversaciones sobre la violencia en el ámbito de la pareja.  No se trata de desplazar del centro la violencia contra las mujeres, pero es importante arrojar luz sobre otras violencias invisibilizadas.

No sabría decir a qué se puede deber esta invisibilidad, aunque pienso que en cierto sentido se asume, hasta cierto punto, que ser parte de un colectivo discriminado nos hace menos “discriminadores”, cosa que ejemplificaba la anécdota que compartía al inicio.

En las relaciones entre hombres, existe el rechazo a lo femenino y la homofobia interiorizada, y hay relaciones entre moldear el cuerpo y “corporeizar” la masculinidad

Llegamos, pues, al meollo de la cuestión a la que quería llegar. Personalmente, la relación de los hombres que nos relacionamos sexualmente con otros hombres con la masculinidad y el género es un tema que me importa, me atraviesa y me preocupa. A raíz de hacer mi Trabajo Final de Máster, pude ver con claridad que diferentes cosas que yo había percibido en mis propias relaciones con otros hombres eran compartidas. Algunas ideas generales, tanto del TFM como de los estudios que forman parte de la base teórica, podrían resumirse así: hay falta de cuidados y responsabilidad afectiva en las relaciones esporádicas sexuales entre hombres; hay relación entre el rechazo a lo femenino y la homofobia interiorizada y hay relaciones entre moldear el cuerpo y “corporeizar” la masculinidad (es decir, muscularse y/o eliminar grasa de ciertos lugares que “feminizan” la figura).

El efecto del sistema de género en nuestras prácticas relacionales no acaba ahí, por supuesto. Pero estas pinceladas dejan ver que es un tema que puede atravesar mucho nuestras vidas y nuestras relaciones.

La plumofobia como persecución a lo femenino

En España, una de las cuestiones que ha recibido alguna atención por parte de algún medio ha sido la de la “plumofobia”. No es en absoluto casual que exista un rechazo hacia quienes manifiestan “feminidad”, aún menos entre hombres. La “plumofobia” encuentra su expresión en una frase utilizada habitualmente en Grindr (una app de citas entre hombres) para manifestar el tipo de personas que les gustan… o mejor dicho, que no les gustan: “no fats, no femmes” (no gordos, no femeninos). Se acompaña a veces, o se sustituye, por el “masc x masc” (o masculino por masculino).

Las conversaciones con estas personas a veces suponen leer un “yo busco estar con tíos”, haciendo referencia a que la pluma implica una “menor hombritud”, ya sea en cantidad o calidad. Si ser femenino supone no ser “un tío de verdad”, tal vez es que para serlo haya que evitar que nos puedan identificar como “poco hombres”. Pareciera que renegar, discriminar o violentar a “hombres que son menos hombres” nos hace afirmarnos como “hombres de verdad”. Y eso, por desgracia, me suena mucho.

El sexo sobre todo lo demás 

Otra cuestión habitual que podemos encontrar en las aplicaciones de contactos es la rapidez. Cuando “quieres sexo y ya está” suena bien sobre el papel, pero esta rapidez difumina ciertas cuestiones. Es habitual encontrar personas que quieren ir al grano, “no perder el tiempo”. Si perder el tiempo es hablar, el espacio se define una y otra vez como para “buscar sexo y ya está” y no tenemos prácticamente ningún espacio más en el que relacionarnos (especialmente hombres que no viven en grandes ciudades), lo que encontramos es un entorno en el que cuesta ser uno mismo, expresarse con libertad y establecer relaciones con profundidad o significativas. Y no sólo eso: dificulta poder establecer límites y consensos y dificulta hablar de lo que nos gusta en cuanto a prácticas sexuales. El bloqueo de la comunicación explícita complica y deshumaniza las relaciones.

Hablando de límites, me genera un tremendo malestar pensar en todas las veces que he oído, tanto por parte de amistades, como parejas, como “ligues de una noche”, que se han cuestionado o roto los límites ajenos. Los límites son una cuestión crucial que nos hacen sentir control y seguridad sobre la situación y permiten que podamos tomar decisiones desde el deseo y el consenso. Son, en definitiva, esenciales para nuestro bienestar, y veo que se cuestionan o rompen continuamente: insistencia para contactar o tener sexo, acoso a través de redes sociales, manipulación emocional para seguir quedando, presión para no utilizar el preservativo, para establecer tipos de relación que no se desean, por una parte… Y lo peor es que muchas veces ni siquiera identificamos esta violencia.

Cuando no hablamos ni expresamos nuestras emociones libremente, es mucho más complicado mostrarnos vulnerables, y a su vez, establecer una intimidad compartida

Cuando no hablamos ni expresamos nuestras emociones libremente, es mucho más complicado mostrarnos vulnerables, y a su vez, establecer una intimidad compartida.

Para mí, estas dinámicas se pueden describir de otras formas. Se puede describir como rehuir la vulnerabilidad y falta de cuidados y responsabilidad afectiva. Cuando no hablamos ni expresamos nuestras emociones libremente, es mucho más complicado mostrarnos vulnerables, y a su vez, establecer una intimidad compartida. Cuando simplemente nos relacionamos sexualmente y hay un pacto tácito de que “esto es así y así es como debería ser”, tampoco es fácil salirse de ese marco (parece que el único que hay, no habiendo alternativas de socialización en muchos lugares) y visibilizar esa violencia que te han ejercido.

Cuando nos utilizamos sexualmente, no existe la importancia de no hacer ghosting, porque se vuelve “normal”: no me ha gustado uno, tengo montones en el mercado de carne que hay. No es nada extraño tampoco que el formato de las apps de contactos entre hombres tenga un formato de galería de fotos y sea así la foto el primer filtro para poder entrar en contacto (en un contacto que habitualmente rehuirá la comunicación explícita).

Estética y cuerpos normativos

Llegamos a otro tema importante: “quién está bueno, tiene la oportunidad de llegar a hablar”. Esto, por supuesto, va más allá de las apps. Cambiemos “llegar a hablar” por “llegar a ser visto”. ¿Qué cuerpos ocupan nuestro imaginario cuando pensamos en hombres que tienen sexo con hombres? ¿Qué cuerpos ocupan las carrozas? ¿Qué cuerpos deseamos? Pienso, por ejemplo, en los hombres gordos. ¿Por qué han de ir a sitios, apps, comunidades específicas donde les aprecian sexualmente, como es la comunidad oso, para no enfrentarse a violencias cuando son visibles o se relacionan?

No se puede olvidar tampoco cómo dentro de cada subgrupo existe una cierta normatividad corporal, y ésta está relacionada con la masculinidad. Si en la cultura más mainstream tenemos al hombre “en forma”, blanco, quizás musculado, de actitud masculina, en la cultura oso tenemos a un hombre gordo pero no “demasiado” (y con una distribución “masculina” de la grasa: sin mucho pecho pero sí pectorales, caderas…), peludo, con barba, de actitud fuerte. Con algunas personas, de hecho, hago bromas de cómo “existe una cara oso”, de la que no sabemos diferenciar si quiere pegarnos una paliza o le atraemos sexualmente.

La importancia de los cuidados en la Comunidad

Es cierto que hay espacios donde sí hay comunidades de hombres donde los cuidados están muy presentes y donde las normatividades corporales no tienen tanta influencia. Algunos ejemplos son las comunidades maricas (apropiándose del término), queers, las que son más cercanas o comparten con espacios feministas o las que han generado algunas personas en su entorno. Pero se trata de comunidades pequeñas y alejadas de los espacios mainstream.

Creo que los hombres, en tanto que hombres, tenemos muchas conversaciones pendientes. Quiero aprovechar que estamos en el Mes del Orgullo para reivindicar que los hombres que nos relacionamos sexualmente con hombres tenemos algunas más. Si nos importa la igualdad, si nos importa la garantía de nuestros derechos, debemos reflexionar un poco sobre nuestras prácticas y no reproducir el sistema en casa.

Quiero que visibilicemos las violencias que sufrimos cuando nos relacionamos entre nosotros y les pongamos nombre; quiero que podamos tener cualquier tipo de cuerpo, sentirnos deseables y no sentir “que no somos gays de verdad”

Quiero que hablemos de la relación que tenemos con nuestra masculinidad, y qué efectos genera cuando la ponemos en juego en las relaciones que tenemos. Quiero que visibilicemos las violencias que sufrimos cuando nos relacionamos entre nosotros y les pongamos nombre. Quiero que podamos tener cualquier tipo de cuerpo, sentirnos deseables y no sentir “que no somos gays de verdad”. Quiero que seamos un espacio realmente seguro para otras personas fuera de la normatividad. Quiero que nos impliquemos en conseguir la igualdad también en lo íntimo, en lo personal, porque también es político.

Creo que no hace falta ir hasta un análisis muy profundo. ¿Qué clase de espacios compartidos y compartibles estamos generando, teniendo en cuenta los poquísimos que tenemos y que la masculinidad se cae a trozos?



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