13/01/2021

Brasil: multitudinaria protesta ante la partida de la empresa Ford del país

Trabajadores y trabajadoras de la automotriz Ford, en Brasil, lanzaron ayer una serie de protestas a partir del descontento generado por el anuncio de la empresa de cerrar tres plantas de la firma y, en consecuencia, de poner fin a la casi totalidad de su producción en el país vecino. La iniciativa originó una verdadera conmoción en el estado carioca, a la vez que propinó un gran impacto en muchos aspectos político-económicos. Uno de ellos ancló sobre los puestos de trabajo que aseguraban el sustento de 5.000 obreros y obreras brasileñas, aunque sectores gremiales estiman a alrededor de 72.000 personas sin empleo entre los directos e indirectos tras la huida del gigante norteamericano. Por Máximo Paz, para ANRed.


Fue así que desde la primera hora de la mañana, al menos 3.000 empleados y empleadas, munidos prolijamente de tapabocas contra el coronavirus, se agruparon alrededor del establecimiento de Camaçari, en el nordeste del estado de Bahia, (lugar de fabricación de los automotores EcoSport, Ka y su versión sedán, “Ka+”). A su vez, unos 500 manifestantes lo hicieron frente a la de Taubaté, ubicada en el interior de São Pablo y donde se realizaban motores y cajas de cambio. Se tratan de las dos plantas que bajarán sus persianas de forma inmediata.

La tercera, ubicada en Ceará (noreste) -allí se elabora el todoterreno Troller (T4)-, seguirá con sus funciones hasta fines de 2021.

De todos modos, pese a la primera estimación, donde se suponen alrededor de 5.000 empleos menos, el cálculo de daño puede agrandarse. En ese sentido, el presidente del Sindicato de Metalúrgicos de Bahía, Julio Bomfim, tras anoticiarse, fue más allá de los desocupados de las plantas y aseguró que la determinante medida de la multinacional se trata de “un crimen”, en tanto que si se agrega la actividad de tercerizadas, firmas socias y satélites de autopartes y demás, llegarían a 12.000 las personas que verían muy perjudicados sus ingresos y futuro.

Aún así, el líder gremial siguió multiplicando: «hay 12.000 trabajadores directos y, por cada trabajador directo despedido, hay cinco indirectos. Hablo de casi 60.000 indirectos que pierden su empleo y 12.000 directos. Son 72.000 trabajadores. Esto es un camuflaje que Ford está haciendo para quitarse responsabilidad social”, apuntó el representante de las y los trabajadores citado, conocido por su inercia cuando en 2017 se hizo realidad uno de los sueños de las patronales cariocas: la reforma laboral.

También, en declaraciones, el sindicalista aseguró que ya se dieron 460 despidos efectivos desde cuando el lunes, en reunión con la dirigencia de Ford, informaron a Bomfim sobre la medida.

«Los propios ejecutivos de Ford nos dijeron que era por la inestabilidad económica y la incertidumbre del gobierno federal», aseveró.

«Fue una noticia chocante, la peor posible», reveló a medios Felipe Monteiro, técnico electrónico y que lleva 16 años en el establecimiento de Taubaté, luego de su participación en una de las asambleas.

«Desde hace años nosotros venimos renunciando a varios derechos y esperábamos una postura diferente de la empresa en relación a las inversiones que necesitaba para continuar», agregó el trabajador de 34 años, casado, con dos hijos y próximo desocupado.

«Ford Brasil cesará la producción en las plantas de Camaçari, Taubaté y Troller en 2021 dada la pandemia del Covid-19, que amplifica las persistentes capacidad ociosa y bajas ventas que resultaron en años de pérdidas significativas», expresó la compañía multinacional en un comunicado.

El país, en tanto, seguirá siendo cabecera de la oficina regional y, además, conservará el centro de diseño de la firma oriunda de Detroit. A su vez, la compañía expresó que en el futuro importará sus unidades a Brasil desde Argentina y Uruguay.

Desde el reciente 2021, se cuentan 100 años cuando Ford, en 1921, instaló su primera fábrica para producir 4.700 automóviles y 360 tractores por año.

Otros perjuicios que presenta a la economía brasileña recaen en la recaudación de impuestos y, en un sentido estratégico, en lo que representa como indicador para la confianza en la recuperación económica post pandemia.

De todos modos, no se trata de la única baja reciente en la rama: Mercedes Benz dejó de producir en aquél país colindante sobre el mes pasado, al cerrar su única planta ubicada en Iracemápolis, municipio del estado de São Paulo.

Por su parte, el desenlace funesto de la multinacional Ford provino sin respiro y luego del golpe que significó que el banco más antiguo de América y la entidad pública más grande de la región, el Banco do Brasil (BB), dio a conocer un plan de retiros voluntarios con el fin de eyectar de su nómina a 5.000 empleados y empleadas y a dar de baja a 315 de sus sucursales.

«A Ford le faltó decir la verdad. Ellos querían seguir recibiendo subsidios de 20.000 millones de reales (4.000 millones de dólares) como hicieron los últimos años, con el dinero de impuestos de ustedes (por los ciudadanos brasileños) para seguir fabricando autos», bramó el presidente Jair Bolsonaro al enterarse del suceso.

“Desentona con la fuerte recuperación del sector industrial”, declaró en sintonía Paulo Guedes, ministro de Economía y hombre que mordió la noticia ocupado en la rosca para acelerar la gestión de dos reformas claves para sus planes y el de su jefe: la tributaria y la de la función pública.

Días antes, el propio Bolsonaro había declarado públicamente, sin pelos en la lengua, que el país que dirige se encontraba en quiebra y que él no puede hacer nada para modificar tal situación. «Brasil está quebrado. Yo no consigo hacer nada. Quería modificar la tabla del impuesto de renta, pero no pude», afirmó.

Los números le dan la razón al premier ultraderechista: según las últimas proyecciones del gobierno y analistas con cierto renombre en la región, Brasil concluyó el pasado año con una contracción económica de alrededor del 4,5 %, la mayor en términos anuales desde varias décadas, aunque con un coeficiente menor al que se pronosticaba sobre los primeros tiempos de la pandemia del Coronavirus, cuando el FMI calculó que Brasil se retraería en un 9 %.

Pese a que la mayoría de las actividades económicas se recuperaron en los últimos meses y algunas se están desenvolviendo a niveles previos a la pandemia, el desempleo continúa empujando hacia arriba, cuya derivación concluye en el círculo vicioso de la desconfianza capitalista y se extiende por sus carriles lógicos: los despidos en masa.



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