12/01/2021

«Hasta siempre Carlitos»

Compartimos carta abierta de despedida que realizaron quienes integran el Centro Cultural y Comunitario La Toma de Lomas de Zamora, al sur del conurbano bonaerense, ante el fallecimiento de Carlos Daniel Saucedo, quien se sumó a colaborar con el espacio en noviembre de 2002. Sus restos son velados hoy, con las medidas de distanciamiento social pertinentes, desde las 10:45 en la Casa de Sepelios Portela (Villa de Luján 2545, Remedios de Escalada). «Conocido simplemente como ‘Carlitos’ en la zona sur del conurbano bonaerense, Carlos Saucedo es una de las miles de personas que dedica parte de su vida a mejorar la de los demás. Y un ejemplo de que el único requisito para luchar por un mundo más justo es proponérselo», destacaba una nota del Movimiento Etiopía publicada en 2017 por esta agencia, que volvemos a recordar.


Difundimos carta:

¡Hasta siempre Carlitos!

En noviembre de 2002, un día después de recuperar el espacio para funcionar como el Centro Cultural y Comunitario La Toma de Lomas de Zamora, junto a mucha otra gente que estaba en lo peor de la crisis, sobreviviendo en la calle, se acercó y se presentó  como Carlos Daniel Saucedo, quien fuera soldador de vía en el Ferrocarril Roca, cuando ya llevaba más de diez años desocupado.

Carlos vino a participar del merendero y después de comer algo se quedó a dar una mano. De a poco estuvo todas las semanas; de su ingenio salieron guisos y mates cocidos, amables y bondadosos.

Desde su compromiso, su atención a cada compañero o compañera que se le fue haciendo amigo o amiga, sus mates solidarios, a cualquier hora del día, su cariñoso cuidado por la huerta en la terraza que muchas veces resistió gracias a él, su generosidad con los y las niñas cuando procuraba que tomaran una chocolatada o el día del niñx tuvieran algún caramelo fue haciendo de La Toma su lugar, su vida y así pasaron 18 años.

La última mano nos la dio hasta hace pocas semanas, también pensando en cómo hacer más digna la vida a los y las demás, solidario de primera línea, como quien supo cómo es el dolor del hambre, del rebusque callejero y la indiferencia. Iba cada sábado a conseguir el pan, a ayudar, prendiendo el fuego temprano o colaborando para revolver la Olla Popular que sostuvimos en esta otra nueva crisis que nos trajo la pandemia.

Hoy Carlitos dejó de acompañarnos, volverá volando seguramente silencioso a su Nogoyá natal, descansará lejos de este ruido de la estación y del centro de Lomas de Zamora al que se terminó acostumbrando para ser compañero.

Mañana para quienes quieran y puedan estar, con todas las medidas de distanciamiento social pertinentes, nos permiten darle un último saludo a las 10:45 en la Casa de Sepelios Portela, en Villa de Luján 2545, de Remedios de Escalada.

!Hasta Siempre Compañero!

Centro Cultural La Toma


Entrevista a un luchador anónimo

Conocido simplemente como «Carlitos» en la zona sur del conurbano bonaerense, Carlos Saucedo es una de las miles de personas que dedica parte de su vida a mejorar la de los demás. Y un ejemplo de que el único requisito para luchar por un mundo más justo es proponérselo. En la zona sur del Gran Buenos Aires, como en todas partes del mundo, hay muchas de esas historias. Una de ellas es la de Carlos Saucedo: aunque ni siquiera tiene un espacio propio donde vivir, Carlitos (como lo conocen en el sur) prefiere usar el dinero de su jubilación y su tiempo para colaborar con proyectos culturales y comunitarios, sin pedir nada a cambio. Por Movimiento Etiopía para ANRed – 01/08/2017

«Nací en Entre Ríos – cuenta – vivía con mi madre y mis hermanas. Me vine a Buenos Aires para hacer el servicio militar y, cuando salí, por necesidad, empecé a trabajar en el ferrocarril Roca, donde estuve durante 35 años».

¿Y tu papá?

No tengo. Llevo el apellido de mi madre, porque mi padre nunca estuvo. Cuando yo tenía 18 años me mandó unas cartas, pero no quise saber nada, porque a mí me crió mi mamá, sola, y por su esfuerzo nunca me faltó nada. Por eso llevo su apellido y por eso siempre defiendo mucho el lugar de la mujer.

¿Cómo fue tu infancia?

Quería ser piloto de avión, pero no se pudo porque solo podía aprender en el ejército y mi mamá no me quiso firmar el permiso: le daba miedo que terminara participando en una guerra. Y en ese momento, sin su firma, el ejército no permitía el ingreso.

¿Cuál fue tu primera experiencia comunitaria?

Hace 16 años, cuando trabajaba en el ferrocarril, conocí a gente que le daba de comer a los pibes de Lanús que pasaban hambre, y empecé a ir con ellos. Desde esa vez, no paré. Después estuve cuatro años en un hogar de tránsito en el que dormían 140 personas, y también ayudé en otros espacios.

¿Y ahora en dónde colaborás?

Soy parte del Centro Cultural La Toma, que está a unos metros de la estación de Lomas de Zamora (Siria 75, 2° piso), y de una organización llamada «No Seas Pavote”. En La Toma hago un poco de todo, estoy para lo que necesiten, a la hora que sea. Hay muchos talleres gratuitos y siempre está lleno de gente. En No Seas Pavote colaboro con una cena comunitaria todos los martes. Compramos, cocinamos y entregamos una bandeja de comida, en la estación de Lomas de Zamora, a todas las personas que la necesitan. Y los dos espacios se juntan el último martes de cada mes, porque festejamos en La Toma los cumpleaños de las personas que van a cenar.

¿Dónde vivís, Carlos?

En el Centro Cultural La Toma. Me dieron una piecita y estoy muy cómodo acá (sonríe). En el año 2001, esto era un espacio totalmente abandonado, y en el medio de la crisis, con varios vecinos, decidimos empezar a usarlo para ofrecer actividades gratuitas. Un día estábamos acá con otra chica, conversando, tranquilos, y de golpe entró la policía y nos llevó a los dos. ¡Fue la única vez que estuve preso! Ahora me río, pero fue difícil. Por suerte estábamos muy bien organizados y enseguida hubo más de 4.000 personas en la comisaría exigiendo que nos liberaran, así que salimos en pocas horas. Al final, con el tiempo, demostramos que teníamos un proyecto que era bueno para la comunidad y terminaron entregándonos oficialmente el espacio, pero le quedó el nombre de La Toma.

¿Por qué sos parte de organizaciones sociales y no de partidos políticos?

No me gustan los políticos que prometen cosas. Yo no voy a prometer algo que después no pueda hacer: si te digo que te voy a dar una mano, cumplo con eso. En mi vida vi muchos partidos políticos que prometieron cosas y no cumplieron; y donde yo colaboro, en vez de prometer, hacemos.

Podrías usar tu plata y tu tiempo para tener tu propio espacio, alquilar un lugar, pero preferís usarlo para los demás. ¿Por qué?

Siempre me gustó ayudar y colaborar. Cuando lo hice la primera vez, me di cuenta de que me hace bien. Aunque sea llevar un plato de comida para el que no tiene, lo que sea, pero me gusta hacer algo. Yo tengo una jubilación, que no será gran cosa, pero me arreglo con eso para todo. Igualmente siempre pienso que habiendo tantos lugares vacíos por todos lados, como estaba antes La Toma, el Gobierno tendría que ceder esos espacios para sacar a la gente de la calle. Solamente dándoles un espacio para vivir, se estaría haciendo un montón por ellos.



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