06/12/2020

La mucama negra, chorra y bruta: Así las ven y así les pagan

¿Qué hay detrás de los tuits racistas y clasistas de Los Pumas? «La reproducción social de la desigualdad, donde siempre va a haber empleadas y empleadores», explica la becaria del CONICET Verónica Casas. «Estos discursos de odio no son otra cosa que violencias ejercidas sobre mujeres de sectores populares», plantea.  Por Veronica Casas (El Grito del Sur)


Por estos días, en las redes sociales salieron a la luz diversos tuits de tres jugadores de Los Pumas -el capitán Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino- de hace 8 años atrás. Un Matera de 18 años, un año antes de debutar en la selección de rugby, tuiteaba: “Hoy la mucama se puso a llorar y le dije que no era para tanto, que puede ser una negra paraguaya semianalfabeta, pero al menos no es de Gimnasia”. Apenas un año antes, en 2011 escribía: “El odio a los bolivianos y paraguayos, etc. nace de esa mucama a la que una vez se le cayó un pelo en tu comida”. ¿Por dónde empezar? Primero, algo que es un hecho: los mensajes difundidos estos días están plagados de clasismo, xenofobia, misoginia, gordofobia y racismo. El repudio fue bastante generalizado, se puso en cuestión incluso que jugadores con esos valores representen a la Argentina.

Con rapidez, la Unión Argentina de Rugby (UAR) quitó la capitanía a Matera y suspendió a los tres jugadores en medio del campeonato Tres Naciones. Duró poco: luego de que varios jugadores e instituciones tildaran de desmedida la reacción de la UAR, la organización que nuclea a los rugbiers en nuestro país dio marcha atrás. El argumento de la entidad fue que “durante la declaración, los tres jugadores manifestaron su profundo arrepentimiento, reiteraron el pedido de disculpas, ratificaron que no es lo que piensan y que fue un acto imprudente propio de la inmadurez”.

Ahora bien, dejando de lado el debate acerca de la “cultura de la cancelación”, de los “carpetazos” de tuits viejos o si alguien tiene la posibilidad de cambiar (modificando sus valores morales e intelectuales), hay algo sobre lo que es necesario reflexionar. Cada tanto nos escandalizamos públicamente por los dichos y actitudes de algún famoso respecto a su empleada doméstica: Reina Reech, Cinthia Fernández, Pampita, Nicole Neumann y la lista sigue. Cuando baja la espuma algo queda. Y es el contenido: “la mucama negra, chorra y bruta…”, así que cabe preguntarse, ¿así las ven? ¿Qué contienen de implícitos estos discursos de odio?

DESNATURALIZANDO LOS DISCURSOS DE ODIO

Cuando se dieron a conocer estos tuits, a las trabajadoras de casas particulares no les sorprendió ni un poco. Una de ellas reflexionaba: “Aunque sea terrible de leer esto, sabemos que es lo que la mayoría piensa aunque no lo digan para quedar bien”. Es evidente: hablamos de un sector que no es valorado socialmente, que recibe bajos salarios y que se encuentra en gran medida en la informalidad -en nuestro país un 77% de trabajadoras no están registradas-. Los caracteres volcados en las cuestionadas oraciones, los viven cotidianamente en el trato, en sus salarios y en las condiciones de trabajo.

Y si analizamos el contenido de los tuits hay una construcción del otro/otra que merece ser desnaturalizado. Otro jugador, Guido Petti, escribía: “Tengo una empleada nueva de 18 años flaca morocha de ojos celestes… puedo jurar que le pasa el trapo a varias amigas” (Nota: las faltas de ortografía de los tuits fueron corregidas por quien escribe la nota). Petti parecía sorprendido, porque según el horizonte de posibilidades “la empleada” no puede poseer belleza, ni tener ojos claros, ni ser flaca. La mucama es negra, fea y gorda, no hay otra. La construcción de esa otredad desde la diferencia plantea la imposibilidad de compartir rasgos, gustos o tener algo en común. Así lo dejaba en claro el mismo Petti en este otro tuit: “Que bueno estar sin luz, sin agua, sin nada… bañándome en el baño de la empleada, porque está abajo y no necesita presión… re lindo! Beso”. La barrera social se hace latente, no puedo bañarme en el mismo baño que la empleada inferior a mí. Y peor si es extranjera, paraguaya o boliviana. De esa manera, la relación empleador/empleada es jerárquica y asimétrica ¡no sea cosa que te acerques demasiado!

Y esa diferencia que marca la clase alta -y media aspiracional- se traduce en desigualdades de clase, género, étnicas (entre otras) para el sector de trabajadoras de casas particulares. El mismo jugador bromeaba: “¿Qué es una mucama embarazada de trillizos? –un kit de limpieza”. Más allá de la falta de humanidad de quien en su momento escribió esto, el mensaje posee implícito dos grandes verdades. Por un lado, la reproducción social de la desigualdad, donde siempre va a haber empleadas y empleadores. Cada unx en su lugar. Y por el otro, que en la trayectoria de vida de las trabajadoras, muchas se iniciaron en este trabajo durante su infancia, ayudando en los quehaceres a su mamá trabajadora doméstica o cuidando a hermanos y hermanas mientras su mamá iba a ganarse el mango. La dura realidad de los y las pobres, vidas que lejos están de la comprensión y empatía de muches.

Y no estamos hablando del problema de las redes y las expresiones desafortunadas, no. El problema es que estos discursos cargados de prejuicios, estigmatizaciones y discriminación se traducen en acciones concretas vivenciadas cotidianamente por las trabajadoras de casas particulares. “Tener que revisar el bolso de mi empleada y que sacando sus cosas te vaya diciendo: esta es mi blusita, esta es mi bombachita, me hizo el día”. Además de la burla y la humillación, muestra un acto cotidiano realizado por los empleadores y empleadoras. Revisar bolsos, cuartos de servicio, sospechar de la “muchacha” que seguro es chorra, son prácticas cotidianas. La mayoría de las veces sospechas infundadas que terminan en despidos y/o maltratos verbales y físicos.

ASÍ LAS VEN Y ASÍ LES PAGAN

Verdaderamente poco importa si Matera, Petti y Socino al entrar a Los Pumas se convirtieron en ciudadanos de altura moral y respetuosos de la diversidad humana o que piensan lo mismo que hace 8 años, pero ya no lo tuitean. Dejemos un poco de lado los nombres propios y hablemos de los problemas sociales que contienen estos discursos de odio reinantes en nuestra sociedad. Que no son otra cosa que violencias ejercidas sobre mujeres de sectores populares que realizan un trabajo digno.

Una trabajadora escribía muy claramente: “Gracias a nosotras tienen la casa limpia y en orden estos malagradecidos”. Porque el trabajo en casas particulares es una actividad desvalorizada e invisibilizada, bajo la que se apoya una gran parte de la sociedad. Y sin ánimo de generalizar estos discursos u homogeneizar a la parte empleadora, el no agradecimiento y los significantes analizados le otorgan cifras a ese trabajo.

El 30 de noviembre la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares (CNTCP) otorgó un aumento de los sueldos mínimos de todas las categorías de la actividad en un 28% en 3 cuotas: 10% en diciembre 2020, 8% en febrero 2021 y 10% en abril 2021, más un 3% de aumento del adicional por zona desfavorable desde enero de 2021 (estaba en el 25% y pasa al 28%).  Es decir, por ejemplo, que alguien que trabaja entre 32 a 48 horas semanales y realiza tareas generales (de limpieza) con retiro cobraría a partir de diciembre $19.564. Cifras que quedaron muy por debajo de lo que reclamaban las trabajadoras. Así como no se tuvo en cuenta el reclamo por seguro por desempleo, adicionales por antigüedad, presentismo y viáticos, entre otros reclamos.

Así las ven y así les pagan. Y aquí se sitúa uno de los núcleos de la desigualdad social y de género. En la hipocresía de no reconocer -no solo de palabra, sino con plata- a quienes realizan un aporte muy importante para las economías de los hogares y el país. No nos quedemos solo con el repudio, por favor.

 



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