27/11/2020

Perú se levanta: de la destitución a la Asamblea Constituyente

Movilización en Arequipa. Foto: Christian Ramos/RPP

Durante las últimas semanas llegaron a nuestro país imágenes del pueblo peruano en lucha. Las impactantes similitudes con la retórica de lucha chilena y la salida de dos presidentes en una semana montan un escenario fértil para la idea de que “Perú despertó”. ¿De dónde viene y hacia dónde va este movimiento? Dialogamos con Leina Guillen, militante de Nuevo Perú, sobre la situación peruana que mantuvo en vilo a toda la región. Por Ayelén Branca y Natalia D’Amico para ANRed.


El pasado 9 de noviembre, Martín Alberto Vizcarra Cornejo, presidente de Perú y miembro del Partido Peruanos Por el Kambio, fue destituido bajo la figura de “incapacidad moral permanente”. Este movimiento, caracterizado como un golpe o autogolpe de Estado por varios sectores políticos, abrió el juego para el estallido social. Al día siguiente, Manuel Arturo Merino de Lama, Partido de Acción Popular, asumió autoritariamente la presidencia y las movilizaciones se intensificaron a lo largo de todo Perú al grito de “No aceptamos”, “Todos los días hasta que caiga”, “Merino no es mi presidente”, “Fuera Merino”. El Estado reprimió ferozmente, asesinando a Jack Brian Pintado Sánchez y a Jordan Inti Sotelo Camargo, de 25 y 24 años respectivamente y dejando a 30 personas desaparecidas y cientos de heridos.  Seis días después, con miles de personas permaneciendo en las calles, un pendulante parlamento ubicó como presidente a Francisco Rafael Sagasti Hochhausler, del Partido Morado, un tecnócrata liberal con señales amigables a un gobierno de transición que, por primera vez en la historia, pidió perdón por los asesinatos y la represión a las protestas.

Esta situación se da en el marco de un país fuertemente atravesado por la crisis social y política que afecta a toda la región. Dos meses atrás, en un diálogo con Leina Guillén, militante de Nuevo Perú, sobre los efectos de la crisis en las mujeres y las disidencias sexuales había una idea persistente dando vueltas: “La crisis ha sido tan grave en Perú que la gente ya no puede más, se está poniendo de pie, está en un proceso de despertar”. Ahora, intercambiamos sobre las movilizaciones de masas, el proceso destituyente, las pretensiones del progresismo y la posibilidad de tirar abajo la Constitución de Fujimori.

AB y ND. ¿Cómo fue el proceso destituyente de Vizcarra?

La crisis sanitaria en Perú ha sido muy dura y se ha llevado a más de 70 mil peruanos y peruanas. Más del 80 por ciento de niños, niñas y jóvenes en el país no puede acceder a la educación virtual porque no tienen acceso al Internet; muchos trabajadores y trabajadoras han perdido sus trabajos; el propio Gobierno le permitía a las grandes empresas despedir personal sin ningún tipo de reparo. Frente a esta situación de desprotección y de abandono completo del Estado, nos enfrentamos a un proceso político sostenido sobre el descontento que generó una ola de indignación.

En este contexto, el Congreso cerró filas para destituir a un presidente por la causal de “incapacidad moral permanente”. Eso no es constitucional. El presidente Vizcarra no estaba incapacitado ni demente ni tenía una enfermedad terminal para aplicar la causal de incapacidad moral. Lo que sí tenía eran procesos judiciales por corrupción, lo que realmente no nos sorprende porque hablamos de un sistema neoliberal en el que la corrupción y la mafia campean. Los golpistas que fabricaron este golpe representan a la ultraderecha.

Para nosotras fue un golpe contra la institucionalidad y la gobernabilidad de este país. Entonces, en esa línea nos hemos movido. Hemos resistido seis días y noches de movilizaciones permanentes en todo el país. Lamentablemente han fallecido dos hermanos, tenemos 30 desaparecidos y centenas de heridos. Pero seguimos marchando para deshacernos de toda esta clase política caduca. Vamos a seguir movilizando en torno a la Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución del 93 que representa la dictadura del fujimorismo.

AB y ND. En nuestro diálogo anterior, apenas dos meses atrás, nos advertías que en Perú había un escenario de inestabilidad política abierto, por la propia dinámica histórica del país pero también por la profundización de las contradicciones ante la crisis actual. ¿Era esperable o previsible que ocurriera la destitución del presidente y la ola de movilizaciones?

Yo creo que nadie preveía lo multitudinario de las marchas, de la movilización. Pero como te comenté hace dos meses, hay una precarización en la vida en el país que está haciendo que definitivamente todos tengamos que exponernos al sentimiento de pobreza y de precariedad. Perú ya no es ese país que nos vendieron, el paraíso neoliberal. Eso no existe más y cada vez se pone peor. Eso ha desatado en los jóvenes una consigna de lucha que se va a mantener. Los jóvenes tienen toda la intención de salir, de marchar, de seguir en las calles movilizándose para garantizar que el país tenga los políticos que necesita tener para salir adelante.

Lo que me preocupa es que no tengamos la fuerza para direccionar toda esa movilización en torno a una agenda común y un proyecto político, porque también hay fuertes niveles de despolitización. Ahí tenemos una tarea desde la izquierda que es ver cómo orientar todo ese movimiento y convencer a los jóvenes, a las jóvenes, a los trabajadores, a la ciudadanía en general de que no todos son corruptos. Hay un momento de resistencia pero creo que ese despertar de la conciencia tiene que tener una orientación política. En eso estamos: tratando de organizar desde los diferentes frentes acciones programáticas. Una de las primeras tareas es poner en la mesa la idea de la Asamblea Constituyente y lanzar un referéndum el 11 de abril junto a las elecciones.

AB y ND. En todo este escenario político, ¿qué rol cumple la figura de Merino? ¿A qué sectores representa? 

Merino viene del Partido Político de Acción Popular, que representa al centro. Le han vendido el cuento a la gente de que no representan “ni derecha ni izquierda”. Pero visto desde la izquierda, la renuncia de Merino a 5 días de asumir autoritariamente la presidencia ha sido un “golpe al centro”. Su primera acción evidente frente a la sociedad fue llamar a una junta para escoger un Nuevo Tribunal Constitucional, que es quien gobierna todos los aparatos de justicia del país. ¿Para qué? Para colocar a dedo a gente que no lo vaya a juzgar, que elimine todos los procesos de lavado y corrupción. Antes del golpe, nadie conocía a Merino, nadie sabía que pertenecía a Acción Popular.

Uno de los acuerdos a los que se llega cuando Merino renuncia es que solamente podían ser parte de esta negociación para la Junta Directiva del Consejo del Congreso los diecisiete congresistas que habían votado no a la vacancia. Esta primera negociación se hace la noche de la renuncia de Merino y se pone a la cabeza a Rocío Silva Santiesteban, una mujer de procedencia de izquierda y feminista. Se llega, supuestamente, a un consenso  por ella. Pero al día siguiente se va a votación y no se cumple el consenso. Así es como entra Sagasti a la presidencia, integrante del Partido Morado -dirigido por Julio Guzmán-, de la derecha liberal. Así se instala el gobierno de transición para garantizar que la cosa camine hasta el 11 de abril. Pero la movilización va a continuar porque no se trata de cambiar a un presidente y ya. El primer objetivo es lograr que el 11 de abril se permita el referéndum y que el pueblo soberano decida si quiere o no una nueva Constitución. De allí veremos cómo instalamos la Asamblea Constituyente.

AB y ND: Este escenario de participación masiva nos resuena a la movilización popular de Chile. Pero pensando en lo propio del movimiento que despierta hoy en Perú, ¿qué sectores articulan este movimiento? ¿El proceso por una nueva constitución es un emergente de este momento histórico o es un proyecto que ya estaba en en el sentido común?

LG: Los sectores que se han movilizado han sido los y las jóvenes, muchos de ellos que no estaban organizados y se movieron a partir de las convocatorias de las redes sociales. También colectivos universitarios y colectivos feministas, colectivos de la diversidad sexual que por primera vez marchan en bloques tan grandes a favor de la lucha por el país. Venimos de un proceso bastante duro de despolitización del país. Hace unos meses la posibilidad de hablar sobre una nueva Constitución era muy acotada.  Como decía Javier Diez Canseco, no estábamos en un momento constituyente. Pero este momento histórico ha generado toda una dinámica en la que arde la necesidad de saber qué es lo que pasa con la Constitución: en esta semana, tan sólo en Arequipa, han habido más de 20 conversatorios acerca de qué implica una Asamblea Constituyente.

La constitución de la dictadura de Fujimori solamente beneficia a los grupos y a los capitales mafiosos y corruptos del mundo, encabezados por el imperialismo de Estados Unidos. La primera forma de cambiar y conseguir un nuevo contrato social, donde tengamos justicia social para el pueblo y vivamos con dignidad, es desinstalando esa Constitución y avanzando con una Constitución realmente soberana. Hay una necesidad de saber qué pasa con esto, de informarse. Hay una recomposición de fuerzas alrededor de los jóvenes.

Hemos pasado demasiados años frente al saqueo, ya no se puede más y la población está harta. Entonces creo que ahí hay un momento importante, esperemos sostenerlo, hay que darle orden, hay que darle orientación y  meterle fuerza desde los sectores de izquierda, tenemos una tarea, una obligación: tratar de orientar la lucha.

AB y ND. Mencionaste como grupos importantes de las movilizaciones a las mujeres y a la comunidad LGBT+. ¿Cuál es la situación particular de esa población?

El sistema neoliberal que tiene varias décadas en Perú generó una dinámica muy cruda, especialmente para las mujeres y disidencias sexuales. Esta pandemia implicó que las mujeres se queden en casa y a su vez, ejecuten tareas de teletrabajo y se hagan cargo del cuidado y educación de les niñes. También se evidenciaron casos de agresiones y de violencia mucho más fuertes: a la fecha tenemos más de 9000 denuncias de mujeres que han recibido violencia. La pandemia evidenció eso que decimos las feministas de que la casa no es un espacio seguro. Se ve también, en el caso de las de las mujeres lesbianas, que se enfrentan a la violencia dentro del hogar por el hecho de no ser aceptadas por lo que son.

La mayoría de mujeres han perdido sus trabajos, principalmente las mujeres de sectores populares que generalmente trabajaban en el comercio del día a día o que son ambulantes. Las mujeres y disidencias sexuales que ejercían el trabajo sexual también se han visto afectados. Así se fue profundizando la dinámica de pobreza.

Por su parte, la crisis sanitaria no sólo ha impactado a la comunidad urbana de las grandes ciudades sino que también puso en riesgo a las comunidades indígenas en sectores rurales, en general por la dinámica del extractivismo. Nuestros pueblos originarios se han visto profundamente afectados por el COVID19, han fallecido 20 awajún de la zona de San Martín, de Amazonas, al encontrarse en una zona tan inhóspita y no haber control de personas entrando y saliendo, zona donde se maneja todo el negocio de la petroquímica del país. En este contexto se avanzó con el control represivo, con militares patrullando las calles para que no saliéramos a protestar. Sentimos como un pequeño ejercicio de una nueva recomposición neoliberal para ejercer una posición más facista, de corte más cruda, contra los intereses del pueblo. Se ha revelado la versión más cruel del neoliberalismo pero la gente ya no puede más, se está poniendo de pie, está en un proceso de un despertar.



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