28/10/2020

«Somos esenciales como los barbijos, pero también somos descartables»

Maximiliano tiene 49 años. Pedalea de un lado a otro de la Ciudad y alrededores con calor, frío y lluvia, de noche y de día, cargando hamburguesas, helados y bebidas, pero también medicamentos y productos de limpieza para quienes no pueden arriesgarse al contagio. Hay alrededor de 120 mil repartidores de plataformas en el país que, como trabajadores de la salud o recolectores de residuos, son esenciales para sostener la cuarentena. Como dijo Antoine de Saint-Exupéry: lo esencial es invisible a los ojos (o al Estado). Por Andrés Masotto (para La Defe*).


¿Cómo empezás a trabajar en Glovo?

Cerró la empresa donde había trabajado trece años. Ahora estoy por cumplir cincuenta años, el sábado fui abuelo, tengo tres hijos. Obviamente a esta edad y con las crisis económicas que venimos sufriendo hace años me resulta casi imposible conseguir trabajo. Hablando con un chico repartidor le pedí si me podía pasar el link y decirme cómo meterme, y me metí. Esto me salvó un poco. Después hago otro tipo de trabajos, hago pintura, trabajo de albañilería, me doy maña para todo. La estabilidad que tuve se me fue a pique de un día para el otro.

Como Maxi, hay cientos de miles de personas que por distintos motivos fueron expulsadas del mercado laboral formal (porque aunque estas aplicaciones simulan ser la revolución del trabajo, no lo son: solo llegaron para profundizar la explotación) y se suman a la economía de plataformas, poniendo sus cuerpos y sus vidas al servicio del delivery de productos.

Hoy, la cantidad de trabajadores que hay en este rubro ha crecido mucho, apunta Maxi a través de la pantalla, porque también por la crisis económica han quedado millones de personas sin laburo. Son empresas que se aprovechan y alimentan de esta situación. Imaginate que Glovo le vendió las operaciones a PedidosYa por 272 millones de dólares. Hay una ganancia muy importante. Rappi declaró que el año pasado ganó 4600 millones de dólares en todos los países donde está. Claramente tienen los recursos para concedernos algunas reivindicaciones. Nosotros primero pedimos aumento y ahora pedimos reconocimiento laboral, hemos ido evolucionando. El tema de las aplicaciones no solamente viene de la mano de los repartidores, están avanzando sobre otros trabajos. En Estados Unidos están reemplazando trabajadores estatales con aplicaciones. Rappi anunció en Colombia el lanzamiento de ”Rappi Care”, que viene a precarizar las condiciones laborales de los trabajadores de la salud. Esto habla de la crisis que tienen también las obras sociales y cómo la gente trata de achicar costos en beneficio propio. Este modelo que nos traen las aplicaciones es cómo aplicar las reformas laborales. Evita trabajadores con convenios y permite flexibilizar al máximo las relaciones laborales.

¿Cómo es el proceso para entrar en Glovo?

Después de la pandemia, el ingreso es a través de una capacitación virtual. Antes era presencial. Y las herramientas de trabajo te las tenés que comprar. Firmás un contrato del cual no te dan copia, te venden el verso de que vas a ser una especie de socio, de que el trabajo es codo a codo. Después te vas dando cuenta de que lograr un ingreso que llegue al costo de la canasta familiar es imposible teniendo un trabajo normal de ocho horas. Nuestro esfuerzo es enorme, sobre todo el de los compañeros que estamos en bicicleta, pero también los que circulan en moto. Estamos planteando un grado de insalubridad de la tarea.

¿Cuánto pedaleas en un día de trabajo?

En un día normal alrededor de 35 o 40 kilómetros. Me han mandado a San Fernando desde Saavedra. Y el 6 de enero de 2018 me chocó de frente un auto y volé de esquina a esquina, caí de cabeza, terminó la bicicleta destruida y sobreviví porque siempre uso casco. La empresa no se hizo cargo de los arreglos de nada. Hice el reclamo porque tuve que mandar a reconstruir la bicicleta, aparte de que no podía salir porque estaba golpeado por todos lados, que por suerte no me quebré.

Acá interrumpo el relato de Maximiliano. Maxi cuenta que hace dos años y poco más un auto lo embistió de frente, voló por el aire, cayó de cabeza y sobrevivió de casualidad. Y señala que el auto que lo chocó continuó su ruta. Claro, quizás el conductor ni siquiera lo vio: recordemos que lo esencial parecería ser invisible a los ojos. Y sumo un hecho similar: el 27 de julio del año pasado, Ernesto, un repartidor de 63 años, sufrió un accidente similar al que relata Maximiliano. La respuesta del soporte de la aplicación al enterarse fue una pregunta: “¿El pedido cómo está?”

Hice un reclamo a la empresa, continúa, y conseguí otro trabajo: hoy tengo dos trabajos. La necesidad de tener más ingresos me llevó otra vez a Glovo. La primera noche que vuelvo a trabajar  me hacen esta especie de broma o prueba de voluntad: estaba de noche en Avenida Cabildo, casi Puente Saavedra, y me llega un pedido a San Fernando. La cantidad de kilómetros a recorrer eran casi veinticinco. Llamé al soporte y le dije que estaba en bicicleta, que me parecía que el recorrido estaba mal porque es un pedido para moto. ”Lo tenés que hacer, no tenemos a otra persona”. Agarré y fui. Recorrí los veinticuatro kilómetros, tardé como una hora y monedas. A un ciclista, estuvimos estudiando, los médicos que hacen el seguimiento físico impiden que esté pedaleando más de cuatro horas por día en pistas que están en condiciones y sin peso. Ese día llegué con la lengua afuera. “Por lo menos me van a dar algo de propina” dije. Fui a un country muy top, donde había veleros anclados por ahí, todo. No me dieron propina. El pibe que salió me dijo “muchas gracias”. Fui hasta allá por un paquete de galletitas Variedad, era un despropósito todo. Eran 247 pesos. Me volví, empezó a llover, tuve un pedido en el medio antes de llegar a CABA, tampoco me pagaron la totalidad. Ese día fue el más nefasto que trabajé en Glovo. Al ser el primer día fue como una especie de prueba perversa, le ha pasado a varios compañeros. Hay veces que la necesidad de cubrir pedidos hace que cuando terminás estás a una hora de tu casa y esa hora de vuelta tampoco te la pagan, no tenés viáticos, ni comida, te van cayendo pedidos uno atrás del otro.

¿Te sentís emprendedor o un socio, que es como estas empresas nombran a los repartidores?

No me siento un emprendedor como dicen algunos, me siento híper explotado. Nos están exprimiendo brutalmente sin tener ningún tipo de contemplación a nivel sanitario o humano. Con esta pandemia pienso que ha habido una explosión de esta precarización, es insostenible ver en carne propia la ganancia que producen en relación a lo que te pagan, la plusvalía que te sacan. Cada vez ganamos menos y los costos son mayores, los materiales de seguridad e higiene los tenemos que comprar nosotros, no te dan absolutamente nada. Muy lejos de ser emprendedores o socios, como dicen.

¿Cuánto les pagan hoy el envío?

Depende de la empresa: Rappi es la más perversa de todas porque tiene una tarifa plana, que independientemente de los kilómetros que hagas vas a ganar 55 pesos, haciendo un pedido de tres o  diez kilómetros, entonces es lo peor. En PedidosYa podés subir de categoría, entonces tenés la seguridad de que te van a llegar más pedidos. Glovo tiene un tiempo de demora en los pedidos gastronómicos: pasados los cinco minutos te pagan dos pesos por minuto de demora. Después tenés un plus por kilometraje que son diez pesos el kilómetro. Las ganancias son muy relativas, te puede ir bien o mal, pero para que te vaya bien tenés que pedalear a morir.

Mientras escribo esto, pido la cena a través de PedidosYa, y por primera vez -tampoco es que use esta aplicación regularmente- pago la propina junto al pedido en lugar de dársela en la mano al repartidor. Es que se me pasó preguntarle a Maxi cómo les liquidan las propinas cuando se pagan virtualmente y necesito sacarme la duda. Tu pedido ya está listo y el repartidor va volando, me dice PedidosYa en una notificación en el celular, y pienso que no aclara si volando sobre un auto que lo embistió de frente o qué.

– Perdoná, me quedé sin efectivo y pagué la propina desde la aplicación -me disculpo con el repartidor-. ¿La aplicación te deposita las propinas o se hacen los boludos?

– Mira – me contesta con marcado acento venezolano, mientras respira agitado y desempaca mi pedido – eso nunca lo podemos saber porque no lo especifican. Pero hablando con otros repartidores creemos que nos sacan parte de las propinas. La liquidación nunca se corresponde a lo que vamos calculando.

Lo sospeché. Como si hubiera alguna posibilidad de que cualquiera de estas aplicaciones no aproveche cualquier hueco para sacar ventaja. La economía de plataformas se queda con tu vida, y tan glotona ella, también manotea las propinas.

Existe cierto discurso que dice que en Europa o en algunos de los países que mencionaste la situación con respecto a este trabajo es diferente, y también hace algunas semanas volvió a estar en discusión la idea de que siendo repartidor o teniendo algún trabajo igual de precarizado en otros países te comprás un departamento ¿Qué información tienen ustedes?

A compañeros de Perú y Ecuador directamente les bajaron los pagos al cincuenta por ciento. Obviamente que en España, Alemania y Francia los pagos son mejores porque la plata rinde más, pero no tenemos la relación laboral que implica, por ejemplo, tener una licencia por maternidad o paternidad, por enfermedad, días de descanso, vacaciones, obra social, ART. Cuestiones adecuadas al gran riesgo que conlleva nuestro trabajo por la gran cantidad de accidentes que hay. Desde que comenzó la pandemia hay nueve pibes muertos. Siempre chequeamos esta información y estamos en contacto con los familiares. En ninguno de los casos hubo ningún tipo de indemnización, ni un mensaje de condolencia. Nada. Somos esenciales como los barbijos pero también somos descartables, no tenemos ningún tipo de derecho. Estas nueve víctimas son solo en el marco de la pandemia y acá en Argentina, ni te cuento en otros países con los que estamos cotidianamente en contacto.  A partir de la pandemia tuvimos un gran salto organizativo, las empresas no nos dieron en ningún momento los materiales de seguridad e higiene en cantidad y calidad que deberíamos haber tenido. No tenemos condiciones ni lugar donde higienizarnos durante todo el día, no tenemos baños. Y nuestro proceso de reclamos comenzó hace cuatro años acá en la Argentina, pero hay países que tienen esta pelea hace siete años. España tiene más de treinta casos en la justicia. Hace dos o tres días la Corte Suprema se expidió sobre un caso diciendo que hay una relación laboral encubierta y que los trabajadores tienen que ser considerados empleados en relación de dependencia, hay que ver si esto se aplica. De treinta y dos juicios hacia Glovo y otras empresas, la mayoría de los casos han salido favorables hacia los trabajadores. De ahí a que se aplique es otra cosa. En Suecia hace menos de un mes también hubo una resolución judicial donde plantean que los trabajadores tienen que ser reconocidos como tales y no como colaboradores o autónomos o monotributistas, como nuestro caso.

Antes de este salto organizativo que mencionás hubo un comienzo, donde identificaron que estaban siendo super explotados y la salida era colectiva. ¿Cómo se gestó esa organización y el surgimiento de ATR?

 A principios de 2017, PedidosYa despidió a quinientos compañeros que estaban en relación de dependencia, lo que produjo 120 días de toma del edificio de PedidosYa. No lograron mantener la relación de dependencia y ahí empezaron a caer las demás empresas. ATR surge a través de la toma de PedidosYa, con compañeros que vieron cómo A.SI.M.M (Asociación Sindical de Motociclistas, Mensajeros y Servicios) traicionó la lucha e hicieron un acuerdo. Después de cuatro asambleas nacionales vimos la necesidad de conformar una herramienta como es un sindicato que nos represente realmente y tenga una composición democrática en su interior. Ahora vamos camino al 8 de octubre, a hacer un nuevo paro internacional y esta vez con características que superaron la organización de los tres primeros, que fueron prácticamente latinoamericanos y mexicanos, y esta vez extendemos la participación a Estados Unidos, Alemania, Italia, y Francia. Incluso nos hemos comunicado con compañeros de Japón, hemos tenido largas reuniones con el sindicato que conformaron allá. Ayer nos pusimos en contacto también con compañeros de Nigeria y nos damos cuenta de todos los países que estamos encarando esta lucha cada vez de manera más organizada para golpear juntos a las patronales, que son multinacionales, la explotación es global, estamos atravesados por el mismo problema que es una precarización laboral brutal y una relación laboral escondida.

Y en medio de la lucha internacional de ustedes para que se reconozca la relación laboral con las empresas y se los categorice como esenciales, Glovo anuncia que vende sus operaciones en América Latina. ¿Cómo cayó esa noticia?

 Nos enteramos del retiro a través de un e-mail donde nos dijeron que directamente se van del país, esto no es solamente acá. Delivery Hero, que es la dueña de PedidosYa, compra el paquete de todo Glovo en Latinoamérica. Esto se veía venir en cierta medida porque ya había ocurrido en Chile, donde previo a la pandemia absorben a Glovo y al total del plantel de “trabajadores”, entre comillas porque tienen que entender que no somos reconocidos como tal. Empezaron a caer una segunda tanda de e-mails que no llegaron a la totalidad de trabajadores, hay un montón de compañeros que no han recibido el segundo correo. Esto por supuesto está generando una sensación de incertidumbre. Hay intentos por parte del gobierno de regular la actividad, pero solamente regulando el campo que tiene que ver con las comisiones que las empresas les cobran a los sectores de gastronomía o de otro tipo de comercio. Se está evitando tocar el tema de las condiciones laborales y nosotros venimos dando una pelea muy importante.

Hace poco la Legislatura porteña aprobó una ley para regular la actividad de las plataformas de delivery. ¿Eso los benefició o perjudicó?

Una de las resoluciones que sacó la Legislatura acá en CABA es que las empresas deberían entregarnos los materiales de seguridad e higiene. Algunas lo cumplieron en un porcentaje ínfimo. Todo verso. En Glovo nunca nos dieron casco, los que repartió Rappi son de muy mala calidad. Los datos de accidentes los vamos recolectando porque las empresas no los dan, ni si quiera los datos de contagiados por COVID. Hay gente que continúa trabajando enferma. Glovo te dice que hay un fondo para esos casos pero no tenemos cómo saber si se ha aplicado en la realidad ni de cuanto es. Es un sistema muy perverso.

La ley de la que habla Maxi se aprobó en julio. Cristina García de Aurteneche, diputada de Vamos Juntos y autora del texto sancionado, declaró ese mismo día que “los repartidores y mensajeros asumieron un rol esencial durante el aislamiento, permitiendo a muchas personas, incluso a aquellas que forman parte de los grupos de riesgo, acceder a los productos que necesitan sin salir de su casa”. Sin embargo, esa tarde se votó de espaldas a los repartidores, que en las afueras de la Legislatura repudiaban varios de los puntos que componen el proyecto, y fueron golpeados por una patota de A.SI.M.M. Es octubre y todo sigue igual. Lo único que cambia es la cifra de trabajadores contagiados y muertos.

El 8 de octubre tuvo lugar el cuarto paro internacional de trabajadores de plataformas. ¿Cómo se organizó?

 La fecha del paro del 8 de octubre no es casual, la resolvimos porque el 6 de octubre en California empezaron las votaciones previas al 3 de noviembre, que es la elección presidencial. En Estados Unidos el 1 de enero se comenzó a aplicar una ley que es la AB5: reconoce a los trabajadores de aplicaciones como trabajadores, planteando que tienen que ser reconocidos con todos sus derechos laborales, pero no se aplica. Grandes empresas han invertido millones de dólares para que la gente vote por la propuesta 22, que busca tirar abajo la ley. Invierten esta plata no sólo en propaganda sino pagándole a las personas y comprometiéndolas para tirar abajo esta ley. Por eso elegimos el 8 de octubre. El paro también fue una respuesta: hubo reacciones fuertes con el abuso policial, como por ejemplo el caso de Ulises, que se difundió mucho: lo detuvieron de una manera brutal cuando estaba trabajando en Caballito. Lo detuvieron, lo golpearon y le rompieron la cabeza. Le pusieron resistencia a la autoridad y violencia cuando está todo filmado y no fue así. Resolvimos en una hora ir a la Comisaría. En una hora y media éramos 150 compañeros que cortamos la entrada y obligamos a la policía a sacarlo. A nosotros nunca nos aplaudieron ni tampoco lo pedimos, pero sí fuimos un sector importante durante la pandemia porque permitimos que un montón de personas puedan hacer una cuarentena en regla con pedidos de supermercado y farmacia, cuando antes era comida. Hubo grandes agradecimientos de parte de muchas personas, pudimos colaborar como trabajadores en la cuarentena, sobre todo en la primera etapa. Ayudamos a garantizarla, por eso nos sentimos doblemente despreciados.

Maxi se despide apurado porque quiere salir a ver si consigue algunos envíos antes de que se largue a llover. Es viernes por la tarde, apenas pasado el mediodía, y según dicen no es un buen horario para trabajar. El mayor flujo de pedidos cae al mediodía o a la noche tarde. Dicen. Como también dicen que sos tu propio jefe o un socio más de la empresa. Maxi dice otra cosa: para que te vaya bien tenés que pedalear a morir.

* Fuente: http://ladefe.com.ar/trabajador-glovo/



1 comentarios

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  1. Mar · 2021-03-23 17:07:46
    Buenísima nota!

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