17/09/2020

¿Adónde está, que no se ve, la famosa CGT?

Imagen de los seis dirigentes de la CGT, Gerardo Martínez, Carlos Acuña, Héctor Daer, Andrés Rodríguez, Antonio Caló y José Luis Lingeri, que se reunieron el 10 de septiembre con Alberto Fernández en Olivos.

Los frentes abiertos por la pandemia mundial en Argentina pegan en todos lados. En la reconocida Confederación General del Trabajo (CGT), también: las elecciones por la conducción que fueron pospuestas, la discusión sobre los roles que le tocan en las estrategias post pandemia del gobierno, las urgentes jugadas para recuperar oxígeno de las quebradas obras sociales y, sobre todo, las tácticas constantes para que se perpetúe la dinastía que maneja, hoy, una parte de la compleja estructura del mundo del trabajo, son los nudos sobre los que se encuentran los dilemas de la burocracia sindical oficial de Argentina que incluyen las idas y vueltas con el presidente, los desplantes a las CTAs, los acercamientos al universo piquetero peronista y las contundentes gambetas a fin de no efectuar las correspondientes paritarias a sus representados. Por Máximo Paz, para ANRed.


Sin Camioneros, bancarios o el SMATA, pero con la sacra impronta casi papal, a través de la perpetuación burocrática, y arriba de un océano constituido por un 40% de trabajo informal, que pone por fuera a millones de obreros de la órbita sindical, la CGT constituyó una isla propia que puede ser visitada cual turista entusiasmado.

Y eso hace el arco social que detenta algún poder en Argentina: busca, revuelve y encuentra su experiencia en el archipiélago: un amor de verano, una inolvidable reconciliación o una fiesta juvenil de días enteros a la entera disposición de quien abraza la voluntad de visitar la sonriente y hospitalaria compañía confederada. Visita obligada para contarle a amigos o colgar las fotos.

Por supuesto, las sonrisas veraniegas en la isla esconden un mundo de recelos y las olas que chocan en la playa albergan un mar de profundidad conquistado por tiburones que miran de afuera a la preciada presa.

Alberto Fernández, el equilibrista y el desequilibrio

El presidente electo por la Argentina tuvo que hacer frente al firmamento sindical y, por ello, cuando le tocó efectuar su arribo a la “Isla CGT”, esta fue realizada desde los malabares del reparto de gestos entre distintos dirigentes y corrientes internas, pero la búsqueda de equilibrios cargó con contrastes que pintaron, al final, colores altisonantes a la luz de todos.

Un trazo grueso lo llevó a privilegiar su relación personal con el cotitular cegetista Héctor Daer, a quien lo sentó el 9 de Julio en aquella famosa foto con empresarios del Grupo de los Seis en la Quinta de Olivos.

Ya fuera de la isla, otro trazo signado por el énfasis fue el de calificar de “ejemplar” a Hugo Moyano e invitar al líder camionero y a su familia a una reunión privada -sin respetar la distancia social- a la que ningún otro sindicalista ha tenido acceso.

Las pinceladas intermedias fueron en sintonía a las apetencias de su socia, Cristina Fernández, conjugados con los propósitos propios, realizados a través de su presencia en un plenario virtual de la CTA de los Trabajadores, dirigido por el diputado K Hugo Yasky y la que efectuó cuando inauguró la estación de trenes de Villa Rosa, posando para las fotos al lado de Omar Maturano (La Fraternidad) y Sergio Sasia (Unión Ferroviaria). Ambos forman parte de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), un decisivo factor de poder sindical porque allí se agrupan quienes pueden paralizar los trenes, colectivos, aviones y barcos. Sasia, además, pilotea el SEMUN (Sindicatos En Marcha para la Unidad Nacional), que nuclea alrededor de 30 organizaciones y que comenzó a tener una agenda propia para terciar en la pelea de la nueva CGT.

Los besos para todos de Fernández, desde la mirada cegetiana, causó recelos o, al menos, fue la sensación que no trataron de disimular los dirigentes que manejan la central obrera, tanto “los Gordos” (Daer, de Sanidad, y Armando Cavalieri, de Comercio) como los “independientes” (Gerardo Martínez, de la UOCRA; Andrés Rodríguez, de UPCN, y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias), sumado el barrionuevista Carlos Acuña (el otro cotitular) y el autónomo Antonio Caló, de la UOM. 

Ni corte de ruta ni asamblea

La CGT entiende que desde hace mucho no ejerce a solas el imperio de la protesta callejera, lo que obliga a la central mayoritaria a buscar aliados fuera de su estructura para fortalecerse ante Alberto Fernández y mostrarse como su respaldo y, a la vez, contrapesar a otras expresiones sindicales y políticas con las que rivalizan, que van desde Hugo Moyano, la propia CTA y La Cámpora.

Por ello, el “turismo CGT” no hizo más que despertar interés en públicos inéditos hasta la fecha. En ese sentido, los (mal) llamados movimientos sociales sacaron boleto directo y sin escalas.

Desde el aterrizaje, los inmediatos lazos entre ambos establecieron un que “no se corte” categórico, enfocado en una agenda que el vaticanismo piquetero puso a seducir al elefante sindical: crecimiento y desarrollo económico con la (imposible) tarea de que un gobierno capitalista no aplique ajustes ni pérdida de derechos laborales.

El toque sorpresivo fue la marcada perjura sobre planes y subsidios. Tal jugada marcó la cancha dónde luego deslizó la pelota del discurso que habló sobre el recobro de la capacidad instalada de la producción, que en otros términos, se trató de un centro a la troupe burguesa que, desde hace meses, milita por la superación del modelo “país chanchería”, propuesto por los chinos a través de la vicepresidenta.

Las visitas a la isla fueron varias, acogidas por la “mesaza” de la CGT a un contingente que reunió a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), la Corriente Clasista y Combativa (CCC), Barrios de Pie, el Movimiento Evita y el Frente Darío Santillán. El dato se trató del veto de la central obrera a la CTA de los Trabajadores, que aspiraba a formar parte con esos sectores de una eventual multisectorial propositiva para las futuras mesas de negociación con el Gobierno.

Los movimientos piqueteros que acudieron al convite eligieron referenciarse en la central mayoritaria como ángel guardaespaldas para integrarse a los foros de debate con la administración de Alberto Fernández. De hecho, la UTEP copió el modelo sindical de obra social y en el último tiempo buscó el cobijo del gremialismo tradicional para la reconversión de los planes sociales.

El resultado isleño desembocó en el denominado “Plan de Desarrollo Humano Integral”. Y tal como fueron las declaraciones, el proyecto contempla una especie de milagro protagonizado por la fusión del sector privado en el de la (mal) llamada economía popular, que incluye las nuevas formas de trabajo desprotegido que ganan terreno. Se propone dar trabajo precario en obras con un salario de $ 10.000 por 60 horas mensuales. Es decir, un ingreso que ni siquiera supera el nivel de indigencia medido por el Indec de $18.000.

Obra Suprema, Corte Social

De repente, otro inesperado visitante a la isla: la Corte Suprema de Justicia ¿Y por qué vacaciones en la CGT? No se sabe. Pero los legislas fueron con regalos. Y uno fue fundamental: la potestad de negociar convenios colectivos de trabajo sólo a los sindicatos con mayor representatividad legal. Un triunfo en la isla que rebotó en sus gremios asociados y las entidades empresarias.

El regalo fue doble, porque se trató, también, de un revés tanto para la CTA como para Alberto Fernández – en “modo Cristina”- cuyas pretensiones estaban centradas en estimular una fusión entre ambas centrales obreras. Es decir, lo que soñó la CTA junto a los Fernández fue reacomodado por la Corte Suprema.

El máximo tribunal actuó al declamar la constitucionalidad de la ley que otorga esa facultad a las organizaciones con personería gremial sobre un fallo producido a partir de una acción legal de la Asociación Trabajadores del Estado en Salta. Allí se confirmó el unicato sindical. Aunque la exclusividad del sindicato con personería gremial para negociar salarios y convenios nunca peligró, el presente vacacionero de los cortesanos fue tomado como una señal de empuje para los confederados hacia los espinosos episodios que vendrán.

Al obsequio supremo se le arrimaron un par de propinas a partir de la detección de posibles cartas documentos truchas en Camioneros-Santa Fe más el nuevo chanchullo que saltó en la gestión en Independiente sobre Pablo Moyano, el tiburón que, o bien quiere quedarse con la Confederación o, como premio consuelo, con la mencionada CATT.

No todo provino de afuera, el trabajo artesanal consagrado en la propia isla y por los propios isleños constituyeron los puntos extras para ganar seguridad sobre sus propias fronteras y espacios de negociación: mal que mal y hoy por hoy, solo 1 por cada 5 trabajadores registrados resultó favorecido por aumento alguno. Buen trabajo oficial que se ahonda si se toma en cuenta toda la fuerza laboral -registrados, no registrados y cooperativistas: 1 de cada 20. Respiro fundamental para el insolvente capitalismo argentino, acogotado aún más en el marco de la pandemia y que tuvo su correlato cuando sorprendió, al principio de todo, al efectuarse la reunión entre la CGT y la AEA (cámara empresarial histórica y primeros vacacionistas del año en la isla).

De repente, la isla se agrandó. Fernández, el presidente, tuvo que volver. Casi de emergencia. Resultó que el ministro Ginés González García dijo lo que no había que decir en público sobre el proyecto de reforma del sistema de obras sociales. Es que en la actualidad, las obras sociales se financian con el aporte del 3% del sueldo bruto de los trabajadores en relación de dependencia y el 6% que paga el empleador. La fórmula que estudian el Gobierno y la CGT apunta a subir un punto el aporte del trabajador (del 3% al 4%) y otro punto al empleador (del 6% al 7%), con lo cual las contribuciones mensuales al sistema sindical de salud ascenderían en total del 9% al 11%.

De inmediato, la polvareda despertó por los aires. Lo más significativo fue que el Sindicato de Conductores de Trenes La Fraternidad, que lidera Omar Maturano, rechazó la posibilidad de que se eleve el 1% a los actuales aportes de los trabajadores. Otra vez, la preciada CATT rebotó por la cabeza de los isleños.

Conclusión: las vocerías de Ginés hicieron dormir el proyecto. El plan que ahora imaginan algunos es que el salvataje se incluya en la ley de Presupuesto 2021, presentada este martes en el Congreso. Se verá.

Lo cierto es que aún sin el control de la totalidad del movimiento obrero, conjugado con las ambiciones de quienes la merodean y hasta quieren ningunearla -aunque sea para cancherear-, la “Isla CGT” –todavía- con ojos concentrados en el punto, se puede ver.



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