25/07/2020

La muerte, el ritual y la pandemia

Jihad Al-Suwaiti es un joven palestino que escaló la fachada del hospital donde estaba internada su madre por coronavirus en cuidados intensivos, para poder verla antes de que muriese. La imágen se hizo viral y despertó miles de comentarios alrededor del mundo ya que retrata un tema tan universal como la preocupación por la muerte y que en este nuevo contexto de aislamiento social obligatorio modifica los rituales de duelo. “La muerte como problema filosófico y existencial es una cuestión moderna ligada al individualismo como ética de nuestro tiempo y de nuestras instituciones sociales; pero no es así en las sociedades tribales y tradicionales donde el individuo no existe como entidad moral dominante y el todo predomina sobre las partes”. Por Leticia Corral para ANRed


Jihad Al-Suwaiti es un joven palestino que escaló la fachada del hospital donde estaba internada su madre por coronavirus en cuidados intensivos para poder verla antes de que muriese.

«Solía ​​mantenerla en el hospital todo el tiempo y bloquear al resto de la familia y la gente para que no les transmitiera el virus». Hasta que fue transferida al sector de cuidados intensivos.

Al estar aislada y no poder recibir visitas, al joven solo le quedó trepar para poder despedirse. “Cuando intenté entrar a verla no me lo permitieron, así que subí a la ventana de su habitación y la observé desde el cristal exterior hasta que respiró por última vez. Sentí la mayor incapacidad de hacer algo para salvarla”. “Me senté indefenso detrás de la ventana exterior de la sala de cuidados intensivos, viendo el último momento de mi madre”, contó Jihad al periódico Arabic Post.

La muerte como problema filosófico y existencial ha sido objeto de estudio de la antropología. A lo largo de los siglos las diferentes sociedades han desarrollado diversas maneras de transitar el paso inevitable de la muerte. La muerte como un problema de los vivos, responde a las circunstancias sociales en las cuales las personas elaboran los duelos y expresan a través del ritual fúnebre la significación cultural.

La artista de Gaza, Safaa Odah, ha compartido un dibujo que representa el momento de la última despedida.

La muerte: entre lo individual y lo colectivo

El antropólogo Philippe Ariès reflexiona en su monografía L’homme devant la mort, que la muerte de un individuo no afecta a la continuidad del ritmo social, y todo sigue como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo Rosa García Orellán explica, que la pérdida de un miembro del grupo social lleva a la reorganización del mismo. Ariès expone que en la ciudad esta “sigue como si nadie muriese” y, en efecto, esa es la visión general que nos proporciona la misma. No obstante, siempre se estará negociando el duelo en las relaciones interpersonales de sus habitantes, lo cual es inevitable mientras la muerte exista en la especie humana. Lo que ha cambiado, dice García Orellán ha sido que si bien hasta la mitad del siglo veinte en las zonas urbanas el duelo se dialogaba en el colectivo, poco a poco este diálogo pasó a ser entre individuos y este proceso también se ha extendido a las zonas rurales.

Actualmente, sí existe diariamente un diálogo con la muerte a nivel colectivo y es el diálogo con la muerte virtual. Ésta se presenta en nuestros hogares mediante los medios de comunicación mostrándonos guerras, hambrunas, accidentes, muertes violentas, sin embargo en los hogares no se le da un amplio espacio al diálogo de la muerte de vecinos, amigos, familiares, sino que más bien tiende a silenciarse. Esto es debido a que colectivamente hemos consensuado el manejo del duelo a nivel individual. Pero en contraposición colectivamente dialogamos la muerte virtual. Respecto al diálogo de la muerte a nivel social, tenemos que diferenciar dos elementos muy importantes dice García Orellán:

  1. La muerte del otro, que tiene parte de la memoria de nuestra vida.
  2. La muerte del otro, que no tiene parte de la memoria de nuestra vida.

Va a ser la muerte del otro que tiene parte de la memoria de nuestra vida, la que dinamice un proceso de duelo que llevaremos a nivel individual dialogado con nuestro mundo de creencias.

“La muerte como problema filosófico y existencial es una cuestión moderna ligada al individualismo como ética de nuestro tiempo y de nuestras instituciones sociales; pero no es así en las sociedades tribales y tradicionales donde el individuo no existe como entidad moral dominante y el todo predomina sobre las partes. Aquí el problema no es la muerte, sino los muertos. Todas las sociedades tienen que dar cuenta de la muerte y de los muertos, pero mientras algunos sistemas se preocupan por la muerte otros lo hacen por el muerto” dijo R Da Matta

La importancia del cuerpo

Retomando las propuestas filosóficas desarrolladas por Merleau-Ponty de conocer el mundo a través del cuerpo, Thomas Csordas, propone el concepto de embodiment como el análisis de las experiencias que se dan a través del cuerpo. Esto implica el estudio acerca de la cultura y la experiencia desde el punto de vista de la corporalidad del ser-en el mundo, que refiere a una síntesis entre la inmediatez de la experiencia corporal con la multiplicidad de significados culturales. El trabajo de Merleau-Ponty sugiere que la cultura no reside solamente en los objetos y representaciones, sino también en los procesos corporales de percepción, a través de los cuales se manifiestan, por lo que plantea la experiencia de percepción corporal como un medio de conocimiento pre-reflexivo basado en este vínculo inseparable del sujeto con el mundo.

El cuerpo del difunto es objeto de una atención particular interviniendo de manera directa en el rito. Los datos aportados por la etnografía acerca de la problemática de la muerte y los rituales mortuorios, que atraviesan las diversas culturas en tiempo y espacio resaltan la presencia del cuerpo en la acción ritual, tanto así como su función primordial. Sin embargo en lo que comúnmente llamamos la cultura occidental, la manera en que el pensamiento cristiano ha llevado a realizar las prácticas mortuorias fue variando al paso del tiempo, pasando por sentimientos de indiferencia, aceptación, y rechazo. Hoy en día, como dicen Philippe Aries pese a la aparente continuidad de los ritos, la muerte se volvió problemática. Un alto grado de individualización, y la tendencia de las personas al aislamiento y la soledad, son algunos de los factores que según éstos autores han hecho que la forma de enfrentar la muerte haya cambiado a lo largo de la historia y con ello las actitudes frente al cadáver y el moribundo.

Sin embargo pese a los cambios que se fueron produciendo frente al fenómeno de la muerte y los rituales mortuorios en general, el embódiment del cuerpo en el escenario ritual, sigue cumpliendo un rol fundamental, y sustituyéndose algunas prácticas por otras, se presenta como una transformación del individuo, al igual que lo es el cuerpo en la vida social.

Entonces, los profundos cambios que se han dado dentro de las sociedades industrializadas, han generado una importante fractura entre el individuo y la sociedad, por lo que hay una menor participación de la comunidad en el duelo de un fallecido. Las crisis de duelo se viven en el anonimato, se resuelven en general sin recurrir a las etiquetas de luto, y no cuentan con la participación colectiva (Di Nola 2007). Sin bien Aries ha atribuido a la categoría de Muerte Domesticada a esa actitud frente a la muerte dónde ésta es aceptada y esperada, familiar, cercana y anunciada sin miedo ni desconsuelo, como dice Jack Goody “toda ceremonia funeraria es una manera de domesticar la muerte, de ayudar a los seres humanos a mirar la muerte cara a cara”. En tanto los procesos de duelo son objetos de regularizaciones y semantizaciones culturales, cuyo propósito consiste en resguardar a las personas de los peligros de la experiencia de la pérdida y en tanto en nuestra sociedad la comunidad participa cada vez menos en los procesos de duelo, la persistencia de la práctica del velatorio acentúa la necesidad de este único espacio social, que permite la solidaridad, la percepción de la muerte, y la preparación para la separación definitiva entre el muerto y los vivos.

Entonces, si bien podemos asumir que en la sociedad occidental la muerte se volvió problemática, y ha dejado de formar parte de la vida cotidiana, cuando nos sorprende la muerte de un ser querido, las fórmulas y ritos convencionales (adaptados a los cambios actuales) nos siguen proporcionando herramientas para atravesar la pérdida dolorosa. De esta manera, los rituales mortuorios siguen ocupando un rol importante para el individuo, y el embódiment del muerto sigue siendo el centro de atención.

Morir en medio de una pandemia

El aislamiento social obligatorio y preventivo en medio de la pandemia por Covid 19,  marca un nuevo escenario para vivenciar la muerte y el ritual fúnebre. La no despedida y la ausencia del cuerpo, resignifica para los vivos una nueva manera de transitar la muerte que profundiza aún más las vivencias individuales de la muerte.

La imposibilidad del ritual fúnebre familiar, sumado a la ausencia del cuerpo del fallecido, la ausencia del embodiment en el velorio, modifica  vivenciar la muerte individual de quienes tienen parte de memoria de nuestra vida.

La muerte como han desarrollado muchos investigadores es un tema de quienes estamos vivos, y las significaciones sobre el tema están de alguna manera vinculadas al contexto social en el que suceden.

En este nuevo escenario ¿será que los rituales de muerte serán transitados a través de la virtualidad?. La no despedida del cuerpo, la imposibilidad del ritual compartido, tendrán un ¿efecto de mayor aislamiento para las personas?.

Un nuevo panorama social se nos enfrenta como consecuencia de esta pandemia, pero con algunas pocas certezas podemos advertir los profundos cambios que acarrea e impregnan toda nuestra vida, incluída la muerte.

Fuente:

Rosa García-Orellán. Antropología de la muerte: entre lo intercultural y lo universal

Laura Marina Panizo. Propuestas para unaantropología de la muerte.

 



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