14/07/2020

Israel: la anexión no se concreta pero el apartheid se profundiza

Manifestación del pasado 6 de junio en Tel Aviv. Foto: EFE

La primera ola de Coronavirus llegó en un momento oportuno para Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí y funcionario con más años en ese cargo. Justo cuando estaban por iniciarse los juicios en los que debía enfrentarse a tres causas por corrupción -y en medio del desgaste de los partidos políticos por una sucesión de tres elecciones inconclusas-, el virus creó una sensación de emergencia que le permitió posponer los procesos judiciales y convencer a la mayoría de la oposición sionista a unirse a su coalición y formar parte de su gobierno. Y la segunda ola, por primera vez con un recuento de casos trepando por encima de los mil infectados diarios, desplazó por completo la atención sobre el fracaso total de su nuevo gobierno en realizar una de sus promesas electorales centrales: anexar, a partir del 1 de julio, secciones de Cisjordania, ocupadas desde 1967. Por Yoav Haifawi *


Esta es una victoria atípica para los palestinos, quienes luchan desde hace más de un siglo para permanecer en sus territorios ancestrales, bajo amenaza constante de las campañas expropiadoras y colonizadoras. Demoliciones de viviendas, confiscaciones de tierras, y la construcción de asentamientos exclusivamente judíos en tierras robadas siguen en el centro de las prácticas políticas de todos los gobiernos israelíes. Políticas que son aplicadas sobre los palestinos en el territorio ocupado y anexado en 1948 (y son formalmente ciudadanos de Israel) y en Cisjordania que, desde su ocupación en 1967, está bajo control militar directo.

La hipocresía del gobierno de Israel llega hasta el punto de no reconocer ningún territorio Palestino como “ocupado” y le niega a la población palestina hasta los pocos derechos garantizados a los civiles bajo ocupación, que brinda el derecho internacional. El gobierno de Israel es consciente de que la mayoría de la comunidad internacional, incluidos sus aliados imperialistas, considera que estos asentamientos, construidos bajo mandato militar, son ilegales, pero el plan de anexión fue diseñado para “legitimar” estos asentamientos y dar a los ocupantes más herramientas legales para continuar con las expropiaciones de tierras y la limpieza étnica de la población palestina originaria. Ante el ataque persistente, esta vez los palestinos se unificaron en el rechazo del plan israelí-estadounidense. Durante mucho tiempo, Fatah, el partido que tradicionalmente lidera la OLP, construyó su estrategia de negociación con Israel en el marco de la “mediación” estadounidense, con la esperanza de obtener a cambio al menos alguna forma de independencia en el 21% del territorio palestino ocupado en 1967, pero esta triste esperanza ya se esfumaba incluso antes de que el nuevo plan de anexión fuera anunciado.

Pero esta triste esperanza ya se esfumaba incluso antes de que el nuevo plan de anexión fuera anunciado. Hamas, el principal partido y movimiento de resistencia islamista, ganó las poco frecuentes elecciones de la legislatura palestina en 2006, proponiendo una plataforma que combinaba la resistencia a la ocupación, el rechazo de la corrupción de los dirigentes de Fatah, y la construcción de organizaciones sociales de base. Pero solo podía tomar el control en la bloqueada Franja de Gaza, en donde Israel, bajo la presión de la resistencia, retiró su ejército y asentamientos un año antes. Estos hechos agregaron una nueva dimensión a la división del pueblo palestino, entre Gaza y Cisjordania. A esto se le sumó los intentos de Israel de distanciar a millones de refugiados palestinos de cualquier perspectiva de solución política e impedir que las instituciones palestinas nacionales representaran a los palestinos en los territorios ocupados en 1948. En este contexto, se le otorgó un estatuto de ciudadano diferenciado a los cientos de miles de palestinos residentes de Jerusalén Este, que fue separada del resto de Cisjordania y anexada poco tiempo después de su ocupación: ellos, ahora, son “residentes” pero no “ciudadanos”.

Y ahora Israel se ocupa de devorar a Cisjordania en su sistema sofisticado de apartheid. El método, como siempre, es asfixiar y dividir al pueblo palestino, geográfica y políticamente, bajo distintas formas de degradación de la ciudadanía de los civiles palestinos y leyes racistas, mientras unifica a toda la población de colonos judíos bajo una única figura de ciudadanía.

La voluntad del liderazgo conservador palestino para colaborar con el falso “proceso de paz” mermó cuando la administración de Donald Trump tomó cada vez más medidas para dificultar la vida del pueblo palestino, socavó todas sus instituciones y alentó la agresión israelí. Después de que Trump festejó con Netanyahu el “regalo” que Estados Unidos le hizo a Israel entregándole en bandeja la ciudad de Jerusalén, hasta Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina y líder más complaciente en Ramallah, rechazó participar en las negociaciones del “Pacto Del Siglo”. Y Hamas, por su parte, insinuó la posibilidad de otro conflicto armado si Israel concreta sus planes de anexar.

Mientras se acercaba el 1 de julio, el general Benjamín Gantz, a quien se lo considera el socio “razonable” de la coalición de Netanyahu, declaró que mientras los palestinos no estén dispuestos a dialogar sobre la anexión, “se quedarán en su mierda”   e Israel llevará a cabo sus planes de forma unilateral. Pero la presión sobre Israel aumentó con la Unión Europea, Gran Bretaña y el candidato presidencial del Partido Demócrata de Estados Unidos, Joe Biden, todos advirtiéndole las consecuencias graves que esto podría traer.

En este marco, el gabinete de Trump estuvo dividido. David Friedman, el embajador de Estados Unidos en Israel, presionó por una anexión amplia, mientras que Jared Kushner, el yerno y asesor del presidente, llamó a un plan en territorio disminuido. Netanyahu y Gantz esperaron a la última palabra del presidente, que no llegó nunca. Finalmente, el 1 de julio sí llegó, e Israel no hizo nada. Y al día siguiente,

Hamas y Fatah dieron una conferencia de prensa conjunta y sin precedentes en la que declararon la unidad de la lucha en contra de la continua ocupación israelí. Sí, los palestinos seguimos hundidos en la mierda, pero esa mierda no es nuestra. La mierda es el colonialismo, el apartheid, la ocupación y el racismo de Israel. Y el fiasco de la anexión del 1 de julio podría darnos alguna esperanza de que este rumbo ya empieza a cambiar.

El éxito de Israel solo se puede explicar gracias al apoyo militar, económico y político ilimitado que ha recibido del imperialismo occidental. Durante la Guerra Fría, Israel fue el bastión de la hegemonía estadounidense en contra de la izquierda y el nacionalismo árabe en países como Siria y Egipto.

Cuando la GF terminó, y Occidente dejó de apoyar al apartheid en Sudáfrica, Israel se posicionó en el centro de la cruzada contra el “terrorismo islámico”, fogoneó la islamofobia y llegó a tener un rol determinante en la guerra sangrienta y costosa que EEUU declaró en Irak. Y más tarde, cuando el entusiasmo por las aventuras militares intervencionistas se desvaneció para Occidente, Israel encontró una nueva estrategia de marketing para posicionarse: el cóctel de colonialismo, supremacía blanca y ultraje de los derechos de las víctimas de su opresión lo pusieron a la vanguardia de un nuevo tipo de conservadurismo populista que surgió de la decadente hegemonía occidental, con Trump y Boris Johnson a su cabeza.

Con cada nuevo giro, la actitud de Israel se vuelve más beligerante, más racista, y recibe más elogios y “premios” de sus patrones imperialistas a expensas de los palestinos, se transformó en un estado malcriado y consentido por este trato preferencial.  Pero ahora, con un mundo envuelto en un nuevo movimiento de masas contra el racismo, podemos esperar que el régimen de Israel, donde el racismo es la base de todo, por fin pase de moda.

 

  • Yoav Haifawi es un veterano activista social y político de Haifa, que lucha por el derecho al retorno de todos los refugiados palestinos y el establecimiento de un estado democrático en Palestina. Fue miembro del Comité Central de Abna Al-Balad, un movimiento de base de izquierda palestino activo dentro de la población palestina en las áreas ocupadas desde 1948. Actualmente está activo en Herak Haifa. Traducido por Adam Bar, para ANRed


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