24/06/2020

El Centro Médico Talar, rehén de la multimillonaria de la UOM

El derrotero de Antonio Caló, líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y Raúl Olmos, su mano derecha, conlleva un itinerario cargado de estafas multimillonarias, despidos persecutorios, aprietes, balazos y golpizas hacia los trabajadores metalúrgicos y, a partir de la ramificación de sus negocios, a empleados de otras ocupaciones laborales. Desde triangulaciones a bancas off shore de los fondos del sindicato que dirigen hasta las desvinculaciones de los profesionales de la salud de sus prestadoras y la flexibilización sobre trabajadores de sus medios de comunicación, las prácticas de la camarilla del sindicato se explican por sí solas cuando se posa en la actualidad el escándalo innegable que se está perpetrando en las instalaciones del Centro Médico Talar, en donde ya se encuentran 40 empleados de la firma contagiados de Covid-19 y tres delegadas despedidas por denunciar la angustiante situación. Las y los trabajadores de la clínica enfrentan a una verdadera mafia patronal disfrazada de gremialista. Por Máximo Paz, para ANRed.


“Detrás de un gran hombre hay… otro gran hombre” parece ser el lema de Antonio Caló, Secretario General de la histórica Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Antonio Caló, el obrero de Villa Lugano que llegó a ocupar el sillón de Lorenzo Miguel mostrando su madera apta para la sucesión, al revelarse desde sus comienzos como hábil y obediente parabrisas de la organización sindical hasta que pudo remontar las escaleras del trampolín ocupando la dirección del policlínico central de los trabajadores metalúrgicos. Es más, la madera, una vez echadas las raíces, hizo ramas vivas cuando la oportunidad se presentó en la contienda entre la entonces presidenta Cristina Fernández y el camionero Hugo Moyano para escalar al pico máximo de la gloria sindical, a pedido de la jefa del ejecutivo, para ocupar la dirección general de la oficialista CGT.

Antonio Caló, líder de la UOM

El gran otro hombre se trata de Raúl Olmos. De origen cuyano, buen alumno, abanderado, mejor promedio, hombre profesional de las ciencias económicas y contador público que brilló ni bien se encargó de enmendar, coser y emparejar las cuentas de la UOM a través de la fraudulenta empresa fiduciaria que llamó Donington S.A, con el objetivo de triangular los fondos del sindicato y estructurar, así, un sistema de preservación y dominio del dinero recaudado. Eran los tiempos últimos del “Loro” Miguel.

Todo cambió en 2004. Caló, al sillón de don Lorenzo y Raúl, el artista de la contabilidad creativa allí, con su inseparable talento intocable, a la expectativa. Entonces ambos – dos potencias -, se saludaron en el gremio y juntos surcaron el frondoso camino del servicio de la salud para todas y todos los metalúrgicos que, por supuesto, mostró constantemente la ecuación simple que señaló y señala siempre “A más salud, más billetes”. Nadie los paró.

Forjar Salud

La historia no permite mentir: su utopía codiciosa impulsó el ideal para la producción de materialidades que dan ganancia y todo ello logró que juntos diseñen una gerenciadora, la que luego sería la más famosa: Forjar Salud. De un tirón conquistaron la cobertura en la provincia de Mendoza y algunas delegaciones bonaerenses. Fueron por más: entonces la rosca, los acuerdos, las lealtades y las traiciones – es decir, la política desde su dimensión espuria -,  también jugó su papel, como para recordar que no solo de los dibujos contables se crece – y así fue que Forjar Salud y otras prestadoras menores del Grupo Olmos pasaron a administrar casi todos los servicios médicos de la UOM y sus 52 seccionales.

Policlínico Central de la UOM, sede de la mayoría de las empresas de Caló y Olmos.

De esa manera, sin surcos en el camino, no faltó mucho para que la totalidad del sistema de salud de OSUMBRA, la obra social de los metalúrgicos, pase a estar bajo sus manos. Extremidades que, como les ocurre a los millonarios, no pararon de contar dinero. De todos colores.

Crónica

Raúl, encumbrado por su propia historia que hiló en tiempo real necesitó de confianza ladera. Miró hacia adentro de los suyos y encontró a su hermano, Alejandro. Lo primero, la familia. Olmos, entonces, se transformó en un apellido que pudo soñar, rasguñando, lo imperial, y que por el impulso rebosó el territorio del metalúrgico y la carrera comercial de la salud. De Mendoza, para Argentina y, un poco, para el mundo.

Entonces, los hermanos, mientras acarreaban el sindicato con Caló, desdoblaron el rubro. Empresas y ganancias se colocaron en fichas tales como medios de comunicación. Crónica TV, Crónica diario, BAE, la fundida Veintitrés, El Atlántico y productoras televisivas, en la que se destaca la exitosa y orteguista –hijo, por su puesto- Underground, fue el aterrizaje hacia el nuevo negocio. Los largos tentáculos del Grupo llegaron incluso a Miami, donde se encuentran inversiones en todo tipo de propiedades inmuebles.

Los hermanos Olmos apoyaron la candidatura de Scioli en 2015. Nunca tuvieron problemas con la justicia | Foto: La Izquierda Diario

Entre otras cosas, el arribo de Olmos a los medios de comunicación le devolvió la posibilidad de elaborar el toque característico del sindicalismo peronista, el sustento de las prácticas primigenias de viejo estilo. Traducción: mediante la imposición violenta a través de aprietes, golpizas, amenazas, presencia y acción de patovicas del tamaño de un placard en las redacciones y estudios, consiguió disciplinar a su plantilla periodística y mediática.

Lo curioso es que los chantajes patoteriles no fueron para la perpetuación de una lista o un negocio a concretar, sino para conquistar la patronal tarea de comprimir considerablemente los sueldos y reducir la fuerza de trabajo de manera que, lo que antes hacían 20, la lleven a cabo cuatro personas. Todo ello condimentado con el objetivo mayor: el descabezamiento del cuerpo de delegados y las defensas sindicales en cada medio y lugar de trabajo. La paradoja cruel que avisa la realidad: surgir desde la supuesta defensa – y con el cuadro de Perón y Evita detrás del escritorio – de aquél que posee un salario, como único soporte vital, a golpearlo y robarle su patrimonio para agrandar la piscina o contar con campo de golf propio.

Mientras pegaban y apretaban en sus nuevas ramas empresariales, la gallina de los huevos de oro, la rendidora Forjar Salud – entonces – encontró otros nombres prestadores para poder continuar con el negocio de la medicina de la forma más eficaz: Omni Salud, Logimed, Aniva, Global Med y, entre otras, la perla de la novela: Basa.

Basa

“Más de quince años de experiencia avalan la excelencia de nuestros servicios médicos. Contamos para ello con una red propia de clínicas y de empresas de salud, que incluyen droguerías, farmacias y servicio de ambulancias. Además de la solidez de ser parte del Grupo Olmos, cuyo compromiso con la gente es un valor. Cubrimos la atención integral de 800.000 personas, entre los que se encuentran afiliados a la Unión Obrera Metalúrgica y PAMI, entre otras obras sociales. Actualmente estamos trabajando en el desarrollo de Laboratorios Olmos, empresa cuya aplicación es la provisión de sueros y soluciones parenterales desarrollado de acuerdo a los más altos niveles de calidad de la industria”, nos explica la completa página web de la empresa acerca de ella.

Pero, como se avisa, las páginas son las vidrieras, el contacto frívolo y ligero que una persona asume con un producto o una empresa. Rostros de sujetos sonrientes, colores tenues que invitan a hacer click y lindas palabras que describen el supuesto espíritu de la firma. Escaparate virtual e imaginario que contrasta con la trastienda de aquellos negocios reales. Y esos lugares empapan capitalismo, el sistema que dice que triunfa quien posa la competencia por brindar un mejor servicio a menor costo. No queda otra. Entonces, un sindicalista que monta un negocio se vuelve un enemigo. No queda otra. Entonces, los recurrentes atropellos que revientan en cada clínica, en cada centro de salud, revientan.

Centro Médico Gallego

Por caso, el ejemplo superior se dio el 22 de mayo de 2019, en la sala de ceremonias del Hotel Castelao, cuando el sello del grupo Basa enlazó para sí la propiedad del tradicional hospital Centro Gallego de Buenos Aires para mostrarse, ante las sonrisas de los invitados y los micrófonos de sus empleados periodistas, como la esperanza salvadora ante la inminente quiebra comercial que hostigó a todo el centro durante un buen tiempo y cuya resistencia para que ello no ocurra fue protagonizada por las y los trabajadores del lugar. Firmeza que le valió la experiencia de soportar a dos de sus compañeros en la sombría cornisa del lamentable intento de suicidio.

“Lo primero que vamos a hacer –anunció Olmos– será pagar los salarios de este mes para luego ponernos al día con los trabajadores del centro, en total unos 300 empleados, mediante un plan de pago”, rezongó el contador a cuatro micrófonos propios sostenidos por empleados – también propios – flexibilizados.

“Nuestra prioridad es restablecer lo antes posible los servicios del centro hospitalario. Y para ello se traerá equipamiento médico, ya que la entidad prácticamente está desmantelada y lo poco que tiene es obsoleto”, agregó.

Los trabajadores del Centro Médico Gallego también fueron víctimas de la camarilla Caló-Olmos | Foto: La Izquierda diario.

Pero las palabras para las cámaras se trataron de espejos deformados. Nunca hubo nada de eso. La alegría, después del brindis, se transformó en farsa y las y los trabajadores de aquella empresa, desde el día cero de la nueva gestión, probaron el tratamiento integral que propina la camarilla primera de la UOM cuando ponen el pie en un nuevo negocio.

Las cosas de siempre: las deudas no fueron pagadas en su totalidad mientras volaron cheques en negro, aprietes para cambio de turno y sanciones ejemplificadoras sobre sucesos que solo pasaron por la imaginación de la patronal. En fin, todas aquellas maniobras que constituyen el diseño del famoso “Programa Olmos”: despedir al personal más antiguo y organizado, llevar adelante un severo recorte salarial, aumentar la carga horaria, cambiar funciones, aplicar el criterio flexibilizador de la multifuncionalidad y reemplazar el plantel contratado por empleados atados al monotributo.

La Justicia que no fue

No todo fue gratis. El derrotero del dúo vampírico tuvo sus tropiezos, aunque escuálidos, cuando la justicia no pudo ocultar las maniobras y se tuvo que poner a investigar los sueños comerciales de Caló y Olmos.

Así fue que un día, aquellas triangulaciones primeras, desde donde arrebataron patrimonio de los afiliados para transformarlo en capital propio -casi los palotes de práctica de aquellos dos-, reventaron en una causa judicial cuando a Segundo Pantaleón Córdoba, el abogado de la UOM, fue descubierto queriendo entrar al Uruguay 800 mil dólares sin declarar. La película gansteriana cobró magnitud real cuando a Pantaleón intentaron dejarlo solo y el abogado, entonces, delató. El dúo de la Unión Obrera Metalúrgica cayó de lleno en el escándalo.

La investigación judicial, llevada adelante en Argentina y Uruguay, reveló que la valija en Buquebús era sólo la punta del iceberg. La justicia investigó durante cuatro años las maniobras de la UOM, las empresas que montó en Miami y otros paraísos y su notable enriquecimiento. Sin embargo, a pesar de los delitos, el doctor Pantaleón, en un juicio abreviado, logró una condena inferior a los dos años. Caló y Olmos salieron ilesos.

También las trapisondas realizadas desde los medios tuvieron su rebote judicial cuando el juez Javier López Biscayart dictó el procesamiento a los directivos de Crónica TV por evasión de aportes de sus empleados. Además, se les impuso embargos por $50 millones y $60 millones. Todo ello mientras que las deudas de los hermanos Alejandro y Raúl Olmos, propietarios de la compañía y beneficiarios de la publicidad oficial durante el período kirchnerista, fueron declaradas prescriptas por haber pasado más de seis años de los delitos cometidos. La denuncia contra Crónica TV fue por delitos de seguridad social, pero desde la UOM se alegó que las deudas se canjeaban por publicidad oficial.

Centro Médico Talar

El coronavirus -la mortífera pandemia-, agregó una suntuosidad agraciada y merecida a los trabajadores de la salud. Pero claro, los reconocimientos no se trasladaron a merecimientos laborales. Por el contrario, la primera línea sufrió –y sufre- todos los castigos que enumeran un trabajo llevado adelante desde las limitaciones que propone la explotación y la ventaja. El grupo Basa no fue la excepción y el Centro Médico Talar fue la punta por donde el desprecio hacia el personal trabajador en función de la maximización benéfica de la inversión empresarial encontró su máxima ilustración en tiempos de Covid.

Aquella clínica de los Olmos se encuentra en Panamericana y Ruta 197, esquina populosa de recalada del transporte público que oficia de trasbordo para repartir a los que llegan de los centros de trabajo hacia las barriadas del partido de Tigre. El aspecto austero del centro subraya el color local del punto neurálgico. Los casos de contagio que brotaron dentro de las instalaciones, confirma lo que se insinúa fuera.

Primero uno, luego otro y luego otro más. La suma, en pocos días, pasó a ser multiplicación de casos. Los contagios siguieron su curso indeclinable, los días, también y la falta de respuestas acompañó el proceso desesperante. Las denuncias afloraron. Ellas se fundaron en notas y pedidos de reunión hacia gerentes y administradores de la empresa de salud y las acusaciones correspondientes a los ministerios provinciales de Trabajo y Salud, al sindicato de Sanidad y a la intendencia de Tigre.

Ante el imperioso y sistemático destrato por parte de todos los establecimientos mencionados, el lunes 8 de junio emergió la acción directa, que se tradujo en una concentración en las puertas de la clínica. La medida fue acompañada por diversos sectores de organizaciones de lucha, trabajadores y trabajadoras tanto de salud como de otras ramas. Allí fueron recibidos con un numeroso cordón policial que custodió las instalaciones de la empresa. En el acto público realizado por la mañana, se denunció que los casos de contagio llegaban a 20 mientras que, a su vez, se dejó en claro que tanto la patronal como el sindicato de Sanidad y los gobernantes –municipal y provincial- no hacían nada al respecto.

El toque Olmos con gusto a UOM también se puso en evidencia en una maniobra patronal basada en una extorsión encubierta para que empleados de la compañía médica firmen una suerte de documento donde se los invitaba a prestar conformidad sobre las condiciones laborales en las que se desempeñan cotidianamente. La traumática situación quedó coronada cuando se describió a micrófono abierto el caso de una compañera que se encontraba  infectada de Covid-19, internada de gravedad y cuya salud dependió de un respirador artificial.

Luego del acto, al otro día, un nuevo informe hizo aumentar la cifra, para pasar de los 20 reconocidos a 27 trabajadoras y trabajadores contagiados, con el agravante -si cabe- de contar entre las filas de los perjudicados a una representante elegida como portavoz de las inquietudes y demandas de sus compañeros y compañeras: Flavia Almela.

Al poco tiempo, como reguero de pólvora, la cifra de infectados de coronavirus llegó al fatídico número de 30 y mientras sucedía la noticia le llegaron los telegramas de despido a Ruth Leites y Alejandra Sotelo. Dos delegadas defensoras. La maniobra de siempre. El sello Olmos de siempre.

La cuestión se fue profundizando. El pedido de mejoras en la higiene y calidad en el trabajo se combinó con la profundización de la represalia. El 18 de junio otra delegada quedó fuera: Esther Galarza, otra camarada que, como Ruth y Alejandra, sacaban la cabeza del cascarón denunciado al grupo nefasto de quienes arrancaron su riqueza desde la piel propia de los trabajadores.

Hoy son al menos 40 los contagiados de Covid en un lugar de trabajo que tendría que haber estado cerrado, al menos, algún tiempo para su desinfección, que tendría que tener a sus delegados en su lugar y prestando sus servicios como corresponde.

El jueves entrante las y los trabajadores afrontarán un nuevo desafío a través de la ocupación de la Ruta Panamericana. Y, desde le grito de protesta que pide querer gambetear –aunque parezca mentira- la muerte, resurgirá el eco de todos aquellos que sufrieron con la histórica pandilla abusiva de la UOM.



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