28/03/2020

Alegría, sacrificio y brazos en alto en Comodoro

Compartimos el testimonio en primera persona del aislamiento social obligatorio, en un barrio de Comodoro Rivadavia, Chubut, donde la alegría y la resistencia de la gente humilde es protagonista. Si bien el estado de sitio no es oficial, el mismo es un hecho, denuncia en el texto. Por corresponsal popular para ANRed.


El mensaje es quedarse en casa y cada familia lo cumple a su manera, para algunas la alegría supera la carencia, y otras… lo pasan como pueden. La tarde se presta y a pesar de la pandemia, en distintos lugares se puede ver gente caminando y algunos autos. Estoy en Estándar Norte. Me detengo a sacar fotos a los montículos de basura que hay en una esquina, llevan más de una semana y las moscas se multiplican, el descampado hace a su vez de cancha de fútbol, unos álamos que plantaron los pibes están firmes, los paredones muestran la realidad, de un lado un mural con un grafiti, obra de los mismos pibes, del otro, el político de campaña, letras grandes y celestes sobre fondo blanco, bien patriotas parecen ser, en el medio, unos arcos y basura, esto es Comodoro Rivadavia, provincia de Chubut. Son las cinco, a las siete y media empieza el toque de queda y se acaba todo.En un patio veo a una señora, me acerco… es Rosa. La saludo y le pregunto cómo lleva la cuarentena, ella sale a la vereda con una gran sonrisa, tiene 63 años, “y bueno… hay que llevarla…con esperanza, hay que cuidarse la salud, no salir…”, cree en Dios y la Virgen, con eso se siente protegida; me cuenta que es pensionada y tiene la obra social Pami, vive con sus hijo, una hija y los nietos, si bien no le sobra agradece que están todos bien; jamás imaginó una cosa así. Comenta que ve que el presidente hace cosas buenas por nuestra salud, y cosas malas, ya que ve bien que nos pongamos todos de acuerdo para hacer la cuarentena, como dijo el presidente, pero que en algunas cosas se pasa, como llevarte preso o cobrar multas tan altas a la gente más humilde, “es medio duro eso, ¿no le parece?”. Rosa se ocupa de sus perros, de cocinar y como ahora, de lavar la ropa, su alegría es tan linda, que parece que no le faltara nada, nos despedimos con recomendaciones de cuidados.

Sigo hasta llegar al Sector 22, un barrio de la misma zona con realidades diversas, allí encuentro a Silvina, ella tiene 37 años, es mama de siete hijos. Después me dice que tuvo otro bebe que murió de un paro, el gesto y su realidad hablan de carencias y sufrimiento. La casa es muy humilde, tiene dos ventanas y una puerta, me invita a pasar, los vidrios de las dos ventanas están rotos, evita el tema y hablamos de como sobrelleva la pandemia, dos nenes están sobre una cama mirando dibujitos en la tele, Silvina se sienta, al lado de ella Ángeles, su hijita de cinco años se nos suma sin decir nada, tiene los ojos y rasgos de la madre.Me cuenta que tiene una pensión y cobra el salario familiar que le da el papá de su nene, pero no siempre lo cobra y entonces se maneja solo con la pensión, otras veces recibe ayuda del padre de su otro hijito, pero como hace changas no es seguro, a veces la abuela de su nene la ayuda con comida, ya que ella con los nenes no puede salir a trabajar. Le pregunto cómo hace para dar de comer a siete chicos, me mira con una sonrisa triste, y dice, “y bueno cuando se puede se puede…”. Los pañales es otro problema y aunque quiere que la bebé aprenda a usar la pelela, todavía es chiquita, ya que tiene dos años. Hoy más que nunca necesita terminar el baño, instalar bien el tanque de agua para bañar a los nenes, por ahora calienta agua y los baña en un tacho, me muestra que tiene el resto de las cosas, que fue a la municipalidad a ver si la ayudaban con la instalación, pero no le dieron bolilla.

Otro tema es anotarse en Anses, ya que no tiene internet y mucho menos crédito; en cuanto a la ayuda de Desarrollo Social, Silvina dice que no vino nadie, hasta ahora solo una vecina del barrio, Norma, que viene a verla y le tomó los datos. Pero ninguna trabajadora social se acercó para ver su realidad, que por cierto no es nada fácil teniendo siete hijos, la más grande tiene 19 y la ayuda con los hermanitos, le sigue un varón de 16, otra hija de 14, otro varón de 13 años, y las nenas de 10, 5 y 2 añitos; todos van al colegio aunque este año con el paro docente no han empezado.

La cuarentena va mostrando la precariedad en la que viven muchas familias en Comodoro, hoy la necesidad de pañales y alimentos es urgente, pero el riesgo y la violencia se acrecientan aún más cuando una madre debe afrontar sola la vida; nos despedimos porque comenzó a sonar la sirena de los bomberos, los perros en las calles ladran y todo se altera, el saludo es de lejos. Silvina dijo que todo lo afrontaba con los brazos en alto, haciendo el gesto con su hija. Me mira con una sonrisa y unos ojos decididos, sabe de la dureza de la vida, hay cosas que se le complica hacer, pero le busca la vuelta, se ha tenido que defender de tantos conflictos, que eligió estar sola con sus hijos, ella y ellos son la familia, sonreímos… ha soportado conflictos con vecinos, situaciones con la policía también, aunque ahora se vive en el respeto mutuo, no hay que darle bola, dice, y remarca que quiere vivir tranquila por sus hijos.

Son las siete y media de la tarde, las sirenas se multiplican, se suman las de patrulleros que parece que van de un lado a otro; todos debemos volver a casa, si te encuentra la policía y no tenés un papel que justifique la salida, te pueden llevar el auto, hacer una multa o una causa, y hasta llevarte preso si la cosa se pone media densa. Si bien el estado de sitio no está declarado oficialmente, el mismo es un hecho en Comodoro Rivadavia, la capital del petróleo en Chubut.



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