21/03/2020

No va a estar todo bien

Si una vez que haya pasado la noche, todo es como antes y no hay un cambio de paradigma. Esta pandemia puede representar una gran oportunidad para un giro ecosocialista. La respuesta no puede ser solo «reactiva», es decir, limitada a fármacos, vacunas, subsidios, al “buenísimo” de los balcones. En estos tiempos tristes que se conocen con el nombre de Antropoceno y “Capitaloceno”, o hay un giro a nivel de cambio climático, a nivel de cuidado del medio ambiente, a nivel social, a nivel económico, a nivel de salud, que debe ser pública, o las cosas ciertamente no van a estar bien. Por Di Gian Luca Garetti


Incluso la muerte debe ser escalonada, como las vacaciones

El gran problema de esta pandemia es que todas las emergencias respiratorias están llegando todas juntas con las reanimaciones, y nuestro sistema de salud, que en todos estos años ha sido cada vez más privatizado y reducido, no es suficiente. Si se escalonan, las emergencias y luego las muertes pasan desapercibidas. Basta pensar que según la OMS, la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 8 millones de personas mueren cada año por la contaminación atmosférica. Solo en China, el número de muertes supera el millón. 80,000 son las muertes en Italia debido a partículas, dióxido de nitrógeno, ozono. Tampoco debe olvidarse que en los países occidentales, el 91% de las muertes son causadas por enfermedades no transmisibles (enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias, tumores), que están estrechamente relacionadas con el ambiente intoxicado en el que vivimos, mientras que el 9% son causadas por enfermedades infecciosas. Para quienes desean otros datos negativos, recordamos que cada año en Italia por fumar cigarrillos, hay alrededor de 90,000 muertes (1-2 mil por fumar pasivamente), por accidentes de tránsito hay 3,330 muertes y 243,000 heridos, por la resistencia antibiótica mueren alrededor de 10.000 personas cada año en Italia, la resistencia a los antibióticos es una de las emergencias sanitarias más importantes. Por esta razón, 700,000 personas mueren cada año en el mundo. Una de las causas es el uso masivo de antibióticos los criaderos de animales. En Italia, según los últimos datos de la EMA (Agencia Europea de Medicamentos), casi el 70% de los antibióticos vendidos están destinados a animales de criadero).

En este artículo nos centraremos en la emergencia sanitaria del momento, en particular en las consecuencias de las relaciones cercanas con el mundo animal, debido al cambio climático y la sinergia perversa smog-Covid-19.

¿Puede la contaminación atmosférica exacerbar la virulencia de Covid-19?

Súbitamente llama la atención que los dos focos más grandes de esta pandemia, China y la llanura de Padana, son dos cámaras de gas, zonas industriales con una alta tasa de contaminación atmosférica. Sería sorprendente encontrar que la contaminación del aire no ha afectado el riesgo de enfermarse y morir por Covid-19, desde el momento en que la sola exposición a partículas es, en sí, una causa de mortalidad, especialmente en personas con enfermedades preexistentes.

Lo que habrá que evaluar en los próximos meses es que tan negativamente la exposición a los atmosféricos, como las partículas (PM2.5, 10), los óxidos de nitrógeno (NOX), el ozono (O3) ha influido en los pronósticos del Covid-19.

En un interesante estudio sobre el SARS, una epidemia que, como hemos visto, tiene similitudes con Covid-19, titulada «Contaminación atmosférica y mortalidad de casos de SARS en la República Popular de China: un estudio ecológico» de Yan Cui, se establece que «la contaminación atmosférica está relacionada con un aumento en la mortalidad de pacientes con SARS en la población china». “La explicación biológica podría ser que la exposición a largo o corto plazo a ciertos contaminantes atmosféricos podría comprometer la función pulmonar, aumentando así la mortalidad por SARS”. Este estudio, por otro lado, ha vinculado la diferente tasa de mortalidad del SARS con el nivel de contaminación del aire: los pacientes con SARS que vivían en las regiones con peor calidad del aire presentaban un riesgo 84% mayor de muerte.

Las particular ultrafinas podría actuar como transmisores del virus, transportándolo a los alvéolos pulmonares, exacerbando su virulencia.

En otro artículo científico, titulado «El impacto de PM2.5 en el sistema respiratorio humano» de Yu-Fei Xing, se dice que el daño de PM2.5 a las células pulmonares es causado por las interacciones entre las células inflamatorias y las citocinas, muy similar y, por lo tanto, sinérgico a Covid-19 (ver «tormentas de citoquinas»).

En el trabajo científico de Wei Su (y otrxs) titulado «Los efectos a corto plazo de seis contaminantes atmosféricos [PM2.5, incluyendo PM10, NO 2, O 3, CO y SO 2] sobre la enfermedad simil – influenza (ILI)» se demuestra que los contaminantes atmosféricos pueden aumentar incidencia de las enfermedades simil – influenza, ya sea disminuyendo las defensas inmunitarias, sea por la producción alterada de citoquinas: “La exposición al PM2.5 no solo ha traído daños de las vías respiratorias epiteliales y disfunción de la barrera, sino que también redujo la capacidad de los macrófagos de fagocitar el virus aumentando la susceptibilidad de un individuo al virus» y además «Las lesiones tisulares inducidas por PM 2.5 pueden estar relacionadas con la producción alterada de citoquinas . El PM 2.5 puede comprometer la actividad fagocitaria de los macrófagos alveolares».

No es entonces arriesgado suponer que la perversa sinergia entre el virus SARS-COV-2 y la contaminación atmosférica es una de las causas de la particular gravedad y la propagación de la pandemia de Covid-19, en China, en la llanura de Padana, en Corea del Sur, es decir, en zonas con una alta tasa de contaminación, pero como es sabido, la contaminación se ha vuelto omnipresente. Es indispensable decidirse a adoptar de inmediato medidas drásticas para reducir el nivel de contaminación atmosférica y no solo esto. Es indispensable otro tipo de economía. Esta pandemia es una prueba general de cómo el neoliberalismo, con la contaminación, con el cambio climático, con la exacerbación de las desigualdades, nos está llevando derecho hacia la sexta extinción masiva. No se puede confiar solo en el clima o las pandemias para limpiar el aire.

Enfermedades infecciosas emergentes y salto de especies

Gran parte de las enfermedades infecciosas emergentes (EID) son zoonosis, es decir, comenzaron en animales y luego «saltaron» a las personas. Muchos virus animales han dado el salto de especies (o desbordes), es decir, han pasado de las aves (tanto migratorias como residentes en criaderos y mercados), por «presiones» no naturales, desde su reservorio animal/natural a los seres humanos. En los últimos veinte años, se han registrado varias epidemias virales: síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV) en el 2002-2003 y influenza H1N1 en 2009.

Más recientemente, el síndrome respiratorio de Oriente Medio, Coronavirus (MERS-CoV), identificada por primera vez en Arabia Saudita en 2012 y Ébola, que actualmente parece dirigirse a la remisión completa. El virus de la actual pandemia ha sido denominado SARS-CoV-2, en tanto es muy similar a lo que causó la epidemia de SARS (SARS-CoV). Todos estos virus son potencialmente pandémicos, es decir, causan mortalidad y morbilidad a gran escala, y como efectos secundarios interrumpen las redes comerciales y de viaje, estimulan los disturbios civiles y producen efectos económicos devastadores.

Manifestaciones clínicas

COVID-19 puede presentar una enfermedad leve (81% de los casos), moderada (14% de los casos) o grave (5% de los casos). Las manifestaciones clínicas graves son neumonía grave, SDRA (síndrome de stress respiratorio), disfunción orgánica múltiple (MOD), sepsis y shock séptico. Los datos preliminares sugieren que la tasa de mortalidad reportada varía del 1% al 2% según el estudio y el país. La mayoría de las muertes ocurrieron en pacientes mayores de 50 años. Los niños pequeños parecen estar solo ligeramente infectados, pero pueden actuar como portadores de una transmisión adicional.

La tormenta de citoquinas

En las tres principales pandemias virales del siglo pasado, que fueron debidas a la gripe Orthomyxoviruses que dió el salto de especies pasando de aves a humanos, la conocida como española (de H1N1 / 1918 1920), la conocida como asiática (de H2N2 / 1952) y la conocida como Hong Kong (del H3N2 / 1968), hubo millones de muertes, en gran parte causadas por neumonía debido a la sobreinfección bacteriana (y por lo tanto teóricamente tratables con antibióticos). En estas enfermedades infecciosas emergentes, la neumonía a su vez, es causada directamente por un mecanismo autoinmune, por «un fuego amigo». Covid-19 recuerda el curso del SARS, que atacaba los pulmones en tres fases: replicación viral, hiperactividad inmune y destrucción del pulmón. En la segunda fase entra en juego el sistema inmunitario, causando respuestas excesivas, y los llamados «incendios virales» o «tormentas de citoquinas», o «síndrome de liberación de citoquinas grave» (CRS). Alarmado por la presencia de una invasión viral, el sistema inmune se apresura a combatir la enfermedad inundando los pulmones con citocinas, proteínas que tienen la tarea de eliminar el daño y reparar el tejido pulmonar. Sin embargo, este proceso a veces se vuelve loco y estas células matan todo lo que encuentran, incluido el tejido sano (como sucede con el «bombardeo quirúrgico»). La tormenta de citoquinas puede entonces verterse en el sistema circulatorio y crear serios problemas sistémicos en múltiples órganos.

Una esperanza

Para escapar de la tormenta letal de citoquinas, una esperanza viene del tocilizumab (nombre comercial Actemra), un medicamento desarrollado por Roche para la artritis reumatoide, que inhibe los altos niveles de interleucina 6 (IL-6), una de las citocinas involucradas en tormenta antes mencionada.

Murciélagos y C0V

El coronavirus (CoV) ha probablemente tenido origen en los murciélago y luego se trasladaron a otros huéspedes mamíferos (huéspedes intermedios) la civeta de la palma del Himalaya para el SARS-CoV y el camello dromedario para el MERS-CoV, antes de saltar a los humanos. Los análisis genómicos sugieren que el SARS-CoV-2, el virus de la actual pandemia, había tenido origen en los murciélagos y había hecho el salto de especie, o desborde, sin un huésped intermedio. De hecho, los primeros casos de enfermedad de CoVID-19 fueron vinculados a la exposición directa al mercado mayorista de mariscos Huanan en Wuhan. Sin embargo, los casos posteriores no se asociaron con este mecanismo de exposición y se concluyó que el virus también podría transmitirse de persona a persona. Las personas sintomáticas son la fuente más frecuente de difusión de COVID-19, sin embargo, las estimaciones sugieren que el 2% de la población es portador saludable de un CoV. El SARS-CoV ha provocado una epidemia a gran escala que comenzó en China e involucró a dos docenas de países con alrededor de 8000 casos y 800 muertes; el MERS-CoV, que comenzó en Arabia Saudita y ha causado alrededor de 2.500 casos y 800 muertes y continúa causando casos esporádicos. Incluso los orígenes del virus Nipah en Malasia en 1998 y del virus Ébola se remontan a los murciélagos.

Cambio climático e interacciones con animales.

Los animales salvajes pueden ser portadores sanos del virus. En un mundo normal no habría contacto con las personas. El cambio climático obliga a las especies a entrar en contacto con otras especies que pueden ser vulnerables a la infección. Nos acercamos demasiado a los animales, invadimos su hábitat, aumentando así nuestra exposición a diversos agentes infecciosos. También, el cambio en el uso de los suelos, como la transformación de los bosques en campos cultivados, para garantizar la alimentación de la agricultura intensiva o de los biocombustibles, la caza, pueden ser responsables del contacto alterado con la fauna. Por el contrario, manteniendo intactos los ecosistemas, reduciendo al máximo la agricultura intensiva, un verdadero flagelo para el planeta, se reducen las probabilidades de contacto y transmisión de patógenos entre personas, ganado y fauna salvaje.

El presente: la interfaz demasiado cerca de la fauna.

Alrededor del 70% de las enfermedades infecciosas emergentes y casi todas las pandemias recientes se originan en animales (la mayoría en la fauna salvaje) y su aparición deriva de interacciones complejas entre animales salvajes y/ o domésticos y humanos. La emergencia de la enfermedad se relaciona con la densidad de la población humana y la diversidad de la fauna salvaje y es guiada por cambios antropogénicos como la deforestación y la expansión de las tierras agrícolas (es decir, el cambio en el uso de los suelos), la intensificación de la producción ganadera y aumento de la caza y del comercio de la fauna salvaje. (Moreno Di Marco et al. Opinión: el desarrollo sustentable debe tener en cuenta el riesgo de una pandemia-PNAS 25 de febrero de 2020).

El futuro: no va a estar bien

Si no hay un cambio de paradigma, el crecimiento de la población, alrededor de 11 mil millones en 2030, requerirá cada vez más aumentos en la producción agrícola y animal, lo que ampliará el uso agrícola de antibióticos, agua, pesticidas y fertilizantes y las tasas de contacto entre seres humanos y animales salvajes y domésticos, todo implicará la aparición y propagación de agentes infecciosos (Jason R. Rohr, et al – Enfermedades infecciosas humanas emergentes y vínculos con la producción mundial de alimentos).



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