31/01/2020

«Ayer me gritaron puto»

¿Como es la cotidianidad para una trasvesti en esta sociedad? Detrás de los eslogans inclusivos políticamente correctos, el ambiente fascista de las calles se torna irrespirable. El relato es de Alessandra Luna, una reconocida activista travesti feminista conurbana. «Ayer en un Desarrollo Social (no importa cual), donde fui a pedir ayuda para mejorar mi estado económico crítico, me gritaron «puto», «gay». La burocracia hizo que nada obtuviera para mi mejora. No fue en una cancha llena de pibes que me gritaron, fue en un lugar inscripto en el Estado. ‘Ahora acá es el club de putos’. ‘Si, ahora acá es el club de gays’, responde un administrativo. ‘Los putos deberían estar presos’, otro por allá. Toda la gente mirando y riéndose de la situación, y una en el medio… En el medio de esa línea de fuego. No quiero la trampa del derecho a la igualdad. Quiero mi derecho a ser diferente en la equidad», sostiene. La violencia se da en una dependencia del Estado. El «travesticidio social», en todos lados.


«Ayer en un Desarrollo Social (no importa cual), donde fui a pedir ayuda para mejorar mi estado económico crítico me gritaron «puto», «gay». La burocracia hizo que nada obtuviera para mi mejora. Eso me bajoneo por demás, y muy por el contrario, en el patio, lleno de gente, entre oficinas, galpones, obreros administrativos y demás, personas que acuden por una política social o ayuda, arrancara el grito del odio. Que terminó de aturdirme. No fue en una cancha llena de pibes que me gritaron, fue en un lugar inscripto en el Estado. No sabés si llamarlo aquiescencia, casualidad.

Qué pasa con las capacitaciones de la Ley Micaela. Qué pasa con los protocolos. Qué pasa con esa tierra de nadie que aún es dominio de los machos. El transitar del cuerpo travesti por los diferentes espacios interpela. El pasar del cuerpo travesti que va pasando arranca como una llama que vertiginosa va quemando el pasto seco. Esas mil miradas que impactan en el cuerpo y en la psiquis. Te relojean sin discreción desde la cara, las tetas, los genitales, el trasero, con ese escáner que te va sacando la energía como un video-juego. Esa energía que tenes FULL al salir de tu casa y llegas a la vuelta EMPTY. A veces ni llegas a todos los destinos porque te sacaron toda la energía en menos de lo pensado y te volvés. Con todos los disparos de escáner rigurosos, los coditos, las risas por lo bajo, o descaradamente por lo alto. Esas miradas de escáners que cuando cruzas la línea de fuego te van impactando en la psiquis hasta vaciarla.

Además, recurrentemente pueden, en el lugar menos pensado, que creías seguro, empezar el machismo, sus gritos de «puto», «gay» (en forma de insulto). Se que les compas gays y putos están resignificando esa palabra y llevándola como bandera. Pero no es el significado sino la intención de la que hablo. Me encuentro también en ese pasado común. Y los gritos siguen y no son uno, sino dos, de una esquina a la otra de un patio gigante, haciéndose contrapunto.»Ahora acá es el club de putos». » Si, ahora acá es el club de gays», responde un administrativo. «Los putos deberían estar presos», otro por allá. Toda la gente mirando y riéndose de la situación, y una en el medio… En el medio de esa línea de fuego. De esa violencia discursiva despiadada, que invita a todos los presentes a reírse de la victima. Corrí para intentar meterme en una oficina a refugiarme. Estaba cerrada. Corrí al baño. Entré. Respiré. Pasa otro cantando a los gritos: «donde está el bombón asesino, bombón bien latino…»

¡Me detectaron! ¿Qué hago ahora? ¿Donde voy? Salir a la calle llorando. Con semejante ataque a mi psiquis la pantalla del video-juego de ayer me indico EMPTY. Volver a casa en el fondo del conurbano. El tren hora pico, las miradas de más machos que ven una trava y es sinónimo de sexo fácil y al paso. Y se vienen a apoyarte de a dos, tres. Una vez llegaron a ser cinco de Plaza a Glew. Sos «el puto», pero sos el objeto de deseo. No se bancan en su constructo la hipocresía de su diversidad sexual intrínseca que no pueden manejar. Y reaccionan con acosos o con ataques, o una mezcla de ambos. Me refugié en mi casa, en mi cama, a dormir por horas. Soñando con un mundo mejor. Que un día todo cambie. Hoy me desperté, aun con la sensación de ayer. No estoy FULL, parece q la capacidad con los años va disminuyendo… No sé que otras batallas me deparara lo inmediato. Mientras, estoy en mi refugio. No quiero la trampa del derecho a la igualdad. Quiero mi derecho a ser DIFERENTE en la equidad.»

#MiCuerpaEsMiSentir

#BastaDeFalsaInclusion



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