Gatillo fácil en Santa Fe: «las últimas palabras de Lautaro fueron ‘Papá, perdóname'»
Lautaro tenía 17 años. Así comienza la nota que de antemano indica que contiene un video con «imágenes sensibles». El video lo muestra robando a una señora de 73 años, entre el miedo de la señora y el de él mismo, a quien se lo ve torpe e inseguro. Más que un robo, por momentos parece una negociación. Consigue un poco de dinero, que la propia señora le da, ya que la bolsa que se estaba llevando solo contenía revistas de Avon que ella vendía, y se va. Pero en la misma escena aparece un policía de civil que le dispara por la espalda. Lautaro no pone en riesgo la vida de nadie (que es la excusa que suele poner el Estado para asesinar), mucho menos en el momento de la fuga. Iba solo, desarmado, corriendo con una cartera de jubilada en la mano. No tuvo oportunidad de defenderse, estaba completamente indefenso cuando es cobardemente fusilado. Por Mucho Palo Noticias.
Probablemente el policía no contaba con la omnipresencia de las cámaras que el mismo discurso que avala su existencia y su cotidiano accionar multiplica sin cesar. Seguramente la idea era matar, llamar a un par de colegas, plantar armas, alterar la escena, y todo lo que en lo antirrepresivo ya sabemos de memoria.
Las imágenes son muy claras: el policía se para erguido, levanta sus manos a la altura de los hombros, apunta y dispara. Lautaro cae. El policía Francisco Olivares no dispara en la parte baja para detener la marcha, sino a la altura de espalda y cabeza, para matar. De dar la voz de alto ni hablar.
Cruel es el destino que hizo que el papá de Lautaro pasara justo por el lugar y se encontrará con el cuerpo de su hijo ensangrentado: «’Me duele mucho la panza’ me dijo, le mojé los labios y él me decía ‘no le cuentes a mamá, no quiero que se preocupe, avisale a Sheik que en mi mochila está su celular’. Luego me dijo ‘tengo mucho sueño’».
Las últimas palabras de Lautaro fueron “Papá, perdóname”. El asesino observaba la escena a los pocos metros.
Los detalles dolorosos a veces son necesarios, nos recuerdan que esa muerte evitable se lleva una vida joven. Lautaro cometió un error, que en todo caso debe ser juzgado. Todo por unos pesos, o quizás un celular, pero que en la Argentina de Chocobar y Bullrich, donde primero se dispara y después se pregunta, cotiza igual que la vida de un pibe de 17 años con todos sus sueños, deseos, dificultades, amistades, gustos e intereses, y que en sus últimos minutos de vida solo quiso pedir perdón y no hacer enojar a su mamá.