27/10/2019

Realismo mágico en el recuento boliviano

Las elecciones bolivianas del 20 de octubre han dado la victoria en la primera vuelta a Evo Morales. Un resultado que la oposición no reconoce y amenaza con reeditar los conflictos entre defensores y detractores del “proceso de cambio” iniciado en 2006. Por Diego Aitor San José

La Paz amanece soleada tras dos mañanas de lluvias y lejos de la incertidumbre que horas después llenará sus calles. La calma del domingo se impone sobre una ciudad prácticamente vacía donde apenas hay locales abiertos ni coches por las calles. Es día de elecciones y el Auto del Buen Gobierno regula una jornada para que todo esté centrado en la votación y la elección del futuro presidente.

No hay apenas transporte público ni taxis ni siquiera Uber, más allá de alguna excepción que haya conseguido permiso. Hace dos días que no se vende alcohol y la noche anterior no hubo discotecas abiertas. El objetivo es que todo el mundo vaya a votar durante el domingo, un domingo que será el inicio de un realismo mágico que atraviesa la realidad hasta el punto de no saber qué es ficción y qué no. La mañana es casi ideal: hay perros corriendo detrás de unas palomas, vendedores ambulantes, paseantes al sol y niños y niñas pedaleando con la bicicleta por los aledaños de la Plaza Murillo por donde habitualmente pasan coches. La mirada se queda fija en la prácticamente recién inaugurada Casa Grande del Pueblo, un edificio de 130 metros de altura. Acaba de llegar Evo Morales después de ejercer su derecho al voto, pasará una parte de la jornada en su despacho presidencial y otra en la residencia San Jorge. Todo está en calma pese al clima de polarización que se ha advertido para las elecciones. El domingo los siete millones de bolivianos y bolivianas podían elegir entre nueve opciones para presidir el país, cuatro de ellos con alguna posibilidad de obtener algo más que un uno por ciento y solo dos con posibilidades de disputarse el triunfo en una hipotética segunda vuelta. Además del llamado “Hermano Evo” —que parte como gran favorito— un periodista, escritor y expresidente del país entre 2003 y 2005 parece colarse entre los sondeos a una distancia de menos de 10 puntos de Morales.

El principal oponente de Evo Morales, el expresidente Carlos Mesa, ha centrado todas las miradas de aquellos que consideran a Evo Morales un tiempo pasado Él es Carlos Mesa, quien bajo la bandera de la regeneración democrática y sin proponer grandes cambios económicos para un país que ha crecido en 15 años de manera ininterrumpida a un ritmo del 4,5%, ha centrado todas las miradas de aquellos que consideran a Evo Morales un tiempo pasado. Porque por mucho que haya más opciones, las elecciones bolivianas vuelven a girar en torno a una pregunta: ¿debe continuar el llamado “proceso del cambio” que está llevando a cabo Evo Morales desde 2006? ANTECEDENTES Hay quien tiene clara su respuesta desde un principio, y la lleva teniendo clara en los últimos años. Anthony es uno de ellos, es joven, del Movimiento Siglo XXI y tres días antes de las votaciones levantaba una bandera azul en el mitin de fin de campaña del partido oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS) en El Alto, un municipio pegado a La Paz en el que Evo arrasa elección tras elección. “Bolivia ha cambiado en estos 15 años, lo ha hecho para mejor, somos un país más justo, que elimina la pobreza y que ha devuelto el orgullo de ser pueblo a la gente que antes estaba excluida”, dice quien prácticamente ha crecido con el primer presidente indígena de América Latina en el poder. Corrupción, incendios y 21 de febrero son tres de los argumentos que sirven para explicar por qué las encuestas dan una caída de media de 20 puntos —alguna incluso más— a Evo Morales respecto a hace cinco años Otros, en cambio, coinciden en la claridad de las ideas, pero justamente por ser las contrarias. “Este es un gobierno corrupto que está utilizando Bolivia para su provecho”, señala Rubén, que se presenta como camba, el vocablo que se utiliza para referirse a los naturales de la zona oriental de Bolivia, la llamada media luna de Pando, Beni y Santa Cruz, donde Evo Morales tiene menos fuerza pese a que en 2014 ganase en dos, un hecho muy diferente con su derrota en todos ellos cinco años después. Entre las críticas no faltan las menciones a Venezuela, los incendios de la Chiquitanía y la consulta del 21F. Corrupción, incendios y el referéndum del 21 de febrero son tres de los argumentos que sirven para explicar por qué las encuestas dan una caída de media de 20 puntos —alguna incluso más— a Evo Morales respecto a hace cinco años siendo el país que más creció de América Latina en ese tiempo y por qué el resultado final, tanto el del domingo como el del lunes, estuvo alejado de las grandes mayorías de antaño. Con respecto a la corrupción, todavía no hay condenas directas sino acusaciones, como el Caso Zapata, que afectaba a la expareja del presidente, o el Caso Fondo Indígena, en el que estaban implicados una exministra, dos exdirigentes del MAS y ex líderes de movimientos sindicales próximos al partido. Los incendios son un drama en el oriente del país y hay una cantidad importante de dedos que han señalado en todo momento a Evo Morales  El segundo argumento, los incendios, es un drama en el oriente del país y hay una cantidad importante de dedos que han señalado en todo momento a Morales. Su proyecto de ley para ampliar la frontera agrícola en una zona natural, el permiso de los chaqueos —fuegos para eliminar restos y poder plantar en el campo o dejar para la ganadería— y la dotación de tierras a personas que llegan desde el altiplano son vistos como la gasolina de lo que vino después. La sequía y la falta de una respuesta coordinada por parte del Gobierno hizo el resto: dos millones de hectáreas calcinadas en la región de Santa Cruz.

El tercer argumento, el referéndum del 21 de febrero, es el lema con el que uno de los candidatos, el senador Óscar Ortiz, participó en las elecciones. “Bolivia dijo no” es el resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016 cuando Evo Morales propuso cambiar la constitución para eliminar la limitación de mandatos y permitir así su tercera reelección. El 51% votó en contra, pero el Tribunal Constitucional por una parte y el Tribunal Supremo Electoral, por otra, validaron su candidatura amparándose en la Convención Americana de Derechos Humanos que señala que ser elegido democráticamente en unas elecciones es un derecho humano que no se puede limitar.

Pese a que perdió el referéndum del 21 de febrero de 2016, con el que pretendía eliminar la limitación de mandatos, Morales consiguió volver a presentarse apelando a la Convención Americana de Derechos Humanos La tensión se ampliaba en la calle con la celebración las semanas previas a la votación de varios cabildos, encuentros populares en algunos municipios como Santa Cruz, Tarija o Potosí en los que se reclamaban una serie de medidas al Gobierno, se exponían las críticas a la gestión e incluso se llamaba a desobedecer un posible resultado si ganaba Evo Morales. La campaña comenzaba a tocar a su fin y en un acto de Evo Morales en Potosí tuvo que actuar la policía contra un grupo de opositores que atacó a los masistas quejándose por la destrucción de la zona con la previsible futura extracción de litio. VOTACIONES Con todo ello se llegó al domingo 20 de octubre. Las mesas abrieron a las 8h y cerraron entre las 16h y las 18h según el retraso que hubiera en cada colegio electoral. La jornada sucedió sin incidentes, todo un éxito del pueblo boliviano, según repetían en la televisión los numerosos analistas mientras hacían tiempo hasta que salieran los primeros resultados. Sobre las 20h, los primeros resultados del sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) aparecían en las pantallas de todo el país con un titular: el futuro presidente del Estado Plurinacional de Bolivia se elegirá en segunda vuelta. Con el 80% del voto escrutado, Evo Morales aparecía como el candidato más votado con el 45% de los votos, algo menos de siete puntos por encima de un Carlos Mesa, que sorprendía a todo el mundo con un 38% de los votos. La concentración del llamado voto útil para echar al actual presidente e impedir un cuarto mandato consecutivo parecía dar sus frutos. La encuestadora a pie de urna Viaciencia, con voto por regiones y 100% escrutado de su llamado conteo rápido, no sólo confirmaba el resultado final sino que apretaba la situación: 43,9% de Morales frente al 39,4% de Mesa. Definitivamente, los seguidores de Mesa, banderas naranja y verde en mano, estallaban de alegría; gritaban y cantaban por el que veían como futuro presidente gracias al compromiso de Chi Hyun Chung (8,8% de los votos) y Óscar Ortiz (4,4%) de darle su apoyo para la segunda vuelta. En ese momento, el hecho de que el Organismo Electoral Plurinacional (OEP) hubiera parado el recuento en el 83% parecía no importar. “Llevamos ganando las elecciones 15 años”, y el público rompió a aplaudir. Y casi como si se adelantara a lo que ocurriría horas después avanzó que habría que esperar al voto rural.  De la celebración naranja a la sensación agridulce en el entorno del MAS había un botón en la realización televisiva. Sus seguidores, espontáneamente, fueron llenando el Palacio Quemado, antigua sede presidencial situada justo delante de la actual. El espacio se llenó en pocos minutos de banderas azules y cánticos a favor de Evo Morales. A los minutos, el presidente y algunos de sus ministros bajaban las escalinatas y Evo tomaba la palabra. “Llevamos ganando las elecciones 15 años”, y el público rompió a aplaudir. Y casi como si se adelantara a lo que ocurriría horas después avanzó que habría que esperar al voto rural y al del exterior para confirmar el resultado, resultados que tardan más en ser contabilizados y en los que Morales tiene mucho más apoyo que sus rivales. PRIMEROS RESULTADOS La noche se cerró con los comentarios de tertulianos de que Bolivia había dado una lección democrática, que el pueblo había decidido y algún tímido “todo parece indicar” sin querer confirmar lo que algunos medios ya daban: por primera vez en la historia habría una segunda vuelta en Bolivia. Así despertaron los medios, tanto nacionales como internacionales. Alguno optó por poner la coletilla de “según resultados preliminares” y hasta recogió las palabras de Morales advirtiendo el voto rural y exterior, pero nada más. La tarde se vivió en un cargar y recargar la página de la OEP constante; unas décimas eran las que cambiaban el futuro, al menos a corto plazo, de Bolivia para los próximos cinco años

Las horas fueron sucediendo entre comentarios del posible fin del Gobierno de Evo Morales, las posibles alianzas en una hipotética segunda vuelta y la dificultad de Gobierno de cualquiera de los dos candidatos con dos cámaras legislativas sin una mayoría de dos tercios que permita tener las manos libres para gobernar. Por la tarde, sobre las 18h, saltaba la sorpresa: el Tribunal Supremo Electoral puso de nuevo en marcha el TREP y Evo Morales conseguía los diez puntos de diferencia necesarios para evitar la segunda vuelta. Eso sí, por un margen escasísimo: 46,85% frente al 36,75% de Mesa. La tarde se vivió en un cargar y recargar la página de la OEP constante; unas décimas eran las que cambiaban el futuro, al menos a corto plazo, de Bolivia para los próximos cinco años. Las premoniciones de Evo se cumplieron: el voto rural ampliaba la ventaja hasta rozar los diez puntos de diferencia dentro de Bolivia (46,4% frente a 37,07%) y el voto exterior, donde el actual gobernante obtenía el 60% de los 300.000 bolivianos y bolivianas que votaron desde otros países la ampliaba hasta el ya conocido 10,11 puntos, 0,11 puntos más de los necesarios. Las reacciones no se hicieron esperar ni en la calle ni en los principales organismos del país. El propio Tribunal Supremo Electoral (TSE) salió al paso de las posibles dudas explicando que si el conteo se paró el día anterior fue porque había comenzado el oficial y que llevaba tiempo. La Organización Americana de Estados (OEA) pidió por un comunicado por Twitter que el proceso fuera “ágil y transparente” e indicó que “seguirá su labor de aseguró “mantener la esperanza en que el resultado del cómputo definitivo se apegue a la voluntad de los electores manifestada en las urnas” y expresó que tras 24 horas de dejar de divulgar los resultados, el TSE “presentó datos con un cambio inexplicable de tendencia que modifica drásticamente el destino de la elección y genera pérdida de confianza en el proceso electoral”.

Por las redes sociales no dejaron de circular imágenes de gritos, protestas, intervenciones policiales con gas lacrimógeno y hasta la cara sangrando del rector de la Universidad Mayor de San Andrés También la Delegación de la Unión Europea en Bolivia emitió un comunicado en el que señalaba que la interrupción del conteo electrónico generaba “serias dudas que deben ser totalmente aclaradas”, pedía a las autoridades “máxima transparencia” y señalaba que “los recientes incidentes deben ser investigados” ya que considera como “vital garantizar la credibilidad del proceso electoral y la voluntad del pueblo boliviano”. Finalmente, las dos instituciones apostaron, ya el jueves, por reclamar una auditoría —que fue aceptada por el gobierno— y recomendaron la celebración de una segunda vuelta, antes de certificar o no la validez de las elecciones y sin realizar la auditoría señalada. FALTA CREDIBILIDAD Esa credibilidad de la que se hablaba es la que quedó dañada el lunes y por la que las calles comenzaron a llenarse de gente protestando contra el fraude electoral. Tarija, Potosí, Santa Cruz de la Sierra y La Paz fueron los principales centros urbanos en los que se escucharon los gritos de “fraude” y “mi voto también cuenta”. Por las redes sociales no dejaron de circular imágenes de gritos, protestas, intervenciones policiales con gas lacrimógeno y hasta la cara sangrando del rector de la Universidad Mayor de San Andrés, Waldo Albarracín. La calle, animada por el propio Carlos Mesa, se convirtió en el reflejo de lo que habían mostrado las urnas: una división palpable entre seguidores del actual Gobierno y de la oposición. Las horas y los días fueron pasando entre críticas cruzadas de golpe de Estado, fraude, intento de generar violencia en el país y de intentar reprimir a los manifestantes con el uso de los militares y la policía. El miércoles hubo paro nacional de la oposición y marchas pro-gobierno para mostrar el apoyo a los resultados. “Aún estamos en zozobra e incertidumbre”, analiza el presidente del Colegio de Politólogos de La Paz, Ludwig Valverde, quien señala que “una buena forma de generar consensos y estabilidad es esperar a lo que digan organismos internacionales como la auditoría de la OEA o la Unión Europea”. “Hay miedo sobre todo porque no se sabe qué va a pasar, cuál será el siguiente nivel”, dice una española que vive en Oruro y que no quiere dar su nombre. Evo Morales dio una rueda de prensa ante los medios internacionales en las que llamó a esperar el resultado final del escrutinio —que en ese momento va por el 98%—, y explicó que el voto rural, el último en llegar “es muy militante”  El jueves 24 de octubre, Evo Morales dio una rueda de prensa ante los medios internacionales en las que llamó a esperar el resultado final del escrutinio —que en ese momento iba por el 98%—, y explicó que el voto rural “es muy militante”. El presidente boliviano aprovechó para lanzar unas cuantas pullas a la oposición acusándola de golpista, a Carlos Mesa de ser “un cobarde y un delincuente” y señaló que lo que le molesta a la oposición “es que haya un indio presidente”. Por la tarde, con el recuento ya finalizado, la diferencia entre los dos candidatos, que se acusan mutuamente de “antidemocrático”, se había ampliado hasta el 10,55%.  ‘VENEZOLANIZACIÓN’ El periodista y escritor boliviano Fernando Molina escribía en El País que uno de los problemas que existe en Bolivia es la falta de credibilidad del propio Tribunal Supremo Electoral, una institución que debería ser considerada como una especie de cuarto poder que vele por el buen funcionamiento de la democracia y que, sin embargo, “en la percepción de la mayoría de los bolivianos se trata solamente de una dependencia del Gobierno”. Así, explicaba que una encuesta realizada antes de las elección mostraba “que el 60% de los bolivianos creía que había fraude en estas”. “Los propios miembros del Tribunal reconocieron —cuando se reunieron con los observadores de la OEA, cuando estos acababan de llegar a Bolivia— que gozaban de poca credibilidad”, escribe. Stefanoni señala el riesgo de ‘venezolización’: la mitad de la población no reconoce al actual Gobierno, igual que tampoco la mitad del Senado y el 40% de los diputados con lo que el trabajo de la Asamblea Legislativa está en riesgo Por su parte, el también periodista del país andino y redactor jefe de la revista Nueva Sociedad, Pablo Stefanoni, señaló que existe, en términos de realización democrática, una “venezolanización” de Bolivia. Esto pasa por la mitad de la población no reconoce al actual Gobierno, igual que tampoco la mitad del Senado y el 40% de los diputados con lo que el trabajo de la Asamblea Legislativa está en riesgo. La oposición no reconoce al TSE ni “quiere injerencia externa que obligue a reconocer al nuevo gobierno igual que el gobierno no quiere injerencia que le obligue a una segunda vuelta que no surja de los resultados sino de un acuerdo político”, algo así como lo que proponen la OEA y la UE para frenar la tensión. “Igual que en Venezuela —continúa— no se acepta una mediación efectiva”. Así, el Gobierno no quiere ninguna negociación con la oposición, reconoce una auditoría externa, pero no a la Coordinadora de Defensa de la Democracia creada por la oposición, con lo que se ponen en riesgo también las municipales del próximo año. “Ya no se cuenta con el instrumento democrático para resolver la diferencia y pugna entre las dos mitades del país. Para los actores, solo queda el escenario de las calles”, indica. Eso sí, también expresa diferencias con Venezuela con un nivel mucho menor de violencia y que no existe una crisis económica que agrave la situación. Además, señala, la clase política boliviana “es más pragmática y menos ideológica que la de Venezuela”. El realismo mágico, ese movimiento artístico tan hispanoamericano que consiste en mostrar la realidad con el toque de magia que hay en ella, en esta ocasión entró de nuevo a formar parte de la vida política latinoamericana. Hay una mitad que no cree a la otra y viceversa, aunque no por magia sino por un intento de quedarse con el poder o de expulsar al que ya está. Bolivia se prepara para unas semanas críticas que decidirán su futuro. Octubre, que diría el coronel de Gabriel García Márquez, se ha instalado en el patio de América Latina.



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