20/10/2019

Catalunya se para

Barcelona se volvió a llenar de manifestantes contra la sentencia del Tribunal Supremo en una jornada de huelga de seguimiento desigual y fuerte movilización ciudadana. Por Marc Almodóvar

Movilizaciones masivas. La mañana se despertaba con cortes en decenas de carreteras. Incontables. La más significativa, en la Junquera, que acabaría provocando decenas de kilómetros de cola en Francia hasta casi llegar a Perpiñá. Internacionalizando la cosa, vaya. En Barcelona un grupo, Picnic per la República, se convocaba para bloquear la Sagrada Familia. Más movilizaciones líquidas. Intentos de parar el puerto. Jolgorio en decirse que un crucero con 800 pasajeros habría sido desviado a Valencia. Los estibadores, erigidos en casi iconos tras los episodios del buque de piolines de 2017, en una marcha de mil de sus miembros gritando “nunca abandonaremos a nuestro pueblo”.

Seguimiento desigual de la huelga, eso sí. Como viene siendo habitual, de hecho. Guerra de cifras sobre la incidencia. Que si la caída eléctrica fue del 10, que si fue del 6, que si fue del 14; que si los funcionarios la secundaron un 35, que si la secundaron un 4; que si los comercios un 80, que si no. Sea como sea, masiva en universidades, mayoritaria en secundaria pública. Los transportes, limitados a la mitad.

De lo que no hay duda es que las calles y carreteras se inundaron, una vez más. Impresionantes imágenes aéreas mientras convergían en Barcelona las cinco columnas de las denominadas “marchas por la libertad”. La entrada por la Meridiana, en un plano aéreo sin lograr atisbar el final de la gente, era increíble. Sanchez hablaba el lunes del naufragio del independentismo. La respuesta han sido ríos de gente colapsando el país.

La huelga fue masiva en universidades, mayoritaria en secundaria pública. Los transportes, limitados a la mitad.

Abuelas, niños, estudiantes. Con sus palos de treking o sus patinetes. Un pueblo en movimiento. En Badalona, hasta una abuela de 100 años se unía a la marcha. A medida que iban llegando a Barcelona gente los aplaudía desde aceras o balcones. “Gracias” les decían. Alguno se cabreaba y ponía el himno de España a toda castaña ante la indiferencia de la mayoría. Tras recorrer cien kilómetros en tres días, algún político intentaba aparecer para echarse la foto. La gente le recordaba que “llegas unos cuantos kilómetros tarde”. Pancartas de Torra imbécil o Buch Dimissió entre los manifestantes. Curioso adoctrinamiento, el catalán.

Carlos Taibo suelta en twitter. Catalunya debe ser el país más rico del mundo, nunca vi tantos burgueses en la calle.

El centro de la ciudad se va llenando paulatinamente. Un grupo de menores magrebíes se sube a una fuente para hacerse una colección de selfies. Cerca, unos compatriotas enarbolan la bandera del Rif al grito de “Visca Catalunya” cada vez que alguien les pregunta. “Nos autoproclamamos sediciosas” reza una pancarta. Alguien canta “la farola, la farola, la farola donde está…?” y a pocos metros aparece un chaval enarbolando una luz pública de juguete. Risas generales.

Tractores ocupando la Gran Vía. A uno le han armado un tirador de cerveza. A otro hasta una parrilla, y unos altavoces que suenan a toda castaña para amenizar la velada. Algo parecido sucede manzanas más arriba. Frente al cordón policial que blinda la delegación del Gobierno alguien ha sacado unas luces y unos altavoces y se marca una sesión discotequera. Todo muy sedicioso, vaya.

Un chaval, manchego dice, lleva una bandera de España y una pancarta. “Esto no va de independencia, sino de libertades”. La gente le aplaude. Supongo que nos lo enseñará la Griso el lunes, no os preocupéis. Una reportera extranjera le pregunta y dice que le parece una sentencia desorbitada. “Como puede ser peor convocar un referéndum que cometer una violación?” sentencia. No es el único, se ve alguna otra bandera española con un lazo amarillo. Evidentemente bastantes republicanas.

Pregunta en redes el exdiputado autonómico madrileño de Podemos, Raúl Camargo, si acaso el estado espera poner toda esa gente en la cárcel.

Y en eso que la democracia se pone bonita y cierran una web. La del Tsunami Democrátic. Y como si todavía no lo hubieran entendido, no se tarda ni cinco minutos en estar replicada. Audiencia Nacional acusando de terrorismo a una web. Y un grupo de telegram. Con 350 mil seguidores ya. Ordenes de Manuel García Castellón, el mismo que investiga los CDR encarcelados. Indicios de Terrorismo, dice.

Parece que alguien en Madrid está testarudo en crear relato. El del golpismo fracasó. Rescaten los manuales de los 80, se ha dicho.

Uno de estos, muy retro él, es Mayor Oreja. Trending Topic de la mañana. Que Catalunya está al borde del terrorismo, dice. Llevan siete años con la misma cancioncita. Estos no se han leído Pedro y el Lobo, ¿no? Pero la guinda está por llegar. Dice que todo el desorden, el independentista, el brexit o los chalecos amarillos son fruto de la legalización del aborto. “Todo lo demás es plano inclinado”. Chinpún.

Mientras, en Astúrias, la atención está en que una niña de 13 años va a dar su primer discurso. Qué emoción, Leonor. Y la niña nos dice que está comprometida con los que luchan por un mundo mejor. Seguro. ¿Quién lo pone en duda?

No fue la única en hacer discursos. Marlaska sale para decirnos que las movilizaciones han sido menores que en anteriores ocasiones. Otra vez aquello del suflé. Que esto se deshincha. Muy interesante. No la habíamos oído nunca. El suflé lleva siete años bajando y aquí estamos, sediciosamente etiquetados.

Los disturbios estallaron en Via Laietana cuando el cordón policial arranca su carga ante una unión de chavales sentados en el suelo

De mientras, los suyos, la Policía Nacional, desbocados por Barcelona. Circulando por redes, en cuentas de la UIP, un miembro mostraba una pelota de goma de las que presumiblemente luego lanzarían. Llevaba escrito un mensaje. «La república no existe, imbécil; en recuerdo del pelotazo que te di”. Y eso era por la mañana.

Supongo que la gente me preguntará por los adoquines de Urquinaona y los disturbios.

Supongo que me toca hablar de “la violencia”. Y condenarla. Que si no me viene a buscar Pedrito Sánchez a regañarme. Pues sí, la condeno.

La de esos uniformados que necesitan rematar a un chaval en el suelo, incluso usando sus escopetas. O la de esos que se tiran encima de un hombre con una bandera y las manos al aire en una calle sin gente para acabar disparando a los que les increpan a 50 metros. O esos que entran disparando en un bar. O aquellos que bajan de la furgona para detener a un hombre que lleva un cubo para apagar una hoguera en Girona. O los que entran en un bus nocturno para detener a otro chaval al azar. O esos nacionales que van empujando a una chica y su pareja decenas de metros como si fueran una pelota de goma.

Los disturbios estallaron en Via Laietana cuando el cordón policial arranca su carga ante una unión de chavales sentados en el suelo. A uno lo pillan tan por sorpresa que parece estarse liando un cigarrillo cuando ya tiene a media docena encima apaleándole. Y eso desencadenó la batalla. Con unos policías más desbocados que nunca, la batalla ganó en intensidad y crudeza. Adoquines levantados como munición, gritos de “Barcelona antifascista” como combustible. Más jóvenes, más de barrio, menos que perder ante el horizonte del precariado.

Venían contentos a pegar abuelas y se encontraron con los nietos, leo en internet.

Decenas de lecheras, tanto de nacionales como de Mossos, llenando la Via Laietana. Aquellas que no habían existido la noche antes para evitar que doscientos fascistas fueran de cacería.

Lluvia de gases lacrimógenos incluso desde las azoteas. Lanzaron tantas balas de goma, esas que llevan años prohibidas en Catalunya, que hubo un momento que tuvieron que parar y recoger las que había en el suelo. Disparando legalidad, vaya. Los Mossos pudieron por fin estrenar su famoso botijo. Ese monstruo lanza-agua comprado hace 25 años al estado sionista de Israel y que se ha pasado estos cinco lustros en el parking. No sé si era la emoción o la falta de rodaje pero el coche iba como loco por el centro de Barcelona.

Y luego, el selfi de rigor para la posteridad. Los policías posaban profesionalmente heroicos en la Via Laietana con sus botines de guerra.

Las escenas no eran solo en Barcelona. Se reproducían por las principales ciudades del país. 54 detenidos. 9 ya en cárcel sin fianza. Entre los detenidos ayer, un compañero fotoperiodista, mientras decenas de profesionales más denunciando agresiones y persecuciones por la ciudad. Antes que todo esto empezara ya había denunciado Amnistia Internacional los excesos de los cuerpos policiales. Ahora, 24 horas después, no sé qué pensará.Se nos está poniendo la cosa bonita.

Y de mientras, Isabel Celaá hablando de la agresión fascista de la noche antes, suelta en la radio que “es lamentable que las algaradas independentistas hayan suscitado la génesis de la violencia de ultraderecha”. Vaya, que las van provocando. “La culpa es de los padres, que las visten como demócratas” se leía en redes. Todo cuando en El Español podemos ver esa oda a la porra de Pedro Insua al ritmo de “la porra significa esta unidad del poder público; la urna su quebranto por decisión arbitraria”.

No hay mayor imagen que esta para desatascar este embrollo. Una vez más, la urna como problema, la porra como solución.

Orden, orden y orden y, si luego nos queda algo de tiempo no se olviden de tener un poquito más de orden.Habíamos entendido otra cosa cuando nos dijeron que iban a desenterrar a Franco.



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