20/10/2018

El macrismo y la banalidad del poder

Cuando el presidente buscaba disfrutar la paz cambiaria, lograda con tasas siderales y recesión, las disputas internas volvieron a tensar a un gobierno ya de por sí débil. El acuerdo con el FMI sigue sin firmarse. Por Eduardo Lucita.


Todavía no se habían apagado totalmente las brasas de la intempestiva -e inducida desde Washington- renuncia del titular del Banco Central, cuando nuevos chisporroteos amenazaron atizar el fuego de la crisis política larvada que se desenvuelve desde diciembre pasado.

El costo de mantener a raya el tipo de cambio ya se hace sentir. La recesión, que ahora sería por cuatro trimestres, causa estragos en el nivel de actividad, los comercios sienten la caída del consumo, los industriales el achique del mercado interno, los despidos y suspensiones intensificaron el ritmo y la pobreza volvió a crecer mientras que a la inflación, que ya se la estima cercana a un 50 por ciento para todo el año, carcome salarios y jubilaciones.

Sin embargo nada de esto inmuta a las cúpulas del poder que parecen vivir en un mundo aparte. Pruebas al canto: la dislocada arremetida con objetivos varios de Elisa Carrió; el traspié del secretario Iguacel en el aumento retroactivo del gas y la incalificable disputa en la Corte Suprema de Justicia, justo cuando el G-20 se reunía en el país.

¿Una broma?

La diputada nacional no tuvo empacho en emplazar al presidente de la Nación para que despidiera al ministro de Justicia, contra quien ya presentó un pedido de juicio político. Entiende que forma parte del sector del PRO que no quiere ver presa a CFK para que esta sea candidata y garantice un nuevo triunfo electoral de Cambiemos, cuestión bastante dudosa por cierto. Al mismo tiempo, sospecha que se están pensando medidas para salvar a las empresas que aparecen en la corruptela de la obra pública, entre ellas algunas ligadas a la familia Macri, que pone en riesgo el plan de obras de los PPP, lo que sembró alarma en Wall Street. Finalmente y ante la reacción de sus socios en Cambiemos y con la frivolidad que suele caracterizarla confesó que “fue una broma”. Sin embargo poco después volvió a la carga.

El secretario de Energía, Javier Iguacel, que formalmente responde al ministro de Economía se cortó solo y anunció que los usuarios debían compensar a las empresas del sector por la diferencias cambiaria de la devaluación. El presidente le dio todo el apoyo, incluso públicamente nos retó: “la energía es cara y hay que pagarla”. Pocas horas después y ante la reacción popular, dieron marcha atrás con el pago retroactivo. Radicales y kirchneristas se adjudican este retroceso -en chancletas dirían en el barrio- y algo hicieron, pero ambos ocultan que el gobierno reaccionó cuando los sensores políticos detectaron que crecía la idea de la desobediencia civil y el no pago de las facturas recargadas. Finalmente lo pagará el Estado, con lo que las empresas siempre ganan.

Líos en la Corte

Finalmente el culebrón de la Corte Suprema de Justicia, cuando el presidente saliente y el entrante discutieron públicamente por el destino de un puñado de empleados que manejan una página web del organismo. Lo que debía ser una transición ordenada terminó en un verdadero conventillo con acusaciones cruzadas, de vaciamiento del área de comunicación de un lado, de intentos privatizadores y de falta de respeto y cuestiones de género del otro. Un papelón marca cañón, en lo que parece ser el inicio de una saga que recién comienza.

Entre culebrones, bromas pesadas y “si pasa pasa y si no retrocedemos”, los distintos estamentos del poder muestran su superficialidad frente a una ciudadanía preocupada, que no ve otro horizonte que no sea un agravamiento de las condiciones del presente.

En la antesala de la asamblea anual conjunta FMI-BM se dio a conocer el informe Perspectivas Globales. En lo referido a nuestro país, el Fondo es más pesimista que el gobierno. Según esas perspectivas el PBI caería 2,6 por ciento este año y 1,6 el próximo (-2,4 y -0,5 según el proyecto de presupuesto elevado al Congreso) con una inflación del 20 por ciento, cuando el presupuesto estima 23, es decir que las exigencias son mayores. Desde Bali, Indonesia, donde sesiona la Asamblea, la directora Christine Lagarde derramó elogios sobre los esfuerzos que hace el gobierno de Macri para estabilizar la economía y ajustar el gasto. Sin embargo ahora se hizo público que el acuerdo con el Fondo es por ahora de palabra, porque aún no está firmado.

Carta demorada

Desde el oficialismo dejan trascender que son los tiempos de la burocracia del FMI que no coinciden con la ansiedad de nuestras necesidades, porque la falta de firma hace que no se liberen los desembolsos que el país necesita para hacer frente a vencimientos de la deuda. Pero es que tampoco se conocen los términos de la carta de intención que es la que le da contenidos concretos al acuerdo. Según se dice es porque se está esperando que el proyecto de Presupuesto 2019 tenga al menos la media sanción de Diputados. Pero se han encendido las alarmas porque, según los trascendidos, se trata de que el Fondo exigiría nuevos recortes a los ya acordados, por eso no estaría todavía concluida la redacción de la carta de intención. Esto no está confirmado pero el río suena y la demora de la firma es real.

Así las cosas, la banalidad del poder ha quedado expuesta y todo indica que la profundidad de la crisis se está colando al interior de la alianza gobernante. La única fortaleza que muestra el gobierno es la que emerge de la debilidad de sus oponentes.



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