17/05/2009

María Roldán, picando para liberarse

tapa-107.jpg«Una mujer y una comunidad protagonista de momentos de trascendencia social e histórica al pulso del movimiento obrero de «volumen y fuerza combativa». El laborismo argentino, las intrigas y la negación de quienes no supieron de complicidades con injusticias que lesionaran su lealtad al pueblo y a sus trabajadores.» ANRed publica la segunda parte del relato que conjuga la historia de una mujer, su experiencia de lucha, su comunidad, y su relación con momentos de la historia del país. Por Ariel Kocik para ANRed.


«Hombres que caen de rodillas ante el presupuesto»

La delegada del Swift organizó el Partido Laborista y salió de gira por la provincia, que en cuatro meses vio seis mil actos de esa nueva fuerza, en una campaña a cal, tiza y carbón, asumiendo caracteres nacionales como no se logró jamás, y desafiamos a que nos demuestre lo contrario, cualquier partido político argentino. Si en Tucumán los laboristas hacían campaña a lomo de mula, en Berisso, Ensenada, La Plata y el Gran Buenos Aires, corazón del gremialismo nacional, iban en tren, camión, auto y bicicleta.

Recuerda María un partido al total servicio de la masa sufriente: «Una noche, mientras hablábamos esas cosas así a la deriva, se empezó a dibujar el Partido Laborista en una cajita así que la señora de Reyes le había comprado a la nena unos zapatitos, hizo así como unos triángulos, como unas diagonales, como está La Plata trazada, y en el centro la central laborista. Fue como un contagio el Partido Laborista. Hubo gente que vendía el caballo, el sulki, que ponía todo lo que tenía para hacer un local. («¦) Quiero decir que fue la primera emancipación donde el obrero descargó todos sus dolores, sus malestares, sus ansias de vivir mejor, sus luchas, fueron las primeras luchas con el Partido Laborista, tal vez las más peligrosas, las más arriesgadas, tal vez las más divinas porque incluso no se salía, uno se lanzaba a la lucha y no había algo que pudiera decir si puede ser, íbamos a la deriva como un barco sin timón.» No bastaba un sindicato fuerte: hacía falta un partido político obrero con algún hombre que hiciera lo mejor por ellos en las Cámaras, «que en este caso fue Reyes». Señala: «la doctrina del laborismo es una doctrina muy parecida a la de Jesucristo, siempre ayudar al más débil.» Convenció a compañeras eslavas comunistas de que ese laborismo era el instrumento específico de las masas argentinas. A ella la acusaban cuando hablaba en tribunas: «Esa señora debe ser comunista». Y respondía: «No, querido compañero, yo soy laborista».(1)

En sus recuerdos surgía el dolor del proceso nacional, su propia desazón mezclada con el deseo de no culpar a Perón, ya se verá por qué. «Tanto que se hizo y tanto que se dijo del laborismo, y tanto que lo quisimos al laborismo, y que de un momento a otro desapareció, también nos conmueve grandemente, este es un punto final como dicen ahora los políticos radicales que no debía haber ocurrido, bueno, la verdadera historia, porque a la historia no se la puede borrar, es que de ahí del laborismo nace el Partido único. Nosotras las mujeres laboristas hicimos hincapié para que el laborismo siguiera en pie, pero desgraciadamente fue entregado, no sabemos a quién ni qué pasó, lo que sabemos es que fuimos a nuestro local y no estaba más el letrero y no existía el local del Partido Laborista. Nosotros dimos lo mejor de nuestra vida, no solamente María Roldán, hubo hombres que vendieron el autito, la casa, hubo hasta separaciones matrimoniales por hombres que siguieron al laborismo, otros la bicicleta para poder ir a pegar carteles, y ganamos un 24 de febrero por amplia mayoría. («¦) En esa fecha ganamos en lugares que nunca habían perdido los conservadores, creo que en Tandil les ganamos por diez mil votos, nada de cien, doscientos votos, fuimos hasta la frontera con Bolivia, la frontera con todos lados. Con Cipriano Reyes nos quedamos quince días en cada provincia. Cuando de repente desapareció, había gente que lloraba, pero era fuerza mayor. Reyes se fue del Sindicato de la Carne, donde vivía con su esposa, que en paz descanse, falleció, pobre Clementina, era una santa mujer, y su hija. Se fue a La Plata, y de La Plata viajaba mucho a Buenos Aires y se nos perdía de vista, entonces nosotros, cuando se fue papá a quién recurrimos, no está papá».

Insiste Roldán: «No podía creer que Perón borrara el laborismo, no podía creerlo, para mí era una cosa que no tenía que ser, porque yo recorrí el país muchas veces gritando ‘Viva el Partido Laborista’, ‘Viva Perón’. Mucha gente vendió su casa, se separaron de sus esposas, muchos vendieron rifas para juntar plata para pegar un mural de propaganda, y entonces pensaba: ‘¿cómo pueden borrar todo esto así nomás?’. («¦) Cuando Perón borró el laborismo lloré mucho porque era algo nuestro, era nuestro sacrificio («¦) años de jugarse la vida y de ver a muchos compañeros muertos». Desliza: «había hombres grandes llorando, que no podían creer que Perón hiciera una cosa semejante». Es una parte dolorosa de sus recuerdos: «Si un partido en el cual milité, que llevé a un hombre como presidente, que hablé un 17 de octubre para él, que me he jugado la vida («¦) y veo eso, pienso: ‘Él no va a desconocernos, a ignorarnos’, pero nos desconoció a todos en un momento dado. (2)» Reyes decía que una junta provincial -de la que Héctor Cámpora era vicepresidente- fue «haciendo el partido único por las comisarías» en lugares como Azul, Tandil, Tres Arroyos y Necochea, usando la fuerza policial para amenazar a los laboristas, creando bajo fraude y presión el Fránkestein (3).

María lamentó la venal prohibición de la gloriosa herramienta, pero no acató la tiránica orden. El 17 de octubre de 1946, mientras el gobierno iba a contramano de las banderas que Berisso levantó al frente del movimiento que cruzó el riachuelo y liberó a los detenidos, María hablaba en el acto rebelde de La Plata, lejos de los «paracaidistas». Recordó que las mujeres laboristas tuvieron «una actitud heroica que hoy declinan los hombres que caen de rodillas ante las migajas del presupuesto». No hubo piedad para Mercante, gobernador gracias al laborismo de cada pueblo de la provincia, para luego negar a la fuerza a la que juró lealtad. Junto a María, Cipriano Reyes recordó que Mercante había proclamado morir, como hombre y soldado, defendiendo a ese partido. Ahora el gobernador sería el afiliado número uno de «los muertos que caminan», del «conglomerado amorfo de traidores de muchos partidos», «fantasma» tildado de Partido Único a falta de identidad y cuerpo, hecho con fuerza policial, hurto de locales, muebles y banderas. Aseguró Reyes que la ironía popular denominaba al Primer Estado argentino como «la Flota del Estado», fustigando «a la cantidad de Mercantes que trafican en ella». Florecían los garitos, la delación gremial y la intromisión en la justicia, una «total subversión del sistema constitucional», cesantía de maestros, obreros y empleados. Sentenció Reyes: «El coronel Mercante ha muerto». _ El gobernador tenía una nueva repartición, Turismo y Pesca, para los suyos. «Alejandro Mercante hace turismo en el mar del Presupuesto y pesca los pesos depositados por el pueblo», explicó Cipriano. Los laboristas no le pedían gratitud al gobernador: «No hicimos la revolución para usted sino para todo el pueblo». Domingo Mercante sabe muy bien, dijeron, que cuando estaba detenido, le dijimos a su esposa Elena: «Vamos liberar a todos los detenidos o se incendia Buenos Aires».
Las crónicas marcaron diferencias de «temperatura» entre el acto rebelde de la Plaza Italia y el acto «pro Mercante» de la Plaza San Martín. En el primero, mayor concurrencia, «entusiasmo y espontaneidad», que «contrastaba» con la «circunspección y el recato» del acto oficial poblado por empleados públicos, cuyos carteles -«todos pintados de la misma mano, con los mismos colores, idéntica tela y clavados a palos de similar procedencia»-, de supuestas «delegaciones» que no se condecían con la cantidad de asistentes. Si mandaron algún espía -afirmó Cipriano-, que suba y compruebe cuánta gente ha venido «sin necesidad de dádivas», ni amenazas a los empleados públicos. Hubo una multitud en sendos actos laboristas en La Plata y Buenos Aires, pese a la vasta persecución que sufría el partido. «El laborismo, como el tamborcillo sardo, no sabe tocar retirada, marcha siempre adelante», explicó Francisco Suárez Izcúa: «con pueblo auténtico, sin prebendas para nadie». Hubo más: el director de Escuelas, Emilio Ogando (quien poco antes firmó documentos contra Perón, con Tamborini y Mosca)-dijeron-, se encuentra cómodo con sus sueldos del erario público, cómodo «amenazando a los maestros con cesantías», pero no lo está en el corazón de las madres y mujeres del pueblo «noble y guerrero» que lo apunta «con su índice acusador».(4)

De fondo estaba el combate de los trabajadores de la carne por el pan y un auténtico estatuto para su industria, para «terminar con la explotación». Un buque de bandera británica, el Empire Balfour, fondeado en Berisso, denunciaba 2000 kilos de carne congelada perdida por los «sabotajes» de los Reyes, Giovanelli, la «Roldán» y compañía, cuya intransigencia Perón entendía como un desafío. Spruille Braden seguía presionando para que el gremio de la carne no llegara a la victoria total: la nacionalización de las plantas.
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«A Reyes lo van a matar»

Más tarde, en un país dividido, María Roldán terminó en el peronismo. Nunca se reconoció, sin embargo, en un coro advenedizo y converso, «tránsfugas» vestidos de gala con ropa ajena, conservadores o «antipersonalistas» que de pronto le rezaban a «San Peludo» o a «San Perón», y sindicalistas ausentados el 17 de octubre. (6) Camanduleros y farsantes que «teniendo los oídos sordos a la voz emocionada y veraz de la voluntad nacional, acusan tan aguda capacidad receptora cuando se trata de la voz del amo». (5) En 1946 no existía el partido peronista. Los recursos del estado se usaron para destruir al auténtico laborismo argentino, al que los «piratas políticos» intentaron robarle el nombre, porque ese fue el nombre pintado por manos obreras en todos los muros de la provincia durante la campaña.
En Berisso fue común el sentimiento de lealtad algo dividido entre la verdad histórica, el aprecio por Cipriano Reyes y las decepciones de quienes se mantuvieron como peronistas, mientras reclamaban la autonomía gremial. El gremio se negó a adherirse a la CGT y fue intervenido en 1950. Surgieron «peronistas independientes»: no se oponían a Perón pero se luchaban contra el vasallaje gremial y los dirigentes sumisos puestos a dedo.

María se salvó de caer presa junto a Cipriano Reyes porque el día en que se gestó el complot contra el «héroe del 17 de octubre», estaba en Magdalena, comiendo frente a «esa placita hermosa» con su esposo. «Hay un revuelo terrible, se lo llevaron a Reyes, lo van a matar. En Berisso hay un despiole terrible», escuchó. Hubo una reunión. «Si yo hubiera estado allí, me trago los siete años con ellos», diría. La cana le pegó, la interrogó y la encerró unos días. El jefe de policía le recomendó dejar el sindicato «porque ahí hay muchas armas, cosas raras». María le contestó firme: «hay mucha justicia, que no es lo mismo («¦) gracias al sindicato comemos un poco más de pan, los patrones nos respetan, nuestros chicos van a la escuela con el estómago lleno, con guardapolvos blancos y zapatos nuevos». Luego dijo: «ustedes nacieron para golpear al pueblo, mi marido tiene que ir mañana a trabajar al frigorífico con un cuchillo que es la única arma que tenemos, la verdad y el trabajo («¦) ¿saben cuánto daño les hicieron a las mujeres de Berisso al darme una patada como esa?». (6)

Mantuvo contacto con Cipriano en la cárcel -algo muy peligroso- y cuando cayó Perón, ella se reintegró al Partido Laborista, relanzado por Reyes, con el lema «sin odio ni rencor, hacia un mundo mejor». De hecho, María pronunció discursos en favor del laborismo, al menos, hasta 1960. Su memoria, como la de muchos para quienes la orden de «borrar» el laborismo fue una experiencia traumática, era reparadora y evitaba costados dolorosos. En ella y en otros, surgen sucesos y fechas alteradas que favorecen exculpar a Perón de decisiones que afectaron su identidad y su historia.
Más tarde, ella se reconocería como una «peronista de siempre», sentidamente solidaria con su pueblo de Berisso, influenciada, como todos, por la maquinaria que pretendió borrar todo rastro de laborismo, Reyes y sindicalismo libre como gestor de las legendarias conquistas que otros se atribuyeron, y por una comprensible negociación de significados con lo públicamente aceptado en su querida comunidad. No obstante, incluso en la década del ochenta, sus viejos compañeros le recordaban «lo laborista que era». Para los pares de su generación, ella era una laborista. Su propia hija, lanzada a la política, le pidió que abrazara más el peronismo. (7)

Cuando se conmemoró el 50º aniversario del 17 de octubre, Reyes no fue invitado a ninguno de los actos oficiales realizados en Berisso, y no se lo mencionó. Sus rebeldías de siempre se coronaban en actos como proclamar: «Yo, Cipriano Reyes, gestor del 17 de octubre, voté por Alfonsín. Preferí eso antes que apoyar a la servidumbre de Perón». Apoyaba la ley de libertad sindical. Los que le temen, dijo, son los mismos que «se borraron el 17 de octubre», como «Lorenzo Miguel, Taccone y Triacca». Decía: «¿Por qué no fueron a una huelga general por tiempo indeterminado el 16 de setiembre del 55′?». (8)

Aunque sin una rebeldía como esa, no hubiera habido 17 de octubre. A Cipriano le costó siete años de encierro y tortura: lo acusaron de tramar el asesinato de Perón. «Resultó infame, puede calificarse de monstruosidad jurídica. La verdad es que Perón lo mantuvo preso porque le tenía miedo. Cipriano había jurado matarlo y le sobraban agallas como para hacerlo», relató el legislador peronista Eduardo Colom. (9) El silencio impuesto sobre el caso Reyes tapa que su indómito carácter, que lo hizo luchar contra infamias y atropellos, lo llevó a una conducta pacificadora y fraternal al defender a tantos peronistas de la dictadura de Aramburu.

La gratitud en privado de los viejos berissenses es palpable, hacia Cipriano, aunque se confunde con un contradictorio deseo de no cuestionar a Perón. «Qué alma tenía Reyes», se emociona un obrero del Armour. «Hizo todo el movimiento», refiere un playero del Swift, que tampoco cuestiona a Perón. «Berisso no tiene una sola calle que lo recuerde porque se peleó con Perón», testimonia Luis Guruciaga, ex gerente de planta. En esa realidad quedó envuelta María Roldán. Cipriano era un hombre clave en su vida, pero al final no estaba dispuesta a criticar a Perón. Según Daniel James, ella redefinió su relato de vida «dentro del modo comunitario dominante, lo cual implicaba minimizar su papel como militante laborista». Haroldo Gutiérrez, que se decía «un peronista de toda la vida», no obstante, cuando James le preguntó por la prohibición del laborismo en 1946, «sacudió la cabeza y, con lágrimas en los ojos, contestó: ‘eso nunca debería haber pasado'». (10) Cipriano, más directo, afirmó que aquella orden «Fue el nacimiento de los López Rega, de los Lorenzo, de tantos siervos que debía besarle el ruedo del vestido a Evita para seguir recibiendo el dinero a carradas de las afiliaciones».
Asamblea en Berisso
«Regamos las calles de Berisso con sangre pura de humildes trabajadores»

La consolidación en el poder de Perón no fue nada armónica. Reyes denunciaba la traición a la revolución popular de quienes olvidaron a los que ofrecieron el pecho y la sangre de sus hermanos. En sus tribunas, sufría atentados y tiroteos de sicarios infiltrados. Sus pares de Berisso, durante 1946, advertían que las balas no detendrían su lucha contra los monopolios de la carne, aunque los legisladores «vendidos» velaran por «los justos intereses de los patrones». Dirigentes como Raúl Santagostino, Pierín Buyán, Tito Pintos y Jacinto Biscochea explicaban en masivas asambleas que la solución integral contra el hambre de su pueblo, en heroica y tesonera lucha, era frenada por los diputados oficialistas. La lista sindical llamada «4 de Junio», servil a Perón, decían, era un puñado de «krumiros, rompehuelgas y vigilantes perfectamente conocidos por el pueblo de Berisso», puesta para minar la unidad. Perón los recibía antes que a los reales dirigentes, a quienes los legisladores los extorsionaban con afiliarse al Partido Único para atender su conflicto. Si Perón -decía Pintos- se ponía al frente de los justos reclamos, no vacilaría en seguirlo, como antes lo habían rescatado de la cárcel de Martín García.

María mantenía su lealtad al verdadero Sindicato de la Carne. El que copó la Plaza del Congreso y dio un legendario combate contra la policía montada al grito de «Â¡Traidores! ¡A la horca!», destinado a los diputados que, en vez de apoyar su Estatuto de la Carne y la resolución 90 por sus sentidas demandas, votaron el «monumento al descamisado», y huyeron entre botellas y piedras. Luis «Espagueti» Jorge, obrero de Berisso, era un muchacho querido en el sindicato. Tenía tal confianza con la familia Reyes que acomodaba papeles del gremio en la pieza de Cipriano. Ese día estuvo con él en su bloque del Congreso: «¿Qué pasa, negro?»
-Hay orden de Perón de que no se trate el Estatuto de la Carne, dijo el diputado Reyes, autor del proyecto rechazado por el sector del partido Único.
«Lo habrán apretado»¦ Braden habrá dicho, no les habrán gustado las cláusulas». Jorge llevó la mala noticia «a los nuestros», a la calle, que ya gritaba: «Si nos venden, los colgaremos». El laborista Reyes intimó a la mayoría a tratar el Estatuto: «Es necesario resolver esta situación de hambre y desolación». Berisso exigía cumplir el decreto 33.302 con firma de Farrel y el acta 90 también aprobada por la Secretaría de Trabajo (casualmente, su titular Héctor Russo, quien dio la razón a los obreros, fue separado, reemplazado por José María Freire): aumentos, pagos retroactivos y garantía horaria junto al Estatuto. Millares de obreros de la carne de Avellaneda, Rosario, Zárate y Berisso se fueron abandonados, a un año de realizar el 17 de octubre. (11)

Pero la movilización sirvió y mucho: luego de una lucha denodada, Perón los recibió, a su manera. En la Casa de Gobierno, la representación obrera se encontró con presencias ingratas junto al General: el ministro del interior, Ángel Borlenghi, y el comandante Solveyra Casares, además de los crumiros de la «lista 4 de junio». También asistían Eva Duarte, Mercante y Freire. En nutrida asamblea en la calle Punta Arenas de Berisso, Pierín Buyán destacó obtener algo cuando ya todo parecía naufragar, «luego de que los legisladores jugaran con la clase trabajadora».

Como un paréntesis, conviene seguir ciertos datos: el comandante de Gendarmería Solveyra Casares, en 1949, felicitó públicamente al célebre torturador Lombilla, luego de los inhumanos tormentos aplicados en su dependencia contra las obreras telefónicas Nieves Boschi, Beatriz Dora Fernández y Nelly Galardi, entre muchas y muchos, en vano denunciadas. Lombilla también picaneó a Cipriano Reyes en 1948. En cuanto a Borlenghi, como ministro del interior, fue responsable de las depredaciones contra los locales políticos del laborismo. Junto a Solveyra Casares, Borlenghi tuvo un papel destacado al preparar el camino para «juzgar al laborismo» y echarlo a la clandestinidad. Había sido imposible convencerlo de apoyar la huelga general del 17 de octubre de 1945, y no desvirtuó una denuncia contundente de haber conspirado contra Perón en la calle Tres Sargentos, junto a un militar, antes del triunfo del coronel. Es una historia dolorosa, pero parte intrínseca de la verdad histórica. (12)

En noviembre, los diputados del partido Único trabaron un proyecto de 300 mil pesos de subsidios para aliviar el hambre. En cambio, Perón envió a Berisso a Evita, con Marcillac, Freire y Mercante. Eva repartió víveres en la Escuela 52 y rogó a los obreros «que vuelvan al trabajo». En privado, viejos berissenses recuerdan la silbatina: «Faltaba que la putearan»¦». La escuela donde habló Eva tenía balazos en su frente, del tiroteo de dos días antes, cuando el palco de Cipriano Reyes -en Montevideo y Londres- fue atacado a balazos por mercenarios, y defendido a tiros por obreros de Berisso. (13)

Si Perón se jacta de resolver el conflicto con su «teoría de los 15 minutos», entonces «¿por qué no lo resolvió en 40 días?», expresaron los obreros en otra asamblea. La fortaleza gremial motivó la llegada del Ejército. Los soldados del regimiento 7 emplazaron ametralladoras y armas largas en las calles y en los pasillos de los frigoríficos. La policía ocupó el sindicato por la fuerza y se prohibieron asambleas; hubo desmanes y atropellos. López Ossornio, Pintos y Biscochea fueron detenidos y otros perseguidos. Aún así, de 15 mil obreros de la carne, solo 5 mil entraron al Swift y al Armour, y su «trabajo a desgano» de protesta, obligó a las plantas a suspender toda tarea. La «prueba de fuego de los obreros de Berisso» fue saludada por el Partido Laborista, cuya junta expresó: «Regamos las calles de Berisso con sangre pura de humildes trabajadores («¦) Lo dimos todo por aspirar a algo y recibimos nada por aspirar a un poco («¦) Creíamos que el látigo, el machete las armas de fuego habían sido sustituidas por la palabra».  Juan Carlos López Osorno, dijo que los sindicalistas «tenían una conciencia hecha carne»: la organización debía ser «guardiana de todos los trabajadores». Pintos señaló que la persecución contó con la ayuda de «los traidores de la lista 4 de junio». Berisso no estaba solo. Al Smithfield de Zárate entraron 8 obreros. Al frigorífico Wilson no entró ni uno. A La Negra ingresaron 2 y al Swift Rosario solo 4. La unidad sindical no ofrecía resquicios en medio del hambre y la necesidad. En las enormes asambleas de Berisso tomaban parte los obreros, aprobando las resoluciones y reafirmando la fe en sus dirigentes. Cipriano proclamaba no temer a someterse al voto y defender la libertad sindical que, como puede verse, no debilitó al gremio. En noviembre de 1946, el laborismo llamaba a los obreros a unirse en defensa del sindicalismo independiente, «libre de toda tutela oficialista con tendencia marcadamente totalitaria»: el propio Reyes denunció que se intentaba «regimentar a la clase trabajadora con una organización corporativa copiada de los regímenes nazifascistas».(14)

El verdadero Estatuto de la carne nunca se sancionó. Según Galileo Mattoni, dirigente de Berisso, «hubiera significado la salvación del gremio de la carne», pero «algo había que se oponía Perón, ferozmente, a que se sancionara el Estatuto («¦) los legisladores estarían, como te puedo decir, maniatados». (15) Recuerdos que han sido borrados de la historia oficial, oral y escrita.

Hay un hecho que vale la pena relatar. Daniel James, después de meses de abordarla, logró que María Roldán le contara lo que él llamó «una traición de alguien que Doña María tomó como modelo de su carrera y sus ambiciones públicas: Evita Perón». En 1950, María aspiró a una candidatura, pero se cruzó «una mujer con dinero» que tomó su lugar. Lo recordaba con dolor: ella quería luchar por los débiles, por «eso que te golpea el corazón». Sin embargo, «ahí está la mentira, ahí está la traición. Ahí está el que se rompe el alma vociferando y diciendo cosas y está la que anda por detrás diciendo: ‘Dejá que hable, que después yo voy en la lista, porque yo pongo tanto’.

Vivencias que no afloraban fácilmente en su relato de vida coherente, reconciliado con el peronismo y la tradición narrativa de su comunidad.

María Roldán no fue reconocida por el peronismo como se lo merecía como luchadora por la libertad y el pan del pueblo trabajador argentino, salvo en su ciudad, porque provenía de la verdad histórica y estaba profundamente ligada a ella, aún con sus contradicciones. Decir María Roldán implicaba decir Berisso, decir Cipriano Reyes, decir Sindicato Autónomo de la Carne y Partido Laborista. El conjunto de los elementos vitales que permitieron que Perón no cayera en 1945 y subiera en 1946.
Funeral de Doralio Reyes

Los grandes principios nacionales

Ella era pueblo y acción. Los valores y la cosmovisión de una comunidad que se disciplinó en el crisol del trabajo, con la claridad de los trabajadores para seleccionar lo fundamental a sus aspiraciones de pueblo y anhelos de nación, vitalizado al margen de histerismos inconsecuentes y frases doctorales desde terreno profesoril, guiaban la acción y el pensamiento de esta luchadora, bandera de libertad de un movimiento que buscaba espontáneamente, como las aguas buscan su nivel, formas organizativas (16), propulsado por la fuerza de los anhelos que vibraban en el corazón de su pueblo.

María Roldán consideraba el hogar familiar como el pilar de una sociedad hermanada: «El hogar es el sitio donde se nutren los grandes principios nacionales. («¦) En él, la fuerza invencible es la mujer, es la mujer que en su sacrificio silencioso entrega la sangre de su sangre, sus hijos, para la defensa de la soberanía nacional. Ella es pueblo, frente a cualquier Estado que persigue, aterroriza y mata». (17)

El afecto de sus pares para una persona distinta, valiente, clara, brindada por los demás, rebasaba todo premio partidario. Cierta vez logró, con impulso cooperativo, luz para su oscuro barrio, y todos los vecinos comieron juntos en la calle. En otra ocasión, la policía del 76′ golpeó su puerta. Ella puso la pava del mate, y le dijo a sus nietos que no tengan miedo. Si los llevaban, la llevaban a ella también.

En su memoria vivían espíritus templados al ritmo de norias y cortes, obreras de picada, matambreros, cogoteros, descarnadores, triperos con sus mejores energías puestas en cimentar la fuerza sindical y la unificación de las inquietudes populares. El cuidado familiar, sus manos lastimadas y un olor a sangre de novillo que no se iba. Ambientes donde los malevos se cruzaban con marinos y anarquistas. Olor a cuero salado, a tripa, brisa del río, cantinas, luces rojas, pampa ganadera y fin de la babel proletaria en una orilla selvática e isleña. Un pueblo universal «cantaba y puteaba en todos los idiomas» (18) adentro de las industrias, agitando sus problemas al borde de los diques, montes, viñedos y la fauna natural de la costa.

Daniel James llegó a la Argentina en los años 80′ para comprender la revolución de 1945. Enseguida dio con Cipriano Reyes. Percibió el movimiento amasado en Berisso -nervio y alma de la corriente cívica que encontró su cauce político en el laborismo- y su proyección nacional con mayor claridad que muchos observadores argentinos. Reyes le presentó a una compañera de lucha. Doña María seguía en el peronismo, cosa que al siempre bondadoso Cipriano -encarcelado por Perón- no le cambiaba su opinión sobre ella. No he dejado que se ensombreciera mi pensamiento ni mi corazón con las aviesas pasiones del odio y el revanchismo, explicaría. (19) El historiador grabó treinta horas de entrevistas con María y las plasmó en un libro donde recorre su vida.

Doña María siguió en el peronismo e incluso al final de su vida hizo campaña en favor de Carlos Menem, quien tal vez oyó la historia de la cuna del 17 de octubre y decidió comenzar su gira en Berisso, flanqueado por la luchadora. En ese punto, las aguas quedaban divididas con el hombre que la había hecho delegada, quien a los 90 años insistía: «Volvería a hacer un 17 de octubre, pero lo haría contra Menem». (20)

Notas

Notas

(1) James, Daniel. Doña María. Ob. Cit.

(2) James, Daniel. Ob. Cit.

(3) Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, 23 de octubre de 1946.

(4) El Día, octubre de 1946/ Véase también: Reyes, Cipriano. ¿Qué es el Laborismo? R. A. 1946.

5) Reyes, Cipriano. ¿Qué es el Laborismo? Ob. cit.

6) James, Daniel. Doña María. Ob. cit.

7) James, Daniel. Doña María. Ob. cit.

(8) Diversos reportajes para El Día, como uno publicado en febrero de 1984.

9) Gambini, Hugo. Historia del Peronismo. El poder total. (1943-1951). Tomo I. Vergara, 2007.

10) James, Daniel. Doña María. Ob. Cit.

(11) El Día, La Prensa, etc. / Entrevista del autor con Luis Jorge.

12) Sobre Borlenghi, denuncias coincidentes de los ex diputados Cipriano Reyes y Gregorio Pomar.

13) Véase El Día, noviembre de 1946.

14) El Día, octubre-noviembre de 1946.

15) Lobato, Mirta. La vida en las fábricas. Ob. cit.

16) Reyes, Cipriano. ¿Qué es el Laborismo? Ob. cit.

17) Daniel James, “Historias contadas en los márgenes. La vida de Doña María: historia oral y problemática de géneros”. Entrepasados, Año II, N°3, Fines de 1992.

18) Véase “Nueva York a la altura de Berisso”, de Juan José Becerra. Diario Clarín, mayo de 2008.

19) Reyes, Cipriano. Yo hice… ob. cit.

20) Diario Hoy, agosto de 2001. Reportaje de Roberto Anselmino a Reyes.

*El relato general está basado en el libro ¿Qué es el Laborismo?, obra citada de Cipriano Reyes. Los testimonios textuales de María Roldán son entrevistas realizadas por Daniel James desde 1987, publicados mayor mente en su citado libro Doña María. El autor de este artículo realizó entrevistas a Luis Jorge, a Luis Guruciaga, a otros ex obreros de Berisso y a familiares de María Roldán. Se indagaron archivos de los diarios El Día y El Argentino.  Se consultó el archivo de Cipriano Reyes y familia.



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