11/11/2014

Una racha monumental

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31 partidos invicto. Puntero solitario del torneo local. Semifinalista de la Copa Sudamericana. River Plate disfruta de un presente futbolístico que le sonríe y que puede coronarse con un título internacional. En poco tiempo, Marcelo Gallardo parece haber encontrado la fórmula del éxito. Por Nicolás Andrada para El Caminante


Empezó allá en la fecha doce del Torneo Final, con Ramón Díaz como técnico, con su última derrota frente a Belgrano en Córdoba. Siguió durante el resto de ese campeonato: seis fechas en las que River no perdió y sumó puntos hasta obtener un título más en su historia, el número 35. Después vino la Superfinal con San Lorenzo y la inesperada renuncia de Ramón.

Luego, la llegada de Marcelo Gallardo, un técnico joven, del que poco se sabía y por eso, quizá también, poco se esperaba. Sin embargo, con el nuevo ciclo, la racha se prolongó más y más. Tanto en el torneo local como en las Copas Argentina (en donde River quedó eliminado por penales, tras empatar con Rosario Central) y Sudamericana, el equipo de Núñez no pudo ser superado por ningún rival.

Ayer, tras el empate con Vélez, la marca de imbatibilidad alcanzó los treinta y un partidos. Un récord asombroso, monumental. Una estadística que vuelve a llenar de ilusión los corazones de la familia riverplatense. ¿Alcanza? No, nunca alcanza para los hinchas de River. Siempre queremos un gol, un pase, una copa más.

River encabeza de manera solitaria la tabla de posiciones del torneo argentino. Para lograrlo desplegó durante la primera parte del campeonato un fútbol admirable, cimentado en la presión alta y asfixiante que comenzaban por los propios delanteros, la velocidad y la precisión en las combinaciones de pases, y, sobre todo, una confianza ciega, absoluta, de los jugadores en el sistema y en sus propias facultades. Durante ese tramo del torneo, River pulió un juego que se acercó bastante a la esencia futbolística más pura del club de Núñez: el fútbol vistoso, arrollador, implacable. Ganar, gustar y golear, le dicen.

De esa primera etapa de partidos, hay un gol que me gusta más que el resto. Es, en realidad, un pase gol, una habilitación de Ariel Rojas en el partido contra Belgrano, por la fecha doce. River y el equipo cordobés empataban cero a cero. Promediaba el primer tiempo. Tras la recuperación de uno de los delanteros, Ariel Rojas recibió la pelota a unos tres metros del área rival y, en vez de patear al arco mientras la defensa se comprimía a su alrededor, soltó un pase en diagonal que desgarró el tejido de remeras celestes y habilitó al lateral Lionel Vangioni para que definiera ante la salida del arquero. Ese pase delicioso, milimétrico, resume un poco lo que fue River en la primer parte del campeonato: presión alta, confianza y justeza. Rojas. Sigan a ese mediocampista, vean sus movimientos durante todo un partido, presten atención a cómo flota en la cancha; si pueden congelen la imagen cuándo impacta alguna pelota, van a ver como el cuerpo «“los brazos, las piernas, la cintura- se le dobla como si fuera de goma. Ariel Rojas decía es, quizá, quién mejor supo interpretar esa delicada esencia del buen fútbol.

En las últimas fechas, sin embargo, el juego de River pareció decaer un poco. El desgaste físico, la precaución de los rivales y la emergencia de algunas fallas individuales, generaron que aquel ritmo voraz del comienzo bajara un cambio o, a lo mejor, dos. No obstante, el invicto se mantuvo y River sigue mirando a todos desde la cima del campeonato.

Falta alrededor de un mes para que se defina el campeonato y la Sudamericana, y a partir de ahí saber no sólo hasta donde se extendió la racha de imbatibilidad sino también comprobar si este River de Gallardo quedará o no en la historia del fútbol argentino.

El Caminante Revista



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