30/04/2005

Los «crueles» trabajadores que comen crudos a los niños

clarin-2.jpg Los medios masivos y el tratamiento de los conflictos en el Hospital Garrahan y Metrovías.


Desde aquel 5 de mayo de 1886 en Chicago, Estados Unidos, cuando el «New York Tribune» afirmaba falsamente que «la multitud aparecía enloquecida por un deseo frenético de sangre y de sostener su terreno, disparando descarga tras descarga contra los agentes de policía»– en alusión a los sucesos del día anterior- los grandes emporios de la prensa han demostrado ser más eficaces para estigmatizar a los alteradores del «orden» que la propia Iglesia Católica o las fuerzas de seguridad.

En la Argentina, el blanco favorito de los medios masivos -fundamentalmente a partir de 2002- fueron las organizaciones piqueteras. Hoy los «demonios» son aquellos trabajadores que enfrentan no sólo a los patrones y al Estado, sino también a sus propias direcciones sindicales burocráticas. Ese fue el caso de los empleados de Metrovías en febrero y el del personal no médico del Hospital Garrahan en abril.

Claramente, los medios masivos de comunicación se preocuparon por desprestigiar los conflictos que se alejaron del control oficial, o sea, aquellos que no obedecieron a las direcciones de los sindicatos enquistados dentro de la CGT o de la CTA y que a su vez tampoco aceptaron presiones del Gobierno de Kirchner.

En cada conflicto los medios masivos los acusaban de «delincuentes», abriendo camino a la intervención de la Justicia o la represión policial.

Lo mismo sucedió con los piqueteros. Por entonces se trató de duros y blandos y en este caso se habló de trabajadores «controlables» y «no controlables». Un funcionario comentó a La Nación que «hay ‘discusiones’ con los gremios que el Gobierno considera ‘controlables’ y que ‘no se salen de cauce'». El mismo diario marcaba la diferencia entre el delegado «intransigente» y el sindicalista «negociador»: «En la asamblea de delegados, fue determinante la postura negociadora de Micheli, a la que se oponía la intransigencia del delegado del hospital, Gustavo Lerer, que quería continuar el conflicto a toda costa». El Gobierno se encargó de difundir por todos los medios la supuesta actitud delictiva: «Una nueva intransigencia de la comisión interna sigue poniendo como rehenes la vida de los niños e impide una solución racional». En el caso del Garrahan, los medios masivos salieron en busca de casos donde los niños no hayan sido atendidos por los médicos. Sin embargo, la falta de atención no fue por causa del paro, sino por falta de equipamiento para realizar la intervención médica. Es decir, el Estado, la gestión gubernamental, abandonaba a los niños a su suerte.

Los chicos aparecen en este caso como víctimas de la «crueldad» de los trabajadores que piden la recomposición salarial. Tras el paro docente en San Luis, una editorial del día 21 de abril del diario La Nación tomaba a los niños como víctimas de una «politización inquietante»: «Las autoridades provinciales tienen responsabilidad en todo lo ocurrido, pero a los gremios docentes, cuyo grado de politización se ha vuelto en muchos casos inquietante, les caben también justificados reproches pues los problemas que están en el tapete distan mucho de ser nuevos y se repiten sin que se tomen las previsiones que esa reiteración haría obligatorias. Las víctimas son los niños, para nada responsables de lo que los adultos hacen y deciden.»
Algo parecido sucedió en el conflicto de los trabajadores del Subte dos meses atrás. En su editorial del 9 de febrero, La Nación tituló: «Pasajeros de subte, ahora rehenes».

En este caso, todos los medios masivos manejaron una misma línea editorial: «Miles de usuarios de los subterráneos se han convertido en verdaderos rehenes de una minoría que no repara en las consecuencias derivadas de tan irracional actitud.» Incluso atacaron a los movimientos sociales que se solidarizaron con el bloqueo de las entradas al subte:

«Esta novedosa e irritante modalidad, que no se conocía con anterioridad, obedece a la acción de unas pocas personas: hombres, mujeres y niños, que por lo general nada tienen que ver con Metrovías, y que obstaculizan las principales bocas de ingreso en las estaciones de subtes, impidiendo el acceso de los eventuales pasajeros y ocasionando graves perjuicios económicos a los comerciantes». Todos los periodistas «consagrados» exigían «que se ponga fin a la acción ilegal de quienes impiden que los comerciantes puedan ejercer libremente su derecho de trabajar».

Incluso los sindicalistas oficialistas se sumaron a la demonización: «Los gremios vinculados con la CGT protagonizan una virtual tregua con el Gobierno. Por lo menos lo enfrentan ‘con responsabilidad’ como les gusta decir a algunos de sus moderados dirigentes. Por caso, la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN), el mayoritario gremio estatal, prefirió realizar hoy un inocente ‘banderazo’ en lugar de ‘paralizar un hospital de niños’, en obvia crítica a sus rivales de ATE.»

La discusión mediática del salario

Los periodistas «consagrados»- cuyos sueldos son más elevados que los de los empleados de Subtes o del Garrahan- junto a los representantes de sindicatos oficialistas, se «sorprendieron» cuando los trabajadores rechazaron la primera oferta del Gobierno y la empresa.
En el caso del Garrahan, el Secretario de Salud porteño, Alfredo Stern, estimó que la propuesta de 300 pesos era «más que adecuada». «Llama la atención que los trabajadores mejores pagos del país hacen los reclamos más violentos».
Lo extraño es que los propios gremialistas se sorprendan. La Co-secretaria General de la CGT Susana Rueda manifestó que «si están las empresas dispuestas a la negociación y no se negocia y solamente se protesta, hay algo extraño».

La profundidad del debate se explica, según Beto Pianelli, dirigente de Subterráneos, porque «la magnitud de la mejora salarial va a influir sobre futuros reclamos». Y así fue, ya que después, los empleados de TAYM (empresa tercerizada de limpieza en Subterráneos) consiguieron duplicación de salario y reducción de la jornada laboral. El propio Lerer explicaba en La Cornisa, el programa de Luis Majul, la situación salarial de los enfermeros comparándolo con lo que ganan en Metrovías. En esa oportunidad (24 de abril) Majul lo desacreditaba con el mismo argumento que el Gobierno: «Del otro lado de la locura están quienes sostienen que todo paro es justo. Que no importa si se hace adentro o no del hospital infantil más importante de la Argentina. Que es lo mismo parar el subte que interrumpir el trabajo en un centro de salud. Que es un detalle haber reprogramado más de 30 operaciones, porque lo que importa es la reivindicación salarial de todos los compañeros. A estos extremistas tampoco les importa cuánto gana la mayoría de los laburantes de la administración pública que, por cierto, es mucho menos de lo que perciben ellos. En el medio siempre se encuentra el sentido común. El escuchar y ser escuchado. El no tirar de la cuerda para que no se rompa el sistema.»

El rol de la prensa alternativa

¿Los medios masivos tienen siempre la última palabra?. Algunos, cada uno con su estilo, piden la intervención de la Justicia para defender al «ciudadano», en oposición al «trabajador» que pelea por incremento de salario y condiciones laborales más dignas … inquietante!

La opinión de Clarín, menos panfletaria que La Nación y La Cornisa, fue igual de elocuente: «Al igual que en otros últimos conflictos, los delegados del Garrahan superaron la barrera de contención de sus propios sindicatos. Y su compromiso político-ideológico los enreda en exigencias de máxima de las que muchas veces no pueden salir. Pero como en toda huelga que afecta la vida o la seguridad de la gente, los derechos de los huelguistas entran en contradicción con los de los ciudadanos. No hay que especular tanto sobre sus motivos sino sobre las consecuencias de sus actos.»

Esto obliga a los trabajadores organizados a tener en cuenta las tareas de prensa como campo de batalla en la lucha por trabajo y salario. Muchas veces, los delegados supieron defenderse lúcidamente de la demonización de los medios masivos, lo que ha significado un punto a favor en sus victorias recientes.

Los medios alternativos actuaron en contraposición a los medios masivos, intentando contrarrestar la ofensiva contra los trabajadores y acompañando cada uno de los conflictos. Pero son los sectores organizados los que deben tomar las riendas en cuanto a lo mediático y construir sus propias herramientas de prensa.



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