08/01/2011

Manual de aniquilamiento: hay un subversivo en la salita de cuatro

elef1.jpg«Cada día se descubren más locuras de la última dictadura militar en la Argentina. El caso que veremos en la primer nota es un material que se imprimió y algún memorioso aún lo pudo conservar entre sus pertenencias. Además fue distribuido en las escuelas durante esa época, no es una opinión interesada del «enemigo”. El miedo a los niños rebeldes. En la segunda nota se leerá sobre el miedo a los reclamos por derechos en su máxima expresión. Qué veían las autoridades educativas de la dictadura detrás de los reclamos que podían hacer los estudiantes secundarios o universitarios.» Por Gabriel Conte

Manual de aniquilamiento, parte 1: Hay un subversivo en la salita de cuatro

Imaginemos esta escena: maestra jardinera, guardapolvo a cuadros, voz dulce y canciones capaces de movilizar con los bracitos en alto a los niños del jardín de infantes.

En las paredes hay dibujos de Walt Disney pero ojo: nada es lo que parece.

Por lo menos, esa fue la conclusión a la que llegó el Ministerio de Educación de la nación durante la dictadura. No es una versión: así lo señaló en un manual el propio gobierno, desde el libro «Conozcamos a nuestro enemigo. Subversión en el ámbito educativo”.

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MDZ accedió a un ejemplar del libro: no tiene desperdicio aunque pudo ser la causa de denuncias apresuradas, secuestros absurdos, torturas y muertes de las que nadie podrá recuperarse. Fueron los ministros de Educación que llevaron adelante este emprendimiento, digamos, Bruera, Catalán, Llerena Amadeo, Burundarena y Liciardo.

«El accionar subversivo -dice el manual- se desarrolla a través de maestros ideológicamente captados que inciden sobre las mentes de los pequeños alumnos, fomentando el desarrollo de ideas o conductas rebeldes, aptas para la acción que se desarrollará en niveles superiores”.

Volvamos a imaginarnos el cuadro: salita, paredes de colores, hora de la merienda, canción obligatoria, hora de dormir la siesta y…, según el instructivo enviado a los directivos de escuelas para vigilar a sus docentes, el peligro latente en el jardín: «La comunicación se realiza en forma directa, a través de charlas informales y mediante la lectura y comentario de cuentos tendenciosos editados para tal fin. En este sentido se ha advertido en los últimos tiempos una notoria ofensiva marxista en el área de la literatura infantil”.

La dictadura, tal vez por ello, no sólo prohibió y quemó textos de Marx y Engels y muchos otros, muchísimos, en su esmero por tapar el sol con las manos y callar las disidencias con balas. Uno de los libros prohibidos fue «Un elefante ocupa mucho espacio”, de Elsa Bornemann que relata una huelga de animales. El decreto firmado el 13 de octubre de 1977, incluía también a «El nacimiento, los niños y el amor”, de Agnés Rosenstiehl, editado -junto al de Bornemann- por Librerías Fausto.

«En ambos casos se trata de cuentos destinados al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo (…) De su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la Iglesia, a la familia, al ser humano y a la sociedad que éste compone.” Ese fue el argumento de la medida.

CUIDADO CON LA LIBERTAD

En la página 49 del manual editado y distribuido por la dictadura puede leerse una advertencia que, dimensionada 30 años después, puede observarse como un peligroso efecto dominó de inusitadas consecuencias. «Se ha advertido en los últimos tiempos una notoria ofensiva marxista en el área de la literatura infantil. En ella -agrega el manual- se propone emitir un tipo de mensaje que parta del niño y que permita «˜autoeducarse’ sobre la base de la «˜libertad y la alternativa’”.

Las advertencias estatales que obligaban a los directivos a poner la lupa paranoica sobre sus docentes y, por qué no, sobre niños de 5 años de edad, estaban basadas en los disparates de algún ideólogo fanático que se cubrió con la publicación de un inciso que da por tierra con tanto terror advertido en el resto del volumen: «No existen hasta el presente organizaciones que realicen tareas de captación o agitación”. ¿Y entonces? (…)

Manual de aniquilamiento, parte 2. Infiltrados en las aulas: arresten al que reclame «que todos puedan estudiar”

El miedo a los reclamos por derechos en su máxima expresión. Mirá qué veían las autoridades educativas de la dictadura detrás de los reclamos que podían hacer los estudiantes secundarios o universitarios.

«Después del 24 de marzo de 1976, Ud. sintió un alivio: sintió que retornaba el orden. Que todo el cuerpo social enfermo recibía una transfusión de sangre salvadora. Bien, pero ese optimismo -por lo menos en exceso- también es peligroso. Porque un cuerpo gravemente enfermo necesita mucho tiempo para recuperarse, y mientras tanto los bacilos siguen su trabajo de destrucción. Hoy, aun cuando el fin de la guerra parece cercano, aun cuando el enemigo parece en retirada, todavía hay posiciones claves que no han podido ser recuperadas. Porque hay que entender algo, con claridad y para siempre. En esta guerra no sólo las armas son importantes. También los libros, la educación, los profesores. La guerrilla puede perder una o cien batallas pero habrá ganado la guerra si consigue infiltrar su ideología en la escuela primaria, en la secundaria, en la Universidad, en el club, en la iglesia. Por ejemplo: ¿Ud. sabe qué lee su hijo? En algunos colegios ya no se lee a Cervantes. Ha sido reemplazado por Ernesto Cardenal, por Pablo Neruda, por Jorge Amado, buenos autores para adultos seguros de lo que quieren, pero malos para adolescentes acosados por mil sutiles formas de infiltración que todavía no saben lo que quieren”.
Revista Gente, diciembre de 1977.

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Empujados por medios como Gente, entre tantos otros, el Gobierno de la dictadura creó el caldo propicio para cultivar sus bacterias de exterminio. Así, en su manual «Conozcamos a nuestro enemigo. Subversión en el ámbito educativo”, el Ministerio de Educación alertó sobre las consignas detrás de las cuales se escondían -según su visión paranoica- «bandas de delincuentes subversivos”.

El manual de aniquilamiento del «enemigo” disparó a discreción, alertando a los directivos de las escuelas y universidades que tuviesen cuidado y denunciaran cuando escucharan frases que reclamaran, por ejemplo «que todos puedan estudiar”.

Detrás de esa consigna, señalaban en su texto, «en una primera etapa de su accionar logran coincidir con algunos estudiantes y realizan así sus primeras reuniones para tratar dichos temas”. Para la conducción educativa de la última dictadura argentina, con esa consigna -entre otras- «muchos alumnos, de buena voluntad, entran sin quererlo en este esquema y concurren engañados a las reuniones”.

Así, la locas lógicas de los civiles que le dieron letra a los militares (Bruera, Catalán, Llerena Amadeo, Burundarena y Liciardo), instruyeron a los directivos de escuelas a que prestaran atención porque, por ejemplo, quien arengara a que haya «Comedor universitario” en una «segunda etapa” pasaría a reclamar por «Las injusticias sociales”, para luego -caramba, qué hecatombe- se lanzaran de lleno a reclamar «Por el retiro de la policía de la universidad” y hasta -¡cuidado!- «Exigir nuevo examen”.

Esa transición de la transformación ideológica del estudiantado es señalada por el manual entre sus páginas 40 y 44.

La estrategia de los pibes, según el manual:

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Fuente: [->
www.mdzol.com]



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