20/12/2010

¿Qué nos dejó el 19 y 20 de diciembre?

fueradelarua-2.jpg En el último número de La Llamarada integrantes de distintos frentes abordaron a modo de balance la rebelión popular de diciembre de 2001. Las preguntas que guiaron a los entrevistados fueron ¿Cómo caracteriza el 19 y 20 de diciembre? ¿Qué faltó para construir una alternativa verdaderamente popular? y por otra parte ¿En qué situación estamos hoy, con respecto a 2001? ¿Qué cambios y qué continuidades ve? A continuación las respuestas con múltiples miradas y análisis.


Eduardo Lucita

(Miembro del equipo de Economistas de Izquierda)

1.- Se discute si fue o no una insurrección, yo me inclino por pensar que fue una revuelta plebeya, una de esas excepcionalidades que nos da la historia. Cuando «lo extraordinario se vuelve cotidiano” y los acontecimientos se suceden en forma vertiginosa, expresando un proceso de transformaciones profundas aun cuando los protagonistas no necesariamente son conscientes de los hechos que protagonizan.

Hartazgo por el agobio económico. Desconfianza de partidos e instituciones. Madurez en tomar la resolución de los problemas en manos propias. Auto organización. Fueron los rasgos desencadenantes de una dinámica social inédita. Por la forma en que el movimiento social hizo irrupción algunos lo caracterizaron de espontaneidad, por el contrario otros ponían el acento en la falta del «factor” consciente, en la falta de organicidad y direccionalidad del movimiento. El debate entre «espontaneidad” y «conciencia” se hizo presente. Pero aquellas jornadas no fueron un rayo caído de cielo sereno. Las grandes crisis tienen la virtud de expresar en la coyuntura las contradicciones y tensiones acumuladas, a veces en décadas. Lo espontaneo nunca es puro, siempre alberga en su seno componentes de lo consciente, esa experiencia social acumulada en los `90 se expresó el 19 y 20 de diciembre y en jornadas posteriores.

La acción directa e independiente de las masas mostró formas de la democracia directa y afirmó el ejercicio de la soberanía popular rompiendo con las prácticas delegativas. Así se avanzó con conocimiento de lo que se quería, de lo que se rechazaba e impugnaba, pero sin la conciencia de lo que efectivamente se quería. La maduración colectiva sacó conclusiones, encontró las formas y logró imponer la revocabilidad del mandato presidencial, pero esta conclusión resultó inconclusa. No alcanzó para construir un objetivo superador, ni los medios para imponerlo (su propio mandato).

2.- Nueve años después, el ciclo iniciado en 2001 se ha cerrado. Si dialécticamente reformulaba la ecuación ruptura con/reintegración en el sistema de dominación, es claro que triunfó este ultimo termino. La burguesía logró reponer la autoridad del Estado y sus instituciones, pero el contenido democrático real, sus formas de autoorganización y auto gestión persisten hoy en la memoria social colectiva. Hay un decrecimiento del movimiento de trabajadores desocupados y una fuerte recuperación de los ocupados. Y los métodos de lucha recogen aquellas experiencias en las huelgas y piquetes actuales.

Desde aquellos días lo político ya no es entendido como un terreno circunscripto a las instituciones tradicionales, sino que su abordaje forma parte de los problemas de la cotidianeidad, de la vida intima de los sujetos. Espacios que eran vistos como exclusivamente privados movilizan hoy intereses y preocupaciones colectivas.

De aquellas extraordinarias jornadas nos queda un legado histórico: nada ni nadie, ni los estados, ni las iglesias, ni las cúpulas sindicales o los partidos, aun los que se reclamen de la clase obrera, pueden reemplazar la capacidad de pensar, de decidir y de hacer de los trabajadores y el conjunto de las clases subalternas, por su propia decisión y acción.

Hoy el desafío es pensar la realidad no desde cada uno de los fragmentos que esta nos ofrece, sino desde la totalidad y organizarse políticamente en esa perspectiva.
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Carlos Ghioldi
(Miembro de la Comisión Gremial representante de la lucha de empleados mercantiles de La Toma -Rosario)

1.- El 19 y 20 de diciembre estalla un proceso de contradicciones acumuladas a lo largo de años de agotamiento de los planes económicos aplicados en la región. No es la Argentina el único país en el cual las recetas económicas neoliberales aplicadas por los gobiernos capitalistas llevaron a procesos de crisis. También Bolivia, Ecuador, o Brasil fueron escenario de procesos similares.

En Argentina, en diciembre de 2001 se combina la disputa entre sectores burgueses expresándose en posturas dolarizadas y devaluacionistas, una profunda recesión económica que empujó a sectores del empresariado a la oposición, una clase media ahorrista que fue estafada por el famosos «corralito”, crisis institucional producto de la gerenciación directa de la actividad política, que empalmando con la resistencia acumulada de algunos sectores asalariados y de desocupados tomó forma en una importante rebelión popular y una seguidilla de protestas que terminaron tirando al gobierno de la Alianza.

En aquel momento se combinaron varios sectores y varias reivindicaciones que de por sí NO PODIAN CONSTITUIR una alternativa obrera y popular al sistema capitalista.

Adquirieron fuerza los sectores capitalistas que dejaron de apoyar la política conocida como «convertibilidad” y luego pudieron institucionalizar nuevamente el país y reacomodar el funcionamiento del sistema.

Los sectores obreros y populares que postulamos terminar con el sistema capitalista y sustituirlo por uno en el cual se elimine la explotación del hombre por el hombre, no teníamos un grado de acumulación previa, ni claridad de perspectiva para poder plantear ante las masas desesperadas esta salida alternativa.

2.- En la actualidad se ha profundizado la dispersión y la atomización de los sectores que postulamos la independencia política de la clase obrera y (casi que en una incomprensible muestra de autismo) se sigue negando la necesidad de la acumulación de fuerzas para enfrentar al sistema capitalista en su conjunto. Para colmo de males nos encontramos frente a un gobierno al igual que otros surgidos luego de procesos de crisis y rebelión popular, pero que ha otorgado por primera vez en 50 años algunas pequeñas (pero inocultables) concesiones a las masas populares.

Agreguemos además que la principal fuerza opositora a este gobierno se encuentra encabezada y dirigida por sectores cavernícolas y reaccionarios que enfrentan siempre por derecha a la política oficial.

Ante esta situación se impone la necesidad de un reagrupamiento de los sectores clasistas y anti-capitalistas para enfrentar a los reaccionarios retrógrados de la oposición y luchar para exigir al gobierno mayores concesiones y mejoras al movimiento obrero y popular.

En ese cambio debemos constituir una herramienta política de masas e internacionalista para poder plantear una alternativa al sistema capitalista y sus gobiernos.
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Norberto señor
(Secretario general de la Seccional Sur de ATE por la opositora Lista Marrón, agrupación Víctor Choque)

1.- Fue una rebelión popular, combativa y democrática contra la militarización y el «estado de sitio” declarado por De la Rúa ante la concentración de miles de hambreados frente a los supermercados. Para expulsar a los gobernantes que nos atacaban sistemáticamente, extendiendo el hambre, la miseria, la desocupación y hasta la confiscación de ahorros, en medio de la repugnante ostentación de multimillonarios empresarios y políticos corruptos. La unidad popular hecha carne en la consigna «piquete y cacerola, la lucha es una sola” y una amplia conciencia antifascista habían calado hondo en quienes ganaban las calles, en especial la juventud, tras una paciente y sostenida labor de organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos.

Policías y punteros de la derecha fascistoide y el PJ (que conspiraba con Duhalde a la cabeza buscando una salida junto a la UIA y el MTA de Moyano), alentaron saqueos a pequeños comerciantes, xenofobia, racismo.

La cúpula de la CTA y FRENAPO se borraron, buscando salidas «institucionales” negociadas con sectores del poder político y económico. La rebelión volteó al gobierno, profundizó la crisis de gobernabilidad y corporizó en organismos de masas como las asambleas populares las ansias de intervenir buscando un cambio social profundo. Pero la labor fraccional y muchas veces destructiva sobre esas nuevas organizaciones que jugó la fragmentada y dogmática izquierda partidaria, y las limitaciones para impedirlo de nuevas e incipientes organizaciones políticas y sociales surgidas en la etapa, desnudaron la ausencia de una dirección política capaz de unir y potenciar semejante respuesta de los trabajadores y el pueblo.
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2.- La situación es muy distinta. Lo demuestra el hecho de que el discurso oficial logra ocultar con bastante éxito el peso decisivo que tuvo la rebelión de 2001 en la creciente y visible militancia juvenil, las conquistas democráticas como el repudio a los genocidas y el avance de algunos juicios, la recuperación de puestos de trabajo, mejoras transitorias en los ingresos de hogares obreros y populares, la recuperación de recursos jubilatorios, o un avance en la conciencia latinoamericana y antiimperialista; para presentarlos como si hubieran sido producto de la voluntad política de Néstor Kirchner y su elenco.

Los Kirchner se apropiaron de banderas históricas sentidas, cooptaron prestigiados referentes de lucha de los ’70, ’80 y ’90, e hicieron visibles concesiones a reivindicaciones básicas postergadas. Pero no ha sido la recuperación de esos derechos y conquistas democráticas lo que los motivó. Al contrario, en la cerrada defensa del capitalismo tantas veces expuesta por Néstor y Cristina, su objetivo ha sido apagar el fuego de la rebelión, mellar el filo de la movilización y empujar a la clase trabajadora y la juventud a conciliar con la clase empresarial y sus fracciones industrializadas. Así lograron recomponer la gobernabilidad del sistema político, garantizando siderales y crecientes ganancias a distintas fracciones de la gran burguesía local y trasnacional.

El peso entre las masas de las políticas de colaboración de clases revestidas del discurso nacional y popular, como de fuerzas aún más reaccionarias que anidan en la oposición, hacen tan vigente como en aquel 2001 la necesidad de construir herramientas sociales y políticas capaces de unificar al activismo y abrir canales de participación, decisión e intervención masiva, con independencia de los intereses capitalistas e imperialistas.
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Pablo Suárez

(Integrante de Agrupación Hombre Nuevo)

1.- Las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 fueron el resultado de una profunda crisis social, económica, política e institucional vivida en nuestro país, pero principalmente fueron la expresión de resistencia al modelo neoliberal que manifestaba sus síntomas de debilidad. Aquellas jornadas de revueltas populares generalizadas tuvieron su antesala en los primeros cortes de rutas y en el nacimiento del movimiento piquetero en el interior del país y en el conurbano bonaerense. Parte importante de la clase trabajadora había sido arrojada a la desocupación y al hambre; esto más tarde afectaría también a los sectores medios urbanos en el «corralito” y la pauperización de condiciones de vida en general. El «que se vayan todos”, como consigna que podía interpelar la institucionalidad del sistema, logró unificar a millones en todo el país. _ El enfrentamiento directo contra el estado y la masiva movilización lograron la unidad en la calle.
Más tarde, la ausencia de una propuesta política de los sectores organizados que unificara en su programa y su acción las reivindicaciones y aspiraciones de las distintas capas sociales provocaría el retraimiento de este espíritu de lucha, contribuyendo a la desmovilización y el reflujo de los movimientos sociales y las asambleas populares, permitiendo la recomposición de la institucionalidad burguesa particularmente a partir de 2003 con la llegada del kirchnerismo al gobierno.

Para construir una alternativa verdaderamente popular, como fuerzas de izquierda nos faltó la capacidad para darle a aquellas luchas una perspectiva política clasista sustentable en el tiempo. La falta de un programa amplio que interpelara a sectores vastos de la población fue otra de las importantes limitaciones. Además, no supimos aprovechar las instancias forjadas a través de las asambleas populares como ejercicio de participación popular. El sectarismo reinante en gran parte de la izquierda argentina nos impidió -y nos impide-tener una práctica unificada.

2.- La actual coyuntura nos plantea importantes desafíos para la clase trabajadora. La burguesía también ha aprendido de aquellas jornadas, y ha recuperado el orden institucional y la hegemonía política apropiándose de parte de las banderas rebeldes levantadas entonces.
Si bien hay mejoras con relación a 2001, estamos muy lejos de haber superado problemas estructurales. La desocupación en la actualidad es aproximadamente de un 8 por ciento, pero cerca de un 40 por ciento de los trabajadores se encuentran en negro o precarizados. El neoliberalismo como modelo económico no fue atacado ni modificado realmente; ha usado un nuevo ropaje: los principales sectores estratégicos de la economía siguen privatizados, se ha profundizado el robo de nuestros recursos naturales a manos de las grandes corporaciones con complicidad explicita del actual gobierno.

En términos organizativos y políticos la clase trabajadora continua presa de los debates impuestos por los sectores dominantes, aunque en los últimos tiempos está resurgiendo un nuevo activismo por fuera de la burocracia y del aparato gubernamental, tanto dentro de los trabajadores ocupados y desocupados, como dentro del movimiento estudiantil. Es en estas expresiones de lucha donde residen nuestras principales esperanzas.

Fotos: Argentina Arde



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