24/11/2003

Familiares de victimas de gatillo fácil: del dolor a la organización

dh.jpg «Luchamos para que no haya más familiares y nadie más sea víctima de este sistema represivo»


La Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil se reúne desde abril en el segundo piso del Colectivo Cultural Libres del Sur en Avellaneda. Allí todos los viernes a partir de las 19 los familiares cuentan sus experiencias, reciben contención para que después empiecen el camino de la lucha. «La lucha es política, no es sólo para ver en prisión a quienes mataron a nuestros hijos, sino para que no haya más familiares, para que este sistema no siga matando a otros hijos, a otros jóvenes» expresó Pedro, a quien la Policía Bonaerense le mató a su hijo.

Delia, una fundadora de Familiares nos dijo «lo que te pasa por dentro cuando te matan un hijo no lo arregla ningún juicio ni reparación económica, por eso esta organización debe ser la única que no quiere más miembros entre sus filas, no queremos ver más muertes por gatillo fácil, represiones policiales, ni gente reclamando por justicia».

Los Familiares coinciden en que «si la sociedad se rasga las vestiduras por la muerte de un policía, también tiene que hacer lo mismo por la muerte de un albañil, todos somos iguales.»

Una de las últimas en acercarse a Familiares es Ramona. Ella nos contó como empezó a organizarse.

«El lugar de un hijo no lo ocupa nadie»

Ramona Núñez tiene 49 años y gran parte de ellos los vivió en Villa Fiorito, en el partido de Lomas de Zamora. Tiene 4 hijos, pero desde el 7 de enero de este año conoce el dolor de no tener más a uno de ellos.

Jorge Omar González, «El chaqueño», como le decían en el barrio, de 31 años murió debido a los brutales golpes recibidos por parte de policías al resistirse a ser detenido. «El chaqueño» era desocupado y llevaba algunas monedas a su casa con lo que conseguía como cartonero.
«El 14 de diciembre por la tarde me llaman por teléfono y me avisan que Jorge estaba detenido en la comisaría 5ta de Fiorito por el robo de una bicicleta. Luego me aclaran que el cargo era robo calificado. Me voy para allá entonces y el oficial Gómez me pide plata, me pide 2000 pesos. Desesperada salgo a buscar y consigo 1000 pesos. Cuando se los llevo me dice que no alcanza con esa cantidad porque sino «no hay para el jefe». (El «jefe» es el comisario Barro, el mismo a quien le quemaron la comisaría en el Jagüel). Al otro día le doy los 1000 pesos restantes, así vuelve a casa, pero «todo roto». El médico forense no lo revisó. Había sido golpeado en la calle por los policías Segundo Concha y otro de apellido Quevedo, pero como mi hijo podía defenderse aún peleando contra dos, llamaron a otros policías para seguir pegándole. Le quitaron la bicicleta en la que andaba y los vecinos vieron como lo pateaban en el suelo, lo arrastraban y lo subían a la camioneta policial entre varios. En la comisaría le hicieron el «submarino seco» (tortura que consiste en ahogar a la victima con una bolsa de plástico en la cabeza) y le seguían pegando.

Cuando volvemos a casa le pregunto por los golpes y le insisto para ir al médico. Vamos al hospital Penna, en Capital y ahí estuvo internado, hasta que lo operan de vesícula el 24 de diciembre, pero empeoró. El 6 de enero por la tarde lo trasladan al hospital Durán y muere al otro día».

La lucha por justicia

En el barrio queda la indignación, la bronca por otro caso de represión policial. En la familia de Ramona el dolor por la ausencia de Jorge. Los asesinos están libres.
Pero pronto comienza la organización: Isaac, un vecino, le pregunta si necesita un abogado y la contacta con Pedro Ortiz, miembro de la Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil. Ramona se presenta, cuenta su experiencia y conoce a otros familiares. De repente se entera de la existencia de CORREPI, que hay abogados dispuestos a defender casos como el suyo y que no está sola en el camino por la búsqueda de justicia.
La primer marcha se realizó el 23 de mayo y comenzó en La Ribera y Larrazábal y terminó en la comisaría. Participaron alrededor de 200 personas y Ramona y otros familiares llevaron fotos de sus hijos. Todos gritaron lo mismo: policía asesina. Todos esperan lo mismo: justicia.
El paso de la indignación a la organización y la lucha se da en el marco de entender al gatillo fácil no sólo como un hecho de brutalidad policial, sino como el emergente lógico de un sistema que se basa en la explotación y en la represión de esos explotados.

Con la ayuda de Familiares Ramona organiza otra marcha que se realizará en noviembre. Ella espera que sea la ultima en la cual vea libres a los asesinos de su hijo.



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