08/04/2008

¿Quién acusa?

Este 8 de abril el Premio Nobel de la Paz (Alternativo, 2002) Martín
Almada, tendrá que asistir a los tribunales de Asunción, capital de
Paraguay, para rendir cuentas por una querella judicial en la que se le
acusa de «difamador» y «calumniador».
¿Quién acusa a Martín Almada de tamaña cosa? Se trata de un personaje
oscuro de la dictadura paraguaya de Alfredo Stroessner, llamado Juan José
Benítez Rickman. Por Modesto Emilio Guerrero.


Rickman acusa a Almada de «difamación» e «injuria», porque este poeta,
abogado y Premio Nobel, demostró documentalmente que Rickman había sido
colaborador en asesinatos, secuestros y persecuciones, durante el régimen de
Stroessner.

Almada logró probar en 1992 la participación de este hombre en crímenes de
lesa humanidad
. Lo encontró dentro de los archivos policiales que luego se
conocieron mundialmente como «Archivos del Terror» u «Operativo Cóndor». El
Escribano Rickman aparece en el documento del 6 de abril de 1976: «Lo
encontré
-asegura Martín Almada- en el Archivo del Terror o del Operativo
Cóndor que descubrí después de 15 años de investigación con el firme apoyo
del Juez Penal José Agustín Fernández el 22 de diciembre de 1992″
.

Por este descubrimiento revelador, Martín Almada recibió el Premio Nobel
alternativo en 1992.

El prontuario de Rickman

El verdadero premiado es el represor Rickman. Cuenta con los privilegios y
derechos que no tiene Almada por su labor humanitaria y democrática. Almada
debe pedir permiso a la Justicia paraguaya cada vez que necesita salir del
país, recibe amenazas frecuentes y es vigilado en forma continua.
Mientras: Rickman recibe todos los favores que solicita al Estado y el
gobierno de Paraguay. El Escribano Benítez Rickman fue vocero de la
dictadura, comenzó su meteórica carrera política y más tarde fue premiado
con el cargo de Delegado de Gobierno de Boquerón y finalmente Director de
Información y Cultura de la dictadura militar (1987/1989).

Como recuerda Almada en su escrito judicial de defensa: «Fue Director de
Información y Cultura de la Presidencia de la República, se destacó al
promover la figura política del Secretario Privado del Presidente de la
Republica , Mario Benítez, declarándolo ‘Padre Espiritual de la Juventud
Estudiosa Universitaria Del Paraguay’. En la transición democrática el
Escribano Benítez Rickman, a pesar de sus ‘antecedentes’ criminales, fue
nombrado Cónsul Honorario del país más democrático de América Latina: Costa
Rica».

Para el actual juicio contra Martín Almada, el criminal Rickman fue
favorecido por el silencio del Rector de la Universidad Católica que le
sirve de canal hacia la protección actual de una parte del gobierno. Y como
alega Almada: «La Jueza que entiende en la causa pertenece a una familia
nostálgica de la dictadura»
.

Es que en 1976 Rickman ocupó militarmente la Biblioteca Universidad junto a
otros torturadores y secuestraron documentación que los implicaba en
crímenes. El actual Rector fue testigo de privilegio de aquella tropelía.
El delito de Almada es solicitar que Rickman devuelva esos documentos al
Estado paraguayo.

Sobrevivientes insaciables

La pregunta en un caso así sería ¿cómo se atreve a una acusación así?, o más
importante: ¿cómo sobreviven personajes de este tipo?

La respuesta es sencilla. Rickman goza de la protección de las actuales
instituciones democráticas de Paraguay, en el mismo sentido que los
pinochetistas sobreviven a la sombra de las instituciones pinochetista en
Chile, y que en Argentina tienen capacidad operativa y recursos para hacer
desaparecer al testigo Jorge Julio López
.
El strossnerismo también sobrevive a su tardía muerte. Es uno de los costos
que pagan los pueblos cuando no logran demoler con revoluciones las
instituciones totalitarias de las dictaduras.

Esta vez ese costo lo paga el Premio Nobel de la Paz, Martín Almada, en
calidad de acusado en los tribunales de un régimen democrático por denunciar
a un miembro de un régimen dictatorial. Rickman, insaciable, también quiere
enriquecerse a costa de Almada: pretende cobrarle 100.000 dólares en el
juicio.

Por Modesto Emilio Guerrero



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