24/06/2003

El violento oficio de mentir

clarin.jpg «Los grupos económicos apuntan, el parlamento da la orden, el Poder Ejecutivo dispara, las fuerzas de seguridad se aseguran de barrer los restos y los medios masivos justifican: males necesarios».


Qué dijeron algunos diarios argentinos sobre la masacre de Avellaneda.

Qué confusión la de La Nazión

«Lo ocurrido no es más que producto de acciones delictivas que han superado todos los límites de la legítima protesta», concluye La Nación, en su editorial del jueves 27.
«Dos muertos al enfrentarse piqueteros con la policía. Grupos radicalizados de izquierda destrozaron negocios y quemaron autos y colectivos». Así tituló el matutino lo ocurrido el miércoles 26. Con sólo leer el título, la volanta y observar las fotografías queda claro que los dos muertos fueron consecuencia de un enfrentamiento iniciado por piqueteros.
Si en la tapa los que se enfrentaron con la policía eran «500 militantes de organizaciones radicalizadas y provocadores políticos» en una de sus notas interiores éstos eran «2500 manifestantes». Si en una nota los manifestantes habían incendiado dos colectivos y roto los parabrisas de decenas de autos, en otra «los manifestantes incendiaron decenas de coches estacionados». En cuanto a la «trifulca», ésta fue repelida con balas de goma y gases lacrimógenos: si hubo balas de plomo, entonces provinieron de los desocupados; «La ira entre los policías se desató cuando una bala rozó el rostro del comisario inspector Luis Alfredo Franchiotti. El ojo izquierdo le sangraba, fuera de órbita». No es precisamente gracias a La Nación que sabemos que la herida en el ojo del comisario no fue por una bala sino por la trompada que le propiciara un manifestante.
Luego, en la misma nota se identifican los «bandos de los piqueteros enfrentados». Por un lado los servicios de inteligencia apuntaban a la «Corriente (sic) Aníbal Verón y al Movimiento Teresa Rodríguez» como los grupos más radicalizados. Por otro, la nota, que firma María José Lucesole, afirma que una militante del Polo Obrero se encuentra entre los ocho piqueteros que recibió «heridas compatibles con armas de fuego». Así, deberíamos pensar que la Anibal Verón o el MTR, balearon al Polo Obrero, cuando es sabido que el MTR y el «Polo» integraban el bloque piquetero, quien a menudo coordinaba planes de lucha con la «Verón», que no era una corriente sino una Coordinadora.
El jueves las evidencias señalaban a la policía como responsable de los asesinatos. Las pericias habían detectado que las muertes fueron provocadas por perdigones de nueve milímetros como los que usa la policía.
El título de la tapa del viernes 28 no hablaba de asesinato, pero daba cuenta de la responsabilidad policial: «Suspenden a 110 policías por la muerte de los piqueteros». No faltaron ni los datos claves de las pericias, ni la secuencia de fotos que implican a la policía y al comisario en el asesinato de Darío Santillán -lo que confirma que el diario tenía las fotos el día anterior pero no las publicó-. Sin embargo, el desarrollo más importante de las notas se centró en los informes de inteligencia.
«Duhalde pidió a la justicia que investigue un supuesto complot. Presentó pruebas para demostrar que se intentó derrocar los poderes constituidos».
Es aquí donde solapadamente se le da continuidad a lo dicho el 27 y se redobla la apuesta: «(«¦) las fuerzas policiales y de inteligencia apuntan a agrupaciones piqueteras como la Corriente Aníbal Verón y Movimiento Teresa Rodríguez. Y dentro de ellas estarían identificados activistas vinculados con el representante de las FARC Javier Calderón, entre otros grupos revolucionarios».

Acerca del diario Página 12

Entre los medios gráficos, Página 12 fue el único que en su edición del jueves 27 calificó de «salvaje represión». Con importantes fotos, como la de Maximiliano en la tapa, el allanamiento ilegal del local de Izquierda Unida y la de un policía pegándole a una persona tirada en el piso, el diario incriminó a la policía en los asesinatos.
En la cobertura de cortes anteriores el diario había mostrado una clara simpatía hacia la FTV y la CCC, incluso reproduciendo dichos de D’Elia, en los que acusaba a otros MTD, de ser «servicios de inteligencia». Pero desde un tiempo antes de la Masacre, y luego del 26 más claramente, Página/12 plantea un enfoque más amplio del movimiento piquetero superando la estrecha mirada – por momentos macartista – de la dupla D’Elía y Alderete.
Es importante la referencia -que hace «Pagina»- al hecho como una «cacería» ya que cambia los objetivos del accionar estatal. No se trató de liberar los espacios para garantizar la libre circulación. Pero, al hacer eje en la Policía, el diario deja de lado el análisis estructural de la represión.
En el análisis del marco político represivo, se destaca una nota de Miguel Bonasso (el jueves) y la de Sandra Ruso, al día siguiente, quien escribió sobre la cobertura hecha por La Nación: «Les molestan los pobres, les molesta que se organicen, se irritan con pobres politizados, se erizan con el activismo de los pobres. Macri armando equipos de trabajo les parece bien, que los empresarios se politicen les parece re-bien, pero los desocupados pensando juntos otro país les revuelve las tripas».

No aclares que oscurece, Clarín

Bajo la volanta «Violencia social» y el título «Trágica represión a piqueteros: 2 muertos», el periódico indica que «los efectivos policiales (…)dispararon gases lacrimógenos y balas de goma y lograron dispersar al grupo de piqueteros, que respondió con algunos piedrazos (…), destruyeron vidrieras de negocios y los vidrios de algunos automóviles». El diario descarta el uso de balas de plomo por parte de la policía, y lo reafirma con palabras de Fanchiotti: «Seguramente no ha de ser de nuestra parte». En consecuencia, el terror fue originado por un sector que se manifestó «en forma violenta e irracional» según el ministro de seguridad Álvarez.
Si bien en la edición del 27 (al igual que en la edición digital del 26) figura ampliamente la voz oficial, existen dos versiones en base a ésta, que se contradicen. Por un lado, Alvarez cree que hay «una fuerte sospecha» de que uno de los asesinatos lo cometió Fanchiotti. Por otro, en una nota aparte el ministro del Interior, Jorge Matzkin, sostiene que «no hay lugar para los violentos», en referencia a los piqueteros. Esta otra versión se apoya en una nota que titula «…choque entre policías y piqueteros», y en la cual se conserva la línea editorial del día anterior, reproduciendo palabras de Alvarez: «Quienes manifestaron son otros».
«Duhalde habla de una atroz cacería policial» titula la prensa de los Noble el día 28. Recién en esta edición, figura un parte medico de la muerte de Darío, la voz de Pandolfi de la CORREPI, y un recuadro con el testimonio de la «Verón».
Como si esto fuera poco, el «gran diario argentino» hace gala de «los testimonios fotográficos aportados (…), evidencias decisivas de que tanto Fanchiotti como Quevedo ‘no son ajenos’ a la muerte de Santillán (negrita de Clarín)».
Cuando en realidad, el periódico no utilizó las fotos de Pepe Mateos (fotógrafo de Clarín) en la edición del 27 para dar cuenta de la responsabilidad de la policía. Asimismo, la redacción de este diario se «atreve» a cuestionar la veracidad de los informes de la SIDE, a pesar de haberlos publicado el jueves 27, sin empacho y sin opiniones críticas al respecto.

El pueblo dio clases de periodismo

La marcha de repudio del día 27 y 28, no solo fue una respuesta contra la represión por parte de un sector de la clase media y de las organizaciones populares en lucha, que obligó al gobierno y a los medios a modificar en parte su postura. Además, demostró ser una lección de cátedra en periodismo gráfico para la prensa, dejando en claro quiénes eran las verdaderas víctimas.
Todo periodista sabe que una regla elemental del código periodístico es respetar «las cinco preguntas básicas»(qué, cómo, cuándo, dónde y porqué) que se hace cualquier profesional cuando pretende dar cuenta de un hecho.
Lo cierto es que ninguno de los medios analizados (ver nota principal) respetó en su totalidad (otra condición importante) dichas pautas. Así, por ejemplo, Clarín eliminó de sus títulos a los autores de la matanza: «La crisis causó 2 nuevas muertes» (edición del 27).
Menos se explican las causas de la violencia, y las razones por las cuales se quería cortar el Puente Pueyrredon. Evidentemente, no eran importantes las reivindicaciones de los piqueteros, o sus necesidades, que eran la razón por la cual hacían el corte. Por lo tanto, se descartó el porqué.
Peor aun, no figuró en ningún momento – al menos hasta que las pruebas fotográficas de Kowaleski ejercieran presión sobre los medios – la voz de los protagonistas de la protesta, o sea, la de los sujetos de la noticia. Esto se ve claramente durante el 26 y el 27, cuando las fuentes oficiales inundaron las páginas de los periódicos para imponer su discurso – al cual los medios tampoco ofrecieron mucha resistencia. Se deduce así que tampoco era importante el quién.
Además, ni siquiera se tuvieron en cuenta otras voces diferentes a la del gobierno. De este modo, la reproducción de la voz oficial, la tergiversación del resto de «las preguntas básicas», y la falta la contrastación con otras fuentes, complementaron el plan de desinformación de Estado, y recordaron la construcción de las noticias hecha por estos mismos medios en épocas de dictadura.



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