26/07/2006

Budge llora otro muerto

weber2-2.jpgEl 22 de julio, en Ingeniero Budge, murió asesinado Gabriel Arévalo, de 18 años. El subteniente Félix Luciani y el teniente Claudio Pereira de la Policía Bonaerense están detenidos bajo la imputación de «homicidio calificado».

El dramaturgo alemán Bertold Brecht escribió «No acepten lo habitual como cosa natural». Es probable que esa apreciación sea el puntapié inicial para entender que más de 1900 personas asesinadas con la vuelta a la democracia no son una simple casualidad.


Gatillo: disparador de las armas de fuego

Fácil: que puede suceder con mucha probabilidad

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Yo no lo conozco a Gabriel. Pero estoy segura que Gabriel no quería morir. ¿Quién quiere dejar de vivir a los 18 años?

En los diarios se lee que «uno de los dos agentes (..) estaba alcoholizado cuando fue detenido» y que «Arévalo murió baleado el sábado a tres cuadras de un boliche llamado Petrus, en la calle Olimpo, en una zona humilde de Ingeniero Budge. Los investigadores reconstruyeron que todo comenzó con una pelea dentro del lugar y siguió en la calle. Afuera había un patrullero con dos policías. Aparentemente trataron de parar la pelea y dispararon unos tiros al aire». También se afirma que «los peritos comprobaron que sólo había vainas de calibre 9 milímetros y determinaron que las únicas armas que se habían disparado fueron las de los policías imputados. Las mismas fuentes dijeron que cuando les preguntaron qué hacían allí, fuera de su jurisdicción y en servicio, ninguno de los dos pudo explicarlo». (1)

Yo no puedo explicar que hacían dos policías ahí, «fuera de jurisdicción». Y la verdad, poco me importa. Tampoco sé qué pensaba Gabriel de la muerte; o qué habrá sentido con su muerte.

Pero no desconozco que las balas matan.

He aprendido algo en estos años. No hay un loco suelto. No se repiten ni errores ni excesos. El gatillo fácil sucede con probabilidad porque la represión es sistemática. Acá hay asesinos. Hay quienes se creen más poderosos porque tienen un arma y pueden disparar.

Y disparan.

Es probable que alguien haya echado baldes de agua sobre la calle para limpiar las marcas de la muerte. Pero no lo conseguirá.

El dramaturgo alemán Bertold Brecht escribió «No acepten lo habitual como cosa natural». Es probable que esa apreciación sea el puntapié inicial para entender que más de 1900 personas asesinadas con la vuelta a la democracia no son una simple casualidad.

Luciana (ANRed)

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«Represión para el control social»

Esta es la denominación mediante la cual la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) nombra a las «diversas formas que adoptan las políticas represivas del estado en su búsqueda por lograr mayor control social, y que se descargan prioritariamente sobre los sectores más desprotegidos (los jóvenes, los pobres, los discriminados por diversos motivos, etc.). Este tipo de represión cotidiana, cuya aplicación ha ido en franco aumento desde 1983, es principalmente ejercido por las policías -federal y provinciales-, aunque en los últimos tiempos es cada vez mayor la intervención de gendarmería y prefectura en esa suerte de «primera línea de fuego», con presencia permanente en las calles».

En el «Informe 2003 sobre la situación de los Derechos Humanos en la Argentina – Rol de las fuerzas de seguridad», la Correpi explica cómo el gatillo fácil es una de las forma de represión. Trascribimos a continuación un extracto del mismo:

«GATILLO FÁCIL: A pesar de los denodados esfuerzos de una buena parte de la clase política argentina, en nuestro ordenamiento jurídico no existe la pena capital y, como país firmante de la Convención Interamericana de Derechos Humanos -incorporada a la cúspide de la pirámide jurídica con jerarquía constitucional-, tenemos vedado reimplantarla.

«Sin embargo, las fuerzas policiales emplean cotidianamente la pena de muerte en las calles de todo el país. Denominamos «gatillo fácil» a las ejecuciones que configuran la aplicación por parte de la policía de la pena de muerte extra-legal. Se trata de «pseudoenfrentamientos» en los que se pueden distinguir dos etapas sucesivas en la perpetración del delito: el fusilamiento propiamente dicho, y el posterior encubrimiento.

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«EL FUSILAMIENTO: Prácticamente en todos los casos el hecho es relatado por los policías intervinientes de la misma manera, justificando su «legítimo accionar» en la agresión previa por parte de la víctima, que siempre es referida como «delincuente de frondoso prontuario» y quien, indefectiblemente en los partes policiales, disparó primero.

«Sugestivamente, y como se ha señalado en infinidad de relevamientos estadísticos, hay datos objetivos que tornan inverosímil la repetida versión del enfrentamiento. La desproporción numérica entre los muertos civiles y policiales lleva a dos posibles conclusiones: o tenemos la policía con mejor puntería del universo, o ellos son los únicos que disparan. También es llamativo que no exista relación en la cantidad de muertos y heridos no uniformados. La casi inexistencia de sobrevivientes civiles en estos supuestos tiroteos demuestra que la policía tira a matar, sin efectuar disparos disuasivos ni a lugares no vitales del cuerpo, de modo de no tener que cargar con molestos testigos. En gran número de casos, aun los que la propia policía confiesa «accidentes», argumentando armas que se caen al piso, golpean contra paredes, o se disparan en un forcejeo, es notable que las balas impacten en la sien, la nuca o la espalda, volviendo imposible la tesis del enfrentamiento.

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«EL ENCUBRIMIENTO: Inmediatamente después de cometido el delito, comienza la segunda etapa, destinada a garantizar la impunidad del camarada que «puso» a uno. Es indudable la existencia de un espíritu de cuerpo que se patentiza en los primeros informes de quienes arriban al lugar del hecho cuando las muertes ya se han consumado. Si el homicida no tiene un arma de más para «plantársela» al muerto, son sus colegas quienes la proveen, como se ha probado en muchos casos. A estas armas plantadas se suman a veces, por aplicación de la tesis de la «culpabilización de la víctima», sobres conteniendo alguna pequeña dosis de drogas, tucas, ganzúas, y hasta efectos robados.

«Es un clásico que en la instrucción inicial del caso, se consigne de inmediato que no se encontraron testigos del hecho, sin que conste diligencia alguna para hallarlos; así como que quienes espontáneamente se presenten para declarar sean rechazados con un elegante «ya los van a citar».

«La medida del encubrimiento da la pauta del carácter institucional de estos hechos, en los que el sumario policial -en particular en las provincias en las que instruye la policía- en lugar de investigar propone y da por cierta la tesis del enfrentamiento.

«De la misma forma que se planta evidencia de lo inexistente, se destruye la que pudiera echar luz sobre el asunto. Así, es frecuente que los cuerpos sean lavados evitando toda posible prueba de deflagración de pólvora en las manos, que se limpien las armas, impidiendo saber si fueron disparadas o si tienen huellas. También hemos verificado casos de espontánea reproducción de la cantidad de proyectiles intactos en las armas policiales en el trayecto hasta la oficina pericial, o la repentina aparición de averías en armas o proyectiles recuperados inexistentes en el momento del hecho. Estos homicidios han crecido enormemente en los últimos tiempos, de la mano de las políticas resumidas en el «hay que meter bala a los delincuentes».

«Finalmente, y ya en el marco de las causas penales, la complicidad abierta o la ineficiencia oportuna de peritos y jueces permite la manipulación desembozada de las pruebas, derivando muchas veces la investigación en causas seguidas contra la víctima, cuyos antecedentes se rastrean hasta el infinito.

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«OTRAS MODALIDADES: Además de la clásica situación del gatillo fácil, existen variantes que denominamos «gatillo fácil culposo» y «gatillo fácil deliberado», extremos opuestos de una misma política. En el primer caso, se trata de víctimas ajenas a un hecho real, que resultan muertas debido al desprecio por la vida humana de los uniformados, quienes no toman precaución alguna al desenfundar para proteger a los transeúntes. En el segundo, estamos ya frente a la deliberada eliminación de quienes representan un riesgo para algún colega, generalmente testigos de hechos de gatillo fácil».

Para leer el informe completo:

 http://www.correpi.lahaine.org/articulo.php?p=47&more=1&c=1

Fotos: Olmo Calvo Rodríguez – Sub Cooperativa de Fotógrafos


(1)http://www.clarin.com/diario/2006/07/24/um/m-01239513.htm



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