26/09/2017

«El karma Sudamericano”

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Entrevista con el dibujante y vendedor callejero de Revista «Al Margen” de S. C. de Bariloche, Lucho Fernández. Creador de dibujos e historias de gente común, ayuda a pensar críticamente la sociedad en que vivimos, desde su trinchera comunicativa: un puñado de viñetas con dibujos a lápiz. Vivió en España y en Brasil y el dibujo muchas veces lo sacó de la calle. «El karma sudamericano”, su último trabajo en entregas, está basado en «el Lago Escondido que Lewis se afanó, y con el que ahora quiere usufructurar porque se siente intocable. El Karma sudamericano es ese, el de que vengan los gringos a afanarnos todo y a matarnos.” Actualmente sus dibujos integrarán un libro que publicará la Universidad Nacional del Comahue sobre el trabajo de los recicladores. En esta nota, un recorrido por su vida y su trabajo. Por Corresponsal popular para ANRed (Fotos: Gentileza Lucho Fernández / ANRed)


Caminamos hasta su cabaña en la montaña, ubicada en un bosque detrás del Cerro Otto. Mientras nos preparábamos para la nota conversamos sobre medios alternativos, de los cuales Lucho conocía muy poco. En su vida cotidiana no usa internet, ni e-mail, y dice no saber usar ni siquiera correctamente un mouse. Todos los preparativos para esta entrevista fueron hechos en una parada de colectivo, donde solemos cruzarnos ya que somos vecinos. Reacio al principio pero interesado después, el dibujante de la popular Revista Al Margen accedió a contar su historia, la de su pasión por el dibujo, la de su vida artística, la de sus ideas.

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«César” y el oficio de dibujante

Sobre la mesa hay desparramados distintos números de Revista Al Margen, revista que vende actualmente en la calle y de la que participa con sus historietas «Yo empecé a vender hace diez, once años” – explica-, «y a los dos o tres años empecé a meter dibujitos, que me pidieron los chicos (se refiere al Equipo de Comunicación «Al Margen”) . Estuve un par de años vendiendo hasta que los chicos mismos me dijeron-como sabían que dibujaba- : «¿querés hacer una tira que salga todos los números?” Y empecé con «César”. César tuvo 19 capítulos. Cuando terminó, surgió la idea, también de los chicos, de hacer una recopilación de todos los capítulos y hacer una revista aparte. Porque lo que me pasaba es que la gente no entendía nada, porque salía un capítulo cada dos meses, entonces sólo un 5 % del público lo iba entendiendo; todo el mundo decía ¿pero cómo, ahora qué pasó? ¿y César qué hizo?»”no entendían un pomo y yo decía puta, no»¦”

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«Cuando terminó, con el capítulo 19, me embolé de hacer historias largas, me frustraba de que la gente no lo entendiera, entonces empecé a hacer, inmediatamente, al número siguiente de Al Margen, capítulos unitarios. Me di cuenta que podía contar historias de un solo capítulo. Es una historia que empieza y termina, no hay nada previo que entender.” El dibujante de 52 años cuenta además que le cuenta a los lectores que compran la revista que es él quien hace la historieta «yo lo que quiero es meter la idea en la comunidad en donde vivo de que soy dibujante. Que soy vendedor de la revista pero además soy dibujante. Entonces eso, en el fondo, me va dando un lugar que es muy lindo, que es el lugar de dibujante en la comunidad. Que ya lo experimenté en otras partes, por ejemplo en Brasil, donde viví unos años. Me da mucha gratificación que la gente sepa que soy dibujante y es como uno que es carpintero y todo el mundo sabe que es carpintero y entonces le va lloviendo laburo, lo llaman, le encargan trabajo. Entonces está bueno que la gente sepa tu oficio. Que es lo que te da trabajo para toda la vida. En cambio, si vos atendés un kiosko y al mes siguiente estás en una heladería, estás medio como bola sin manija, que está bien, vas zafando, pero no tenés tu oficio, tu oficio fijo, creo que por eso yo me hago el autobombo”-reflexiona-«Hasta el dia de hoy sigo haciendo capítulos unitarios y de vez en cuando se me alargan y de vuelta entran en una historia.”

El dibujo como costumbre familiar o «genético”

Lucho Fernández comentó previamente al diario local «El Cordillerano” que de muy niño se sentaba a dibujar con su padre y con su abuelo , y que «consideraba a éstos sus primeros maestros”. «Yo desde que me acuerdo, ya mi viejo dibujaba. Me acuerdo que mi viejo dibujaba re bien, para mí era un ídolo”. El padre de Lucho, agrónomo de oficio, dibujaba por hobby, y además «me di cuenta de que mi abuelo dibujaba también” «“recuerda alegremente- «como que le había pasado la facilidad a mi viejo genéticamente.” Se trataba de «dibujos muy sueltos, muy a la ligera, con birome; en un minuto te hacían una cara y muy así, a la bartola.

No es que era un dibujante que tenía su estudio y te mostraba sus carpetas, ni ahí. Ellos no le daban ese tipo de importancia, lo hacían continuamente pero de a ratos.”
Este artista nacido circunstancialmente en Misiones por el trabajo de su padre recuerda haber comenzado a los 5 ó 6 años con la costumbre «de ponerme a dibujar con mi viejo, de ponerme a dibujar con él. Dibujaba, me pasaba un papel a mí y dibujábamos los dos. Pero sin ninguna expectativa de nada. Nunca recuerdo a mi viejo diciéndome «no, está mal esta línea”. No me tiraba ninguna, nada, él dibujaba y yo trataba de copiarlo, no sé, de ser como él.”

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Su idea del gen familiar inclinado al dibujo tiene su raíz en que su dos hermanos y sobrinos «también dibujan, es increíble, todos. Mi hija Wanda (de 13 años) dibuja un montón, le encanta. Es como que hay un gen, o algo en mi familia que viene de Hilario, mi abuelo, una costumbre de sentarse a dibujar juntos ratos largos. Un momento de comunidad familiar, con mi viejo, con mis hermanos, una cosa que compartíamos y nos hacía bien.”

«Delirio aventurero”

Una vez al mes los barilochenses nos encontramos con las historias de Lucho en casi todos los mostradores de los comercios. Con su característico dibujo a lápiz, su estilo crudo, «patagónico”, nos habla de gente común, de la sociedad en que vive esa gente común, de sus relaciones de amor y de la estupidez utiliza el medio ambiente para usufructuar. Pero no siempre dibujó o pensó sobre esos temas. En su juventud, el silencio de su familia sobre por ejemplo las atrocidades que estaba cometiendo la dictadura, hicieron que este creador no supiera realmente en qué mundo vivía y decidiera viajar en lo que él mismo denomina mi «delirio aventurero.” «En el ´83 yo terminé la secundaria, y no me enteraba absolutamente de nada. Mi familia estaba como en una pecera. No me contaban nada de eso. Ni siquiera hablábamos.” La recuerda como una familia «muy religiosa, muy cristiana, no te digo del Opus Dei pero cerca. Yo quería salir de todo eso y me vine acá a Bariloche.”

Así es que el joven y asiduo lector del «El Tony”y «Dartagnan”, espantado de la formalidad de la facultad de Bellas Artes en Bs. As., se vino -con el incondicional apoyo de su madre- a trabajar a Bariloche. «Acá se me rompe el molde”- recuerda- «me fui a trabajar al Cerro Catedral en el kioskito de un bar de esquiadores en la base. Pero lo interesante es que empiezo a conectarme con los que laburaban en el bar, los mozos, los de la cocina, que eran unos chabones re curtidos, mucho más grandes que yo y que eran de un mundo totalmente distinto a lo que yo había vivido hasta entonces. Era un mundo de laburantes, de gente común, con otras ideas políticas y del mundo, que escuchaban otra música. Yo empece amigarme con ellos, quienes me veían como un pibito medio raro, y era verdad, porque yo no era ni chicha ni limonada, y me recontra invitaron a su mundo de rock and roll y locura y fumaban porro «“ que yo no lo había visto ni en las películas- y con una actitud social más combativa, mas de protesta, de cuestionar el orden establecido, una actitud más cuestionadora de lo que yo había mamado hasta ahora” -relata el autor de «El Karma Sudamericano”- .

«Delirio aventurero”: España y Brasil

Otra de sus experiencias fundamentales fue en España, donde viajó a los 22 años en 1986 y en Brasil, donde pintó cuadros sobre tela y dibujó escenas callejeras.

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«Yo había ido con dos amigos a España y durante el viaje nos fuimos separando, bien, sin pelearnos pero cada uno su destino. Yo quedé solo en Madrid, ya sin guita y sin pasaje de vuelta. Empece a laburar de lo que venga, hasta que empece a observar que en la calle, en todas las esquinas de Madrid, había pibes que estaban asi, en el piso, dibujando con tizas en la vereda misma, que te ponían una estampita de la virgen maría y la hacían en grande en el piso, tal cual. Inclusive creo que cuadriculaban y la hacían como fotográfica, pero con tiza. Y la gente le tiraba moneditas. Entonces asi es como empiezo a dibujar en el piso, en el Parque de Retiro, que es un gran parque que hay en España, donde esté el Museo El Prado. Y dibujaba figuras humanas muy grandes, que llamaban mucho la atención, muy coloridas, y me tiraban moneditas. Lo hice durante un año, y entré en una dinámica de que iba a la mañana, me compraba la cajita de tizas, dibujaba, y me alcanzaba para pagar la noche de la pensión y a la mañana siguiente me alcanzaba para comprar otra caja de tizas, y ya me quedaba en cero.” Lucho relata y toma mate y la mañana de sábado en el bosque va brillando cada vez más. Habla parado, se sienta, arregla el mate, busca fotos; estamos como dentro de un túnel y vamos a toda velocidad por esa época que recuerda como feliz. «Como siempre yo no pensaba mucho en el futuro” «“relata-» pensaba en que me alcance para pagar la pensión -para no dormir como al principio en la plaza- y si podía para una cerveza, puchos y en la esquina compraba una bolita del porro de allá, que es el hachís. Me alcanzaba para todos los vicios.”

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«El Karma sudamericano”

«El Karma sudamericano”, su última historieta publicada en Revista Al Margen «está basado en un hecho real, que escuché en la radio, de que éste tal Lewis, en base a una fuente de agua que se afanó «“el Lago Escondido-no contento con afanarse eso, ahora quiere usufructuar con ese robo, generando electricidad a partir de unos saltos, unas cascadas de la zona. Entonces, escuché que para darle electricidad al Bolsón tenía que pasar como un cable, una zanja, que va atravesando todo Mallín Ahogado hasta el pueblo. Y escuché también que eso afecta un montón al bosque nativo, va a atravesando campos y chacras y jodiendo a todo el mundo- en una palabra- y al bosque. Y yo estuve en el verano en los acampes del Bolsón que decían » el agua es de todos”.

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«Es decir, yo veo que el chabón se quiere apropiar del agua que es de todos y además que no le importa nada destrozar pedazos de bosque. Y ya a partir de ahí volé la imaginación. No sé si es científicamente así, pero me hice la idea de que esa zanja es enorme, como de tres metros, y profunda y que todos nosotros hacemos manifestaciones, marchas -los humanos- y nos revelamos con que venga un gringo y se pueda manejar asi de avasallador, que es al fin y al cabo el mismo avasallamiento que cuando vinieron los europeos acá a América y avasallaron todo y pasaron por encima de la gente. Entonces me hice la idea que a pesar de que nosotros hagamos marchas, nos juntemos, todo, éstos son tan poderosos que en una tarde se juntan con un político, con un terrateniente, se comen un asado y dicen listo hacemos todo lo que queremos , nos importa un huevo todo y siguen adelante. No alcanza con el esfuerzo de toda una comunidad que se les opone para doblarle el brazo. Entonces se me ocurrió como que el bosque dice «vamos a asustarlo.” A que éste Lewis «“ al que no le importa nada porque es amigo del presidente- lo pueda asustar algo sobrenatural , tipo algo terrorífico, que diga guau, el Espíritu me está viendo y me están engualichando. Entonces más o menos ésa es la idea, como que al fin y al cabo, un final feliz para todo esto sería que este Lewis se asuste , le empiecen a pasar cosas, que se dé cuenta que hay algo, el más allá del mundo que lo está señalando, lo está escrachando. Porque el Karma Sudamericano justamente es ese, que vengan los gringos a afanarnos todo y a matarnos.”



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