Candombe en San Telmo
Distintos grupos de candombe se reúnen desde fines de los 90 en San Telmo para llenar de movimiento y percusión las calles. Sin embargo, a partir de la aplicación del Código Contravencional de la Ciudad de Buenos Aires, las fiscalías actuantes intentan impedir que continúe viva esta cultura de origen africano. Ayer, como todos los feriados, marcharon con sus tambores de Plaza Dorrego hasta Parque Lezama para decir que el candombe sigue y sigue.
Buenos Aires y Montevideo fueron, en los años de la trata de negros, los puertos principales donde arribaban los barcos europeos para abastecer de esclavos a la oligarquía de todo el continente. San Telmo (por aquellos tiempos denominado «Alto de San Pedro»), por su condición de ser zona portuaria, fue testigo permanente de la manipulación de los cautivos africanos. Las compañías más fuertes de contrabando de negros que operaban en la ciudad eran de procedencia inglesa y francesa. Mientras la primera realizaba sus negocios desde galpones ubicados en lo que hoy es Retiro, la segunda lo hacía en la zona donde se encuentra el Parque Lezama.
A fines del siglo XVIII, las diferentes etnias africanas comienzan a organizarse comunitariamente como naciones. En 1795, ante su reiterado pedido, se dio permiso a los negros del Congo para que realizaran bailes los domingos y feriados y en 1799 se otorgó un pedido análogo a los negros de Cambundá. Esta última nación, para la década de 1820, tenía su sede en la calle Chile al 300.
El 25 de mayo de 1838, Rosas convoca a todos los tambos a la Plaza de la Victoria para celebrar el Día de la Independencia. Se dice que más de cinco mil negros bailaron al son de sus tambores ese día frente al Cabildo. Por esos años se permitieron por primera vez las comparsas en los festejos de carnaval. Todas las naciones africanas reunieron grupos para desfilar por las calles en brillantes trajes, cada uno con su conjunto de bailarines y tambores, dominando las fiestas de carnaval de cada año, hasta la década de 1870, salvo entre el 44 y el 52 que fueron prohibidas por el mismo Rosas.
Después vendría la famosa «Generación del 80» (entre ellos, Sarmiento, Alberdi y Mitre) que pregonaba un país progresista y «blanco» o una Argentina europeizada. Mientras, se insistía con la muerte de los candombes y la desaparición de los negros. Estos continuaron desfilando en número reducido y muy marginado hasta la crisis de 1930.
Más tarde volverían a las calles el carnaval y las comparsas, mezcladas con otras corrientes migratorias, pero ahora disfrazadas de galera y levitón. Satirizarían a las élites porteñas con elocuente baile y característicos saltos al ritmo del bombo con platillo, en las denominadas murgas reas.
El candombe siguió vivo pero puertas adentro en el seno de algunas familias y en fiestas periódicas como las del Shimmy Club. También se mantuvo en provincias del noroeste argentino, habiendo llegado en la época colonial a través de los afluentes del Río de la Plata y donde todavía sobrevive al olvido impuesto.
Por los años setenta, las calles de San Telmo volvían a bailar al ritmo del candombe gracias a nuestros hermanos uruguayos, manteniendo, hasta el día de hoy, el recorrido que va de Plaza Dorrego a Parque Lezama los feriados festivos (aún en los años en que la dictadura militar prohibía nuevamente el carnaval).
Hacia fines de los años 90, en La Boca, Barracas y San Telmo, se formaron nuevamente las comparsas con las salidas de tambores de los domingos, devolviéndole a la ciudad una tradición en la que participan hombres y mujeres de las dos orillas del Río de la Plata y que ya tiene más de doscientos años de historia.
Hoy el candombe está proliferando por muchos barrios, localidades y ciudades de todo el país cobrando diferentes formas y estilos, pero necesita de la concientización y del respeto tanto de quienes lo practican como del resto de la sociedad. La intolerancias ha sido una constante contra las manifestaciones culturales de raíz afro que hoy forman nuestra identidad. No solo el candombe: recordemos la murga y el mismo tango del arrabal portuario, que hoy es baluarte y orgullo de nuestra cultura, fue por prejuicios de una sociedad, danza prohibida.
La historia está abierta y nos involucra a todos.
Los datos que figuran en este texto (distribuido por los candomberos) pueden encontrarse en «Los afroargentinos de Buenos Aires» de GR Andrews y en el Archivo General de la Nación. También provienen de fuentes orales de uruguayos que viven hace más de 20 años en Buenos Aires.