Tú no tienes la culpa, mi amor, que el mundo sea tan feo
Hace una semana no sabía quién eras, ni qué te gustaba hacer, ni qué pensabas acerca del mundo y las personas. Cuatro fotos tuyas y las palabras de tus amigos fueron más que suficientes para que llegaras a lo más profundo de los que todavía estamos acá, y te lloramos. Por Melanie Rodriguez para ANRed
Hace una semana no sabía que existías y hoy, a pesar del vano intento de la noche, brotas a cada instante y no parás de nacer. Y pienso. Pienso en vos caminando por la calle con miedo, o quizás no, pero sin saber que la bestia te estaba asechando.
Pienso en tus amigas, las que se quedaron esperando un mensaje que las dejara tranquilas de que habías llegado bien. Pienso en ese mensaje, ese maldito mensaje que nunca llegó. Pienso en el nombre de tu asesino, en su cara, en su pestilencia.
Pienso en ese juez al que no le importaste vos, y ninguna de nosotras. Pienso en cómo nadie te cuido. En los sueños que dejaste, en tus ganas de transformar la realidad, que quizás son las mismas que me llevan a escribirte.
Te imagino recorriendo los barrios, te imagino en una marcha por alguna causa que hayas creído justa, te imagino trabajando y siendo vos, toda plena. Y eso que imagino se convierte en un recuerdo, porque ahora vos vivís en todos nosotros.
Cómo duele una compañera menos. Cómo duele una hija, una hermana y una amiga desgarrada por las manos de un sistema que se alimenta de nosotras. Cómo duele la desidia, la incompetencia y la corrupción. Que un patrullero o una pared importe más que tu vida. Cómo duele la indiferencia. Cómo duelen las garras que aprietan y retuercen la garganta, y ese grito que sale como puede, pero siempre firme, para decir que ya no soportamos una herida más y que estamos juntas para defendernos. Que somos la voz de las que ya no tienen voz, y que ahora vos, Mica, te convertiste en bandera.
Estuviste acá por un momento, y luego te fuiste. Viste florecer la luz del sol y no volviste. Pero nunca te daremos por muerta, nunca dejaremos de buscarte, porque te encontramos en cada lucha.
Micaela no está ausente. Micaela sigue acá, firme, sin miedo y multiplicada por miles, viviendo en el corazón de todos los que creemos que a la realidad hay que transformarla. El mundo se va a enterar y hoy más que nunca, las paredes gritarán tu nombre.