25/01/2017

Iki, la muerte de un militante con la represión en el cuerpo

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El militante del Movimiento Popular La Dignidad no sobrevivió al tercer ataque político en su vida. Fue baleado en la represión de diciembre de 2001, en la Masacre de Avellaneda y, por última vez, en el febrero pasado por parte de un sicario del PJ en medio de una asamblea en La Matanza. En Radio La Retaguardia, programa Sueños Posibles, Alfredo Grande dialogó con Rafael Klejzer, integrante de la organización, quien reflexionó sobre las marcas de su generación y la necesidad de hacer un cambio de paradigma en los territorios. Por La Retaguardia


«Iki fue de aquellos militantes que a los diez años ya estaba trabajando en Mercado Central producto de su origen, su necesidad de trabajar para llevar algo a su casa desde muy chiquito. Se sumó a la militancia secundaria en un centro de estudiantes. Luego tuvo que dejar producto del trabajo. En 2001 también había recibido un tiro por parte de la policía. Un militante increíble con un corazón enorme, militante social que reivindicaba la tradición de lucha con nuevos medios de la izquierda de los setenta. Se retiró un poco de la militancia para terminar su secundario en un bachillerato popular hace dos años atrás. Formó parte de una increíble organización del Movimiento Popular La Dignidad en La Matanza», recordó Rafael Klejzer, referente del MPLD. Además, relató la iniciativa en su territorio: «El barrio se autogestiona las garrafas, tiene jardín material, centros que ayudan a los chicos de la calle con las adicciones. Está la cooperativa textil, están las cuadrillas de trabajo. Fue de los imprescindibles. ‘Siempre se van los buenos’, decían hoy en el velorio».

El disparo

«Él y sus vecinos del barrio defendían unas tierras en Villa Celina que pertenecen al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, afectadas siempre a la corrupción, para que se loteen. El 12 de febrero del año pasado en una defensa de esas tierras, en plena asamblea, le pegó un tiro un sicario. Salió de la internación pero como se preocupa más por los compañeros que tiene a su alrededor, no se ocupó de su propio cuerpo. En todo el año no quiso ir a hospitales, en los lugares donde se atiende siempre faltaba algo, le cobraban esto o lo otro, no se preocupó y trabajó como nunca en su vida en la militancia con la CTEP, en la ley de emergencia social con un crecimiento enorme producto del ajuste y la carestía y las políticas de hambre de este gobierno. Creo que todavía los sectores populares carecemos de un análisis a fondo de las nuevas relaciones de dominación que hay en los territorios. No es lo mismo militar ahora en los territorios que hace 20 años», consideró Klejzer. El militante planteó que «todavía no tenemos esos anticuerpos de pensar cómo podemos hacer una asamblea en el barrio a la vez que nos cuidamos de que un sicario nos pegue un tiro. No estaba en nuestras cabezas hacer asambleas con autodefensa. El tirador es sicario del delegado comunal García de Villa Celina que responde a Espinoza en una interna con Magario. Al mismo tiempo, ese es el cierre político pero las bandas que actúan en el territorio son al mejor postor porque también tienen por parte del PRO de la Ciudad de Buenos Aires y del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC)», aclaró. «Se supone que ese organismo dispone a una cooperativa para hacerse cargo de esas tierras y entonces lotea y vende. Ahí se armarían los talleres que después trabajan para La Salada. Son tierras fiscales que el Instituto de la Vivienda cede para la guarda, no para el loteo, pero en ese momento Emilio Basavilbaso, ahora a cargo de ANSES, e Iván Kerr que está en Vivienda, cuando estaban en el IVC cedieron las tierras. Hay un juicio penal, porque se cedió a una cooperativa que las quería revender», explicó sobre el trasfondo del negocio.

La descomposición social en los barrios

«Las asambleas son masivas en los barrios, hay muchas ganas de luchar y las más urgentes son masivas y no estamos acostumbrados a cuidarlas en esos términos. Esto servirá como aprendizaje para que nuevas formas de trabajo y práctica militante en los territorios se desarrollen con mucho cuidado porque nos tenemos que proteger entre nosotros. Hay una idea de que en las organizaciones debe ir cada uno por su lado, y es algo que también atenta contra la militancia, el cuidado de nuestros cuerpos, toda una serie de cosas que estábamos muy ingenuamente y con herramientas anticuadas», reflexionó el militante de La Dignidad.
«Los pibes que están en la calle y atendemos en nuestros centros de adicción, pibes que están al límite todo el tiempo, también son algo nuevo, no estamos acostumbrados a convivir con la muerte. La práctica militante en esta etapa en nuestra organización va a tener que replantear muchos paradigmas. En un mes nos mataron a tres compañeros. Uno en Córdoba, otro en Moreno y ahora Iki. Hay un nuevo entendimiento de lo que pasa en los territorios y las organizaciones como la nuestra no estamos acostumbrados a convivir con la muerte sino con la vida. Sufrimos esto que es producto de una descomposición social que no es favorable para los sectores populares en términos de criticar el orden establecido, las jerarquías. Es romper todo tipo de tejido», aseguró sobre la pérdida de fuerza de los vínculos sociales en los propios barrios.

Cuando las categorías de víctima y victimario le caben a la misma persona

Así resumió Alfredo Grande, durante la entrevista que le realizó a Klejzer, a la complejidad para analizar situaciones en las que los jóvenes pobres se convierten en victimarios, pero a la vez son víctimas. Klejezer mencionó el caso de un joven acusado de asesinar a otro integrante del MPLD: «El pibe que mató a César, nuestro compañero de Moreno, tiene 18 años y un mes antes estaba trabajando en la construcción, trabajo que dejó porque lo explotaban de tal manera que empezó a trabajar como soldadito de los narcos en el Cuartel Quinto de Moreno. Nuestros compañeros quieren agarrar a ese pibe y no sé qué le van a hacer, pero es víctima también. Estaba trabajando en la construcción, explotado y eligió como proyecto de vida porque no hay herramientas populares, no hay Estado como la gente, por tres mil o cuatro mil pesos más me hago soldadito y estoy al servicio de los narcos en el barrio», explicó.

La salida

En este sentido, Klejzer se pronunció sin tibiezas: «La esperanza la ponemos en la propia organización porque hay mucha gente que vino a hacer cosas buenas. Tenemos que tener una etapa de madurez de las organizaciones, hay algunos vicios de la tradición de la izquierda que se separa por estupideces y no se pone de acuerdo de conjunto para poder abordar determinadas problemáticas. Somos muy optimistas, en la muerte encontramos con optimismo a los Iki que dejó Iki en el barrio, en La Matanza, en la provincia de Buenos Aires y en el país. Ahí somos optimistas. Ahora, no hay nada que esperar de este Estado», sentenció.

Mientras ocurren estas reflexiones, Iki es recordado por sus compañeros y compañeras, al tiempo que es un símbolo de época: aquel que sobrevivió a la represión del 19/20 de diciembre de 2001 aunque recibió un balazo; que recibió otro impacto durante la represión durante la Masacre de Avellaneda, y que terminó muerto por una consecuencia de la última herida, asestada por un puntero del PJ.



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