11/02/2006

«Triste, solitario y final…»

tres-3.jpgTodos hablan del reciente estreno cinematográfico: «Secreto en la montaña», el western gay dirigido por Ann Lee que viene envuelto en un envase trasgresor y provocador. Por eso, ANRed decidió ir al cine y comprobar qué tan lejos fue el tailandés con el romance de estos vaqueros que cuidan ovejas en medio de un paradisíaco y solitario lugar. Y la respuesta no deja lugar a dudas: vender muchas entradas, pero, sobre todo, no espantar la buena conciencia del espectador medio. Ese es el propósito del film.


Dos vaqueros jóvenes y lindos depositados en una solitaria montaña. Un paisaje de ensueños que enmarca el trabajo rudo que estos chicos deben desempeñar cuidando a un centenar de ovejas. Bellas imágenes que saturan la pantalla, acompañadas de miradas y silencios. Todo luce muy al estilo de cualquiera de las publicidades de las célebres marcas de jeans Wrangler, Levis o Calvin Klein.

dos-4.jpg Pero no lo es. Estas marcas jamás se hubieran animado a retratar en sus gráficas o spots una relación amorosa entre sus modelos, ¿o sí?. Difícil; a lo sumo jugar con la ambigüedad sexual y no precisamente tomando de referente al universo masculino, sino exhibiendo un excitante y a la vez tranquilizador jugueteo entre dos o más hembras en estado de apareamiento.

El que sí se animó, y para la pantalla grande, fue el director tailandés Ang Lee, que no sólo se atrevió a poner en primer plano la relación sentimental entre dos hombres, algo que el cine viene haciendo muy esporádicamente y con suerte dispar desde hace tiempo, sino que, además, le sumó el ingrediente de que sus protagonistas fueran dos rudos cowboys anclados en un Estados Unidos de los años 60, más pacato e intolerante que nunca, o mejor dicho, como siempre.

Sin lugar a dudas, el tailandés hace rato que perdió el sentido del ridículo y hace lo que quiere o lo que puede, pero sin perder la mirada en la famosa y dorada estatuilla llamada Oscar. Políticamente correcto se podría denominar a lo suyo. Así, es que puede pasar de un aceitado melodrama de época como «Sensatez y sentimientos» a una de artes marciales con una coreografía que incluye saltos hasta el infinito como «El tigre y el dragón», sin olvidarnos de «Hulk», aquella remeka de esa poderosa criatura verde que sufría por no poder contener su ira.

pelicula_5.jpgAhora, con «Secreto en la montaña» nos propone un doble y quizá peligroso discurso. Por un lado, nos muestra, acertadamente, una relación homosexual creíble y alejada de los estereotipos; dos jóvenes, bien masculinos, que se aman y que se acercan peligrosamente al perfil del «hombre común» que tanto puede atemorizar a los sectores conservadores que ven en los excesos y en el grotesco un halo tranquilizador que les permite diferenciarse de esa «marica» de cartón que nos suelen exponer.

Pero, por el otro lado, su final nos hace acordar peligrosamente, salvando distancias y temática, a aquella polémica película de Ridley Scott, «Thelma and Louise», que en la superficie planteaba una historia de liberación femenina, pero escondía un contramensaje bastante perverso: mujeres libérense… ¡pero disfrútenlo en el más allá!

Lee hace lo mismo, y de forma mucho más sutil, ¿o no? Porque si bien estos dos hombres no llegan a vivir su historia de amor por fuera de la clandestinidad y en todo momento prima la imposibilidad de verlos juntos de acuerdo al contexto opresivo en donde están anclados, el final los castiga con un destino más que trágico. Muchos opinarán: es un final creíble y adecuado para la época. Otros, dirán: justamente sus protagonistas terminan mal porque no se atrevieron a vivir su amor.

Nosotros nos inclinamos a pensar que más allá de todas estas afirmaciones, que seguramente tendrán su cuota de verdad, para el cine ya era suficiente plantear la relación de una pareja del mismo sexo para que encima sus personajes terminen bien. Demasiado perturbador para el espectador promedio que puede aceptar las diferencias, pero siempre que se mantengan en la sombra.

pelicula6.jpgEs evidente que el concepto tradicional de la familia no debe alterarse. Sí se pueden presentar modelos de mujer que espantan o exponer las consecuencias de constituir una vida ficticia y de ir en contra del propio deseo, pero nunca ir más allá de eso y atreverse a mostrar que el fin de la familia tipo no significa el final absoluto o el destierro condenatorio.

Pero, por ahora, al gay cinematográfico le toca quedarse triste y solitario, al tiempo que el espectador medio deja caer sus lagrimas y respira tranquilo, dado que las respetadas costumbres y la moral enseñada nunca deben ponerse en jaque.

Seguramente «Secreto en la montaña» arrasará con los premios Oscar y todos contentos; la industria fabricó una nueva mercancía que mediante sus más de dos horas (sí, ¡encima es larguísima!) busca todo… menos incomodar o perturbar a las «buenas» conciencias.

Mariano Minasso



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