21/12/2005

«Una ópera prima debe ser un espacio abierto a la experimentación»

jvc1.jpgTodavía faltan dos meses para que la película argentina «Perro amarillo» pueda estrenarse en Buenos Aires, pero ANRed decidió adelantarse e ir a la búsqueda de su realizador, Javier Van de Couter, para que nos hable de su ópera prima y del desafío de encarar un proyecto sin apoyo oficial y por fuera del circuito comercial.


«La película es rara. Está extrañada, por eso hablo de un Buenos Aires que no parece Buenos Aires, de una ciudad bastante gris y con paredones largos». De esta manera, Javier Van de Couter comienza a relatar su film. Pero también a contar su vida, la cual no puede escaparse de esta historia que empezó a pensarla hace más de 10 años, y que fue pasando por diferentes etapas, tantas como las que transitó su director, quien asegura haber crecido junto a su obra.

Sin embargo, la tenacidad parece ser una palabra clave en el universo de este joven artista, quien ya de chico y desde su pueblo natal, Carmen de Patagones (aquel lejano lugar del sur que cobrara notoriedad luego de que un estudiante asesinara en el colegio a tres compañeros e hiriera a otros tantos), solía sentarse frente al mar e imaginar y almacenar en su cabeza tantas vidas como destinos posibles. Hasta que a los 17 años decidió plasmar sus sueños e instalarse en la Ciudad de Buenos Aires.

«Tenía tantas ganas de venir, que no había lugar para que acá no pudiera funcionar, tenía que ser sí o sí. Era una presión que me exigía, quería actuar y escribir». Y lo logró. Como actor se lució por su participación en el film «Un año sin Amor» y en teatro, con la obra «La muerte de Danton». Para la televisión colaboró en los guiones de «Tumberos», «Sol negro» y «Disputas», entre otros ciclos.

Pero esto no lo conformó y con el tiempo fue por más. Dado que poco a poco, fue delineando, a la par de estos trabajos, lo que hoy es su opera prima, experiencia que reconoce como «un espacio pleno para la experimentación».

Y a pesar de que todavía no se define como director porque su «formación proviene de la actuación y no de la cinematografía», «la prueba» que demuestra lo contrario se encuentra próxima a ver la luz.

 ANRed: ¿De qué nos habla Perro amarillo?

 Javier Van de Couter: Es una película de gente anónima que no se conoce entre sí. Pero en el transcurso de la historia estos personajes, que están solos, se irán tropezando en una ciudad que no es Buenos Aires. Es como un encuentro entre desconocidos que generan un vínculo y tienen un destino en común.

 A: ¿Cómo surge la idea la película?

 JVC: Yo tengo 30 años y «Perro amarillo» es una idea que la empecé a pensar cuando tenía 19 y después la abandoné, hasta que un día se la pase a Lucrecia Blanco (una compañera del conservatorio y que luego sería una de las protagonistas de la historia) y me dijo: ‘Esto está bueno y hay que darle forma de guión’. Así, torpemente, empezamos a definir el libro. Y el siguiente paso fue buscar un director para que la dirigiera. Tuve varias entrevistas, pero todos me decían lo mismo: ¡la tenés que dirigir vos! Y… yo respondía qué no podía.

 A: Pero, ¿ por qué?

 JVC: Básicamente porque no venía de una formación cinematográfica. Si bien sabía que tenía las imágenes en la mente y que estaba hablando de algo que me interesaba a mí contar y que era personal. Por otro lado, me parecía que con actuarla y escribirla ya era suficiente. Aparte era muy inmaduro, creo que crecí con la historia de «Perro amarillo.

 A: Y, en ese trascurso, me imagino qué habrás modificado el guión miles de veces.

 JVC: Sí, muchísimas veces, hasta que un día, cuando tenía 24 años, lo definí y dije: acá hay un libro y me dejé de vueltas.

 A: ¿A partir de la definición del libro, ¿tuviste acceso a los créditos y subsidios que otorga el Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales (INCAA)?

 JVC: No, porque nunca anoté la película. Fue como un proceso muy torpe y ansioso. Al principio, sólo quería hacer la película, y la verdad no entendía muy bien como era el mecanismo del INCAA. Tenía un cierto conocimiento, pero me parecía que no la iban a aceptar. Fue como una travesura.

 A: Una travesura a la que había que financiar, ¿cómo se logró esto?

-JVC: Colectivamente. Este es un proyecto que está muy vinculado a mis compañeros. Somos cinco actores que en algún punto decidimos hacer una película y yo me encargué de dirigirla. La plata se fue juntando durante dos años que fuimos haciendo fiestas en un galpón. Fue un proyecto muy pequeño, pero con mucha estrella. Porque cuando la plata se estaba acabando, apareció Cristian Ferrando que es un productor que se entusiasmó con el proyecto e invirtió en la película y así la pudimos terminar.

 A: Al hacer la película por fuera del circuito oficial me imagino que debe haber sido difícil conseguir una sala para poder exhibirla.

 JVC: Es muy difícil, pero por suerte apareció el MALBA que suele contemplar a este tipo de producciones. Aparte, poner a «Perro amarillo» a competir en una cartelera comercial no sería coherente, porque fue un proyecto completamente alternativo que se gestó de manera off y el estreno debía ser consecuente con eso.

 A: ¿Qué te gustaría que le pase a la gente cuando se estrene tu film y pueda verlo?

 JVC: Y, busco lo que me parece que todo director persigue, que es la identificación. Es difícil lograr personajes que logren la identificación y que la gente encuentre, aunque sea por unos instantes, un momento en donde diga: ese puedo ser yo, y a partir de allí, comprender.

 A: Dicen que las óperas primas suelen ser las películas más personales de los directores, ¿notás muchas cosas tuyas puestas en el film?

-JVC: La verdad a la película no la puedo resignificar ni escurrirla más. Porque al pasar el tiempo uno se desapega de la obra. Ya no pensás ni sentís lo mismo. Ni la vida te pasa por el mismo lugar. Un material que lo venís trabajando durante muchísimo tiempo, después cuesta apropiarte de eso. Es como hacerte cargo de que en algún momento sentiste eso, viste eso y tuviste esas imágenes. Parece fácil, pero no lo es. Dado que uno va mutando todo el tiempo como persona. Ahora es el tiempo de los espectadores.

Pero «Perro amarillo» ya tuvo su primer encuentro en directo con la gente, y los resultados no pudieron ser mejores. Dado que participó en el Festival de Paris, un evento que aglutina películas latinoamericanas, y allí obtuvo el premio especial del jurado. Además, del reconocimiento del público que rápidamente transformó al film en uno de los más vistos del encuentro.

 A: Supongo que el paso por el Festival de «Perro amarillo» habrá calmado un poco la ansiedad de tanta espera.

 JVC: Sí, cuando se apagó la luz y vi la película, dije: ‘esto está bueno’. La obra me llevó a cruzar el charco, conocer a un montón de gente y a participar de un festival. Y cuando uno no se mueve por turismo, sino porque una obra te lleva a trasladarte, es de una emoción increíble. Es todo una experiencia de vida que va mucho más allá de tener que hacer una película para ganar el dinero, o para respetar un subsidio. Esto fue algo que me atravesó, después la película me puede gustar o no.

 A: ¿Y, te gustó?

 JVC: Sí, pero después de que la película fuera exhibida en el festival, de que la gente la viera y de que me ganara el premio. Uno es muy cruel con lo suyo. Allí entendí un montón de cosas con mi propia película con la cual me sentía tan enojado, tan disconforme. Me violentaba verla. Aparte yo estaba muy desmotivado al no tener anotada la película en el INCAA, a pesar de que luego, cuando fue invitada al festival, nos dio los subtítulos al francés, o sea, le dio un valor a una película que es «NN» para ellos, dado que está fuera de la ley.

Ahora Javier comenzará a relatar su experiencia como actor en «Perro amarillo», además de escribirla y dirigirla; recuerdo al que califica de «horrible», y jura que no va a volver a actuar y dirigir al mismo tiempo, porque «no se disfruta ni una cosa, ni la otra».

Pero por un momento y al mirarlo fijamente, ya no lo reconocíamos, nuestra mente se había traslado a su actuación en la película «Un año sin Amor», un film que retrata sin vueltas la realidad de un gay, que padece de SIDA y un día decide sumergirse en el oscuro mundo del sadomasoquismo como una forma de escaparle a su soledad y es allí que conocerá al personaje interpretado por Javier, quien se transformará en su objeto del deseo.

 A: Un Año sin Amor fue tratada por algunos gays como demasiado sórdida, ¿cuál es tu opinión al respecto?

 JVC: La película es un poco sórdida y me parece que la visión del espectador más virgen de todo ese universo la percibe como muy fuerte. Pero, por otro lado, es real; cosa que no pasa con otros films. Yo miro la película y me parece que es verdad, puedo estar más o menos involucrado con el mundo de la búsqueda del amor por el camino del dolor, pero es algo que sucede. Cuando mi vieja, que es alguien que desconoce por completo ese mundo y vio la película, se la creyó, al igual que con sus personajes, eso me parece que es lo importante y el valor que tiene; cómo un mundo tan extraño, mirando el film, no te genera repulsión o rechazo.

 A: ¿Cuál es tu próximo proyecto?

 JVC: Tengo la idea de filmar la historia dos amigos que hacen juntos la escuela católica de Don Bosco, allá en el sur, en Carmen de Patagones que es un lugar que ha estado muy movilizado por todo lo que pasó. Aunque esta película no tiene nada que ver con eso. Va a ser un poco la historia de amor entre estos dos amigos que se encuentran atravesando la adolescencia. Un mundo que me interesa porque es el despertar de un montón de cosas, y a la vez, el cierre de otras. Es la pérdida de la inocencia, pero sin dejarla del todo.

 A: ¿Y por qué elegís el lugar en donde te criaste para que se desarrolle la acción?

 JVC: Porque es de lo que sé. Conozco sus códigos, puedo empezar a investigar. Y es un lugar que tiene una energía muy especial. Tiene mar, río, se crece de otra manera. Aparte me di cuenta que después de haber escrito «Perro amarillo» no puedo crear cosas de las cuales no sé. Con Perro…, por momentos me introduje en universos que desconocía.

 A: Podríamos decir que esta historia va a hablar más de vos.

 JVC: Sí, creo que sí.

Casi como un retorno a sus orígenes. Pero ahora desde otro lugar, desde otra mirada, ya no la de ese chico que soñaba junto al mar en transformarse en lo que es hoy, sino en una mirada adulta, quizá, casi como una forma de reencontrarse con su pasado. Pero quién sabe. O mejor dicho eso ya forma parte del universo creativo de su autor.

Lo que sí sabíamos era que daban ganas de quedarse a hablar horas con él. Porque no sólo nos había abierto las puertas de su casa, sino que también nos permitió acercarnos a la persona, y no sólo al actor, guionista o director.

Sin duda, fue una tarde en donde las máscaras y los artificios quedaron reducidos a su mínima expresión.

Mariano Minasso



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