19/12/2005

Pocho Lepratti: la garganta que no podrán callar

Lepratti.jpgLo último que gritó Claudio «Pocho» Lepratti fue: «Â¡Hijos de puta, no tiren que hay pibes comiendo!». Lo vociferó desde el techo de la escuela Nº 756 de barrio Las Flores, donde trabajaba en el comedor. Un policía le respondió con un disparo en la traquea. Pero lo que no sabía el asesino, Esteban Velásquez, era que jamás cerraría las palabras ni la militancia de «Pochormiga».


El 18 de diciembre de 2001, en consonancia con el resto del país, la policía comenzó a desplegar el aparato represivo en Santa Fe. «Las Flores es un barrio sumamente castigado por la desocupación. El reclamo frente a supermercados y en distintos lugares estaba sumamente activo. Montaron un operativo muy fuerte y él estaba dentro de la escuela cuando cae la policía haciendo disparos al aire. Pocho sale al techo de la escuela, pidiendo que no tiren que había pibes comiendo. Bajan dos policías. Uno, Esteban Velásquez, es el que le dispara y le atraviesa la garganta. Los compañeros lo llevan al hospital, pero a los pocos minutos muere», narra Carlos Nuñez, director de la Biblioteca Popular Pocho Lepratti.

Pocho tenía 35 años cuando el 19 de diciembre lo asesinó Velásquez, quien fue sentenciado a 14 años de prisión. Hubo un intento por parte del gobernador santafesino Jorge Obeid de que se reviera el fallo. Los testigos reafirmaron sus declaraciones y se ratificó la condena. Al respecto, Nuñez sostiene que si bien «la condena fue hacia quien disparó, la orden claramente fue determinada por Reutemann, que era el gobernador, por Lorenzo Domínguez (ministro de gobierno), por Enrique Álvarez (subsecretario de seguridad), por todos los que estaban a cargo de la supuesta seguridad. El reclamo nuestro obviamente está encolumnado junto con las otras personas que fueron fusiladas y de alguna manera en forma muy parecida. Por lo cual, de sí algo estamos seguros, es que se trató de algo orquestado desde el Estado».

Carlos cuenta que Pocho se definía como un cristino revolucionario. «Él estaba comprometido con la fe cristiana, pero con una opción de cambio. Pocho estaba preparándose para «hermano coadjutor» en la localidad de Funes. Había estado haciendo trabajos en los barrios, quería ir a trabajar ya y desde la Iglesia le planteaban que iba a haber tiempo. Pocho no quería esperar, quería ir en ese momento. Cuando estaba próximo a recibirse, se va. Sigue con otros votos que nunca abandonó, el de pobreza y de castidad, pero abandona el voto de obediencia». De este modo, Claudio decide vivir en una villa de Rosario, en el barrio Ludueña Norte. «Se va a vivir directamente allá y empieza a trabajar junto con un cura, Edgardo Montaldo, que es una referencia de hace más de 30 años en Ludueña. Ahí crea cerca de 10 grupos juveniles», relata Nuñez.

Carlos conoció a Pocho a través de distintos talleres que coordinaron juntos desde ATE: «Nosotros con Pocho veníamos haciendo desde 1999 un trabajo de talleres con trabajadores desocupados; desocupación y salud mental, sobre HIV, trabajo infantil, donde participaban chicos, algunos del Movimiento de Chicos del Pueblo, de La Vagancia (se refiere a uno de los grupos que creó y coordinó Pocho) y otros grupos. Fue a partir de ahí donde nosotros estrechamos mucho más la relación. Ese era un espacio donde también había gente del movimiento de Derechos Humanos y trabajadores. A partir de ahí nos relacionamos con Gustavo Martínez y Gustavo Brufman, que son dos compañeros de la Biblioteca, con los que Pocho trabajaba de hace muchísimos años».

Nuñez, Martínez y Brufman, junto con otras personas, idearon la creación de la Biblioteca Popular Pocho Lepratti, que funciona desde el 18 de febrero de 2002 y que cuenta con distintos talleres. «La idea es recuperar, a partir de la educación popular, el trabajo que Pocho venía haciendo en contra de la exclusión social y por una sociedad participativa. Tenemos toda una serie de talleres de arte, de teatro, de guitarra, de murga. También de serigrafía, que es donde los pibes aprenden un oficio y además es el espacio desde donde salen las banderas, las remeras y todo lo que tiene que ver con la identidad en este espacio», describe Carlos. Y agrega: «Funcionamos a través de talleres de reflexión interna, donde analizamos la práctica de lo que venimos haciendo, la incidencia y la vinculación con otros movimientos sociales. En tres años estamos muy contentos del trabajo que se viene haciendo. Sabemos que el camino es largo. Como Pocho lo planteaba es un camino de hormiga». Hoy a Pocho lo llaman «Pochormiga». Carlos explica que la unión de las dos palabras «viene después de que lo matan, como manera de reivindicar el trabajo. Es como la memoria colectiva: muchas veces parece imperceptible, que no está, que no tiene efecto, pero es la acumulación de trabajo sostenido lo que va dejando una simiente».

Por último, Carlos Nuñez afirma que «lo que esperamos es que el Estado se asuma como el asesino de Pocho y de todos los compañeros caídos y que dejen de pedir la absolución de los asesinos. Que se hagan cargo, con todo el costo que tenga, de ser los continuadores del genocidio iniciado por los dictadores».


Diciembre, 2001

Ríos humanos por las calles

Multitud. Hartazgo. Potencia

Diciembre, 2001

Reclamo. Revuelta. Rebelión

Diciembre, 2001

Casas vacías, plazas llenas,

ejercicio directo de la política

sin intermediarios, ni traductores

Diciembre, ayer, hoy y siempre

constituye un no al hambre del desempleo,

un ejemplo de la dignidad colectiva.

Diciembre,

cuando la memoria popular escupe al olvido

Diciembre es

solidaridad, resistencia y creación

cuando unidos contra la impunidad

tendemos las manos juntas

para levantar a los caídos

Pocho, Graciela, Juan, Yanina, Rubén,

a los pibes acribillados de ayer y de siempre

Con ellos marcharemos, una y mil veces

hasta que la injusticia también se fugue en helicóptero

y abajo, en calles y plazas de alegría revienten los parches

y vuelvan a flamear las banderas todas

Carlos Nuñez



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