24/03/2003

Abollando ideologías: Los medios y la dictadura

(Periódico Red Acción, marzo/abril 2003 – Año VIII – Nº 72) El Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 no fue solo militar. También participaron los grandes propietarios del capital, con el apoyo externo del Departamento de Estado norteamericano, e interno, de un sector de la población, los medios masivos de comunicación.

En el caso de la prensa escrita, desde los diarios más cercanos a la derecha hasta los progresistas acompañaron al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, algunos con más entusiasmo que otros. Sólo el Buenos Aires Herald no se subió a la generalizada embestida contra el demonio subversivo: La Nación, parecía como chico con juguete nuevo, no sólo por su declarada guerra a la tan temida penetración marxista en nuestra sociedad, sino por la vocación liberal del nuevo programa económico que rompería con años de \"regímenes estatizantes y dirigistas\". En las portadas del diario de los Mitre el sujeto protagonista de la acción (las Fuerzas Armadas, La Junta, Videla, etc) aparece claramente identificado, sobre todo a la hora de hablar de las acciones de gobierno como las medidas económicas. No es tan así en el caso de los enfrentamientos en donde figuran abatidos una cantidad de extremistas, cuando se anuncia que \"Fueron muertos Santucho y Urteaga\". De esta manera, evita dar cuenta del autor intelectual y material de esas muertes. A su vez, no hace alusión a la identidad de las organizaciones guerrilleras que son reconocidas como o \"la banda terrorista responsable del asesinato del General Aramburu\", para hablar de Montoneros, o \"la organización extremista declarada ilegal desde 1973\", para referirse al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Estas estrategias discursivas eran reproducidas además por La Prensa, La Razón, y La Nueva Provincia.
En el caso del escuálido y opaco Clarín, la adhesión al régimen se explicita en la nota editorial y se refuerza en el cuerpo informativo utilizando como única fuente la palabra oficial: «»˜La lucha antisubversiva no terminó’, dijo Videla”. El contraste entre la opacidad de las páginas de política y economía, y el brillo de espectáculos y deportes, tal vez haya sido una estrategia para despolitizar a la gente y acercarla a un mundo más agradable. Hasta que el 10 de diciembre de 1983, cuando «Llegamos” a la democracia, nos dimos cuenta que dos demonios se habían peleado, y nos habían dejado una cantidad de desparecidos. Así, los Derechos Humanos se convirtieron en un ente despolitizado que no reconocería identidades políticas sino el mero significante: un nombre y un apellido.
No solo por afinidad ideológica estos periódicos fueron favorables a la dictadura, sino también por una asociación empresaria con el gobierno. Concretamente, hablamos de la negociación de la papelera Papel Prensa, que se sostuvo mediante una relación estrecha en el seno del poder. El proceso se aceleró con la muerte del financista David Graiver, propietario de un importante paquete de acciones de dicha empresa. Por sugerencia del gobierno militar, sus herederos pusieron en venta esas acciones, que fueron compradas por La Nación, Clarín y La Razón. Así, la tribuna de doctrina paso a defender la sustitución de importaciones en la industria papelera, que al mismo tiempo condenaba para «las industrias artificiales, creadas al amparo de la protección estatal”. De la misma forma, el gran diario argentino, mientras negociaba la adquisición de Papel Prensa, se dedicó a exaltar las virtudes del gobierno instalado el 24 de marzo del 76.
En el proceso de frivolización que acompañó la despolitización de una parte de la sociedad argentina, las publicaciones de la Editorial Atlántida (Gente, Somos, Para Tí, El Gráfico) aportaron su granito de arena (más bien su costal) a la propaganda del régimen. Con una fuerte presencia física en sus páginas, los integrantes de la Junta Militar eran mostrados como los buenos padres, abuelos, hasta hinchas de la Selección, es decir, como seres humanos. No podemos olvidar los números especiales o suplementos dedicados a la subversión presentada como el elemento de contagio que significaba un peligro para la sana juventud. Con esta operación apuntaban a la profundización del control social allí donde, en apariencia, el poder del Estado no podía llegar: la familia, y así despertar la sospecha en las relaciones sociales de sus hijos, con el objetivo de destruir todo vínculo social (y político) posible, bajo la pregunta ¿usted sabe donde están sus hijos?, que hiciera popular el ya extinto dinosaurio Bernardo.

Boba, pero no tanto

La televisión, en su totalidad bajo propiedad estatal desde 1974, fue botín de reparto de cada una de las tres armas: el 9 para el Ejército, el 11 para la Fuerza Aérea, el 13 para la Marina y el 7 para todas las fuerzas. Así, los noticieros se convirtieron en meros órganos de difusión de la dictadura. Muchas figuras que años después mostraron su arrepentimiento por un supuesto desconocimiento de «lo que pasaba”, copaban las pantallas de la todavía televisión blanco y negro: unos legitimando el accionar del gobierno y otros desviando la atención hacia el entretenimiento. Por un lado, el tiempo nuevo de Bernardo Neustadt, acompañado por Mariano Grondona, y por otro, Mirtha Legrand con sus almuerzos, sumado a los bailes y risas promovidas por Gerardo Sofovich, Avanzada la dictadura, hacia la guerra de Malvinas, este medio llego al clímax de la propaganda oficialista a través del noticiero 60 minutos, anunciando día a día las batallas ganadas por las fuerzas armadas argentinas contra todos sus enemigos.

En tanto primera versión de la historia, el periodismo marcó una primera interpretación que después se modificaría ligeramente con la teoría de los dos demonios. En esa lectura se baso el criterio del no te metas, por algo será, Este modo de ver la realidad no fue privativo de aquella época, sino que aun hoy los medios masivos de comunicación construyen los acontecimientos con el cristal de las clases dominantes.

La Resistencia

Había otra versión de la historia, la que daba cuenta de la política represiva y el vaciamiento económico, que podía dar otro sentido al accionar que en la historia oficial se refería como delincuencia apátrida. Un claro ejemplo de esto era la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA) integrada, entre otros por Rodolfo Walsh. Entre sus objetivos estaba trabajar con las contradicciones del régimen, informar a los informadores y dar a conocer lo que para el gobierno era importante ocultar. Frente al tratamiento oficial sobre las liberaciones de presos políticos ANCLA informaba «…no han sido incluidos centenares que se encuentran sin proceso legal y a disposición del Poder Ejecutivo (…) ‘las libertades no afectan ni siquiera al dos por ciento de los desaparecidos y detenidos en el país’, manifestó a ANCLA un alto miembro de la jerarquía eclesiástica local. «˜Además del engaño que supone esta medida hay que señalar que los miles de secuestrados nunca reconocidos oficialmente continúan siendo fusilados diariamente en enfrentamientos inexistentes’, agrego el prelado.” (enero 3, 1977).

Frases célebres:

«Se abre ahora una nueva etapa, con renacidas esperanzas. Y, si bien el cuadro que ofrece ahora el país es crítico, no hay que olvidarse que todas las naciones tienen sus horas difíciles y que el temple de sus hijos es capaz de levantarlas de su ruinosa caída”. «Un final inevitable” Clarín, 25/03/76.

«Los periodistas argentinos que tuvimos que convivir con nuestros colegas extranjeros durante esos días pudimos comprobar cómo en los más honestos de ellos -afortunadamente la mayoría- se disolvían los prejuicios que traían de sus países merced a la insidiosa propaganda motorizada por las organizaciones subversivas y los ingenuos de siempre (…) Es cierto que los argentinos todos vivieron por primera vez en décadas la oportunidad de salir a la calle bajo una sola bandera. Después de cuatro o cinco años de sufrir una guerra sucia, la guerra desatada por la subversión, surgió la ocasión de expresar entusiasmo (…) de mostrar su unidad bajo la bandera nacional. De mostrarse patriota, en fin. También fue una manifestación de victoria.” Marcelo Araujo y Mauro Viale. Revista Argentina ante el mundo, septiembre-octubre de 1978.

«El primer objetivo era, simplemente, devolver al país un mínimo de normalidad política y económica. Esa batalla se ganó (…) En el plano político el gobierno controla el territorio, brinda un nivel de seguridad antes inexistente y ha asestado golpes a la subversión, que, por su magnitud, inducen al optimismo” , «La primera tentación” Mariano Grondona Carta Política 8/76.



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